lunes, 31 de julio de 2017

Dicen que...

La lectura: una vida...

por Pablo Díaz Marenghi para ArteZeta

Daniel Link es una de las voces más lúcidas de la crítica literaria contemporánea. Impacta por varias razones: una formación interdisciplinaria, un fuerte compromiso político por la igualdad en todos los aspectos, un involucramiento en el campo del conocimiento no sólo en las altas esferas de la Academia (Filosofía y Letras, CBC UBA, Joaquin V. Gonzalez, Gino Germani), sino también en el barro de la escuela secundaria. Es un apasionado por la crítica literaria aunque también por la ficción. Un trabajador editorial arduo, aprendió de Daniel Divinsky, en De La Flor, encargado de la curaduría de la obra de Rodolfo Walsh. En La lectura: una vida… (Ediciones Ampersand) abre el placard de sus memorias que aún están siendo contadas, las ordena y las expone con la prestancia de un docente. ¿Dónde radica el valor agregado de esta obra? Funciona como un itinerario de formación, citas e influencias para cualquier apasionado por la literatura. Además, atraviesa con fuerza a cualquier estudiante de alguna carrera humanística y a cualquier docente que intente contagiar con rabia esa misma pasión que Daniel Link contagia en las páginas de este libro. 


sábado, 29 de julio de 2017

Calidad de vida


Por Daniel Link para Perfil

La recepcionista del hotel montevideano es argentina. Está contenta de haberse mudado con su novio y sus tres gatos hace nueve meses. La razón principal fue la calidad de vida, dice. Nada que ver con Buenos Aires. Las cinco personas que se están registrando y que viajaron juntas a un congreso asienten con tristeza rioplatense. Salieron de Buenos Aires el viernes, llegaron al puerto de Montevideo, llamaron un uber que los dejó en el hotel de Punta Carretas en quince minutos, por las Ramblas, un paseo célebre por su belleza.
El domingo por la noche, al llegar al puerto de Buenos Aires llovía descaradamente, los autos se amontonaban sin ton ni son en la terminal portuaria y había muy pocos taxis. Los que consiguieron uno, tuvieron que musitar el destino. No todos fueron aceptados (“no voy para ese lado”). Los afortunados que pasaron la primera prueba se enfrentaron con una segunda: “Hasta ahí son 300 pesos” (un viaje normal habría costado como mucho cien). Pagaron sin chistar y volvieron a preguntarse por qué la ciudad de Buenos Aires avalaba la mafia de los taxistas, que cobran lo que quieren y maltratan al pasajero.
El sistema de transporte de Buenos Aires y su área metropolitana es desastroso: el cambio de horario de los subterráneos nunca se concretó y los alumnos que terminan de cursar materias a las once de la noche no pueden usarlos. Además, como la ciudad es cada vez más compleja, resulta que no alcanzan a llevar a nadie a ningún lado. Algunos soñaron en voz alta con la estación Buquebús, la estación Aeroparque, la estación Ciudad Universitaria, la estación Cid Campeador. Para qué... Aquí todo lo arreglan con un cantero para conformar a otra mafia, la de los colectiveros. “Somos rehenes”, dijeron, “de una forma de liberalismo que ni siquiera se acerca al de Chile”. Santiago tiene 96 kilómetros de subterráneos y 101 estaciones. Buenos Aires, apenas 53,9 km y 86 estaciones. 


miércoles, 26 de julio de 2017

martes, 25 de julio de 2017

Dicen que...

