lunes, 30 de septiembre de 2013
domingo, 29 de septiembre de 2013
La ciudad imaginada
Por Rafael Spregelburd para Perfil
Una cadena de equívocos me lleva a involucrarme con la muestra sobre Buenos Aires que hay en Proa. Daniel Link es llamado a curar literatura en la sección que llama “En obra” y que pretende devolver a la palabra su condición de imagen pura y dura. Lo libero de toda culpa: un curador, es sabido, jamás ha podido curar herida alguna. En un espacio de exhibición de artes visuales es feliz patada prescindir de lo visible: en un baldío paquetísimo y en penumbras resuenan voces de escritores, mezcla azarosa de los vivos con los muertos, que hablan sin querer sobre Buenos Aires. Siempre que se habla de ese lugar donde se vive o se muere es sin querer.
Para “ver” son tan buenos los colores y las formas como las palabras. La mano curadora tiene la habilidad de ser casi invisible y al mismo tiempo de estructurar con estrategia este universo de imágenes contradictorias y espeluznantes en un microrrelato secreto. Link escribe con textos ajenos, recolectados por la garra del apetito y del azar, así como su vecina de expo Liliana Maresca recolectó en su Carro blanco los residuos reales transfigurados de aquel otro carro de cirujeo que alquiló para la muestra Recolecta, en Recoleta, en 1990. Entiendo que Maresca quiso comprar este carro a unos cirujas pero que ellos, desconfiando del destino artístico de las cosas simples, decidieron en cambio prestárselo apenas y también asesorarla: en 1990 nadie hablaba aún de cartoneros y la obra resultó naturalmente profética. Para eternizar esta alquimia, Maresca copió aquel carro prestado y maloliente en piezas blancas. También lo recreó una vez más en cositas bañadas en oro y en plata, superando así a través del ritual la mera denuncia para convertirla en otra cosa. Ambos carros están expuestos (curados por Cecilia Rabossi) junto a un tercero de más amable estofa. Es el carro en que Ana Gallardo trasladó los muebles de su casa que iban a ser sacrificados cuando se quedó sin casa y tuvo que ir a vivir a un sitio más chico con su hija y lo que quedara de sus pertenencias. Cargó los muebles, los dispuso como un living ambulante, puro amor y calidez, enganchó el socotroco a una bicicleta y recorrió Buenos Aires a pedal, la ciudad donde se había quedado sin casa, filmándose como el terco caracol que se muda siempre sin mudarse. También hay denuncia en su obra, pero hay humor y hay alegría.
Supongo que lo que pretendo decir es que la convivencia de carros varios y otras piezas notables (de Bony, de Travnik, de Marcos López, de Florido, de Minelli) con la selección de voces hilvanadas por Link amiga literatura con arte y evidencia la capacidad visual del lenguaje y, por idéntico razonamiento, la capacidad literaria del rejunte que salpica al ojo en el mundo de lo visual.
Qué cosa sea Buenos Aires, la muestra no lo explica. Pero así como en Callao y Quintana la ciudad le ofrece una baldosa a Valeria Lynch, que le canta de amor, es lícito que se haga un acto de inhóspita justicia, menos popular, y escuchemos que Tamara Kamenszain expresa su Odio a Buenos Aires; que Edgardo Cozarinsky, envalentonado, afirme que los argentinos no somos hijos de la vacía inmensidad que es la pampa, la Argentina, ni las selvas desganadas, sino de esta urbe convulsa que es Buenos Aires; que oigamos a Gabriel Massuh, cuyo texto dialoga caprichosamente con el mío, ambos enojados de algún modo por la manera en que Buenos Aires se ha hecho construir por arquitectos globales y miradas extranjeras, negando su verdadero espíritu de Villa 31 cada vez más grande (Gabriela Cabezón Cámara dixit), de desastre vertical, de fealdad pocas veces mejor señalada que en la diatriba que Matilde Sánchez le espeta a la avenida Warnes y su capacidad de elevarse en fealdad a la par de su numeración. Somos rescatados al final por un embrujo: la voz dulcísima de Isol, que viene de la literatura infantil (que también es, sí, claro, literatura) y que repite como un mantra “llueve aquí”, mientras la ciudad se parece cada vez más a ese juego psicótico y bestial que el colectivo M777 presenta en la otra sala como un TEG de nombre Inundación y que muestra unos arroyos sucios desbordados y unos políticos al borde de cumplir con una larga serie de objetivos secretos que le dan tensión al juego y color a los fichines.
sábado, 28 de septiembre de 2013
Orgullo y prejuicio
por Daniel Link para Perfil
Volviendo de Brasil, un país de un nacionalismo tan enquistado en la conciencia de sus pobres gentes que carece, por ejemplo, de música (y tiene en cambio MPB), el piloto de Aerolíneas Argentinas se disculpa por la hora de atraso que afecta a un vuelo que dura tres y agrega: "Escuchen bien lo que voy a decirles. Estoy orgulloso de trabajar para una compañía que lleva el nombre de mi país”. El avión estalla en un aplauso cerrado, ante el cual quisiera poder eyectarme del asiento, del avión, de la galaxia.
Luego presenta al personal de cabina: la señorita Pamela (“Pame”, aclara) y el “señor Adrián”, que toma la palabra y dice las tonterías de rigor y finaliza, en un portunhol titubeante: “no sé falar en portugués, así que sólo les puedo decir 'bemvidos' y 'obrigado por biayar' en Aerolíneas”.
En fin... que un grupete de exaltados con caras de 678 se declare orgulloso de un avión viejo que sale tarde, de no poder comunicarse con la mitad de los pasajeros de a bordo, donde todos somos forzados (en el mejor de los casos, que no es éste) a mirar en loop los mismos cortos del bicentenario de hace tres años, puede entenderse como un efecto de esa taradez previa que Marx presentó en La ideología alemana y que no ha sido suficientemente investigada.
Pero el aplauso de los pasajeros, que vienen de gastarse unos buenos puñados de dólares en Rock in Río, un festival gerontológico de música pretérita, me deja atónito y sin esperanzas: es gente que aplaudiría pavlovianamente “Argentina potencia” o “Los argentinos somos derechos y humanos”.
El nacionalismo siempre funcionó como una peste, pero ahora es una peste antigua (como la TBC, que es tuberculosis y no Música Popular Brasileira), totalmente inadecuada a la lógica de la mundialización, a la cual no le opone sino una suave protesta que subraya y potencia sus cualidades.
La globalización es la forma actual del capitalismo (lo es desde el comienzo del siglo XX, pero nunca ha sido tan aguda como ahora) y los arranques nacionalitarios no hacen sino compensar afectivamente el vacío de afección que nos abruma. Pero aplaudir una aerolínea (o una petrolera, o un banco) se convierte en un idiotismo repugnante porque demuestra la desconexión absoluta del aplaudidor respecto de la historia: no sólo se aplaude un pasado que no puede ni debe volver, sino que se obtura la posibilidad misma de un futuro, escuchen bien lo que voy a decirles: el soñado final del capitalismo y la liberación de las energías reprimidas para pasar a una cosa nueva.
viernes, 27 de septiembre de 2013
jueves, 26 de septiembre de 2013
La nueva TV
Hace bastante que no comento programas televisivos, lo que habla un poco de mi pereza y otro poco de la cualidad incomentable de lo que hemos estado viendo: puras porquerías que no merecen ni una línea de reflexión, que no dicen absolutamente nada sobre el presente y que no nos dan felicidad. Se me han acumulado varios capítulos de Dexter (insufrible última temporada), que veré en cuanto pueda para poder decir algo (el reclamo ya me ha llegado).
Mientras tanto, la temporada televisiva arrancó con grandes decepciones: por un lado Mom: se deja ver (con un bostezo); Dads, en cambio, merece la unánime condena (del psicoanálisis, del marxismo, de la crítica televisiva, de la antropología estructural, de la arquifilología, e incluso de facebook y de twitter). Hostages es malísima (el casting, las actuaciones, el plot, todo), desde los primeros minutos hasta el minuto veinte (después no seguimos). Rewind (una producción sci-fi berretísima, que creo que es una película y no una serie) da para dormirse pensando en otra cosa y sólo para eso (fue lo que sucedió y no voy a intentar descifrar el misterio del formato). Siberia, que debe de estar terminando, es una ficción estilo Lost hecha con el formato de un reality de aventuras. La seguimos viendo para que termine, porque sabemos que van a levantarla, pero sólo por eso. No da sentido nunca. A alguien se le ocurrió que "el jinete sin cabeza" daba para una serie y ahí está la intolerable Sleepy Hollow de Fox. Que llegue ya el apocalipsis, por favor. Ray Donovan no está mal, pero es un tipo de narrativa que no me interesa en lo más mínimo (ni por el formato, ni por la temática). Masters of Sex me dejó frío y New Girl perdió todo, pero absolutamente todo su antiguo encanto.
Eso sí, el final de The Newsroom (segunda temporada) fue sensacional y uno casi querría más si no fuera que lo bueno, si breve, dos veces bueno (chapeaux para Jane Fonda).
Por el côté británico las cosas no fueron mejores: Whitchappel sigue estando bien (porque es bueno el casting, porque el formato es anticuado, porque todo es muy dark), pero cuando termina cada episodio intermedio (los asuntos se resuelven en dos episodio), la cadena ofrece que uno, si no puede esperar, compre ya la solución del enigma. De más está decir que no imagino a nadie que le importe tanto la serie como para hacer una inversión semejante. Big School está bien, pero no mucho más que eso (como para mirar mientras se come), en la línea de The Job Lot, aunque no tan ácida. Luther 3 terminó, y estuvo buena, pero en modo alguno a la altura de las temporadas previas: o sea, un final necesario pero poco interesante. La que fue una extraordinaria revelación fue Dates (corta, demasiado corta, y tal vez no vuelva), sobre todo por el formato, y la belleza de la protagonista (Oona Chaplin). Hit and Miss, la miniserie, vale en oro cada uno de sus minutos, aunque son un poco molestos los planos de la pija de goma de Chlöe Sevigny.
