por Daniel Link para Perfil
¿Se puede aspirar al Bien Supremo, algo que represente el Bien más
allá de toda discusión y todo punto de vista? Examinemos el caso del
Bondinho do Alemão, el sistema de transporte aéreo (teleférico) que en
seis estaciones (Bonsucesso, Adeus, Baiana, Alemão, Itararé/Alvorada y
Palmeiras) permite que 152 góndolas con capacidad para diez pasajeros
cada una recorra 3,5 km del asentamiento faveleiro más grande (y alguna
vez más violento) de Río de Janeiro (13 favelas desparramadas en
diferentes morros del norte de la ciudad) en 16 minutos.
Para los
poseedores de la carta de transporte de Río de Janeiro cuesta un real
por tramo (ida o vuelta), y la estación Bonsucesso conecta directamente
con el servicio de trenes de superficie (que a su vez conecta con el
sistema de trenes subterráneos). Los curiosos pagan cinco reales por
tramo.
Los críticos de derecha contarán cuánto se robó con esa obra (que,
además de transportar gente con seguridad y elegancia, tiene en cada una
de las estaciones un centro cultural y un centro comunal). Los críticos
de izquierda recordarán los muertos que dejó el “proceso de
pacificación” realizado con la excusa de la erradicación del tráfico de
drogas que reinaba en la zona. Todas esas críticas pueden ser precisas y
pertinentes: la historia se encargará de distribuir las
responsabilidades y aclarar los hechos (una potencia de muerte es además
correlativa de la otra). Pero visitar el Alemão, ahora, permite evaluar
lo mucho que se ha avanzado en términos de integración y nivelación
social: los chicos bajan del morro en pocos minutos para ir a la
escuela. Una señora dice que a veces no toma el teleférico porque le da
miedo. ¿Es que hay violencia? No (se ríe), a veces hay mucho viento.
Inaugurada en julio de 2011, la red del teleférico proyectada por
Jorge Mario Jáuregui y Atelier Metropolitano, en algún sentido (el
sentido del Bien Supremo), cambió el rumbo de los vientos.
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