Por Daniel Link para Perfil
Es el final de una era, le digo a mi hija. Hoy almorzamos por su cumpleaños, que fue el miércoles pasado
y a partir de diciembre todo cambiará para ella (bah, para todos).
Es tu último cumpleaños antes del cambio que se avecina (un cambio
anunciado, preparado, deseado, pero no por eso menos dramático).
¿Te parece que será el fin de una
era?, me pregunta. ¿O será más de lo mismo?
Le digo que no, que no va a ser más de
lo mismo, porque aunque a ella le parezca que se trata de cambios
formales, las más imperceptibles modificaciones suelen tener
consecuencias imprevistas.
Ella asiente, entre contenta y fatigada
por los nervios de las últimas semanas y las decisiones tomadas
contra reloj. Me pregunta si yo estoy contento con el cambio que se
nos viene encima y le digo que sí, que hay que experimentar, que no
está bien eternizarse en un mismo estado. Nada es para siempre. Y
hay momentos en los cuales nos asomamos al abismo infinito de lo que
se mueve sin cesar. Ni siquiera el eterno retorno garantiza la vuelta
de lo mismo, porque todo lo que sucede, sucede en el tiempo.
¿Cómo no esperar que todo cambie en
diciembre? Hemos apostado desde hace mucho a ese día glorioso y que
esperamos perfecto. Hemos comprado sombreros y muchas otras cosas que
no vale la pena revelar por el momento.
¿Y yo qué voy a decir, llegado ese
día de diciembre?, me pregunta. No lo sé todavía. He empezado a
borronear algunas palabras pero (le digo, con picardía) todavía no
me han contado cómo va a ser la liturgia. Se ríe. Me dice que ella
va a estrenar zapatos nuevos y un vestido precioso que se trajo de
Miami, en su último viaje de trabajo.
Nos abrazamos y nos sacamos una
autofoto, para recordar este momento, este último cumpleaños antes
de la nueva era.
Mañana se decide algo importante para
Argentina, además, y por eso no podemos quedarnos todos a dormir en
la quinta. Hay que volver a Buenos Aires, para instalarse desde el
mediodía frente al televisor: ¿ganará o perderá Argentina?
Habitualmente, me da lo mismo, porque
apuesto a los procesos a largo plazo y no a los resultados
inmediatos. Pero esta vez sé que me voy a pegar al televisor para
ver si se decide todo o todavía tendremos que sufrir otro fin de
semana. Mañana se juega la semifinal del mundial de rugby y a lo
mejor Los Pumas pasan a la final.
En diciembre se casa mi hija y este año
fue su último cumpleaños como soltera. Nos queda poco.
Una pena realmente que se case. Mae West decía: "las chicas buenas van al cielo y las malas...a todas partes".
ResponderBorrarEn el colegio de abogados de la ciudad de Buenos Aires se suele oír: "la principal causa de divorcio es...el matrimonio"
Entre los matemáticos: "Matemáticas y matrimonio son: Suma de afecto, resta de libertades, multiplicación de responsabilidades, y división de bienes".
Les Luthiers, impagable: https://www.youtube.com/watch?v=4jpJbGVKPUc