Lo que pinta bien, al menos después del primer episodio, es Marvel's Agents of S.H.I.E.L.D, sobre todo porque se parece a Fringe (ah, Olivia, cuánto te extrañamos). Pongo ahí todos mis porotos de acá a fin de año y en cuanto deduzca por qué la serie es interesante, lo diré.
Lo que más melancolía me dio fue comprobar, en la entrega de los Emmy la distancia irreductible entre los gustos hegemónicos y los míos...
Mientras tanto, la temporada televisiva arrancó con grandes decepciones: por un lado Mom: se deja ver (con un bostezo); Dads, en cambio, merece la unánime condena (del psicoanálisis, del marxismo, de la crítica televisiva, de la antropología estructural, de la arquifilología, e incluso de facebook y de twitter). Hostages es malísima (el casting, las actuaciones, el plot, todo), desde los primeros minutos hasta el minuto veinte (después no seguimos). Rewind (una producción sci-fi berretísima, que creo que es una película y no una serie) da para dormirse pensando en otra cosa y sólo para eso (fue lo que sucedió y no voy a intentar descifrar el misterio del formato). Siberia, que debe de estar terminando, es una ficción estilo Lost hecha con el formato de un reality de aventuras. La seguimos viendo para que termine, porque sabemos que van a levantarla, pero sólo por eso. No da sentido nunca. A alguien se le ocurrió que "el jinete sin cabeza" daba para una serie y ahí está la intolerable Sleepy Hollow de Fox. Que llegue ya el apocalipsis, por favor. Ray Donovan no está mal, pero es un tipo de narrativa que no me interesa en lo más mínimo (ni por el formato, ni por la temática). Masters of Sex me dejó frío y New Girl perdió todo, pero absolutamente todo su antiguo encanto.
Eso sí, el final de The Newsroom (segunda temporada) fue sensacional y uno casi querría más si no fuera que lo bueno, si breve, dos veces bueno (chapeaux para Jane Fonda).
Por el côté británico las cosas no fueron mejores: Whitchappel sigue estando bien (porque es bueno el casting, porque el formato es anticuado, porque todo es muy dark), pero cuando termina cada episodio intermedio (los asuntos se resuelven en dos episodio), la cadena ofrece que uno, si no puede esperar, compre ya la solución del enigma. De más está decir que no imagino a nadie que le importe tanto la serie como para hacer una inversión semejante. Big School está bien, pero no mucho más que eso (como para mirar mientras se come), en la línea de The Job Lot, aunque no tan ácida. Luther 3 terminó, y estuvo buena, pero en modo alguno a la altura de las temporadas previas: o sea, un final necesario pero poco interesante. La que fue una extraordinaria revelación fue Dates (corta, demasiado corta, y tal vez no vuelva), sobre todo por el formato, y la belleza de la protagonista (Oona Chaplin). Hit and Miss, la miniserie, vale en oro cada uno de sus minutos, aunque son un poco molestos los planos de la pija de goma de Chlöe Sevigny.
Lo que pinta bien, al menos después del primer episodio, es Marvel's Agents of S.H.I.E.L.D, sobre todo porque se parece a Fringe (ah, Olivia, cuánto te extrañamos). Pongo ahí todos mis porotos de acá a fin de año y en cuanto deduzca por qué la serie es interesante, lo diré.
Lo que más melancolía me dio fue comprobar, en la entrega de los Emmy la distancia irreductible entre los gustos hegemónicos y los míos...
martes, 24 de septiembre de 2013
Ex ungue leonem
Juan José Grassi acusó a la Justicia y los medios: "Es como el circo romano, cuando largan a los cristianos para que los coman los leones".
lunes, 23 de septiembre de 2013
Del camp al kitsch (o "Volver a casa")
"Particularmente interessado neste universo Camp, as fotografias de Sebastián Freire vão direto ao assunto. Freire clica Drag Queens, gays, transgêneros. Nas imagens, vemos tanto ambientes mais montados, quanto o simples dia a dia de cada fotografado. Assim, plumas, maquiagens exuberantes, perucas, botas de saltos altos configuram o esplendor das cenas. Vivamente interessantes, são as fotografias onde a androginia sobressai. Uma halterofilista, clicada em meio à bagunça do lar, recorrente nas imagens, faz pose, mostra os músculos, e já não a identificamos com clareza entre um ou outro gênero. Outra(o) faz a pose da Vênus de Boticcelli, mas assemelha-se, pois rodeada de tecidos, com mais vigor à Vênus dos trapos do artista povera Michelangelo Pistoletto. E assim a série de fotografias potencializa a teatralidade, o andrógino, segundo Sontag, “uma das grandes sensibilidades Camp”. “A forma mais refinada de atratividade sexual”, afirma a autora, “(assim como a forma mais refinada de prazer sexual), consiste em ir contra a corrente do próprio sexo. O que é mais bonito em homens viris é algo feminino, o que é mais bonito em mulheres femininas é algo masculino”."
(fragmento de texto "Ninguém nasce, torna-se, parte-se, arte-se")
Exposição: CAMP! - Arte e Diferença
Galeria Candido Portinari
Curadoria: Marcelo Campos
Artistas: Leo Ayres, Júlio Lúcio, Fábio Carvalho, Raul Leal, Victor Arruda, Cristina Salgado, Sebastián Freire, Barbara Copque, Marina de Botas, Moleculagem, Claudia Hersz e Dalton Paula.
Inauguração: 20 de agosto de 2013, às 18h30
Período de visitação: de 20 de agosto a 20 de setembro de 2013, das 10h às 20h
Rua São Francisco Xavier, 524. Rio de Janeiro, RJ (Brazil)
sábado, 21 de septiembre de 2013
Lo que vuelve
Por Daniel Link para Perfil
Ya estaba por empezarme a quejar de la seca cuando la lluvia se instaló con una persistencia pesadillesca sobre nuestro jardín del conurbano. Veremos los resultados de las últimas lluvias en la producción agrícola-ganadera, pero yo ya estoy contento, sobre todo porque la lluvia vino mezclada con uno de esos saltos abruptos de la temperatura que enloquecen la percepción de las plantas.
El trompetero naranja (o bignonia de invierno) todavía era un fuego cuando en los manzanitos de adorno empezaron a despuntar sus flores rosas y púrpuras.
y una mañana nos despertamos con la glicina agobiada de flores.
Foto: Sebastián Freire
Las últimas flores del invierno y las primeras de la primavera se conjugaban en una paleta indescriptible (dejo de lado las margaritas amarillas, con su elegancia silvestre, y los farolitos chinos o abutilones, porque empalidecieron ante todo lo demás).
El jazmín de Madagascar, que visualmente no rinde, se hizo notar sobre los demás olores, que se le superponían con una alegría que los pájaros reproducían cantando y retozando en los charcos de agua.
En los canteros nicotinizados por mi mamá, los conejitos invernales dieron sus mejores ejemplares en muchos años.
El azar quiso que este espectáculo (el de la repetición, el ritornello de las horas, las estaciones, los colores y la dicha) esta vez no se nos escapara.
martes, 17 de septiembre de 2013
Vitalismo y repetición
por Daniel Link para Carmen 85
Abro la ventana y entra un rumor de pájaros que celebran la primavera, es decir: el ciclo, lo que vuelve, la repetición, el ritornello (vuelven también el aire, el rumor de las olas en el mar, el paso de las nubes en el cielo, con sus infinitas variaciones). Si arte y vida son sólo una misma masa (o mejor: si el arte está atravesado por moléculas de vida), ¿en ambos la potencia de repetición ejerce el mismo influjo?
En Diferencia y repetición (1968) Gilles Deleuze se coloca a idéntica distancia de Nietzsche, Kirkegaard y Heidegger. El eterno retorno no hace a Zarathustra el maestro del retorno de lo mismo, sino el de la metamorfosis integral, el de la diferencia irreductible.
La repetición y el eterno retorno funcionan, con un trasfondo en el que lo natural es puro caos, en un plano de inmanencia (absoluta) mediante el cual el Caos se transforma en Caosmos. Por eso, la diferencia es el objeto más importante de la voluntad de poder, la repetición en el eterno retorno es el pensamiento más alto, porque nos lleva precisamente al límite del pensamiento (y más allá). Ese más allá del pensamiento coincidirá con el más allá de la subjetividad y transformará la unidad de lo viviente en “un átomo de vida”, la inmanencia: una vida...
Si las estaciones no se repitieran, si los pájaros no modularan siempre la misma melodía (con infinitas variaciones), si el agua no volviera a su lugar en la playa, si no hubiera ritornello..., no habría identidad, de modo que la diferencia en sí misma y la repetición para sí misma (la inmanencia absoluta) son previas a la identidad.
El eterno retorno no es sólo una concepción del tiempo sino una medida de lo ético que estaba ya presente en los estoicos (para quienes el mundo se extinguía en una combustión flamígera para recomenzar de nuevo). Nietzsche retoma esa premisa ética: actúa de tal modo que un horizonte de retornos o repeticiones infinitas no te de miedo.
A su manera, Søren Kirkegaard hizo lo mismo en Repetición (Gjentagelsen), delicioso ensayo filosófico publicado exactamente el mismo día de 1843 en que salió a la venta Temor y temblor (Frygt og Bæven).
