por Daniel Link para Perfil
Por segunda vez en un mes cruzo los
Alpes. Esta vez algo me conmueve: no es tanto que el anterior cruce
fuera por una reunión burocrática de trabajo y que esta vez tenga
que dar un par de clases, práctica en la que me siento mucho más
cómodo, sino que mis anfitriones checos aceptaron la imposición que
les hice de llevarme a conocer el pueblo de mi abuela, Traplice, en
las inmediaciones de Uherské Hradiště.
Las dos veces que atravesé los Alpes
desde el avión pensé que mi abuela había hecho lo mismo, en un
tren que la llevó a Trieste, de donde salían los barcos que
llevaban inmigrantes del Mitteleuropa a América.
En el barco, mi abuela checa
(austrohúngara, por ese entonces) conoció a mi abuelo bávaro. Se
casaron al llegar a Argentina y tuvieron dos hijos: mi Tante Anita y
mi papá. Mi primo visitó alguna vez a nuestros parientes checos,
pero se acuerda de poco y nada. Me manda por whatsapp cada dato que
recupera: la hermana de la Abula, Bozena, vivía en la calle
Revolucni, en Uherské Hradiště. Le contesto que es probable que
esa calle haya cambiado de nombre, pero ya veremos...
El asunto, como dije, me conmueve y, al
mismo tiempo, me da cierto miedo. Mi anfitrión amenazó con escribir
al alcalde. Temo que lo haya hecho, que se me espere con alguna
ilusión: el que vuelve a traer noticias de Teresa Vlk, el que
vuelve, en algún sentido, al punto de partida, para demostrar que la
energía del pueblo atravezó los mares y los continentes.
Imagino que me esperan con los brazos
abiertos e imagino también el desencanto que sufrirán cuando vean
que se acerca no el retoño checo (o, acaso, bávaro) que imaginaron,
sino una especie rara, con mucho de amerindio y un toque de judío
sefardí. Que duden de mi identidad no me preocupa, sí que duden de
mis emociones, que me arrastraron hasta aquí.
Qué genealogía, Daniel. Una vez, me dijeron que tenía pinta de judío de Palestina.
ResponderBorrar