domingo, 9 de agosto de 2015

Juanita

por Beatriz Sarlo para Perfil

Muchas cosas no he dicho sobre Juana. Tampoco he saldado mis deudas. En 1967, me invitó a la presentación de Mujer de cierto orden. Las dos trabajábamos en el Centro Editor de América Latina. Casi todos los días almorzábamos en una mesa exageradamente literaria, donde se sentaban Horacio Achával, un editor de genio, y Susana Zanetti, que recitaba a Darío o a Vallejo en loop. Muchas noches Juana comía en mi casa. Decir comía es exagerado, porque teníamos poca plata. Juana traía vino y noticias de un mundo en el que yo recién entraba. Nombraba a Andrés Rivera, a Juan Gelman. Sin darse cuenta, nos embrollaba en su inclaudicable fascinación, en sus amores y en sus antipatías igualmente intensos. La afectividad de Juana se reflejaba entonces, y sigue reflejándose, en los diminutivos. También su desprecio se sirve del diminutivo: formas de la amistad o de la distancia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario