Dos amigas, dos crónicas de la misma marcha:
1. Algunas voces dentro del silencio
por Marta Dillon para Página/12
No fue el cielo lo que se desplomó sobre los manifestantes, ni siquiera
la lluvia que cayó copiosa y sin pausa desde quince minutos antes de la
hora señalada, las seis de la tarde, fue un techo parejo y agobiante de
paraguas abiertos al mismo tiempo, cada uno sobre la cabeza de su
propietario, un espacio individual apenas compartido con una amiga, una
pareja, un familiar, pero marcando siempre el límite del aire alrededor
como una faja de contención para lo que puede ser nombrado en singular.
Así se marchó ayer, una junto al otro, uno junto a la otra, en la misma
calle, bajo la misma impiadosa cortina de agua, cada cual en su isla de
razones particulares que, como camalotes que consiguen teñir un río de
verde, convergieron para dar cuerpo y nombre a la que se llamó con
mayúsculas La Marcha del Silencio.
(...)
2. El shock
por Beatriz Sarlo para Perfil
Mucha gente venía no del norte de la ciudad ni de la próspera franja
noreste que se extiende más allá. Tres horas después, muchos se
abarrotaban en el subte hasta San Pedrito y de allí un colectivo. Otros
volvían a Avellaneda o Lanús. Habían compartido la calle con una pareja
que informó: “Somos vecinos de Nisman. Vivimos a setenta metros de su
edificio”.
Si supiera hacer sociología diría que las capas medias estaban
representadas en sus distintas estratificaciones: de Mataderos a Puerto
Madero. Y también respetando sus porcentajes relativos. Había más gente
de Caballito o Flores que de Recoleta, porque, como es evidente, las
capas medias son más numerosas en el oeste que en el norte y el este.
Muchos marcharon por primera vez cuando los convocó Blumberg. Me corrió frío por la espalda. Pensé que de las movilizaciones y la
agitación de Blumberg salió una pésima reforma penal. Pero los que
marchan no tienen obligación de responsabilizarse por el giro
oportunista de Néstor Kirchner que cedió al “cualquierismo” de las
exigencias de Blumberg para evitar que volvieran a ocuparle la calle.
(...)
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