Una pedagogía afectiva

por Alan Ojeda para Golosina Caníbal

Hace unas semanas presencié una discusión en torno a los dichos de un escritor sobre “X” libro. En esa discusión, uno de los participantes dijo: “Juzgar un libro es juzgar una vida”. No creo que nadie lo haya entendido como un postulado biograficista. Por el contrario, creo que todos los que presenciamos la discusión pensamos, automáticamente, en los libros leídos, en el tiempo dedicado, en la disposición del cuerpo y el espíritu al escribir, en las elecciones tomadas, en definitiva, el paso de vida impreso en la obra. Todo aquel que haya dedicado la vida a los libros, si mira atentamente, podrá observar a su alrededor una vasta red de amistades, anécdotas, experiencias decisivas y amores. Ese es el caso de La lectura: una vida… (Ampersand, 2017) de Daniel Link. 

(¡gracias, Alan y Matías!) 


sábado, 22 de julio de 2017

Una pista para Maduro


Por Daniel Link para Perfil

Si tuviera domicilio en la provincia de Buenos Aires, su voto en las elecciones próximas tendría que inclinarse en favor del oficialismo, pero la ciudad de Buenos Aires le ahorrará ese agrietamiento de conciencia.
En menos de dos años, el barrio donde pasa la mayoría de sus fines de semana, escuchando los delirios narrativos de su madre, ha crecido mucho más que en los ocho años previos de gestión sciolista e incluso más que considerando los períodos de gobierno de Carlos Ruckauf y Felipe Solá. En suma, ha habido más transformaciones estructurales en los dos años últimos que en los previos dieciseis.
En primer lugar, el asfalto a cuatro carriles de la ruta provincial 24 y el tendido de fibra óptica desde Moreno hacia Rodríguez por la calle Carola Lorenzini. En segundo término, las fuentes de trabajo que sus hijos critican con el sarcasmo propio de los jóvenes como el avance del capitalismo global: una estación de servicio, un supermercado, y ¡una hamburguesería!, todo a quince minutos a pie de su casa. A diez minutos en auto (que en medidas suburbanas se traduce en “a dos puentes”), una sucursal del banco donde le depositan el sueldo, con cajeros automáticos que expenden dinero y en los que se pueden depositar cheques). Pronto, anuncian, el barrio se enriquecerá con una pizzería nueva y un restaurante especializado en milanesas. Para entonces ya habrán llegado las calles asfaltadas, las cloacas, el agua corriente, la escuela nueva.
Hablando de narraciones delirantes, su verdulero lo pone a prueba: en K41 van a poner también una agencia de Hotesur, con un pedacito de glaciar para que visiten los pobres. Y su madre sostiene que la ruta asfaltada encubre una pista de aterrizaje desde donde despegarán los aviones que Argentina, aliada con los Estados Unidos, mandará a Venezuela para derrocar al régimen de Maduro.
Definivamente, aquél es su lugar real e imaginario en el mundo.



CBC

por Daniel Link para Código Frontera

Recientemente fue publicado La lectura: una vida (Ampersand 2017),  un libro donde Daniel Link* repasa su biografía a través de aquello que lo ha atravesado desde su infancia: los libros. En ese tour de force nos topamos, entre otras cosas, con su paso como profesor de la materia Semiología en el CBC, una etapa decisiva en su trabajo como docente. A continuación, con permiso del autor, les ofrecemos un fragmento del capítulo.

*

8.El Ciclo Básico Común. Leopoldo Sosa Pujato, Elvira Arnoux.

Vuelvo a 1982. Cuando yo todavía no trabajaba en Ediciones de la Flor, Delfina Muschietti comenzó a dar clases en un profesorado privado de la calle Montevideo. Entre sus compañeros de trabajo estaban Renata Rocco-Cuzzi, Elvira Arnoux, Leopoldo Sosa Pujato. Por Renata Rocco-Cuzzi (quien años después se convertiría en pariente temporaria nuestra, gracias a una relación amorosa con el hermano de Delfina, Ulicho) conocí a Mónica Tamborenea, la protagonista de la novela de Matilde Sánchez, El desperdicio, a Adriana Rodríguez Pérsico, a Raúl Antelo, A Matilde Sánchez.

(...)

 

El oficial Copi


Por Daniel Link para Anfibia 

Si bien Copi ya había sido representado en un teatro oficial (una palabra en desuso que hoy ha sido reemplazada por la más ambigua “públic@”), la llegada al Cervantes de Eva Perón, su pieza más emblemática (aunque seguramente no la mejor) marca un antes y un después no solamente en relación con el reconocimiento del talento monstruoso del mejor dramaturgo argentino de todos los tiempos sino en relación con un puñadito de deudas que el teatro argentino había venido acumulando.

El alma y las formas A los argentinos, Copi les llega tarde, como la historia entera. Es muy probable que la responsabilidad sea del sentimiento peronista, que atrasa irremediablemente, y con el que Eva Perón, recién estrenada en el Teatro Nacional Cervantes, guarda una relación intensa y plagada de contradicciones. Copi nos llega una vez que el mundo entero ya ha comprendido las operaciones que propone y la grandeza del impulso que habita en su obra.
Hace veinte o treinta años, tal vez hubiera tenido algún sentido discutir si la pieza hiere “la fibra más íntima del alma peronista" como sostuvo con impecable retórica hegeliana Pablo Moyano y como ratificó inmediatamente la Juventud Sindical Nacional de la CGT a través de su secretario de Juventud y Protección de la Niñez, el aeronavegante Juan Pablo Brey, que encontró un respiro en sus anacrónicas protestas contra las aerolíneas de bajo costo para pronunciarse contra una pieza que, en relación con Eva Duarte, “representa una deshonra a su vivo recuerdo".
El alma herida del peronismo seguirá atormentándonos como un fantasma, con sus balbuceos de muerto-vivo y su incapacidad para salir del pozo de ignominia en el que se encuentra. No lo hará, sin embargo, a costa de Copi, que fue capaz de resistir con su propio cuerpo la fatwa que sobre su cabeza (y la de sus familiares directos) pronunció el peronismo en la década del setenta del siglo pasado, cuando la pieza fue estrenada por primera vez en París.
Con mis amigos”, rememora un peronista de fuste y hoy con gran predicamento, “salimos entonces a arrancar adoquines de las calles para arrojarlos contra las vidrieras de Renault y de Citröen”.
Eso también forma parte del archivo peronista, tanto como la imagen de Evita capitana, o la “mujer del látigo”, la ópera rock y las relaciones de poder de un coronel del ejército (luego general) con la masa peronista que, en el momento en que consideró que un rostro la sintetizaba, comenzó a perder su potencia revolucionaria, poco a poco.
Si Arkhé es tanto origen como mandato, la arqueología que Copi practica cuando revuelve archivos patrióticos y memorias familiares para hacer su teatro, sus novelas y sus tiras cómicas, tiene una función desestabilizadora respecto del conocimiento y sus funciones institucionales. Es lo que últimamente se ha estabilizado bajo el nombre (un poco equívoco) de “anarchivo”. El anarchivo sólo puede ser un prototipo y por tanto es extitucional, mundano y provisional.
En Copi, la práctica del anarchivismo se toca con una idea de teatro del mundo, que sirve como instrumento para proyectar las condiciones de posibilidad de lo viviente a un futuro siempre utópico o atópico, hiperespacial, monstruoso. Los saberes que produce su teatro son necesariamente subalternos porque participan antes de lo común que de lo universal.
Lo “público” es la expresión de lo que se diseña o propone para todos, lo común en cambio sólo puede existir en la medida en que se co-produce entre todos. Lo público supone una abstracción biopolítica como la que evocamos al usar la noción de ciudadanía (proliferativa, ciega, omnipresente y universalizante). Lo público esta habitado por normas, abstracciones y estándares. Lo común sobrevive entre minorías, resistencias y excepciones.
Lo que el teatro de Copi nos dio y nos sigue dando es la posibilidad de explicar lo que hemos vivido y sobre lo que nos faltan las palabras para decirlo. El acontecimiento peronista es, naturalmente, una de esas figuras obsesivas (para Copi, pero también para nosotros). Contra la imagen pública de Evita (ésta o aquella), Copi propone una acción común (que él llama, sencillamente, teatro) que desestabilice la imagen como cosa muerta, como predicado de un “alma peronista” inmortal y la pone a andar por el mundo.


Decir Copi
Dejemos las salpicaduras peronistas de lado, concentrémonos en Copi y su teatro.
Raúl Damonte Botana (1939-1987) fue el nombre civil de quien será será este año recordado a través de brillantes tesis de maestría y doctorado, libros, puestas en teatros oficiales y del circuito alternativo, muestras de obra gráfica en la Biblioteca Nacional (que estuvieron antes en otras partes del mundo, lo que constituye un acontecimiento planetario del que no podemos jactarnos demasiado todavía: nos cuesta abrazar la causa Copi y decir que él es el más grande entre los grandes y que, por él, estamos dispuestos a seguir adelante con la literatura, el teatro y las micropolíticas que sostienen lo viviente en su multiplicidad.
Mucho de lo que Copi produjo hoy ya no produce escándalo y está bien que así sea porque el escándalo no era el motor de su obra, sino apenas una herramienta para liberar las zonas más primarias de una imaginación cada vez más amortiguada por presión de la cultura y sus habituales vilezas. El teatro de Copi propone los parlamentos más difíciles de desempeñar y los diálogos más imposibles de decir porque todavía no hay una conciencia emancipatoria que permita comprenderlos del todo.
El encargo que el Teatro Nacional Cervantes (dirigido por Alejandro Tantanián) hizo a Marcial di Fonzo Bo, quien había desempeñado previamente una Evita que muchos recuerdan como memorable, incluyó El homosexual o su dificultad de expresarse y Eva Perón en una función doble.
Nada hacía prever que en el espectáculo brindado por el Cervantes, El homosexual... (cuyo texto es posterior al de Eva Perón, y mucho más complejo) ocupara el primer lugar, separada de Eva Perón por una performance bastante siniestra a cargo de Gustavo Liza, innecesaria, mal desempeñada y que perturba la comprensión de un universo que, si no se explicara por sí solo, menos lo haría a través del conjunto de indicaciones pedagógicas que decidieron incluirse en un montaje que no las necesitaba.
La escenografía de Oria Puppo para las dos obras es soberbia (mucho más elegante para El homosexual que para Eva Perón) y el vestuario de Renata Schuscheim adecuado en las dos piezas.
De la dirección general y la toma de partido habrá que hablar por partes.
El homosexual o su dificultad de expresarse dice, desde su título que parodia el título moralizante de las novelas de la Ilustración (Cándido o el optimismo, Justine o los infortunios de la virtud, Pamela o la virtud recompensada), algo que el texto de la pieza subraya: los nombres propios y las categorías son apenas el espacio de interrogación de una moral y de una ética. En el caso de Copi, se trata de una ética salvaje que desprecia todos los lugares comunes y se proyecta hacia un futuro donde no se sabe bien (y nunca se sabrá) qué asignación de género corresponde a determinados acontecimientos de discurso. Irina es presentada como una chica que vive en la estepa siberiana con su madre y que ha dejado de tomar lecciones de piano con la señora Garbo. A esos tres personajes principales se suman Garbenko y el General Pushkin. Entre todes, planean una huida hacia China.
En distintos momentos de la pieza, Irina aborta analmente, se quiebra una pierna, luego se mete un ratón en el culo (el episodio fue eliminado de la versión que se ve en el Cervantes, por razones inexplicables) y finalmente se corta la lengua.
De los tres actores principales de la puesta, descolla Hernán Franco en la piel de Garbo, quien junto con Carlos Defeo (que hace aquí el muy secundario papel de Garbenko y en Eva Perón el fundamental de la Madre) sostienen performances memorables y que, por si mismas, justifican el espectáculo entero.
Cualquier corte, en una pieza que fue concebida como una intervención cortante (respecto de todas las tradiciones y en relación con todos los archivos teatrales) resulta, en principio, sospechoso (sino abusivo). Mucho más si viene con añadidos incomprensibles como la cantante china que no consigue hacer su lip sync y que, en otras latitudes, habría merecido un unánime “sashay away”).
En la escena IX de la pieza, Garbo interroga a Irina y Hernán Franco aprovecha esos diálogos para ofrecer una performance memorable, precisa en cada uno de movimientos, angustiante en cada una de sus repeticiones y que, a través de un crescendo demencial, lleva a la platea al punto exacto de locura común que Copi había previsto. Es una pena que no se le dé al actor la posibilidad de recibir el reconocimiento (el aplauso) que se merece.
Después de un intervalo sobre el que nada puede decirse salvo la pena que provoca, Eva Perón se revela como otra cosa.
El extraño partido que el director tomó para el tono de la pieza la lleva al realismo trágico (también aquí hay agregados: retratos y gigantografías de Eva Duarte, un discurso radial de la líder). Si Benjamín Vicuña necesitaba de esa capitis deminutio de una pieza que habría funcionado mejor en un registro delirante, hay que reconocer que aprovecha la decisión del director y ofrece una Evita que, si no es la que se esperaba, es muy sólida y consistente. Aunque Carlos Defeo, como la madre, funciona como quien organiza todo el juego teatral (y lo hace brillantemente), Vicuña encuentra (antes con su voz que con su cuerpo) una Evita para salir del difícil paso en el que la producción lo ponía. Una vez más, los números musicales añadidos son incomprensibles e innecesarios.
Una Evita, hay que decirlo, hecha para el gusto del peronismo, que no es ni bueno ni malo sino, sencillamente, incorregible.
Que los líderes sindicales no hayan podido ver, en estos días, el homenaje que la puesta del Cervantes significa a uno de sus más fervorosos símbolos y que la haya considerado “una afrenta a los sentimientos de los más humildes” no habla mal de Copi, ni del Cervantes, ni de Vicuña ni de Marcial di Fonzo Bo sino de la conciencia peronista, ya abandonada incluso por su última figura trágica. 


domingo, 16 de julio de 2017

Dicen que...

La otra trama

por Diego de Angelis para Inrockuptibles (Buenos Aires: julio de 2017)



viernes, 14 de julio de 2017

Preguntan si...

Se chocan los planetas

Por Mariano López Seoane para Soy

Atesorado durante mucho tiempo como un nombre secreto, contraseña conocida solo por entendidas, el nombre de Copi empezó a diseminarse hace unos años y hoy, con el estreno de su obra Eva Perón, gana la centralidad y el brillo que le corresponde. Atenta a menudencias como el género y la vida privada del actor que compone a Eva, la prensa no especializada empezó a paladear este sobrenombre compacto, tan sucinto que sólo puede deber su existencia al artificio. Notas sobre la obra, discusiones sobre su misterioso signatario, reacciones alarmadas o tibiamente simpáticas. En suma, manoseo del nombre y circulación que no deja marca. Ojo. Esto no es protesta. Es necesario que el nombre de Copi se vuelva tan corriente como el de Borges y todos los demás. Pero es aún más necesario contar con la guía de un crítico loco, capaz de alcanzar las alturas de Copi sin apunarse. Es reconfortante saber que no tenemos que esperar la llegada de un Mesías. Ése crítico ya existe y se llama Daniel Link.


sábado, 8 de julio de 2017

Pan y circo


Por Daniel Link para Perfil

A la dueña del circo romano le dijeron que ya no podía poner a bárbaros de tierras lejanas a matarse entre si para regocijo de la plebe. Tampoco convenía que expusiera públicamente el gabinete de monstruos con el que ella tanto se regocijaba entre afeite y peinado. Esas curiosidades, que a ella la entretenían tanto, estimulaban su escasísima curiosidad porque las criaturas le parecían casi humanas y ella quería compartir su perplejidad con todos y cualquiera. Pero no, aparentemente se había impuesto una nueva antropología, derivada de la doctrina de la secta del pez, que pretendía proteger la vida incondicionalmente y en todas sus formas. “¿Todas?”, preguntó aspirando aire desde su boca hasta sus exhuberantes caderas. Sí, todas, le contestaron. Le rogaron que cuidara un poco sus intervenciones públicas y que, de ser posible, pensara antes de hablar no tanto en cómo la veían los demás sino en el efecto de sus dichos. “Un animal extinto no puede aparecer vivo”, le subrayaron, y la justicia por mano propia no está bien vista en el territorio del Imperio. Hizo mohines que en su cara encerada parecieron muecas.
Algo tenía que dar a cambio de todo lo que había obtenido de los seguidores de sus espectáculos. Ella se había enriquecido gracias a una fidelidad incondicional por parte de la plebe, que aprobaba todos sus caprichos. A cambio, ella les prometía cosas: amor, dinero (que en verdad nunca les llegaba en las cantidades esperadas), fantasías de progreso. Pero si le prohibían los monstruos, los combates a muerte, la propagandización de las armas y le reclamaban que se sensibilizara a la vulnerabilidad de las mujeres, ¿qué le quedaba? ¿Leer tratados filosóficos en alta voz?
“Celebremos la vida”, le dijo a sus colaboradores, “con una carrera”. Carreras de galgos, imposible. Las instalaciones no están preparadas para eso, le dijeron. Y además, las matronas van a poner el grito de “explotación animal” en el cielo. Bueno, que sea de infantes, propuso. Si son como animalitos, e incluso más adorables. El ganador se llevará grandes premios. Bah, sus padres, porque los infantes no son ni sujetos jurídicos ni hablan.
Eso sí, pidió la dueña del circo: no me dejen hablando a mí sola con articulaciones de pelotuda. Cuando aparezcan los bebés todos hablemos como los subnormales que creemos que son.
Por más que su carrera se acercara al ocaso, ella quería brillar hasta el último minuto. 




sábado, 1 de julio de 2017

Libre o laica


Por Daniel Link para Perfil

No tiene prejuicios contra Macri, y tampoco le gusta pronunciar la palabra “neoliberalismo” como si eso lo explicara todo. Pero ha analizado puntualmente algunas políticas y lo subleva el rumbo que va tomando la gestión de Cambiemos. No es sorprendente la antipatía que genera en casi todos los sectores.
Con las variables macroeconómicas no se mete, porque tendría que saber más para poder analizar esos asuntos con cierta autoridad, pero la microeconomía se acelera en una sola dirección: hacia abajo. En Educación, en Cultura, en Investigación, en Derechos humanos y en Salud, las políticas han sido más bien regresivas y sin hipótesis de futuro.
Ahora, acaba de leerlo y se le heló la sangre, la Comisión parlamentaria de Relaciones Exteriores y Culto tratará un proyecto de “ley de libertad religiosa”. Hasta donde él sabe, Argentina es un Estado más bien laico (aunque las personas tributen impuestos a las iglesias sin saber ni cuánto ni por qué y el Tedeum haya vuelto a la agenda presidencial). Si la intención es relegar las disposiciones del Estado que favorecen al culto católico para favorecer uno de corte pluriconfesional, se podría mirar con cierta simpatía un proceso que debería desembocar en un Estado absolutamente laico (para lo cual se impone una reforma constitucional). Pero mientras siga en vigencia la Ley Provincial de Educación 7546, promovida por el Sr. Urtubey en 2008, que ratificó la enseñanza religiosa en escuelas primarias públicas salteñas, no parece ser ése el caso.