por Daniel Link para Perfil
Me he perdido en los laberintos del
barrio gótico de Barcelona, he dormido a la intemperie en el
desierto del Sahara bajo un cielo sin luna, he fundido el motor de un
auto en unos desolados caminos catamarqueños, he llorado solo en una
buhardilla parisina y abrazado el pecado en los helados caminitos del
Tiergarten. He celebrado conmovido las llamadas de los minaretes
turcos y he visto a la luna hundirse en un pozo de fuego en el Océano
Pacífico. Participé de una marcha de bomberos en la orla carioca,
dejé que mis desperdicios digestivos flotaran en el mismo mar que
acarició los tobillos de Aquiles, visité el santuario de la Difunta
Correa, junté raras piedras en los arroyuelos de Tanti, me encerré
durante tres días y tres noches en un motel sanfransciscano, la
mafia rusa me obligó a encerrarme en un armario y vi la
contradicción sarmientina desde un rancho agobiado por el tiempo en
el valle de Traslasierra.
Nunca la Nada trascendental me atenazó
con tanta fuerza como durante la semana que pasé en Miami, una
ciudad construida sobre el dolor de los refugiados, el tráfico de
personas y las mil y una mafias que imaginarse puedan. ¡Oh Miami,
perla americana, cobertura de nácar alrededor de una partícula
extraña! ¡Oh contradicción de América, que ha transformado un
umbral en una puerta pesadillesca que conduce al Infierno!
La tierra de calibanes que imaginaba
Darío no es Nueva York, sino esta lengua de arena tendida hacia un
océano que no llega a ser Caribe, estos islotes de piedra caliza que
vuelven el agua lechosa y que quieren tocar Cuba, sin lograrlo.
Miami es la ciudad del miedo y de la
prostitución, un mercadillo de baratijas insaciable, el destino
triste en el que todo argentino quisiera poder reconcerse: el perdón
a Repsol, la militarización de la sociedad mediante la devolución a
las Fuerzas Armadas de una autonomía por decreto, los sueños
bailables y la rueda vil de la fortuna.
Estremecedor... Buscando quien es Daniel encontré esto... Muchas gracias!
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