Por Daniel Link para Perfil
Se conocieron los resultados de los
concursos para la provisión de directores de museos nacionales. De
todos los ganadores se informan los datos principales de curriculum,
salvo de quien ganó la dirección del Museo Casa
Ricardo Rojas, un mero nombre sin predicados.
El
ciudadano curioso se ve obligado a rastrear por si mismo los
antecedentes de la Sra. María Laura Mendoza (Internet es pródiga en
indiscreciones). Sus mejores méritos para ocupar ese cargo serían
un Doctorado en Ocio (sic), docencia en Marketing del Patrimonio en
la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (sic) y la
predilección, desde el comienzo del proceso, del ministro de la
cartera, el Sr. Pablo Avelluto.
El
resultado sorprende no sólo por los créditos horrísonos que
ostenta la ganadora de ese puesto, sino por los méritos de quienes
quedaron en el camino, profesionales que conocen al dedillo la obra
de Ricardo Rojas, el fundador de la Cátedra de Literatura Argentina
y cultor del nacionalismo espiritualista, y alguno de los cuales
participó incluso de la puesta museográfica de la Casa de Ricardo
Rojas, un ejemplo brillante de neocriollo que debemos a Ángel Guido,
quien se inspiró en el libro Eurindia.
Cabe
preguntarse qué marketing patrimonial se estará planeando para las
ideas de Rojas y para el nacionalismo que supo cultivar y, sobre
todo, en qué cesto de papeles habrán quedado los pedidos de
impugnaciones que se presentaron al concurso que (se dice) habría
violado más de un procedimiento.
Todo
suena muy penoso, pero en un país dominado por los contratistas del
Estado no habría que sorprenderse demasiado si mañana, en la calle
Charcas, la fachada que copia la de la casita de Tucumán albergara
un hotel boutique, un salón de fiestas o un quiosco de chucherías.
El ocio y el turismo habilitan a negocios semejantes.
La
memoria de Ricardo Rojas, cuya complejísima obra merece mejor
atención, ciertamente no.
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