La lectura: una vida...
por Pablo Díaz Marenghi para ArteZeta
Daniel Link es una de las voces más lúcidas de la crítica literaria contemporánea. Impacta por varias razones: una formación interdisciplinaria, un fuerte compromiso político por la igualdad en todos los aspectos, un involucramiento en el campo del conocimiento no sólo en las altas esferas de la Academia (Filosofía y Letras, CBC UBA, Joaquin V. Gonzalez, Gino Germani), sino también en el barro de la escuela secundaria. Es un apasionado por la crítica literaria aunque también por la ficción. Un trabajador editorial arduo, aprendió de Daniel Divinsky, en De La Flor, encargado de la curaduría de la obra de Rodolfo Walsh. En La lectura: una vida… (Ediciones Ampersand) abre el placard de sus memorias que aún están siendo contadas, las ordena y las expone con la prestancia de un docente. ¿Dónde radica el valor agregado de esta obra? Funciona como un itinerario de formación, citas e influencias para cualquier apasionado por la literatura. Además, atraviesa con fuerza a cualquier estudiante de alguna carrera humanística y a cualquier docente que intente contagiar con rabia esa misma pasión que Daniel Link contagia en las páginas de este libro.
lunes, 31 de julio de 2017
sábado, 29 de julio de 2017
Calidad de vida
Por Daniel Link para Perfil
La recepcionista del hotel montevideano
es argentina. Está contenta de haberse mudado con su novio y sus
tres gatos hace nueve meses. La razón principal fue la calidad de
vida, dice. Nada que ver con Buenos Aires. Las cinco personas que se
están registrando y que viajaron juntas a un congreso asienten con
tristeza rioplatense. Salieron de Buenos Aires el viernes, llegaron
al puerto de Montevideo, llamaron un uber que los dejó en el hotel
de Punta Carretas en quince minutos, por las Ramblas, un paseo
célebre por su belleza.
El domingo por la noche, al llegar al
puerto de Buenos Aires llovía descaradamente, los autos se
amontonaban sin ton ni son en la terminal portuaria y había muy
pocos taxis. Los que consiguieron uno, tuvieron que musitar el
destino. No todos fueron aceptados (“no voy para ese lado”). Los
afortunados que pasaron la primera prueba se enfrentaron con una
segunda: “Hasta ahí son 300 pesos” (un viaje normal habría
costado como mucho cien). Pagaron sin chistar y volvieron a
preguntarse por qué la ciudad de Buenos Aires avalaba la mafia de
los taxistas, que cobran lo que quieren y maltratan al pasajero.
El sistema de transporte de Buenos
Aires y su área metropolitana es desastroso: el cambio de horario de
los subterráneos nunca se concretó y los alumnos que terminan de
cursar materias a las once de la noche no pueden usarlos. Además,
como la ciudad es cada vez más compleja, resulta que no alcanzan a
llevar a nadie a ningún lado. Algunos soñaron en voz alta con la
estación Buquebús, la estación Aeroparque, la estación Ciudad
Universitaria, la estación Cid Campeador. Para qué... Aquí todo lo
arreglan con un cantero para conformar a otra mafia, la de los
colectiveros. “Somos rehenes”, dijeron, “de una forma de
liberalismo que ni siquiera se acerca al de Chile”. Santiago tiene
96 kilómetros de subterráneos y 101 estaciones. Buenos Aires,
apenas 53,9 km y 86 estaciones.
miércoles, 26 de julio de 2017
martes, 25 de julio de 2017
Dicen que...
Una pedagogía afectiva
por Alan Ojeda para Golosina Caníbal
Hace unas semanas presencié una discusión en torno a los dichos de un escritor sobre “X” libro. En esa discusión, uno de los participantes dijo: “Juzgar un libro es juzgar una vida”. No creo que nadie lo haya entendido como un postulado biograficista. Por el contrario, creo que todos los que presenciamos la discusión pensamos, automáticamente, en los libros leídos, en el tiempo dedicado, en la disposición del cuerpo y el espíritu al escribir, en las elecciones tomadas, en definitiva, el paso de vida impreso en la obra. Todo aquel que haya dedicado la vida a los libros, si mira atentamente, podrá observar a su alrededor una vasta red de amistades, anécdotas, experiencias decisivas y amores. Ese es el caso de La lectura: una vida… (Ampersand, 2017) de Daniel Link.