El ensayo, como se recordará, tiene dos partes y su objetivo es demostrar que “La repetición es justamente todo lo contrario de la mediación y, en consecuencia, la categoría que expresa de modo global, como se afirmará a renglón seguido, la más absoluta oposición al sistema de Hegel, cuyo nervio, puramente lógico, era la Vermittelung operada por la síntesis de los contrarios, a costa del mismo principio de contradicción”. Violentamente antihegeliano, Kirkegaard encuentra en la repetición una forma de resistencia a la dialéctica de Hegel: “La repetición es la realidad y la seriedad de la existencia”.
En la primera parte de Repetición leemos:
el que no ha comprendido que la vida es repetición y que en ésta estriba la belleza de la misma vida, es un pobre hombre que ya se ha juzgado a sí mismo y que no merece otra cosa mejor que morirse en el acto, sin necesidad de aguardar a que las parcas corten el hilo de sus días. Pues la esperanza es un fruto sugestivo que no sacia, el recuerdo un miserable viático que no alimenta, mas la repetición es el pan cotidiano que satisface con abundancia y bendición todas nuestras necesidades. Cuando se ha culminado la navegación por el mar de la vida, deberá mostrarse si se tienen ánimos para comprender que la vida es una repetición e igualmente, si se encuentra placer en gozarla en ese sentido. Quien no esté de vuelta de esa navegación antes de comenzar a vivir, jamás logrará vivir de veras. Quien esté de vuelta y se sienta hastiado o sencillamente harto, demuestra bien a las claras que poseía una naturaleza anormal. Por el contrario, el que elige la repetición, ése vive de veras. No anda, como los niños, a la caza de las mariposas. Ni tampoco, poniéndose de puntillas, se queda extasiado en la contemplación de las maravillas del mundo, porque las conoce de sobra. Ni se está sentado, como una vieja, junto a la rueca en que se tejen los recuerdos. No, nada de esto; nuestro hombre avanza sereno y sigue su camino, contento con ejercitar la repetición.
Pero al pretender verificar la repetición (de las cualidades y las sensaciones), Kirkegaard fracasa. Hacia el final de la primera parte se pregunta “cómo pudo venir a mi mente una idea tan estúpida como la de la repetición. Y, lo que es más estúpido todavía, cómo pude pretender convertir esa idea en principio.”
El fracaso es, aquí, un personaje conceptual. Kirkegaard quiere llegar a la conclusión (lo hace en la segunda parte) de que podrá haber repetición sólo con la mediación de Dios. Para Deleuze es más o menos lo mismo (aunque Dios esté tachado): no hay repetición de cualidades o de sensaciones porque la repetición es “la diferencia sin concepto”, es decir, repetición para si misma (inmanencia absoluta), "Expresa al mismo tiempo una singularidad contra lo general, una universalidad contra lo particular, un elemento notable contra lo ordinario, una instantaneidad contra la variación, una eternidad contra la permanencia”.
La repetición, así entendida, es la posibilidad del arte. La obra anticipa una repetición de sí que debe ser buscada más allá de su (ilusoria) unidad. Por eso la repetición no ocurre, se la persigue. En la misma dirección, Lacan señala, en el Seminario XI (Los cuatroconceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964), a propósito de la distinción entre Tyche y Automatón, que no hay que confundir a la repetición con el retorno de los signos ni con la reproducción. Lo que se repite es una producción azarosa (y se liga, por eso mismo, con el milagro).
En Mil mesetas (1980), Deleuze y Guattari vuelven sobre el ritornello, al que relacionan con el hábitat (el Umwelt de Jakob von Uexküll, igualmente importante para Heidegger como para Deleuze: el origen de la biosemiótica). El ritornelloestá relacionado con el paso del hábito al hábitat, es un agenciamiento territorial: el cuerpo abierto al espacio, eso es el hábitat.
El primer paso de un ritornello transforma el caos en cosmos: es una creación artística de un espacio habitable. El segundo paso es transformar el hábitat hecho de colores, vientos, ramas, cierres, laberintos, en un aparato de captura (la tela de araña y la mosca, la garrapata en la rama y el calor del cuerpo del mamífero). Y el tercer paso es la creación de líneas de fuga (caosmos). El hábitat (por la vía del ritornello) es, así, al mismo tiempo una territorialización del cuerpo en su propia exterioridad y una desterritorialización del cuerpo en tanto tal: el devenir mundo, el devenir imperceptible, un átomo de vida...El ritornello, como un canturreo, se efectúa en el recorrido del propio territorio (territorialización), a la hora de regresar al territorio (reterritorialización) y por último en el afecto melancólico de partir (desterritorialización).
No hace falta llegar al mimimalismo, al pop y al arte serial para verificarlo. Escuchemos (es lo que hago mientras esto escribo) el Bolero de Ravel (1928) que repite un ritmo y un tempo invariables, con un ostinato (melodía obsesiva) en do mayor, que vuelven una y otra vez con el agregado de efectos orquestales (lo que configura el crescendo, que va a parar a una estruendo de conflagración flamígera y resucitación).
O leamos una estrofa de la “Sonatina” de Rubén Darío:
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
Las parentéticas repiten las dos mismas frases, con una leve diferencia (la rima marca la diferencia del ritornello: es la diferencia de lo que vuelve sin ser lo mismo).
O pensemos en Esperando a Godot, de Beckett, obra en la que "nada ocurre, dos veces".
O en La torre de La Defensa de Copi, donde el segundo acto comienza diciendo “la situación es la misma”.
Tanto en el arte, como en la vida, “la repetición es la realidad y la seriedad de la existencia”.
lunes, 16 de septiembre de 2013
"En obra"
II. Ciudad y literatura
Las ciudades han sido realizadas, pero también han sido imaginadas. Si bien no pretendemos establecer algún tipo de relación (causal o consecutiva) entre lo imaginario y lo real, damos por sentado que algún tipo de correlación existe. Nuestro propósito fue examinar algunos momentos de esa fuerza de la imaginación tal y como puede leérsela en algunos textos literarios. Presuponemos, también, que esa fuerza de la imaginación no es propiamente literaria (ni, naturalmente, propiamente arquitectónica, porque tampoco quisiéramos caer en el prejuicio tan extendido de que son los arquitectos quienes ejercen el monopolio de la imaginación urbana). La literatura no imagina ciudades, sino que realiza (como la política, la arquitectura o el teatro) imaginarios urbanos.
¿Qué relación puede establecerse entre el espacio urbano y el espacio textual de la modernidad? ¿Qué implicaciones mutuas, qué sistemas de reenvíos? Las investigaciones de Bajtín han sido especialmente claras en ese sentido: la novela, el género literario de la modernidad, es esencial y diferencialmente polifónica: da cuenta del entrecruzamiento de voces característico de la cultura urbana. Literatura, mercado, dinero, ciudad. La genealogía de la novela que Bajtín esboza deriva íntegramente de géneros ligados con la cultura urbana (panfleto político, sátira menipea, diálogos platónicos). La oposición épica/ novela, característica de su teoría, coincide con la oposición entre campo y ciudad. De modo que, como se comprende a partir de estas proposiciones (ciertamente esquemáticas), el espacio urbano se correlaciona con un espacio textual y un sistema enunciativo muy característicos.
Ese espacio está dominado (como la ciudad) por el entrecruzamiento de voces y lenguajes. De modo que es posible ligar la imaginación del espacio (el espacio imaginario) no sólo a anclajes referenciales específicos en el campo de la representación, sino también a potencias de lenguaje y texturas (o granos) de las voces. El recorrido parte de los universales abstractos (propios del urbanismo) a las singularidades concretas (propias de la experiencia). El urbanismo traza líneas abstractas en el espacio (el obelisco es la figura más emblemática de esos trazados). La experiencia (la voz) recorre esas líneas y les da sentido.
III. La caja negra
“En obra” deja oir las voces de escritores argentinos del siglo XX y XXI leyendo textos sobre Buenos Aires (sus calles, sus climas, sus habitantes), en el más absoluto vacío perceptivo. La sola cadencia de las voces, la diferencia de acentos, entonaciones y afectos hubiera bastado para dar cuenta de la ciudad tal y como se nos presenta: como una síntesis de heterogéneos, como una síntesis disyuntiva de contradicciones. No hay hiato posible entre la experiencia estética y la experiencia urbana, y todo pensamiento sobre lo social y toda imaginación sobre lo urbano necesariamente comienza, como se dice, con un reconocimiento del terreno: no el reconocimiento propio del topógrafo y del agente inmobiliario, sino el del estratega, porque hay guerra (de imágenes, de tonos) en la ciudad.
Hemos situado la aparición de esas voces en un baldío (en un espacio marcado iconográficamente como un baldío) por dos razones: en primer término, para subrayar el carácter vacío de las imágenes que los textos convocan o producen, la propiedad de vacío perceptivo que potencia esas imágenes; y, en segundo término, porque Buenos Aires, como muy pocas ciudades en el mundo, abunda en espacios baldíos (huecos) que hieren, con su interrupción, la continuidad urbana y la fuerza de los procesos de modernización que arrastra a vastas zonas de la ciudad de Buenos Aires y que son la condición de posibilidad de la existencia de un debate (imaginario) sobre la ciudad y su futuro.
“En obra” significa, al mismo tiempo, que las voces constituyen un work in progress sobre la ciudad y que no todo está dicho en relación con su futuro. La ciudad está en obra permanente y la marca más evidente de esa construcción incesante son los baldíos de Buenos Aires.
(El texto completo, acá)
Las ciudades han sido realizadas, pero también han sido imaginadas. Si bien no pretendemos establecer algún tipo de relación (causal o consecutiva) entre lo imaginario y lo real, damos por sentado que algún tipo de correlación existe. Nuestro propósito fue examinar algunos momentos de esa fuerza de la imaginación tal y como puede leérsela en algunos textos literarios. Presuponemos, también, que esa fuerza de la imaginación no es propiamente literaria (ni, naturalmente, propiamente arquitectónica, porque tampoco quisiéramos caer en el prejuicio tan extendido de que son los arquitectos quienes ejercen el monopolio de la imaginación urbana). La literatura no imagina ciudades, sino que realiza (como la política, la arquitectura o el teatro) imaginarios urbanos.
