La derecha es sutil y nunca ataca por
dónde se la espera sino por el lugar menos pensado, que es el
mismísimo costado (el costado de la Pasión). En cuanto nos
distrajimos un poco, dos noticias llegaron desde Brasil y desde
Italia para helarnos la espalda.
La “Carimbada”. Desde el mes
pasado, la red O Globo denuncia en Brasil en todos sus medios
(televisión, gráfica, etc.) la existencia de clubs de seropositivos
que se reunen (personal o virtualmente) para pasarse datos sobre cómo contagiar (marcar, sellar, carimbar) a seronegativos,
deliberadamente y sin su consentimiento. No es la primera vez que se
escuchan argumentos semejantes, pero resultan cada vez más
disparatados y alarmantes porque ya no sorprende tanto la ignorancia
sino la mala fe de quienes los esgrimen. A eso se suma el hecho de
que muchos de ellos participen de la “comunidad gay”: los
primeros en condenar a los carimbeiros fueron los
organizadores de fiestas sexuales en Río de Janeiro.
Lo sabe todo el mundo, cualquier
persona que se entrega a determinadas prácticas sexuales (orgías,
sexo sin protección y sin lubricante) sabe a qué se expone y, si no
lo sabe, es cosa suya. La ignorancia de uno no podría nunca ser el
delito de otro, aunque en Brasil se esté invocando el artículo del
código penal (132) que penaliza la transmisión de enfermedades
sexualmente transmisibles para censurar las conductas que más hieren
la sensibilidad heterosexista y monógama que patrocinan las iglesias
protestantes y que han hecho nido incluso dentro del alucinado
mundillo de las locas. Repito una frase que ya publiqué el 31 de
enero de 2014 en este suplmento: “Comenzamos ahora criminalizando al portador de HIV y bien pronto los niños que tienen liendres serán confinados en salas especiales”.
La moda eterna En el otro
extremo del arco, la alta burguesía italiana se expresó a través
de Domenico Dolce y Stefano Gabbana, para censurar toda forma de
organización familiar que contradiga la heteronormativa, biparental
y biológica. En eméticas declaraciones en la última edición de la
revista Panorama, los sastrecillos valientes no sólo se
declararon intolerantes hacia toda forma de experimentación
comunitaria (después de todo, la familia burguesa es una invención
bien reciente), sino que mostaron (ay, cómo no) la hilacha,
mezclándolo todo.
Dolce apunta a un aspecto del problema:
“ no me convencen los que yo llamo hijos de la química, niños
sintéticos. Úteros
en alquiler, semen elegido de un catálogo”. Sea: es un problema
que nada tiene que ver con las familias homosexuales (o como se las
quiera llamar) sino con la posibilidad o no de reproducción
biológica, que afecta a las personas con independencia de su
inclinación sexual. Luego agregan: «Hoy ni siquiera los psiquiatras
están listos para afrontar los efectos de estas experimentaciones».
Pues bien, si se trata de experimentaciones, no es cuestión de
detenerlas sencillamente porque el saber psiquiátrico (esa
invocación más amedrentadora todavía que la de Torquemada y la del
Infierno) no haya llegado a ponerse a la altura de las
circunstancias: apúrense, che, que hay niños sueltos.
Más específicamente: «Nosotros, pareja gay, decimos no a las
adopciones gay», declaró Gabbana. ¿Qué tendría de específico
una adopción de ese tipo? Como sostiene Dolce: «Soy gay, no puedo
tener un hijo». Es la primera noticia que tenemos de que una
determinada inclinación sexual vuelve estériles a las personas y
las condene a no poder legar el producto de su trabajo. Estupidísimo.
“Creo
que no se puede tener todo en la vida”, concluyó Domenico: una
verdad en términos de imposibilidad históricas, nunca en términos
de anhelos o deseos. Se debe anhelar tenerlo todo en la vida. Después
ya va a ser tarde.
Desde el otro lado del charco, allí donde se cocina el exterminio
que vendrá, seis norteamericanos criados en el seno de parejas
homosexuales apoyaron a los modistos, les agradecieron su “valentía”
y les imploraron que no se rindieran en su lucha.
¿Qué
lucha? La lucha contra Madonna, Elton John, Ricky
Martin, Martina Navratilova, Victoria Beckham y Courtney Love,
quienes llamaron a boicotear la marca Dolce & Gabanna. La
escaramuza terminó en una entrevista concedida a la CNN:
“We love gay adoption. We love everything”.
Acá todo es más fácil:
te mandamos a la divina mendocina hija del candidato a gobernador, y
ahí te quiero ver.
Estoy mayormente de acuerdo (en especial, con que cada cual sabe a qué se entrega al participar de determinadas prácticas), pero hay un punto adicional en el que me gustaría saber qué pensás, más no sea para hacer un poco de abogado del diablo.
ResponderBorrarLeyendo esto y la nota anterior relacionada con Michael Johnson, hay un punto que no se toca en la argumentación y que me parece relevante, ya no para justificar la "criminalización del portador de HIV", sino en términos de políticas de Estado.
En Argentina, el acceso a las HAART está solventado por el Estado, y en USA, no exactamente, pero si no podés pagarlo, y no tenés cobertura, hay fundaciones, Medicaire, todo eso, que hace que pagues un copago mínimo (menor al 1% del precio real). Esto es; ya sea por un lado o por otro, es el Estado quien termina pagando los costos de que una persona sea infectada con el virus. En ese sentido, y desde una lógica estrictamente contante y sonante, por qué el Estado no debería "perseguir" y castigar a quienes deliberadamente deciden "hacerle perder plata"? Me resulta hasta lógico, especialmente en USA.
En relación con esto, me viene a la cabeza el tema de la vacunación en USA, con los últimos brotes de sarampión y varicela en Disney, por ejemplo. Con respecto a la obligatoriedad de la vacunación, las políticas argentinas y estadounidenses son muy distintas. Es que acaso el Estado no debe velar por "el bienestar" de todos, y prevenir epidemias? Lo de los piojos es una pavada, pero debería haber chicos sin vacunas en las Escuelas, y que, de pronto, ir a una Escuela sea una práctica de riesgo? Hasta qué punto las campañas de prevención son útiles pero el Estado no puede directamente intervenir en tu forma de prevenirte? Con las vacunas, parece más sencillo. Por otro lado, el Estado te puede decir que te cuides, pero no puede ir a cuidarte en una práctica sexual. Si hubiera una contra el VIH, en tal caso, debería ser obligatoria?
Creo que llevando todo al plano de las "decisiones personales" en las que cada uno sabe a qué tipo de prácticas se entrega, y, entonces, cada cual es "totalmente" responsable de las decisiones que toma, no se puede pensar en cómo eso afecta no al otro, sino a los otros, a la comunidad. En ese mismo sentido, creo que se dificulta la posibilidad de pensar acerca de políticas sanitarias, y acerca de la administración de los recursos del Estado.