A veces uno vuelve de vacaciones más
cansado que al partir y con mil preocupaciones por el tiempo perdido.
Ya un mes entero del año quedó atrás. Me entretuve con mis
trabajos campestres, que una vez al año me reclaman para mantener la
casa un año más en pie: un farol en aquel rincón oscuro del
parque, una nueva manguera, la ampliación de la casilla del gas ya
que hemos perdido toda esperanza de acceder al fluido natural, mil
llamados infructuosos a la compañía telefónica para solucionar los
problemas de conectividad a internet, la reparación del techo de la
leñera, que se vino abajo, la renovación parcial de la plomería.
Hace dos años había comprado una
manguera en reemplazo de la anterior, que estaba ya muy dañada y no
servía para regar. Cincuenta metros de una pulgada. Entonces me
había equivocado y en lugar de comprar la “super-reforzada”,
compré la “reforzada” que no duró ni la mitad de los años que
la otra nos había tan bien servido.
Esta vez, estaba decidido a “ir por
todo” y comprar una manguera que me sirviera para siempre.
Comprobé que la relación de precios
entre la reforzada y la super-reforzada no permitía sostener grandes
esperanzas: una salía apenas 20 % más que la otra. Pedí más. Me
ofrecieron una belleza verde, con un tramado que la hacía parecer
escamada, como la piel de una serpiente a punto de lanzar su veneno.
El precio de ésta superaba en dos veces y un tercio (2.30) el de la
super-reforzada y su durabilidad estaba garantizada por la marca. Me
pareció cara pero la mejor opción para acompañarme en mi tercera
edad. El pensamiento me arrastró hacia una melancolía leve porque
ponía ante mis ojos una “última vez” de las muchas que
empezarían a aparecer en mi horizonte.
Cuando surgió el tema en los
intervalos de las furiosas partidas de “Mezcladitos” a las que
nos entregamos con mis hijos, alcanzando puntajes delirantes mi hija
me dijo que había que planificar bien el asunto, porque ella
aspiraba a darme un nieto antes de que el alquiler de vientres que mi
marido y yo planificábamos diera sus frutos. Planificábamos cuál
sería “el último bebé” de mi vida.
la manguera y la finitud,uauuu
ResponderBorrarAlquiler de dientes: Espeluznante.
ResponderBorrar