¿Qué relación puede establecerse entre el espacio urbano y el espacio textual de la modernidad? ¿Qué implicaciones mutuas, qué sistemas de reenvíos? Las investigaciones de Bajtín han sido especialmente claras en ese sentido: la novela, el género literario de la modernidad, es esencial y diferencialmente polifónica: da cuenta del entrecruzamiento de voces característico de la cultura urbana. Literatura, mercado, dinero, ciudad. La genealogía de la novela que Bajtín esboza deriva íntegramente de géneros ligados con la cultura urbana (panfleto político, sátira menipea, diálogos platónicos). La oposición épica/ novela, característica de su teoría, coincide con la oposición entre campo y ciudad. De modo que, como se comprende a partir de estas proposiciones (ciertamente esquemáticas), el espacio urbano se correlaciona con un espacio textual y un sistema enunciativo muy característicos.
Ese espacio está dominado (como la ciudad) por el entrecruzamiento de voces y lenguajes. De modo que es posible ligar la imaginación del espacio (el espacio imaginario) no sólo a anclajes referenciales específicos en el campo de la representación, sino también a potencias de lenguaje y texturas (o granos) de las voces. El recorrido parte de los universales abstractos (propios del urbanismo) a las singularidades concretas (propias de la experiencia). El urbanismo traza líneas abstractas en el espacio (el obelisco es la figura más emblemática de esos trazados). La experiencia (la voz) recorre esas líneas y les da sentido.
III. La caja negra
“En obra” deja oir las voces de escritores argentinos del siglo XX y XXI leyendo textos sobre Buenos Aires (sus calles, sus climas, sus habitantes), en el más absoluto vacío perceptivo. La sola cadencia de las voces, la diferencia de acentos, entonaciones y afectos hubiera bastado para dar cuenta de la ciudad tal y como se nos presenta: como una síntesis de heterogéneos, como una síntesis disyuntiva de contradicciones. No hay hiato posible entre la experiencia estética y la experiencia urbana, y todo pensamiento sobre lo social y toda imaginación sobre lo urbano necesariamente comienza, como se dice, con un reconocimiento del terreno: no el reconocimiento propio del topógrafo y del agente inmobiliario, sino el del estratega, porque hay guerra (de imágenes, de tonos) en la ciudad.
Hemos situado la aparición de esas voces en un baldío (en un espacio marcado iconográficamente como un baldío) por dos razones: en primer término, para subrayar el carácter vacío de las imágenes que los textos convocan o producen, la propiedad de vacío perceptivo que potencia esas imágenes; y, en segundo término, porque Buenos Aires, como muy pocas ciudades en el mundo, abunda en espacios baldíos (huecos) que hieren, con su interrupción, la continuidad urbana y la fuerza de los procesos de modernización que arrastra a vastas zonas de la ciudad de Buenos Aires y que son la condición de posibilidad de la existencia de un debate (imaginario) sobre la ciudad y su futuro.
“En obra” significa, al mismo tiempo, que las voces constituyen un work in progress sobre la ciudad y que no todo está dicho en relación con su futuro. La ciudad está en obra permanente y la marca más evidente de esa construcción incesante son los baldíos de Buenos Aires.
(El texto completo, acá)
domingo, 15 de septiembre de 2013
El crack-up
Por Daniel Link para Perfil
Sólo una vez me prohibí a mi mismo una palabra: “posmodernidad”, y pedí que se la callara en mi presencia (mientras la Sra. Moria Casan la usara, yo no podía dotarla de sentido). Con lo “poshumano” siempre tuve una relación más amable (la “poshistoria”, aunque no me atraiga como concepto, permite desarrollar argumentos preciosos y burlarse de Hegel, una de mis pasiones filosóficas). Pero no acepté tan graciosamente la “posdictadura” que quisieron imponernos unos sociólogos alemanes.
La “posautonomía” literaria, que no tiene más de cinco años, bien pronto nos autorizó a todo: a la “posliteratura” lisa y llana (que es la que yo practico), a la “posfilología” (que algunos llaman “arquifilología” y en relación con la cual ya hay una convocatoria para formar una “Asociación de Humanidades Digitales”, capítulo local de la Alliance of Digital Humanities Organizations, ADHO) y al “posperiodismo”, cuyos rasgos todavía no han sido establecidos.
En fin: mientras se pueda pos-poner alguna cosa, la continuidad parece asegurada, aunque el prefijo pos- esté empapado de melancolía. Declararse “posmarxista” significa seguir amando lo imposible. Y lo “poshumano” nos obliga a buscar (ya sea en la cortesía japonesa o en las conexiones cada vez más raras con las máquinas) una cierta continuidad de la humanidad, cuyos tesoros nos parecen no del todo olvidables.
¿Hubo “posalfonsinismo” en la política argentina? ¿Y “posmenemismo”? ¿Es el kirchnerismo el nombre de esas dos posteridadas, mezcladas hasta la emulsión durante los pactos de los Olivos?
No lo sé, pero me parece que denominar al final de un ciclo con el prefijo pos- expresa, al mismo tiempo que una impaciencia por lo que no nace todavía, un afecto melancólico hacia lo que con tanta algabarabía nos entretuvo, una mirada amorosa hacia lo que no estamos dispuestos a olvidar del todo, una desconfianza radical hacia lo que podría ser (¿por qué no? ¿por qué no?) el advenimiento de otra cosa que no sea necesariamente “pos”.
¿Habrá “poskirchnerismo? ¿Será que el peronismo de derecha tolerará el recuerdo de lo que fue su máscara durante más de diez años? ¿Cuáles reconoceremos como hitos fundacionales del “poskirchnerismo” (sabiendo al mismo tiempo que esos hitos son convencionales, como la situación del obelisco respecto de la fundación histórica de Buenos Aires)?
Si hay que creerle a los medios (“cosa que, por lo general, conviene evitar cuanto se pueda”, reza el decálogo secreto del “posperiodista”), el “poskirchnerismo” habría comenzado con una fuga de talentos, un adelgazamiento de las filas de esa fracción político-imaginaria que se imaginó tranversal y enemiga de las identidades de hierro, salvo la de sus enemigos. Es la época que aprobó la ley de la “autopercepción” de género, que supone una política totalmente “posidentitaria” -me cuesta decir “posperonista”). O también con la pérdida de poder de los sectores más radicales de la fracción.
Para mí es más fácil: hoy, cuando leí los títulos de las investigaciones de dos estudiantes de maestría, “Los discursos sobre las Malvinas de los gobiernos K y su repercusión en los medios” y “Néstor Kirchner: consolidación de su imagen en el marco de la Defensa Nacional”, sentí un estremecimiento, porque un proceso que hasta ahora considerábamos como una manifestación de lo totalmente vivo, de pronto adquiría la distancia empolvada de unos diarios que uno va a buscar en un archivo, o de unas palabras que nos obligan a un ejercicio “posfilológico” por temor al olvido (al silencio, a la nada). No se me ocurrió pensar en “poskirchnerismo”, sino en un barco que se aleja lentamente de la costa.
Pero a lo mejor lo pos- no sea sino precisamente la dificultad para explicar con palabras de este mundo que un barco partió de nosotros, llevándonos. Lo que Fizgerald llamaba el crack-up: el plato cuarteado que ya no se pone a la mesa. O, quien sabe, algo como el “posporno”, que no puede calentar a nadie.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Logica del discurso (capitalista)
por Daniel Link para Perfil
A propósito de la crisis de las exportaciones, Jorge Oviedo afirma en La Nación que “comenzaron a rondar 'gestores', que juran tener contactos para destrabar importaciones. 'Comenzaron a rondar antes de las PASO y sobre todo entre los pequeños y medianos empresarios más afectados por el cepo. Les piden el 15% de comisión', dicen las fuentes. Son personajes que no dejan tarjeta, que apenas informan un número de teléfono móvil y no dicen representar a gestora formal alguna. Los que recibieron sus visitas dicen que les ofrecieron diversos mecanismos y cobrar cuando la operación se concretara. Nadie confiesa haber usado los servicios, con lo cual nadie está seguro de que sean corruptos con vinculaciones con el Gobierno o simples timadores”.
No me interesa la verdad del argumento, sino la lógica de la argumentación: si aparece el testimonio del gestor (por ejemplo, en un programa dominical), hay corrupción; si no aparece, hay corrupción muy bien escondida.
Se trata de una lógica propia de nuestros tiempos, una situación de catch-22 (sin ganador posible), o, como le gustaba pensar a Walsh, de Zugzwang, en alusión al movimiento en ajedrez que obliga a jugar al contrincante y, al hacerlo, perder la partida. Una lógica, podría decirse, correlativa del double bind propio de la esquizofrenia (es decir, del capitalismo).
Consultado sobre si el Gobierno de Al-Assad podía hacer algo para detener el ataque estadounidense, el secretario de Estado norteamericano John Kerry contestó: "Podría entregar hasta la última pieza de armamento químico a la comunidad internacional en la próxima semana". "Entregarlas, sin demora y permitir el recuento completo, pero no va a hacerlo y no puede hacerse", agregó. Si Al-Assad entrega el gas sarín, se revela como un asesino de masas y merece condena; si no las entrega, también, y justifica la incursión militar de Estados Unidos y Francia. Ya fue hecho.
