Por Daniel Link para Perfil
A veces se equivoca tanto la Sra.
Fernández... Pienso en la última Cumbre de las Américas, cuando un
presidente norteamericano dijo “Que el presidente Raúl Castro y yo
estemos sentados aquí es un momento histórico para el continente",
mientras la Sra. Fernández se dedicaba al recuento de ocurrencias
pretéritas: “Perón decía que se vuelve de cualquier lugar, menos
del ridículo. Y es ridículo considerarnos una amenaza". El
Ministerio de Relaciones Exteriores le había dictado esas líneas de
compromiso con un régimen que tiene compromisos con otros regímenes,
pero ese desvío de la atención de lo que estaba sucediendo fue un
error conceptual tan penoso como el que fundamentó, durante una
década que recordaremos con cierta confusión, una política
económica organizada alrededor de la figura del hombre endeudado.
La
adhesion de la pequena burguesía al capitalismo, su carácter
fundamental del actual sistema “democratico” se sustenta en la
creencia de que es posible una vida de holgura a credito (por qué
no se aplica el mismo concepto a los países, no se sabe). Pero el
sistema capitalista, en su trance actual, ya no estáen condiciones
de proponer esa vida a credito de manera sostenida y duradera. El
problema es que somos incapaces de imaginar un modelo de intercambio
que se diferencie de ese sistema dominante, y en esa incapacidad se
funda la actual crisis mundial.
Durante
la celebración del día de la bandera, la Sra. Fernández se dejó
llevar hacia otros lugares oscuros de pensamiento, reivindicando
“política y Estado para hacer pueblo y Nación” (confusión
típica del peronismo, que no casualmente se identifica con los
peores momentos de Hegel, que son muchos). La tarea del Estado es
formar ciudadanía para que ésta, por su cuenta, se organice
políticamente y haga lo imposible: pueblo (o Pueblo). “Ser Uno
Solo”, como quiere la Sra. Fernández, es, sino una fantasía
concentracionaria, una vez más el delirio del Espíritu buscando su
emancipación. Pero no seamos injustos: este último enunciado, como
la mitad de los que públicamente pronuncia por cadena, están
dirigidos a los peronistas de la interna, particularmente a aquellos
enojados por el asunto Florencio.
Vivo
como un error grave haber obligado al Sr. Randazzo a un
renunciamiento que es, al mismo tiempo, la negación de la
institucionalidad tan cacareada y que, además, me priva del único
regocijo político compartido con mi madre: los dos queríamos a
Randazzo (aunque tal vez por diferentes motivos). Yo por su cabello
crespo y su nombre, ambas características tan de principios del XX.
Y por la amorosa ingenuidad de creer que, en el movimiento peronista,
la eficacia de gestión tiene algún valor. Que en paz descanse.
Hegeliana
(pero nunca de izquierda), fanática de los deudores (pero no del crédito), desconfiada (pero nunca sobre sus propias razones),
pragmática: no sé cuál vicio de pensamiento es peor. Tal vez ya no
importe.
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