viernes, 28 de febrero de 2014

Roma vs. Atenas

por Daniel Link para Soy


Ya lo sabemos, American Idol (la opinión pública norteamericana) tolera mal el disenso. Entre las últimas novedades del show (que ha sido rediseñado totalmente en su 13a. temporada) se cuentan la presencia de una pareja de “consejeros espirituales” (Mr. Y Mrs. Flanders).

Y como sobre el comienzo el ciclo había tropezado con la causa gay (locas ha habido siempre, pero cantantes de la causa, ninguno), lo que había generado una ola de repudio en Internet, la solución vino por el costado lésbico.

Sentada frente al jurado, una chica (lo sabremos más tarde, y no por la imagen) escucha las razones por las cuales se la ha elegido para integrar el lote de privilegiados: cantar, no cantás muy bien, pero hay algo en vos que te hace particular. No sos la típica concursante de American idol. Ella contesta: “Y, no... I'm obviously gay”. 


Y pasa como finalista. Y llega a estar entre las diez mejores del agotador proceso de selección. Y le dicen, cuando llega a esa meseta de celebridad: “Ya no tenés que preguntarte si pertenecés o no a este show”.

Y Jennifer Lopez, y Keith Urban (ya tan loca perdida que no se entiende cómo el botox le aguanta en la cara) dicen, orgullosos del papel que les toca en la Historia: “The world is changing”.

Bueno, no: el mundo ya cambió, y hace rato, señores miembros del jurado, y ahora les toca a ustedes hacerse cargo de esos cambios, y dejarse de joder con moralizaciones extemporáneas.

Tanto cambió el mundo que uno debería preguntar a la producción (los jurados son títeres del guion que le ponen delante) por qué les pareció mejor negocio sacarse de encima a Keith London, el porta-estandarte de lo queer, e incluir, en cambio, a MK Nobilette (antes conocida en Instagram como Emkay Brazil, pero la cuenta, donde estaban las fotos de su novia, Casey Ellis, ya no existe). 

Tal vez se trate del valor agregado de las dos madres “obviously gay” que son el mascarón de proa de la hinchada de MK. Finalmente, todo queda en familia.
O que, para un negocio dominado por el imaginario misógino heterosexista, finalmente una chica desviada no es tan perturbador como el chongo que se agacha.

O, historizando un poco la dirección de los cambios en el seno del Imperio, tal vez se trata de una expresión de deseos: vayamos por el camino del matriarcado romano y no por la vía de la precisa e inocente sexualidad griega, donde no hay consejo espiritual que valga.



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