"You dirty fag", me dice Cate y me corta abruptamente la comunicación vía skype que habíamos entablado.
Hacía semanas que me torturaba por correo para ver qué pensaba de ese "experimento" llamado El Hobbit, en cuya segunda y tercera parte ella desempeña un rol preponderante.
Yo estaba esperando que la película apareceriera online para bajarla y la espera no fue precisamente recompensada. Ya El señor de los anillos (que no vi sino fragmentariamente) me había parecido un bodrio imposible de tragar y estas precuelas sin otro destino que el comentario técnico no me resultaban deseables. Por supuesto, no pude ver El Hobbit sino por partes y todo en ella me pareció desagradable hasta la náusea. El uso del 3D, que me interesa examinar últimamente, es protocolar y previsible. Y lo demás, es pura basura nauseabunda ("stinky trash", dije, sabiendo que la traducción empobrecía mi impresión).
No entiendo por qué Cate se compromete en proyectos tan vulgares, sabiendo lo que yo pienso de ellos.
¿Pero por qué había tardado tanto en ver la película? Lo que la enojó fue que yo tuviera otras prioridades. Tuve que ver Life of Pi, por supuesto, y la última deslumbrante entrega de Bond. A Cate le molestó que me gustara Skyfall y me reprochó que mi debilidad erótica por Daniel Craig nublara mi juicio."¡No es así, no es así!", le dije. Cuando coincidí en Nueva York con Daniel, él me hizo llegar entradas para verlo en el teatro, y me miraba desde el escenario. "Vos estabas en un teatro pedorro de Brooklin y no me hiciste entrar porque estaba todo sold out."
Ahí fue cuando me espetó su injuriante despedida y cortó la comunicación. Allá ella.
Yo habia tenido que ver (esto sí, por bajos instintos) el vomitivo final de la saga Twilight, Breaking Dawn, 2, porque Dakota pronuncia allí una única palabra y porque el pendejo Taylor Lautner está a punto de alcanzar la edad que le exigí antes de dejarlo entrar en nuestra cama (aunque estoy casi seguro de que su desempeño no va a ameritar una repetición, me pierde mi debilidad por los pueblos originarios).
También había tenido que ver la penúltima Bond de Daniel, porque es un amigo y ocupa un lugar central en mi sistema de estrellas (uno de cuyos requisitos es que no frecuenten las premiaciones y ni Daniel, ni su exquisita esposa, Rachel Weisz, ni Dakota ni Cate, naturalmente, ni Kate Beckinsale se prestan sin reparos a esos chorreos de grasitud; a James Franco le perdono todo por su sonrisa y porque besa divinamente).
En fin: vi muchas películas antes que El Hobbit (simpatizo enormemente con su protagonista, pero ni eso alcanzó para ayudarme a soportar tanta vileza). Vi cuatro veces Prometheus y otras cien que ya ni recuerdo. Vi temporadas completas de varias series (porque el trabajo me lo exige, porque pronto tendré responsabilidades de programador en un nuevo canal de cable, pero eso es otra historia...).
Cate ya va a llamar de nuevo para pedirme alguna receta. Pero me voy a hacer el ofendido antes de dar el brazo a torcer, qué se cree.
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