(¡gracias, Alan y Matías!)
por Alan Ojeda para Golosina Caníbal
Hace unas semanas presencié una discusión en torno a los dichos de un escritor sobre “X” libro. En esa discusión, uno de los participantes dijo: “Juzgar un libro es juzgar una vida”. No creo que nadie lo haya entendido como un postulado biograficista. Por el contrario, creo que todos los que presenciamos la discusión pensamos, automáticamente, en los libros leídos, en el tiempo dedicado, en la disposición del cuerpo y el espíritu al escribir, en las elecciones tomadas, en definitiva, el paso de vida impreso en la obra. Todo aquel que haya dedicado la vida a los libros, si mira atentamente, podrá observar a su alrededor una vasta red de amistades, anécdotas, experiencias decisivas y amores. Ese es el caso de La lectura: una vida… (Ampersand, 2017) de Daniel Link.
(¡gracias, Alan y Matías!)
sábado, 22 de julio de 2017
Una pista para Maduro
Por Daniel Link para Perfil
Si tuviera domicilio en la provincia de
Buenos Aires, su voto en las elecciones próximas tendría que
inclinarse en favor del oficialismo, pero la ciudad de Buenos Aires
le ahorrará ese agrietamiento de conciencia.
En menos de dos años, el barrio donde
pasa la mayoría de sus fines de semana, escuchando los delirios
narrativos de su madre, ha crecido mucho más que en los ocho años
previos de gestión sciolista e incluso más que considerando los
períodos de gobierno de Carlos Ruckauf y Felipe Solá. En suma, ha
habido más transformaciones estructurales en los dos años últimos
que en los previos dieciseis.
En primer lugar, el asfalto a cuatro
carriles de la ruta provincial 24 y el tendido de fibra óptica desde
Moreno hacia Rodríguez por la calle Carola Lorenzini. En segundo
término, las fuentes de trabajo que sus hijos critican con el
sarcasmo propio de los jóvenes como el avance del capitalismo
global: una estación de servicio, un supermercado, y ¡una
hamburguesería!, todo a quince minutos a pie de su casa. A diez
minutos en auto (que en medidas suburbanas se traduce en “a dos
puentes”), una sucursal del banco donde le depositan el sueldo, con
cajeros automáticos que expenden dinero y en los que se pueden
depositar cheques). Pronto, anuncian, el barrio se enriquecerá con
una pizzería nueva y un restaurante especializado en milanesas. Para
entonces ya habrán llegado las calles asfaltadas, las cloacas, el
agua corriente, la escuela nueva.
Hablando de narraciones delirantes, su
verdulero lo pone a prueba: en K41 van a poner también una agencia
de Hotesur, con un pedacito de glaciar para que visiten los pobres. Y
su madre sostiene que la ruta asfaltada encubre una pista de
aterrizaje desde donde despegarán los aviones que Argentina, aliada
con los Estados Unidos, mandará a Venezuela para derrocar al régimen
de Maduro.
Definivamente, aquél es su lugar real
e imaginario en el mundo.
jueves, 20 de julio de 2017
CBC
por Daniel Link para Código Frontera
Vuelvo a 1982. Cuando yo todavía no trabajaba en Ediciones de la Flor, Delfina Muschietti comenzó a dar clases en un profesorado privado de la calle Montevideo. Entre sus compañeros de trabajo estaban Renata Rocco-Cuzzi, Elvira Arnoux, Leopoldo Sosa Pujato. Por Renata Rocco-Cuzzi (quien años después se convertiría en pariente temporaria nuestra, gracias a una relación amorosa con el hermano de Delfina, Ulicho) conocí a Mónica Tamborenea, la protagonista de la novela de Matilde Sánchez, El desperdicio, a Adriana Rodríguez Pérsico, a Raúl Antelo, A Matilde Sánchez.
(...)
Recientemente fue publicado La lectura: una vida (Ampersand 2017), un libro donde Daniel Link* repasa su biografía a través de aquello que lo ha atravesado desde su infancia: los libros. En ese tour de force nos topamos, entre otras cosas, con su paso como profesor de la materia Semiología en el CBC, una etapa decisiva en su trabajo como docente. A continuación, con permiso del autor, les ofrecemos un fragmento del capítulo.
*
8.El Ciclo Básico Común. Leopoldo Sosa Pujato, Elvira Arnoux.Vuelvo a 1982. Cuando yo todavía no trabajaba en Ediciones de la Flor, Delfina Muschietti comenzó a dar clases en un profesorado privado de la calle Montevideo. Entre sus compañeros de trabajo estaban Renata Rocco-Cuzzi, Elvira Arnoux, Leopoldo Sosa Pujato. Por Renata Rocco-Cuzzi (quien años después se convertiría en pariente temporaria nuestra, gracias a una relación amorosa con el hermano de Delfina, Ulicho) conocí a Mónica Tamborenea, la protagonista de la novela de Matilde Sánchez, El desperdicio, a Adriana Rodríguez Pérsico, a Raúl Antelo, A Matilde Sánchez.
(...)
El oficial Copi
Por Daniel Link para Anfibia
Si bien Copi ya había sido
representado en un teatro oficial (una palabra en desuso que hoy ha
sido reemplazada por la más ambigua “públic@”), la llegada al
Cervantes de Eva Perón, su pieza más emblemática (aunque
seguramente no la mejor) marca un antes y un después no solamente en
relación con el reconocimiento del talento monstruoso del mejor
dramaturgo argentino de todos los tiempos sino en relación con un
puñadito de deudas que el teatro argentino había venido acumulando.
El alma y las formas A los
argentinos, Copi les llega tarde, como la historia entera. Es muy
probable que la responsabilidad sea del sentimiento peronista, que
atrasa irremediablemente, y con el que Eva Perón, recién
estrenada en el Teatro Nacional Cervantes, guarda una relación
intensa y plagada de contradicciones. Copi nos llega una vez que el
mundo entero ya ha comprendido las operaciones que propone y la
grandeza del impulso que habita en su obra.
Hace veinte o treinta años, tal vez
hubiera tenido algún sentido discutir si la pieza hiere
“la fibra más íntima del alma peronista" como sostuvo con
impecable retórica hegeliana Pablo Moyano y como ratificó
inmediatamente la Juventud
Sindical Nacional de la CGT a través de su secretario de Juventud y
Protección de la Niñez, el aeronavegante Juan Pablo Brey, que
encontró un respiro en sus anacrónicas protestas contra las
aerolíneas de bajo costo para pronunciarse contra una pieza que, en
relación con Eva Duarte, “representa una deshonra a su vivo
recuerdo".
El
alma herida del peronismo seguirá atormentándonos como un fantasma,
con sus balbuceos de muerto-vivo y su incapacidad para salir del pozo
de ignominia en el que se encuentra. No lo hará, sin embargo, a
costa de Copi, que fue capaz de resistir con su propio cuerpo la
fatwa
que sobre su cabeza (y la de sus familiares directos) pronunció el
peronismo en la década del setenta del siglo pasado, cuando la pieza
fue estrenada por primera vez en París.
“Con
mis amigos”, rememora un peronista de fuste y hoy con gran
predicamento, “salimos entonces a arrancar adoquines de las calles
para arrojarlos contra las vidrieras de Renault y de Citröen”.
Eso
también forma parte del archivo peronista, tanto como la imagen de
Evita capitana, o la “mujer del látigo”, la ópera rock y las
relaciones de poder de un coronel del ejército (luego general) con
la masa peronista que, en el momento en que consideró que un rostro
la sintetizaba, comenzó a perder su potencia revolucionaria, poco a
poco.
Si Arkhé es tanto origen como mandato, la arqueología que Copi practica cuando revuelve archivos patrióticos y memorias familiares para hacer su teatro, sus novelas y sus tiras cómicas, tiene una función desestabilizadora respecto del conocimiento y sus funciones institucionales. Es lo que últimamente se ha estabilizado bajo el nombre (un poco equívoco) de “anarchivo”. El anarchivo sólo puede ser un prototipo y por tanto es extitucional, mundano y provisional. En Copi, la práctica del anarchivismo se toca con una idea de teatro del mundo, que sirve como instrumento para proyectar las condiciones de posibilidad de lo viviente a un futuro siempre utópico o atópico, hiperespacial, monstruoso. Los saberes que produce su teatro son necesariamente subalternos porque participan antes de lo común que de lo universal.
Lo “público” es la expresión de lo que se diseña o propone para todos, lo común en cambio sólo puede existir en la medida en que se co-produce entre todos. Lo público supone una abstracción biopolítica como la que evocamos al usar la noción de ciudadanía (proliferativa, ciega, omnipresente y universalizante). Lo público esta habitado por normas, abstracciones y estándares. Lo común sobrevive entre minorías, resistencias y excepciones.
Lo que el teatro de Copi nos dio y nos sigue dando es la posibilidad de explicar lo que hemos vivido y sobre lo que nos faltan las palabras para decirlo. El acontecimiento peronista es, naturalmente, una de esas figuras obsesivas (para Copi, pero también para nosotros). Contra la imagen pública de Evita (ésta o aquella), Copi propone una acción común (que él llama, sencillamente, teatro) que desestabilice la imagen como cosa muerta, como predicado de un “alma peronista” inmortal y la pone a andar por el mundo.
Decir Copi Dejemos las salpicaduras peronistas de lado, concentrémonos en Copi y su teatro.
Raúl Damonte Botana (1939-1987) fue el nombre civil de quien será será este año recordado a través de brillantes tesis de maestría y doctorado, libros, puestas en teatros oficiales y del circuito alternativo, muestras de obra gráfica en la Biblioteca Nacional (que estuvieron antes en otras partes del mundo, lo que constituye un acontecimiento planetario del que no podemos jactarnos demasiado todavía: nos cuesta abrazar la causa Copi y decir que él es el más grande entre los grandes y que, por él, estamos dispuestos a seguir adelante con la literatura, el teatro y las micropolíticas que sostienen lo viviente en su multiplicidad.
Mucho de lo que Copi produjo hoy ya no produce escándalo y está bien que así sea porque el escándalo no era el motor de su obra, sino apenas una herramienta para liberar las zonas más primarias de una imaginación cada vez más amortiguada por presión de la cultura y sus habituales vilezas. El teatro de Copi propone los parlamentos más difíciles de desempeñar y los diálogos más imposibles de decir porque todavía no hay una conciencia emancipatoria que permita comprenderlos del todo.
El encargo que el Teatro Nacional Cervantes (dirigido por Alejandro Tantanián) hizo a Marcial di Fonzo Bo, quien había desempeñado previamente una Evita que muchos recuerdan como memorable, incluyó El homosexual o su dificultad de expresarse y Eva Perón en una función doble.
Nada hacía prever que en el espectáculo brindado por el Cervantes, El homosexual... (cuyo texto es posterior al de Eva Perón, y mucho más complejo) ocupara el primer lugar, separada de Eva Perón por una performance bastante siniestra a cargo de Gustavo Liza, innecesaria, mal desempeñada y que perturba la comprensión de un universo que, si no se explicara por sí solo, menos lo haría a través del conjunto de indicaciones pedagógicas que decidieron incluirse en un montaje que no las necesitaba.
La escenografía de Oria Puppo para las dos obras es soberbia (mucho más elegante para El homosexual que para Eva Perón) y el vestuario de Renata Schuscheim adecuado en las dos piezas.
De la dirección general y la toma de partido habrá que hablar por partes.
El homosexual o su dificultad de expresarse dice, desde su título que parodia el título moralizante de las novelas de la Ilustración (Cándido o el optimismo, Justine o los infortunios de la virtud, Pamela o la virtud recompensada), algo que el texto de la pieza subraya: los nombres propios y las categorías son apenas el espacio de interrogación de una moral y de una ética. En el caso de Copi, se trata de una ética salvaje que desprecia todos los lugares comunes y se proyecta hacia un futuro donde no se sabe bien (y nunca se sabrá) qué asignación de género corresponde a determinados acontecimientos de discurso. Irina es presentada como una chica que vive en la estepa siberiana con su madre y que ha dejado de tomar lecciones de piano con la señora Garbo. A esos tres personajes principales se suman Garbenko y el General Pushkin. Entre todes, planean una huida hacia China.
En distintos momentos de la pieza, Irina aborta analmente, se quiebra una pierna, luego se mete un ratón en el culo (el episodio fue eliminado de la versión que se ve en el Cervantes, por razones inexplicables) y finalmente se corta la lengua.
De los tres actores principales de la puesta, descolla Hernán Franco en la piel de Garbo, quien junto con Carlos Defeo (que hace aquí el muy secundario papel de Garbenko y en Eva Perón el fundamental de la Madre) sostienen performances memorables y que, por si mismas, justifican el espectáculo entero.
