por Daniel Link para Perfil
En los cines ya no queda sino olor a
pochoclo rancio o, en el mejor de los casos, la pesadumbre del “cine
independiente”. Todo lo demás está ya en la televisión (en sus
antiguos o sus nuevos formatos). Jupiter Ascending (2015), la
última película de la marca The Wachowskis, más allá de la
belleza de su diseño (que quita el aliento) no tiene ningún
atractivo e, incluso, nada dice: es un film autista. Muy diferente es
la serie que The Wachowskis produjeron para Netflix, Sense8,
un ambicioso relato en 12 episodios alrededor 8 personajes cuyas
conciencias interconectadas entre sí intervendrán en un raro y
único momento de verdad: una garchestolenda en la cual cuatro
hombres (dos de ellos presumiblemente heterosexuales y dos de ellos
presumiblemente homosexuales) y una mujer trans se entregan al mejor
coito (colectivo) de sus vidas.
Después de
su último fracaso, After Earth (2013), M. Night Shyamalan
vuelve ahora con una serie extraordinaria, de la cual dirigió el
piloto y produjo la totalidad de su primera temporada (diez
episodios) para la cadena Fox. Wayward
Pines, basada en la
trilogía novelística del mismo nombre firmada por Blake Crouch y
desarrollada para televisión por Chad
Hodge (ex alumno de Northwestern University), recupera algo del
espíritu de ese hito de la televisión que fue El
prisionero
(1967), con algunos toques propios de Shyamalan y, cómo no, el
manejo de la información que Lost
impuso y que tanto extrañábamos. Si eso no bastara, Penny
Dreadful ya
volvió,
por todo lo alto.
Tomo nota. Como siempre, gracias!
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