domingo, 2 de octubre de 2016

Más pobreza y de mayor profundidad

por Artemio López para Perfil

Se conocieron los datos de pobreza e indigencia y produjeron el impacto tradicional en estos casos: indignación y olvido en un plazo de 48 horas.
Del conjunto de información obtenida, un dato central pero no analizado en los medios oficialistas u opositores es el de las chances efectivas que tiene una familia pobre o indigente de abandonar la carencia. No se trata de la incidencia de la pobreza (cuántos pobres hay) sino la brecha de pobreza que refleja cuán pobres son los pobres.Por tanto, la brecha proporciona una idea de la profundidad de las carencias de ingreso o consumo que definen una situación de pobreza. Es decir, representa el déficit promedio de ingreso de la población total para satisfacer las necesidades mínimas de bienes y servicios de todos sus integrantes (expresado como proporción de la línea de pobreza), donde el déficit de la población que no es pobre es cero por definición y permite imaginar las dificultades relativas de un proceso de de-sempobrecimiento en una formación económico social cualquiera...
Por caso, está claro que si existen 13 millones de pobres pero el promedio de ellos requiere un 10% adicional al ingreso mensual que reciben sus hogares para superar la carencia, la situación socioeconómica es sustancialmente distinta a si esos mismos 13 millones de pobres requieren 40% más de ingreso familiar para dejar de ser pobres.
Pues bien, el neoliberalismo que gobierna desde el 10 de diciembre del año 2015 no sólo aumentó la incidencia de la pobreza –hay más pobres e indigentes– sino que profundizó la brecha. Hoy los hogares pobres e indigentes perdieron chances de abandonar las carencias respecto a diciembre de 2015. ¿Cuánto es hoy la brecha de pobreza e indigencia? El ingreso mensual promedio de los hogares pobres según el Indec, se ubicó en el segundo trimestre del año 2016 en $ 8.051. Así los 2,2 millones de hogares pobres relevados quedaron a $ 4.800 en promedio de reunir los $ 12.851 necesarios para salir de la pobreza, o sea manifiestan una brecha de pobreza del 38%, que expresa el porcentaje de ingreso adicional requerido por el hogar entre lo efectivamente recibido y el necesario para acceder a la canasta.
En otras palabras por cada $ 100 que reciben los hogares pobres, debieran recibir $ 138 de ingreso mensual para abandonar la pobreza.
Otro tanto sucede con los 425 mil hogares indigentes a los que les faltaron $ 1.955 para llegar a los $ 4.930 que se valuaba para ese trimestre la canasta alimentaria básica que pondera el Indec, materializándose una brecha de indigencia de 39%.
Y en este punto una reflexión adicional. El beneficio de política social central para superar la indigencia o bajar la brecha de la carencia es sin duda la AUH, que impacta sobre 3,6 millones de menores de 18 años.
De hecho los niveles de indigencia se desmoronaron en el país a partir de su implantación en el año 2009, ubicándose por debajo del 3% lo que llevó a Juan Carr de Red Solidaria, a señalar que ya en 2013 “nunca se estuvo tan cerca del hambre cero” para agregar cuán Luis de Góngora de la malaria: “de cada 23 personas, una no tiene la comida garantizada, mientras que en Latinoamérica, una de cada 14, y en el mundo, uno de cada siete. Estamos el doble mejor que América Latina y el triple peor que el mundo”.
Macri devaluó, quitó retenciones a productos que directamente inciden en la mesa familiar y como frutilla del corso puso de contralor de precios a un secretario supermercadista. ¿Resultado? generó una inflación de alimentos del 60%, rubro al que los hogares indigentes dirigen todo su ingreso.
En otras palabras, las decisiones de política económica del gobierno nacional licuó el poder adquisitivo de un dispositivo central de transferencia de ingresos sobre las familias pobres e indigentes como la AUH, enviando literalmente al hambre a 1,5 millones de ciudadanos, de los cuales, recordemos 750 mil son menores de 18 años.
¿Conclusión de nueve meses del ciclo de recomienzo del neoliberalismo en Argentina? Sucedió lo obvio: más pobreza e indigencia y mayor profundidad de ambos indicadores, más brecha y muchas menos chances de superar las carencias por parte de las familias afectadas. La historia vuelve a repetirse, estimados lectores de PERFIL.


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