Cualquier corte, en una pieza que fue concebida como una intervención cortante (respecto de todas las tradiciones y en relación con todos los archivos teatrales) resulta, en principio, sospechoso (sino abusivo). Mucho más si viene con añadidos incomprensibles como la cantante china que no consigue hacer su lip sync y que, en otras latitudes, habría merecido un unánime “sashay away”).
En la escena IX de la pieza, Garbo interroga a Irina y Hernán Franco aprovecha esos diálogos para ofrecer una performance memorable, precisa en cada uno de movimientos, angustiante en cada una de sus repeticiones y que, a través de un crescendo demencial, lleva a la platea al punto exacto de locura común que Copi había previsto. Es una pena que no se le dé al actor la posibilidad de recibir el reconocimiento (el aplauso) que se merece.
Después de un intervalo sobre el que nada puede decirse salvo la pena que provoca, Eva Perón se revela como otra cosa.
El extraño partido que el director tomó para el tono de la pieza la lleva al realismo trágico (también aquí hay agregados: retratos y gigantografías de Eva Duarte, un discurso radial de la líder). Si Benjamín Vicuña necesitaba de esa capitis deminutio de una pieza que habría funcionado mejor en un registro delirante, hay que reconocer que aprovecha la decisión del director y ofrece una Evita que, si no es la que se esperaba, es muy sólida y consistente. Aunque Carlos Defeo, como la madre, funciona como quien organiza todo el juego teatral (y lo hace brillantemente), Vicuña encuentra (antes con su voz que con su cuerpo) una Evita para salir del difícil paso en el que la producción lo ponía. Una vez más, los números musicales añadidos son incomprensibles e innecesarios.
Una Evita, hay que decirlo, hecha para el gusto del peronismo, que no es ni bueno ni malo sino, sencillamente, incorregible.
Que los líderes sindicales no hayan podido ver, en estos días, el homenaje que la puesta del Cervantes significa a uno de sus más fervorosos símbolos y que la haya considerado “una afrenta a los sentimientos de los más humildes” no habla mal de Copi, ni del Cervantes, ni de Vicuña ni de Marcial di Fonzo Bo sino de la conciencia peronista, ya abandonada incluso por su última figura trágica.
miércoles, 19 de julio de 2017
domingo, 16 de julio de 2017
viernes, 14 de julio de 2017
Preguntan si...
Se chocan los planetas
Por Mariano López Seoane para Soy
Atesorado durante mucho tiempo como un nombre secreto, contraseña conocida solo por entendidas, el nombre de Copi empezó a diseminarse hace unos años y hoy, con el estreno de su obra Eva Perón, gana la centralidad y el brillo que le corresponde. Atenta a menudencias como el género y la vida privada del actor que compone a Eva, la prensa no especializada empezó a paladear este sobrenombre compacto, tan sucinto que sólo puede deber su existencia al artificio. Notas sobre la obra, discusiones sobre su misterioso signatario, reacciones alarmadas o tibiamente simpáticas. En suma, manoseo del nombre y circulación que no deja marca. Ojo. Esto no es protesta. Es necesario que el nombre de Copi se vuelva tan corriente como el de Borges y todos los demás. Pero es aún más necesario contar con la guía de un crítico loco, capaz de alcanzar las alturas de Copi sin apunarse. Es reconfortante saber que no tenemos que esperar la llegada de un Mesías. Ése crítico ya existe y se llama Daniel Link.
Por Mariano López Seoane para Soy
Atesorado durante mucho tiempo como un nombre secreto, contraseña conocida solo por entendidas, el nombre de Copi empezó a diseminarse hace unos años y hoy, con el estreno de su obra Eva Perón, gana la centralidad y el brillo que le corresponde. Atenta a menudencias como el género y la vida privada del actor que compone a Eva, la prensa no especializada empezó a paladear este sobrenombre compacto, tan sucinto que sólo puede deber su existencia al artificio. Notas sobre la obra, discusiones sobre su misterioso signatario, reacciones alarmadas o tibiamente simpáticas. En suma, manoseo del nombre y circulación que no deja marca. Ojo. Esto no es protesta. Es necesario que el nombre de Copi se vuelva tan corriente como el de Borges y todos los demás. Pero es aún más necesario contar con la guía de un crítico loco, capaz de alcanzar las alturas de Copi sin apunarse. Es reconfortante saber que no tenemos que esperar la llegada de un Mesías. Ése crítico ya existe y se llama Daniel Link.
