Por Daniel Link para Soy
Looking (2014) es la nueva serie
de HBO de temática gay, promocionada como el siguiente paso
evolutivo después de Sex and the City, Queer as Folk y
Girls. Nada de eso es cierto, porque el mundo se ha vuelto
imperceptible y progresivamente cada vez más homofóbico y, por lo
tanto, Looking no es sino el resultado de un manojo de
concesiones y compromisos que terminan arruinando el efecto general
del producto.
Dicho esto, defendamos a Looking
porque en los diarios podemos leer con pena lo que pasa en las calles de la alguna vez iluminada París, en los estadios rusos, y en los tribunales norteamericanos donde el sexo sin condón es considerado
un crimen capital, y mejor es este espectáculo desabrido de gente
común y corriente con problemas sentimentales que cualquier forma de
descalificación.
Las páginas de control parental
norteamericanas subrayan que la serie explora la vida de tres amigos
gay (cierto) “con discurso franco y realismo sexual” (falso) y
que los personajes “beben socialmente, ocasionalmente fuman
marihuana y visitan sitios de citas como OkCupid y Manhunt”
(cierto).
De hecho, luego de la sorpresa inicial
por la no mención (o uso) de la página Adam4Adam, muy popular en
California, me abrí un perfil en OkCupid para ver qué onda y perdí
una tarde entera contestando 559 preguntas idiotas sobre Dios, las
mascotas, el sobrepeso, la guerra nuclear, el cepillado de dientes y
los celos. Primer compromiso: Looking establece dos patrones
de relación homosexual: el sentimental-identitario (que pasa por
OkCupid y Grindr) y el sexual-desidentitario (que pasa, como en todo
el mundo, por Manhunt) y se mueve con extrema cautela en las zonas de
intersección de esos dos arcos.
Desarrollada por Michael Lannan y
Andrew Haigh (director de la película Weekend) para HBO,
Looking (cada capítulo repite el título: “Buscando para
ahora”, “Buscando uncut”, “Mirando tu historial de internet”,
etc..) sigue la vida cotidiana de Patrick (Jonathan Groff, Glee,
Boss,
“amigovio”
de Zachary Quinto), un atribulado desarrollar de juegos de consola,
su
amigo cubano Agustín (Frankie J. Alvarez, Smash), que acaba
de mudarse con su novio,
y Dom (Murray Bartlett, Guiding Light),
ninguno de los cuales está satisfecho de su vida: Patrick, porque es
un idiota parlanchín que no consigue ni sexo ni amor, Agustín
porque es un artista fracasado, y Dom porque ya se siente viejo (es
unos diez años mayor que los otros) y no ha encontrado su lugar en
el mundo (quiere poner un restaurante, pero es camarero).
La cinematografía de la serie es
extraordinaria y las actuaciones son correctas, aunque el casting
es desangelado (en el tercer capítulo aparecerán como actores
invitadas el arrollador actor inglés Russell Tovey (Being Human)
y Scott Bakula (Murphy Brown,
Star Trek: Enterprise),
que todavía resiste un sauna.
Segundo compromiso: la sociología de
la serie aspira en demasía a la representatividad (tanto en lo
étnico como en lo caracterológico) para que se justifique la
convivencia de latinos, pelirrojos de Colorado, jóvenes y viejos,
sentimentales y cínicos, tímidos y atrevidos, como parte de la
misma pandilla. No une
a los personajes ni la
escuela, ni el gimnasio, ni el barrio... sino sólo un plot
demasiado preocupado para agradar, al mismo tiempo, a las audiencias
más alocadas y a las más mainstream
(HBO).
Pero
en su mismo carácter módicamente concesivo, Looking
tal vez sirva para algo en los países más alejados de la
racionalidad (Europa y los Estados Unidos). Último compromiso: la
serie pretende demostrar que las locas son inofensivas.
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