Por Nicolás Lucca para Relato del presente
Empezaron con multitudinarias plazas del amor donde se juntaban a
putear a los que generaban guita. Siguieron con ferias en las que los
niños podían jugar al tiro al blanco mediante escupitajos a periodistas.
Luego de no llenar Parque Lezama, empezaron a copar los patios internos
de la Casa Rosada. Del “si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a
armar”, pasaron al “ya van a ver, vamo’ a volver”, como si la
democracia se tratara de una Fiesta de Quince en la que hay que
confirmar cubierto. Luego llegó el “resistiendo con aguante”, algo que
sólo puede salir de un cerebro con una vacante en el casillero de
sinónimos, como puteando con insultos, o siendo virgen con castidad.
La resistencia con aguante generó una plaza colmada para una charla
magistral de Axel Kicillof y un montón de carenciados afectivos que
dijeron “dónde viste un ministro de Economía tan querido”. En lo
particular, con que supiera de economía, me conformaba. Para que lo
quieran ya tiene a la familia. Resistir con aguante también dio como
fruto un “Manual de Micromilitancia Activa” en el cual se recomiendan
acciones que ellos consideran de “guerrilla comunicacional”, como
utilizar a tus propios hijos para montar conversaciones ficticias frente
a los precios en el supermercado que disparen el temor de la vieja de
al lado, que lo único que quiere es llevarse tres tomates para acompañar
el churrasco.
Luego
vino una marcha para repudiar la censura a Víctor Hugo Morales, que fue
despedido de Continental por inviable. Movilización, equipos de sonido
que nadie se preguntó quién pagó, y el Cuervo Larroque parado al lado
del relator de fútbol para bancarlo. Sí, el mismo que hizo rajar de la
TV Pública a Juan Micelli luego de que éste le preguntara si era
necesario que La Cámpora monopolice la solidaridad ajena tras la
inundación de La Plata en 2013.
También despidieron a Eduardo Feinmann de Radio 10, pero nadie
organizó una marcha, no sabemos bien si por falta de tiempo, o porque
les dijeron “el Feinmann malo” y no sabían bien de cuál de los dos se
trataba. Lo cierto es que, mientras al Edu lo mandaban a la casa, en el
Congreso se daba una situación de esas que sólo pueden pasar cuando un
Kirchner está en el medio: pelearse por un despacho para Máximo. Si bien
en un principio me solidaricé porque entiendo la emoción que debe
sentir el primogénito de Néstor y Cristina al pegar su primer laburo
pisando los cuarenta, no pude dejar de pensar que siempre pueden caer
abajo. De llenar plazas a “Mamá dice que esa oficina es mía”, sin
escalas.
Por si fuera poco, el kirchnerismo residual se encuentra ante el
enorme drama de tener que movilizarse y bancar la organización sin caja y
con la conducción del PJ reclamada por Scioli, que dedica sus días a
mencionar a Rial por Twitter. Al perder la provincia de Buenos Aires, no
les quedó ni un refugio para meter contratados que pueda satisfacer la
demanda de trabajadores que quieren ser ociosos y cobrar por ello.
Sorprendentemente, ni siquiera son solidarios: con toda la que se
llevaron, tienen para mantener a todo el lumpenaje, pero a esta altura
ya sabemos que no son de poner cosas de su bolsillo.
Quizá
uno de las mayores contradicciones de esa asociación ilícita que hemos
dado en llamar “kirchnerismo” es que se hayan presentado como los
paladines del crecimiento del Estado omnipresente y, a su vez,
fomentaran el crecimiento de organizaciones paraestatales. Como el Joven
Manos de Tijera, todo lo que ha tocado El Modelo lo hizo pomada.
Obviamente, las luchas sociales no podían ser la excepción y allí
terminaron Luis D’Elía premiado con una repartición nacional en vez de
ir en cana por prender fuego otra repartición nacional, Milagro Sala
montando una megaempresa cuya materia prima es la necesidad de los más
pobres, y Hebe de Bonafini patinándose miles de millones de pesos de la
mano de Sergio Schoklender, hecho con el cual consiguieron lo que ni los
milicos pudieron: desprestigiar a las organizaciones de derechos
humanos.
El caso de Milagro Sala hoy está en boga simplemente porque cayó en
cana y porque muchos compraron el verso de que nada cuenta cuando esa
persona está de nuestro lado. O sea: si creyeron que lo de Once fue obra
de extraterrestres interesados en la vida inteligente de nuestras
tierras y no de la joda loca de los subsidios que se chorearon, o que la
derrota de Aníbal Fernández y Daniel Scioli se debió a una campaña
periodística y no a que presentaron de candidatos a Aníbal Fernández y a
Daniel Scioli, está claro que no importa que la líder carismática
jujeña y representante del movimiento Nacional y Popular en el Parlasur
se patine unos morlacos cual bacana en el Conrad Punta del Este Resort
& Casino.