miércoles, 12 de julio de 2017
sábado, 8 de julio de 2017
Pan y circo
Por Daniel Link para Perfil
A la dueña del circo romano le dijeron
que ya no podía poner a bárbaros de tierras lejanas a matarse entre
si para regocijo de la plebe. Tampoco convenía que expusiera
públicamente el gabinete de monstruos con el que ella tanto se
regocijaba entre afeite y peinado. Esas curiosidades, que a ella la
entretenían tanto, estimulaban su escasísima curiosidad porque las
criaturas le parecían casi humanas y ella quería compartir su
perplejidad con todos y cualquiera. Pero no, aparentemente se había
impuesto una nueva antropología, derivada de la doctrina de la secta
del pez, que pretendía proteger la vida incondicionalmente y en
todas sus formas. “¿Todas?”, preguntó aspirando aire desde su
boca hasta sus exhuberantes caderas. Sí, todas, le contestaron. Le
rogaron que cuidara un poco sus intervenciones públicas y que, de
ser posible, pensara antes de hablar no tanto en cómo la veían los
demás sino en el efecto de sus dichos. “Un animal extinto no puede
aparecer vivo”, le subrayaron, y la justicia por mano propia no
está bien vista en el territorio del Imperio. Hizo mohines que en su
cara encerada parecieron muecas.
Algo tenía que dar a cambio de todo lo
que había obtenido de los seguidores de sus espectáculos. Ella se
había enriquecido gracias a una fidelidad incondicional por parte de
la plebe, que aprobaba todos sus caprichos. A cambio, ella les
prometía cosas: amor, dinero (que en verdad nunca les llegaba en las
cantidades esperadas), fantasías de progreso. Pero si le prohibían
los monstruos, los combates a muerte, la propagandización de las
armas y le reclamaban que se sensibilizara a la vulnerabilidad de las
mujeres, ¿qué le quedaba? ¿Leer tratados filosóficos en alta voz?
“Celebremos la vida”, le dijo a sus
colaboradores, “con una carrera”. Carreras de galgos, imposible.
Las instalaciones no están preparadas para eso, le dijeron. Y
además, las matronas van a poner el grito de “explotación animal”
en el cielo. Bueno, que sea de infantes, propuso. Si son como
animalitos, e incluso más adorables. El ganador se llevará grandes
premios. Bah, sus padres, porque los infantes no son ni sujetos
jurídicos ni hablan.
Eso sí, pidió la dueña del circo: no
me dejen hablando a mí sola con articulaciones de pelotuda. Cuando
aparezcan los bebés todos hablemos como los subnormales que creemos
que son.
Por más que su carrera se acercara al
ocaso, ella quería brillar hasta el último minuto.
jueves, 6 de julio de 2017
sábado, 1 de julio de 2017
Libre o laica
Por Daniel Link para Perfil
No tiene prejuicios contra Macri, y
tampoco le gusta pronunciar la palabra “neoliberalismo” como si
eso lo explicara todo. Pero ha analizado puntualmente algunas
políticas y lo subleva el rumbo que va tomando la gestión de
Cambiemos. No es sorprendente la antipatía que genera en casi todos
los sectores.
Con las variables macroeconómicas no
se mete, porque tendría que saber más para poder analizar esos
asuntos con cierta autoridad, pero la microeconomía se acelera en
una sola dirección: hacia abajo. En Educación, en Cultura, en
Investigación, en Derechos humanos y en Salud, las políticas han
sido más bien regresivas y sin hipótesis de futuro.
Ahora, acaba de leerlo y
se le heló la sangre, la Comisión parlamentaria de Relaciones
Exteriores y Culto tratará un proyecto de “ley de libertad
religiosa”. Hasta donde él sabe, Argentina es un Estado más bien
laico (aunque las personas tributen impuestos a las iglesias sin
saber ni cuánto ni por qué y el Tedeum haya vuelto a la agenda
presidencial). Si la intención es relegar las disposiciones del
Estado que favorecen al culto católico para favorecer uno de corte
pluriconfesional, se podría mirar con cierta simpatía un proceso
que debería desembocar en un Estado absolutamente
laico (para lo cual se impone una reforma constitucional). Pero
mientras siga en vigencia la Ley
Provincial de Educación 7546, promovida por el Sr. Urtubey en 2008,
que ratificó la enseñanza religiosa en escuelas primarias públicas
salteñas, no parece ser ése el caso.