La posibilidad de que no haya armas químicas queda fuera de la argumentación y revela que la verdad de los enunciados no depende de la hipotética adecuación de éstos a la realidad, sino de una relación de fuerza que permite imponer un argumento de ese tipo (con la autoridad que le otorga su sayo, el Papa denunció, por su parte, a las "guerras comerciales para vender armas", presuponiendo que esa articuación existe, sea alguna vez visible y/o demostrable o no).
No se nos pide, entonces, que optemos por relaciones de verdad (por la verdad de lo dicho) sino que nos alineemos respecto de relaciones de fuerza. Pero esas relaciones de fuerza discursiva son opacas tanto a la verdad como a la decisión ética porque apelan a la lógica del complot como circunstancia enunciativa: lo que existe jamás es mostrado, lo que causa y determina no aparece a la vista, y si aparece, lo hace como en los casos de Edward Snowden, Chelsea Manning y Julian Assange, que revelaron no tanto un complot funcional a la lógica discursiva del capitalismo, sino una estructura de poder funcional a las sociedades de control.
Porque, si Washington y Londres son capaces de saber todo lo que cualquiera dice y hace, porque son capaces de desencriptar todos los códigos, y lo han hecho, ¿cómo podríamos dudar de que, en efecto, saben lo que se esconde en Siria?
No importa que el gas sarín aparezca o no, de modo que la pregunta por la verdad del enunciado queda suspendida. Y para que pudiéramos alinearnos éticamente con una posición de fuerza como la que Washington esgrime (esta vez no en relación con territorios petrolíferos, sino a través de los cuales corren oleoductos) se nos podrían mostrar las pruebas desencriptadas, pero si eso se hace, se demuestra que nuestro presente se ha convertido en la pesadilla autoritaria prevista en 1984. Callejón sin salida tras callejón sin salida.
“Vive y actúa como si no vivieras en una sociedad capitalista” debería ser nuestra divisa ética, precisamente porque, como queda demostrado, ésta obliga a una relación de doble vínculo (double bind o, como se dice entre nosotros: esquizofrénica). Lo esencial de la doble vinculación es el hecho de que hay dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado, transformando al sujeto en víctima de una disyuntiva insoluble, en loco.
A propósito de la crisis de las exportaciones, Jorge Oviedo afirma en La Nación que “comenzaron a rondar 'gestores', que juran tener contactos para destrabar importaciones. 'Comenzaron a rondar antes de las PASO y sobre todo entre los pequeños y medianos empresarios más afectados por el cepo. Les piden el 15% de comisión', dicen las fuentes. Son personajes que no dejan tarjeta, que apenas informan un número de teléfono móvil y no dicen representar a gestora formal alguna. Los que recibieron sus visitas dicen que les ofrecieron diversos mecanismos y cobrar cuando la operación se concretara. Nadie confiesa haber usado los servicios, con lo cual nadie está seguro de que sean corruptos con vinculaciones con el Gobierno o simples timadores”.
No me interesa la verdad del argumento, sino la lógica de la argumentación: si aparece el testimonio del gestor (por ejemplo, en un programa dominical), hay corrupción; si no aparece, hay corrupción muy bien escondida.
Se trata de una lógica propia de nuestros tiempos, una situación de catch-22 (sin ganador posible), o, como le gustaba pensar a Walsh, de Zugzwang, en alusión al movimiento en ajedrez que obliga a jugar al contrincante y, al hacerlo, perder la partida. Una lógica, podría decirse, correlativa del double bind propio de la esquizofrenia (es decir, del capitalismo).
Consultado sobre si el Gobierno de Al-Assad podía hacer algo para detener el ataque estadounidense, el secretario de Estado norteamericano John Kerry contestó: "Podría entregar hasta la última pieza de armamento químico a la comunidad internacional en la próxima semana". "Entregarlas, sin demora y permitir el recuento completo, pero no va a hacerlo y no puede hacerse", agregó. Si Al-Assad entrega el gas sarín, se revela como un asesino de masas y merece condena; si no las entrega, también, y justifica la incursión militar de Estados Unidos y Francia. Ya fue hecho.
La posibilidad de que no haya armas químicas queda fuera de la argumentación y revela que la verdad de los enunciados no depende de la hipotética adecuación de éstos a la realidad, sino de una relación de fuerza que permite imponer un argumento de ese tipo (con la autoridad que le otorga su sayo, el Papa denunció, por su parte, a las "guerras comerciales para vender armas", presuponiendo que esa articuación existe, sea alguna vez visible y/o demostrable o no).
No se nos pide, entonces, que optemos por relaciones de verdad (por la verdad de lo dicho) sino que nos alineemos respecto de relaciones de fuerza. Pero esas relaciones de fuerza discursiva son opacas tanto a la verdad como a la decisión ética porque apelan a la lógica del complot como circunstancia enunciativa: lo que existe jamás es mostrado, lo que causa y determina no aparece a la vista, y si aparece, lo hace como en los casos de Edward Snowden, Chelsea Manning y Julian Assange, que revelaron no tanto un complot funcional a la lógica discursiva del capitalismo, sino una estructura de poder funcional a las sociedades de control.
Porque, si Washington y Londres son capaces de saber todo lo que cualquiera dice y hace, porque son capaces de desencriptar todos los códigos, y lo han hecho, ¿cómo podríamos dudar de que, en efecto, saben lo que se esconde en Siria?
No importa que el gas sarín aparezca o no, de modo que la pregunta por la verdad del enunciado queda suspendida. Y para que pudiéramos alinearnos éticamente con una posición de fuerza como la que Washington esgrime (esta vez no en relación con territorios petrolíferos, sino a través de los cuales corren oleoductos) se nos podrían mostrar las pruebas desencriptadas, pero si eso se hace, se demuestra que nuestro presente se ha convertido en la pesadilla autoritaria prevista en 1984. Callejón sin salida tras callejón sin salida.
“Vive y actúa como si no vivieras en una sociedad capitalista” debería ser nuestra divisa ética, precisamente porque, como queda demostrado, ésta obliga a una relación de doble vínculo (double bind o, como se dice entre nosotros: esquizofrénica). Lo esencial de la doble vinculación es el hecho de que hay dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado, transformando al sujeto en víctima de una disyuntiva insoluble, en loco.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Una guerra solapada
Las restricciones sobre las fotografías que aplican las principales tiendas de aplicaciones para celulares inteligentes han desatado un protesta empresarial por parte de las plataformas de contactos gay, que ven en el asunto un punto de inflexión de la sociedad de control.
por Daniel Link para Soy
Capitalismo “Vive y actúa como si no vivieras en una sociedad capitalista” debería ser una divisa ética por todos aceptada, incluso por las locas más recalcitrantes (me incluyo en esa fracción intransigente). No siempre es fácil determinar qué conducta sostiene y cuál mina los fundamentos del capitalismo, porque, como se sabe, éste obliga a una relación de doble vínculo (double bind o, como se dice entre nosotros: esquizofrénica).
El capitalismo (y sus forma actual de organización: la sociedad de control) nos plantea un mandato que no se puede cumplir: “sé libre”, porque cumplir ese mandato implica, de inmediato, quedar preso de él: eso es el double bind y según ese rasero angustiante deberían considerarse nuestras conductas, especialmente las que afectan la identidad y la sexualidad (que, por misterio, no son lo mismo). Lo esencial de la doble vinculación es el hecho de que hay dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado, transformando al sujeto en víctima de una disyuntiva insoluble. La solución patológica al conflicto crea una salida en un registro ilusorio, y es entonces cuando nos volvemos locos (socialmente locos, en el sentido en que el capitalismo produce esquizofrenia).
Basta examinar dos mercados, el de las comunicaciones y la sexualidad, para comprender los alcances del conflicto.
Mercadillos Las páginas de contactos gay constituyen el mercado de la carne y uno allí se comporta como cuando va a la carnicería: quiere ver qué va a llevarse a la boca antes de decir, “dame de esto”. Como la sexualidad, asociada con la libertad (capitalista) se agota en si misma, ningún misterio. La relación de deseo está puesta en las páginas de contacto bajo el influjo del reflejo de si, las leyes de la atracción son fácilmente codificables según lo que se ve o se muestra (en relación con lo cual se comprende lo que se pide).Pero la loca no sólo busca carne, también busca dispositivos (es más: la loca es una enamorada de los dispositivos).GayRomeo.com es una plataforma de contactos gay administrada por la empresa GayRomeo BV (Responsabilidad Limitada), fundada por un grupo de amigos berlineses que decidieron explotar su profundo conocimiento del universo de las locas para estimular el levante cibernético.
Pero además, GayRomeo es el principal soporte económico de PlanetRomeo Foundation, una entidad de bien público fundada en 2009, que canaliza las donaciones (a la Russian LGTV Sport Federation, a la Queer Alliance Nigeria, al Grupo Artemisa de Honduras, entre decenas de beneficiarios) recibidas de los usuarios a través de la página GayRomeo.
Como plataforma de contactos, GayRomeo sostiene que “la libertad de expresión no debe verse limitada por una cuestión de pago. Por eso, nos comprometemos a mantener las funciones principales de PlanetRomeo gratis para todos. Sin límites molestos que otras comunidades imponen a sus usuarios”.
O sea que GayRomeo sublima su carácter de mercadillo de la carne en relación con la “libertad de expresión” y la beneficencia respecto de los semejantes: las locas oprimidas del mundo.
Recientemente GayRomeo, hizo una encuesta entre sus usuarios a propósito de las restricciones que sostienen las apliciones para ios y para android (es decir, para teléfonos celulares inteligentes con navegación 3G incluida) en relación con la publicación de desnudos de todo tipo.
