Ya he registrado la penosa sensación de encontrar en la vereda restos de vida. El sábado pasado, la empresa de mudanzas que habíamos contratado cumplió su cometido con un par de bajas: dos vidrios y una estatuilla de San Sebastián se les rompieron con estrépito.
Los vidrios, dicen, van a reponerlos, pero era inútil tasar el San Sebastián: priceless.
Fue de las últimas cosas que tiramos. No debimos hacerlo, porque nuestro Santo Patrono no estaba dispuesto a abandonarnos.
Horas después, cuando salimos, vimos que había abandonado el tacho de desperdicios y vigilaba la vereda y, a sus espaldas, las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales.
OXOSSI, vela por nosotros.
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