El
problema es que quisieron ponernos como ejemplos y modelos a seguir a
las organizaciones que supuestamente combaten el poder hegemónico
concentrado. Y muchos compraron sin darse cuenta que ser Gobierno es ser
el Poder. Estuvieron más de doce años y medio y la culpa es “del
verdadero Poder”, y lo dicen sin ponerse colorados ni tirar un freno de
mano para pensar por un nanosegundo en la contradicción de quién carajo
es el que tomaba las decisiones en el país mientras ellos cantaban
apretujados en los actos de Cristina. Y ese modelo de resistencia al
Poder desde el Poder sólo pudo ser aceptado a través del delirio o la
comodidad de sentirse parte de algo por una vez en la vida. No tiene
nada de meritorio la beneficencia y cooperativismo con la guita ajena,
ni se diferencia mucho de lo que hacen las grandes corporaciones cuando
nos extorsionan diciendo que, si compramos su producto, una familia que
nunca vimos puede dejar de vivir en la calle, en vez de hacer la
donación directamente, en silencio y sin darnos culpa. Tampoco encuentro
dónde está el motivo del aplauso al combate al capitalismo financiado
por los impuestos de los que motorizamos el país a fuerza de capitalismo
básico: producción.
Cuando dicen que Milagro Sala es una presa política no mienten: para
la concepción que tienen de la política, el apriete, el clientelismo
extorsivo, la amenaza, el exterminio de la competencia y el choreo
estratificado es natural. Y si para ellos de eso se trata la política,
ir preso por chorear, apretar y extorsionar, es ser un preso político.
Si les mostraron que Boudou tiene hasta un domicilio en un médano y
hablaron de operación de desprestigio, o defendieron todos y cada uno de
los millones injustificables de Cristina, es porque creen que así está
bien comportarse, que es lo normal. A lo largo de mi vida me cansé de
escuchar “lleva años viviendo de la política, está forrado en guita”,
como si estuvieran hablando de la carrera laboral que se mandó el pibe
que empezó de cadete y llegó a CEO de la empresa. Está increíblemente
naturalizado. Y si el kirchnerismo se caracterizó por aprovecharse al
extremo de todos nuestros defectos cívicos, estaba cantado que la
malversación de caudales públicos no podía ser la excepción a la regla,
ni que tampoco iba a zafar de esta ley física la defensa ciega hasta el
ridículo de cualquier animalada.
Es por todo esto que creo que si quieren cortar calles, que corten
todas las que quieran. Si desean realizar una marcha para repudiar la
censura al programa inviable de Víctor Hugo, que hagan una por día. Si
les pinta hacer una movida para exigir que se reforme la Constitución
para que Cristina sea declarada Emperatriz de la galaxia, que lo armen
en formato anual. Si se les antoja organizar una petición para que el
Papa decrete que todos los días son San Néstor Kirchner, que lo hagan
pero con mesas en cada esquina e interrumpiendo a cada transeunte. Si
quieren armar un debate público en Parque Saavedra para debatir el rol
durante la dictadura de la faja que le pusieron al despacho que Máximo
quería para él, que hagan cien. Si se les canta seguir con la
micromilitancia activa de guerrilla comunicacional, que no se limiten al
supermercado, el bondi o el subte: vayan casa por casa y toquen cada
timbre, preferentemente a la hora de la cena. Y si quieren reclamar por
la delincuente común Milagro Sala y decir que en realidad es una presa
política, por mí que prendan fuego todo.
Porque cada vez que se mandan una de esas, nos recuerdan de la que
zafamos y de lo que nos costó zafar. Y todas y cada una de sus acciones
de micromilitancia activa son recordatorios pegados en nuestras cabezas
que nos dice que aguantemos, que nada puede ser peor. Todavía no se
dieron cuenta de que, si hay ajuste y recesión inflacionaria y así y
todo las cosas están tranquilas, es porque veníamos de ajuste y recesión
inflacionaria, pero con ellos rompiéndonos las tarlipes las 24 horas,
los siete días de la semana, todos los meses del año. Básicamente: que
tiraron tanto, pero tanto de la soga, que hasta no llegar a fin de mes
nos resulta relajante, porque ahora podemos elegir si queremos escuchar
que nos griten que la culpa es de la década de los noventa y de la
Alianza, o sea, nuestra por no haber notado antes que estaba por llegar
el kirchnerismo salvador para redimirnos de nuestro pecado liberal y
devolvernos a la senda del Señor Estado, ese que es tan, pero tan grande
que no podía agacharse a levantar a los más necesitados.
Así que sí: sigan. Y que no aflojen, eh, que acá tenemos la memoria
bien frágil y, en una de esas, nos olvidamos que alguna vez tuvimos un
Gobierno que nos endeudó desendeudándonos, que nos empobreció
redistribuyendo y que nos limitó nuestras libertades empoderándonos de
derechos.
Domenica. Sí, no es un día habitual para que aparezca un texto mío,
pero para no romper con la tradición calabresa que dice que en el día
del natalicio hay que hacer todo lo que uno quiere repetir durante el
año, aquí estoy, publicando un nuevo texto en mi cumpleaños número 34.
Yo hago mi parte cabulera, ustedes hacen el resto. Gracias.
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