Respondieron 143.000 usuarios de todo el mundo (en 25 idiomas), de los cuales el 56 % tiene estudios universitarios, el 89 % vive en ciudades (es decir, que tiene acceso a un sauna o un cine porno) y el 86 % utiliza un teléfono inteligente, mayoritariamente con sistema ios (44%) o android (54%) o, lo que es lo mismo, Apple y Google. “¿Son apple y google culpables de censura?”. El 89 % de los encuestados opinó que sí (aún cuando sólo el 65 % de los usuarios publica fotos desnudo). Las locas de GayRomeo, que además de cultas tienen un pasar holgado (acaso ambas variables sean correlativas) son también generosas (donan para sus semejantes en Sarajevo, Ghana o Suiza), y quieren ser libres de ver y mostrar lo que quieran.
>Así, la política de restricción de imágenes aplicada por los gigantes de las telecomunicaciones en las aplicaciones diseñadas para los dispositivos que las usan (entiéndase: cero tolerancia con las pijas y los culos, lo que multiplica exponencialmente el porcentaje de tetas exhibidas, un alimento indirecto para la mercadotecnia de los gimnasios, porque lo que natura non dat, el gimnasio y los suplementos te lo prestan) es considerado por los usuarios de GayRomeo (que son más educados, pero no muy diferentes de los usuarios de otras páginas) “remilgado y sin sentido”.
Tal vez por eso, la marca más enemiga de las desnudeces, Apple (que, a diferencia de Android, no permite la descarga de aplicaciones desde otro servidor que no sea su púdica tiendita) comienza, según la encuesta de GayRomeo a ser vista progresivamente como “antigay” (la conclusión es un poco apresurada, porque si a cualquiera que le guste andar mirando pijas fuera gay, habría que prohibir las actividades deportivas).
GayRomeo, fiel a sus principios universitarios, libertarios e igualitarios, diseñó una “app sin restricciones” que se llama “planetromeo uncut” que se puede descargar de su página, eludiendo los controles de la evitable tienda de google. Apple no permite esta opción, se lamenta la encuesta.
¿Qué hacer? El nombre de la aplicación, “uncut”, remite al universalismo paulino (europeo y cristiano) antes que al fundamentalismo norteamericano o semita (árabe y judío) en relación con el prepucio. Puede considerarse un chiste cuyos alcances los responsables de mercadotecnia no alcanzaron a medir bien o que midieron en su justo alcance (el del propio mercado: Europa y América Latina), pero lo cierto es que establece en el seno mismo del capitalismo una línea de separación (y, por lo tanto, de debate), de imposible solución, como es de prever y, al mismo tiempo, un umbral de indiferenciación entre activismo (asociación civil) y mercado (empresa), donde los argumentos de uno (la libertad, la igualdad, la defensa de derechos y la demanda de visibilidad -“los hombres gay valoran mucho la desnudez...”-, aparecen como ejército de reserva en la lucha entre dos sectores del mercado, uno de los cuales acusa al otro de reaccionario y de mera excrecencia de la sociedad de control (harás tal cosa, no podrás hacer tal otra: te estamos mirando). Y mucho más gravemente, pone la sexualidad (ese asunto tan delicado y, en última instancia, tan misterioso) ya no en el lugar de la mercancía (a lo que estamos acostumbrados) sino como moneda de cambio: “sin culos y sin pijas no hay paraíso”, le dice GayRomeo a Apple y se lanza a rediseñar su sitio web móvil para oponerse al mercado de las aplicaciones.
Como el mercado gay (es decir, su cultura) es un mercado global, imagino una loca en algún remoto rincón del mundo recordando con melancolía, como yo, las épocas en que quejarse de la histeria en las discotecas era lo único que importaba en relación con la suerte del deseo. Hoy, por el contrario, nos convocan a convertirnos en accionistas de la sexualidad y en suscriptores pagos de sus canales de expresión.
por Daniel Link para Soy
Capitalismo “Vive y actúa como si no vivieras en una sociedad capitalista” debería ser una divisa ética por todos aceptada, incluso por las locas más recalcitrantes (me incluyo en esa fracción intransigente). No siempre es fácil determinar qué conducta sostiene y cuál mina los fundamentos del capitalismo, porque, como se sabe, éste obliga a una relación de doble vínculo (double bind o, como se dice entre nosotros: esquizofrénica).
El capitalismo (y sus forma actual de organización: la sociedad de control) nos plantea un mandato que no se puede cumplir: “sé libre”, porque cumplir ese mandato implica, de inmediato, quedar preso de él: eso es el double bind y según ese rasero angustiante deberían considerarse nuestras conductas, especialmente las que afectan la identidad y la sexualidad (que, por misterio, no son lo mismo). Lo esencial de la doble vinculación es el hecho de que hay dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado, transformando al sujeto en víctima de una disyuntiva insoluble. La solución patológica al conflicto crea una salida en un registro ilusorio, y es entonces cuando nos volvemos locos (socialmente locos, en el sentido en que el capitalismo produce esquizofrenia).
Basta examinar dos mercados, el de las comunicaciones y la sexualidad, para comprender los alcances del conflicto.
Mercadillos Las páginas de contactos gay constituyen el mercado de la carne y uno allí se comporta como cuando va a la carnicería: quiere ver qué va a llevarse a la boca antes de decir, “dame de esto”. Como la sexualidad, asociada con la libertad (capitalista) se agota en si misma, ningún misterio. La relación de deseo está puesta en las páginas de contacto bajo el influjo del reflejo de si, las leyes de la atracción son fácilmente codificables según lo que se ve o se muestra (en relación con lo cual se comprende lo que se pide).Pero la loca no sólo busca carne, también busca dispositivos (es más: la loca es una enamorada de los dispositivos).GayRomeo.com es una plataforma de contactos gay administrada por la empresa GayRomeo BV (Responsabilidad Limitada), fundada por un grupo de amigos berlineses que decidieron explotar su profundo conocimiento del universo de las locas para estimular el levante cibernético.
Pero además, GayRomeo es el principal soporte económico de PlanetRomeo Foundation, una entidad de bien público fundada en 2009, que canaliza las donaciones (a la Russian LGTV Sport Federation, a la Queer Alliance Nigeria, al Grupo Artemisa de Honduras, entre decenas de beneficiarios) recibidas de los usuarios a través de la página GayRomeo.
Como plataforma de contactos, GayRomeo sostiene que “la libertad de expresión no debe verse limitada por una cuestión de pago. Por eso, nos comprometemos a mantener las funciones principales de PlanetRomeo gratis para todos. Sin límites molestos que otras comunidades imponen a sus usuarios”.
O sea que GayRomeo sublima su carácter de mercadillo de la carne en relación con la “libertad de expresión” y la beneficencia respecto de los semejantes: las locas oprimidas del mundo.
Recientemente GayRomeo, hizo una encuesta entre sus usuarios a propósito de las restricciones que sostienen las apliciones para ios y para android (es decir, para teléfonos celulares inteligentes con navegación 3G incluida) en relación con la publicación de desnudos de todo tipo.
Respondieron 143.000 usuarios de todo el mundo (en 25 idiomas), de los cuales el 56 % tiene estudios universitarios, el 89 % vive en ciudades (es decir, que tiene acceso a un sauna o un cine porno) y el 86 % utiliza un teléfono inteligente, mayoritariamente con sistema ios (44%) o android (54%) o, lo que es lo mismo, Apple y Google. “¿Son apple y google culpables de censura?”. El 89 % de los encuestados opinó que sí (aún cuando sólo el 65 % de los usuarios publica fotos desnudo). Las locas de GayRomeo, que además de cultas tienen un pasar holgado (acaso ambas variables sean correlativas) son también generosas (donan para sus semejantes en Sarajevo, Ghana o Suiza), y quieren ser libres de ver y mostrar lo que quieran.
>Así, la política de restricción de imágenes aplicada por los gigantes de las telecomunicaciones en las aplicaciones diseñadas para los dispositivos que las usan (entiéndase: cero tolerancia con las pijas y los culos, lo que multiplica exponencialmente el porcentaje de tetas exhibidas, un alimento indirecto para la mercadotecnia de los gimnasios, porque lo que natura non dat, el gimnasio y los suplementos te lo prestan) es considerado por los usuarios de GayRomeo (que son más educados, pero no muy diferentes de los usuarios de otras páginas) “remilgado y sin sentido”.
Tal vez por eso, la marca más enemiga de las desnudeces, Apple (que, a diferencia de Android, no permite la descarga de aplicaciones desde otro servidor que no sea su púdica tiendita) comienza, según la encuesta de GayRomeo a ser vista progresivamente como “antigay” (la conclusión es un poco apresurada, porque si a cualquiera que le guste andar mirando pijas fuera gay, habría que prohibir las actividades deportivas).
GayRomeo, fiel a sus principios universitarios, libertarios e igualitarios, diseñó una “app sin restricciones” que se llama “planetromeo uncut” que se puede descargar de su página, eludiendo los controles de la evitable tienda de google. Apple no permite esta opción, se lamenta la encuesta.
¿Qué hacer? El nombre de la aplicación, “uncut”, remite al universalismo paulino (europeo y cristiano) antes que al fundamentalismo norteamericano o semita (árabe y judío) en relación con el prepucio. Puede considerarse un chiste cuyos alcances los responsables de mercadotecnia no alcanzaron a medir bien o que midieron en su justo alcance (el del propio mercado: Europa y América Latina), pero lo cierto es que establece en el seno mismo del capitalismo una línea de separación (y, por lo tanto, de debate), de imposible solución, como es de prever y, al mismo tiempo, un umbral de indiferenciación entre activismo (asociación civil) y mercado (empresa), donde los argumentos de uno (la libertad, la igualdad, la defensa de derechos y la demanda de visibilidad -“los hombres gay valoran mucho la desnudez...”-, aparecen como ejército de reserva en la lucha entre dos sectores del mercado, uno de los cuales acusa al otro de reaccionario y de mera excrecencia de la sociedad de control (harás tal cosa, no podrás hacer tal otra: te estamos mirando). Y mucho más gravemente, pone la sexualidad (ese asunto tan delicado y, en última instancia, tan misterioso) ya no en el lugar de la mercancía (a lo que estamos acostumbrados) sino como moneda de cambio: “sin culos y sin pijas no hay paraíso”, le dice GayRomeo a Apple y se lanza a rediseñar su sitio web móvil para oponerse al mercado de las aplicaciones.
