Todos los años, para la rentrée, la morgue de París se llena de cadáveres no reclamados. En este ensayo, el escritor reflexiona sobre los ancianos, aquellos olvidados que mueren en verano.
Todos los años, para esa fecha que ningún almanaque registra con un nombre preciso (aunque lo tiene en el habla de todos los habitantes de París), primeros días de septiembre en que ya han vuelto los veraneantes de julio y agosto, cuando la luz del verano empieza a disminuir perceptiblemente pero el calor mantiene durante algunos días, aun semanas, la promesa de una vida menos ensimismada, mientras se pone en movimiento, ya perezosa, ya impaciente, la rutina del trabajo, la producción y esa ilusión de provecho que, creen muchos, hace andar al mundo… Todos los años, repito, para la rentrée, la morgue de París se llena de cadáveres no reclamados.
(...)
el primer párrafo describe perfectamente lo que está pasando este lunes en BA, me quedo con la necesidad de ir a mi oficina. Sé que se me va a pasar
ResponderBorrar