Giorgio Agamben: “El ciudadano es para el Estado un terrorista virtual”
El filósofo denuncia que el estado de excepción se ha transformado en “un instrumento normal de gobierno” con la excusa de la seguridad frente al terrorismo, quebrando la legitimidad del poder.
En una de sus obras más leídas, Homo sacer (Pre-Textos), parte
de Hannah Arendt y Foucault, pero no olvida lo que aporta Kafka para
definir la situación del hombre contemporáneo. “La literatura y la
poesía fueron siempre muy importantes para mí. No creo que se puedan
separar de la filosofía. No son campos incomunicados. Yo diría que son
dos intensidades que atraviesan el campo del lenguaje humano”, opina.
En realidad, serían actividades destinadas a cruzarse. “Aquello que la
poesía acomete con la potencia de decir, la política y la filosofía
deben acometerlo con la potencia de actuar”, sostiene en El fuego y el relato.
Ya en Hölderlin la poesía “marca el punto en el que el poeta, que vive
como una catástrofe la ausencia del pueblo —y de Dios—, busca refugio en
la filosofía, debe hacerse filósofo”. Pero “la filosofía moderna ha
fracasado en su tarea política porque ha traicionado su tarea poética,
no ha querido o no ha sabido arriesgarse en la poesía”. Lo intentó
Heidegger aunque “no logró volverse un poeta”. Un poeta que viaja en un
caballo que es la voz, “el elemento sonoro y vocal del lenguaje”, a la
que sólo el “logos vuelve inteligible y clara”.
“La filología es clave”, explica, “no se puede separar el amor por el
lenguaje (filología) del amor por la sabiduría (la filosofía). Un
filósofo es siempre un filólogo. Y si éste intensifica su campo de
trabajo tiene que volverse filósofo, como ocurrió con Nietzsche. La
filología no es sólo una doctrina que se imparte en las universidades.
Está relacionada con el propio devenir del hombre. Es como una memoria
de la antropogénesis, de lo que hay de humano y de inhumano en el
hombre”. Y en Idea de la prosa remacha: “Creyendo transmitir la lengua, los hombres, en verdad, se dan voz unos a otros”.
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