Como el mercado gay (es decir, su cultura) es un mercado global, imagino una loca en algún remoto rincón del mundo recordando con melancolía, como yo, las épocas en que quejarse de la histeria en las discotecas era lo único que importaba en relación con la suerte del deseo. Hoy, por el contrario, nos convocan a convertirnos en accionistas de la sexualidad y en suscriptores pagos de sus canales de expresión.
jueves, 12 de septiembre de 2013
El milagro de los imperturbables
por Beatriz Sarlo para La Nación
Quizá la política que desea Altamira tenga más de utopía que de programa. Pero, en estas elecciones, ganó a sus votantes. Ciudadanos que quieren que la palabra capitalismo, de vez en cuando, suene en la Cámara de Diputados. Como si fuera un ácido.
Quizá la política que desea Altamira tenga más de utopía que de programa. Pero, en estas elecciones, ganó a sus votantes. Ciudadanos que quieren que la palabra capitalismo, de vez en cuando, suene en la Cámara de Diputados. Como si fuera un ácido.
martes, 10 de septiembre de 2013
sábado, 7 de septiembre de 2013
Die Verwandlung
Luego de una semana de agotadoras investigaciones, he conseguido algún progreso: compré para mi nuevo ipad una funda con teclado y ahora se parece más a una netbook y se deja usar un poco más amigablemente.
Luego, mi yerno me recomendó el uso del reproductor de video VLC (que ya conocía) sincronizando archivos desde mi computadora directamente al ipad, sin pasar por itunes.
Aparentemente el programa crea un servidor "en red" donde se pueden cargar series y películas que, naturalmente, como ocupan gran espacio, habrá que borrar después de verlas.
Sigo batallando con el problema central del antipático artilugio: la escritura, que es el mar en el que me muevo cada uno de los días de mi vida.
Aparentemente hay un Open Office para Ipad que no he probado todavía pero que pude instalar sin problemas (naturalmente, hay el procesador mismo está en ese no lugar llamado "nube", y que crear una carpeta de archivos en la nube, pero eso ya lo hacía antes de modo que no representa un gran problema, salvo que azuza la paranoia inherente a estos tiempos tristes que corren). Sé, sin embargo, y me complace el hecho, que si uno no usa durante diez minutos el procesador éste se cierra y, para mayor molestia, nos envían un mensaje de correo avisándonos de esa circunstancia.
Todavía no he resuelto el problema del mouse (para mí, andar manoseando la pantalla es como comer con la mano, y todavía me causa cierta repugnancia) y he encontrado un escollo un poco incomprensible en épocas de globalización: buscando precisamente procesadores de textos, la falsa netbook me envió a la tienda de aplicaciones de Estados Unidos, donde, cuando quise bajar alguna cosa, se me dijo que mi registro no era para esa tienda sino para la de Argentina, y que debía volver a mi quiosquito perentoriamente. Por supuesto, no sé hacerlo. O sea que quedé varado en una tienda donde no me conocen, sin poder volver a aquella donde me conocen bien, y no me quieren (por supuesto, puedo desconectarme de la tienda y volver a conectarme, pero me parece que debería haber un procedimiento más sencillo).
Luego, mi yerno me recomendó el uso del reproductor de video VLC (que ya conocía) sincronizando archivos desde mi computadora directamente al ipad, sin pasar por itunes.
Aparentemente el programa crea un servidor "en red" donde se pueden cargar series y películas que, naturalmente, como ocupan gran espacio, habrá que borrar después de verlas.
Sigo batallando con el problema central del antipático artilugio: la escritura, que es el mar en el que me muevo cada uno de los días de mi vida.
Aparentemente hay un Open Office para Ipad que no he probado todavía pero que pude instalar sin problemas (naturalmente, hay el procesador mismo está en ese no lugar llamado "nube", y que crear una carpeta de archivos en la nube, pero eso ya lo hacía antes de modo que no representa un gran problema, salvo que azuza la paranoia inherente a estos tiempos tristes que corren). Sé, sin embargo, y me complace el hecho, que si uno no usa durante diez minutos el procesador éste se cierra y, para mayor molestia, nos envían un mensaje de correo avisándonos de esa circunstancia.
Todavía no he resuelto el problema del mouse (para mí, andar manoseando la pantalla es como comer con la mano, y todavía me causa cierta repugnancia) y he encontrado un escollo un poco incomprensible en épocas de globalización: buscando precisamente procesadores de textos, la falsa netbook me envió a la tienda de aplicaciones de Estados Unidos, donde, cuando quise bajar alguna cosa, se me dijo que mi registro no era para esa tienda sino para la de Argentina, y que debía volver a mi quiosquito perentoriamente. Por supuesto, no sé hacerlo. O sea que quedé varado en una tienda donde no me conocen, sin poder volver a aquella donde me conocen bien, y no me quieren (por supuesto, puedo desconectarme de la tienda y volver a conectarme, pero me parece que debería haber un procedimiento más sencillo).
Para la historia de internet
Por Daniel Link para Perfil
Fatalmente, uno cumple años. Y recibe regalos. Este año recibí uno que, aunque no deseado, me llena de algarabía porque me permite experimentar el capitalismo en su forma más vil: un ipad.
Siempre tuve una desconfianza (vanguardista, si se quiere) contra la modernización capitalista, pero como el año pasado había declarado equivocada mi resistencia a los lectores de libros electrónicos, este año recibí como regalo una plataforma de consumo.
Las tabletas en general, y el ipad en particular, no sirven para nada (no cumplen ninguna función que un teléfono celular y una computadora de escritorio no hayan resuelto ya con méritos sobresalientes). No sirven para trabajar, y la diversión que ofrecen está filtrada por las tiendas horrorosas que funcionan como puerto de enlace entre mi dispositivo y la computadora que tengo en mi escritorio. Sin internet, el ipad no funciona, leer al aire libre es imposible porque la pantalla funciona como espejo, mirar películas o series en la cama es incomodísimo porque hay que sostener el engendro con la mano, escribir con el teclado táctil es una tortura y el ipad no acepta el teclado inalámbrico que uso en mi mac, pagué una cuenta por internet y no pude recuperar el comprobante de pago, y encima Siri, esa robota idiota, no me entiende.
La historia de la computación ha encontrado un punto de inflexión en la invención de estas plataformas siniestras: lo que antes era una aventura libertaria y democratizadora hoy se ha vuelto un signo de distinción de la peor especie.
Cuando expreso mis descontentos contra un regalo que, pese a todo, estoy disfrutando porque aprendo cosas (lo que no quiero ni para mí ni para el resto de la humanidad), mis amigos snobs me miran como si estuviera loco: “es lindo”, me dicen. Sí, el ipad es lindo. Hemos llegado al colmo de pagar carísimo para comprar basura linda. Y ser moderno es atreverese a comprar y portar por el mundo basura cara.
Fatalmente, uno cumple años. Y recibe regalos. Este año recibí uno que, aunque no deseado, me llena de algarabía porque me permite experimentar el capitalismo en su forma más vil: un ipad.
Siempre tuve una desconfianza (vanguardista, si se quiere) contra la modernización capitalista, pero como el año pasado había declarado equivocada mi resistencia a los lectores de libros electrónicos, este año recibí como regalo una plataforma de consumo.
Las tabletas en general, y el ipad en particular, no sirven para nada (no cumplen ninguna función que un teléfono celular y una computadora de escritorio no hayan resuelto ya con méritos sobresalientes). No sirven para trabajar, y la diversión que ofrecen está filtrada por las tiendas horrorosas que funcionan como puerto de enlace entre mi dispositivo y la computadora que tengo en mi escritorio. Sin internet, el ipad no funciona, leer al aire libre es imposible porque la pantalla funciona como espejo, mirar películas o series en la cama es incomodísimo porque hay que sostener el engendro con la mano, escribir con el teclado táctil es una tortura y el ipad no acepta el teclado inalámbrico que uso en mi mac, pagué una cuenta por internet y no pude recuperar el comprobante de pago, y encima Siri, esa robota idiota, no me entiende.
La historia de la computación ha encontrado un punto de inflexión en la invención de estas plataformas siniestras: lo que antes era una aventura libertaria y democratizadora hoy se ha vuelto un signo de distinción de la peor especie.
Cuando expreso mis descontentos contra un regalo que, pese a todo, estoy disfrutando porque aprendo cosas (lo que no quiero ni para mí ni para el resto de la humanidad), mis amigos snobs me miran como si estuviera loco: “es lindo”, me dicen. Sí, el ipad es lindo. Hemos llegado al colmo de pagar carísimo para comprar basura linda. Y ser moderno es atreverese a comprar y portar por el mundo basura cara.
viernes, 6 de septiembre de 2013
¡Se van para atráaaaaas!
Sábado 7 de septiembre: comienza Artistas + Críticos en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929)
Sábados a las 17 hs.
A partir del 7 de septiembre.
El crítico y escritor Daniel Link y el escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky serán los encargados de inaugurar este sábado 7 de septiembre una nueva edición del ciclo Artistas + Críticos, en ocasión de la muestra Buenos Aires. Coordinado por Ana Schwartzman, el ciclo contará con una serie de encuentros en los que participarán artistas de la exhibición junto a algunos de los críticos que articularon el debate en torno a la ciudad, su transformación y las producciones artísticas relacionadas.
Durante el ciclo ocuparán un lugar destacado los artistas que forman parte de la muestra y aquellos críticos y especialistas que trabajaron sobre problemáticas asociadas a la ciudad.
El formato de Artistas + Críticos reúne al público con un crítico y un artista en las salas de la exhibición, destacando las obras clave de la muestra, discutiendo sus puntos de vista y generando, así, un debate que se nutre de diversas experiencias.
Foto: Sebastián Freire.
Daniel Link dicta cursos de Literatura del Siglo XX en la UBA. Editó la obra de Rodolfo Walsh y publicó, entre otros, los libros de ensayo Cómo se lee; Clases. literatura y disidencia; Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes y Fantasmas. Imaginación y sociedad; las novelas Los años noventa, La ansiedad, Montserrat y La mafia rusa; las recopilaciones poéticas La clausura de febrero y otros poemas malos y Campo intelectual y otros poemas y su Teatro completo. Es Miembro de la Associação Brasileira de Literatura Comparada y la Latin American Studies Association. Fue becario de la Fundación Guggenheim. Dictó conferencias y cursos de posgrado en las universidades Humboldt (Berlín), New York University (EE.UU.), Penn (EE.UU.), Princeton (EE.UU.), Tulane (EE.UU.) y Universidade Federal de Santa Catarina (Brasil). En 2007 estrenó su obra de teatro, El amor en los tiempos del dengue. Su obra fue parcialmente traducida al portugués, al inglés, al alemán y al italiano.
Foto: Sebastián Freire.
Edgardo Cozarinsky es escritor, cineasta y dramaturgo. En 1974 se radicó en París (Francia), desde donde forjó una carrera internacional como cineasta. Desde principios de 2000 pasa la mayor parte del tiempo en Buenos Aires. Algunos de sus libros, traducidos a varios idiomas, son Vudú urbano (1985, con prólogos de Susan Sontag y Guillermo Cabrera Infante), La novia de Odessa (2001), El rufián moldavo (2004), Maniobras nocturnas (2007), Lejos de dónde (2009). Entre sus films: La guerre d’un seul homme (1981), Guerreros y cautivas (1989), Le Violon de Rothschild (1996), Fantômes de Tanger (1997), Ronda nocturna (2005). Su obra cinematográfica mereció homenajes en París (Musée du Jeu de Paume), Lisboa (Cinemateca Portuguesa) y Buenos Aires (Bafici). Obtuvo el Premio Literario La Nación (PK) (1973), compartido con José Bianco, y el Primer Premio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por La novia de Odessa. Vive y trabaja en Buenos Aires.
Artistas + Críticos
Septiembre
Sábado 07 - Edgardo Cozarinsky + Daniel Link
Sábado 14 - Ana Gallardo + Laura Malosetti Costa
Sábado 21 - Rafael Spregelburd + Viviana Usubiaga
Sábado 28 - Cecilia Rabossi + Juan Travnik
Un millón de amigos
por Daniel Link para Ideas de izquierda, 3
Es habitual que antes de las elecciones los círculos íntimos discutan sus intenciones de voto. Como estuve, en los días previos a las PASO, arrastrado por vientos laborales contradictorios, no hablé demasiado del asunto (mi inclinación electoral por el FIT es ya bastante regular) pero me sorprendió que dos amigas (cuyas simpatías con el poder regente, del que se beneficiaron en los últimos años) intentaran “cambiar” mi voto: “Votá por Zamora”, me dijeron, como si uno, a esta altura del partido, votara nombres y simpatías personales. Me cae bien Luis Zamora, por supuesto, pero desde los tiempos de Izquierda Unida no entiendo lo que hace.
Todavía más sorprendido me sentí cuando algunos miembros de mi familia (cuyos vínculos callaré por temor a represalias laborales) me confesaron, ex post facto, haber votado al FIT.
“Persevera y triunfarás” no suena demasiado a un fragmento de discurso de izquierda (de hecho, ningún uso formulaico del lenguaje debería ser parte del repertorio discursivo de la izquierda) pero en este caso me pareció que se aplicaba bien al “batacazo” del FIT: un trabajo sostenido en las instituciones, un discurso coherente (hasta la monotonía, como sucede con las verdades sencillas: “la Tierra rota sobre sí”) y una sutil política de alianzas permitió una performance electoral que ni los propios integrantes del FIT (para no hablar de los charlatanes que se dedican a las encuestdas) hubieran previsto en voz alta.
¿Por qué votamos al FIT? Naturalmente, porque compartimos algunas de sus premisas, porque suscribimos algunas de sus posiciones, porque (como decía Manuel Puig) nos gusta la izquierda, y porque nos parece que, en una sociedad arrasada por los últimos diez años de ejercicio de un populismo inconsecuente (porque a la vista está que una cosa es proclamar a bocajarro determinadas preocupaciones y otra muy diferente llevarlas a la práctica), el discurso de la izquierda merece un lugar social (parlamentario, pero también en los medios de comunicación, etc.) adecuado a su potencia de transformación.
No se trata de sentarse a festejar el millón de amigos (o casi) acumulado sino de seguir construyendo: políticas de alianza cada vez más inclusivas (sin perder de vista el círculo de tiza que señala qué cosa se corresponde con una esperanza de izquierda y qué es meramente una chapucería o un espejismo), relaciones con los diferentes sectores del electorado cada vez más sólidas, líneas de acción que vayan más allá de los presupuestos teóricos históricamente aceptados de la izquierda (porque no se puede participar de un espacio de izquierda sin revisar permanenentemente los propios presupuestos teóricos).
El ciclo de la bonanza económica parece haber cesado y, con él, vuelven viejos fantasmas -la inflación, la deuda externa (que ha estallado en nuestra cara una vez más, y ya van...), la desigualidad social- a los que se agregan otros nuevos: la depredación de los recursos naturales, el envenamiento de la tierra, el aire y las aguas, y, sobre todo, la sempiterna desilusión que provocan los proyectos populistas cuando se revelan sólo como la máscara más festiva (más carnavalesca, más libidinal) de la desabrida derecha liberal.
Todo eso deberá constituir la agenda de la izquierda en los próximos años y de cómo trate todos y cada uno de esos problemas dependerá su suerte. Como hasta ahora las cosas han venido haciéndose bien, es probable que las simpatías por la izquierda (como debe ser) crezcan, y que permitan imaginar un futuro, mucho más que caracterizar dogmáticamente un pasado -que suele ser lo que más se le critica a los sectores que todavía sostienen un sueño, una esperanza, una espera: el final del ciclo capitalista.
Edward Snowden, Chelsea Manning and Julian Assange: our new heroes
por Slavoj Žižek para The Guardian
(...)
This, exactly, is our situation today: we are facing the shameless cynicism of the representatives of the existing global order, who only imagine that they believe in their ideas of democracy, human rights etc. What happens in WikiLeaks disclosures is that the shame – theirs, and ours for tolerating such power over us – is made more shameful by publicising it. What we should be ashamed of is the worldwide process of the gradual narrowing of the space for what Kant called the "public use of reason".
(...)
It is therefore not enough to play one state against the other (like Snowden, who used Russia against the US): we need a new international network to organise the protection of whistleblowers and the dissemination of their message. Whistleblowers are our heroes because they prove that if those in power can do it, we can also do it.
El texto completo, acá.
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This, exactly, is our situation today: we are facing the shameless cynicism of the representatives of the existing global order, who only imagine that they believe in their ideas of democracy, human rights etc. What happens in WikiLeaks disclosures is that the shame – theirs, and ours for tolerating such power over us – is made more shameful by publicising it. What we should be ashamed of is the worldwide process of the gradual narrowing of the space for what Kant called the "public use of reason".
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It is therefore not enough to play one state against the other (like Snowden, who used Russia against the US): we need a new international network to organise the protection of whistleblowers and the dissemination of their message. Whistleblowers are our heroes because they prove that if those in power can do it, we can also do it.
El texto completo, acá.
jueves, 5 de septiembre de 2013
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Dicen que dicen que...
Para leer las formas de la imaginación y las invenciones de realidad de los relatos de Daniel Link, Javier Gasparri sabe que tiene que despejar de entrada el riesgo de confundirlos con la realización ficcional de la abundante, y aguda, pro- ducción teórica de su autor; no lo hace, sin embargo, desembarazándose del problema sino situándose ante la producción del crítico y profesor como ante una performance. La adopción de esa actitud va de la mano del desafío de leer una literatura cuya pregunta es, en todo caso, cómo escribir la realidad cuando esa realidad es futuro y potencia pura. Y se complementa con una paciente exploración de las vías complejas según las cuales una experiencia narrativa, que avanza al impulso de lo novelesco sin la novela, obtiene una nueva gramática de la imaginación y, a través de esa forma, un efecto performativo que aspira a lo in-forme: “la indeterminación que preserva la potencia de los fantasmas y los monstruos para abrir, hacer y darse realidades que no hay”. Tal, según Gasparri, la materia de su informe. La paradoja de ese orden que exhibla indeterminación que preserva la potencia de los fantasmas y los monstruos para abrir, hacer y darse realidades que no hay en “las realizaciones imaginarias de imaginarios realizados” de Link requiere de todas las exigencias críticas que se da Gasparri.
Contreras, Sandra. "Realismos, cuestiones críticas", Introducción a Contreras, Sandra (ed.). Realismos, cuestiones críticas (CUADERNOS DEL SEMINARIO, 2) . Rosario, Centro de Estudios de Literatura Argentina Humanidades y Artes-Ediciones UNR, 2013, como presentación de Gasparri, Javier. "Las aventuras (in)formales de Linkillo: La realidad como invención", incluido en el mismo libro, que puede bajarse y leerse desde acá.