sábado, 28 de octubre de 2017

Poesía fúnebre

Por Daniel Link para Perfil

Cuando la Sra. Fernández pronunció el cuarteto de campaña: “Evita votaría a Cristina,/ Perón votaría a Taiana/ y los dos juntos/ a Unidad Ciudadana", la suerte cadavérica del peronismo quedó sellada.
En primer lugar, por la distribución anómala de las cantidades silábicas: si hubiera dicho “ambos”, en vez de “los dos juntos”, la estrofa habría sido sonado más armoniosa, transformada en un terceto en lugar de un cuarteto, porque los últimos dos versos se hubieran fundido en uno solo.
Haber resignado el “ambos” es un rasgo de populismo poético que en este caso produjo más daño que otra cosa, porque estigmatiza al interlocutor como incapaz de comprender ese adjetivo indefinido. Y si alguien no puede comprender qué significa “ambos” en un verso de trinchera, es porque ha sufrido la peor de las escuelas imaginables, o ninguna. La responsable última de un empobrecimiento predicativo semejante es quien estaba hablando.
En segundo término, porque deja flotando la pregunta incómoda: “¿a quién le importa?”. ¿A quién, en efecto, puede importarle a quién habrían votado dos muertos ilustres de la política argentina, que actuaron en un contexto radicalmente diferente del nuestro? Y si alguien hubiera decidido contestar esa pregunta tomando como punto de partida la evidencia histórica, habría concluido en que Perón jamás habría votado una lista encabezada por alguien que insultó su nombre cada vez que pudo (yo soy más drástico: Perón nunca votó a nadie que no fuera él mismo y creo que habría repetido ese capricho). Dejo de lado el pequeño detalle de que, además, el Gral. Perón echó de Plaza Mayo a la izquierda peronista, de la cual la Sra. Fernández a veces se declara abanderada (y a veces, no). ¿A quién habría votado Isabelita?
Y, por último, esa apelación a una herencia imaginaria, ¿no va precisamente en contra de las políticas migratorias sostenidas en los últimos quince años? ¿Y no colisiona con los sistemas de alianzas e impugnaciones propuestos por el mismo Frente de Unidad Ciudadana? Cada vez más latinoamericanizada (una de sus mayores virtudes), la sociedad argentina no tiene por qué sostener los mismos diagramas sentimentales de hace cuarenta años. Llegará un punto en que los nombres Perón y Evita signifiquen tan poco que nadie sabrá bien a cuento de qué se los menciona. Con Lastiri y con Balbín ya pasa un poco eso. A Marcelo Torcuato de Alvear no se lo recuerda, lo que es raro, porque es el antecedente más directo de la actual gestión de gobierno (con las mismas virtudes y los mismos vicios).
Perdió el peronismo de izquierda, pero también el de derecha (con la excepción de algunos caciques aislados). Perdió el peronismo confesional salteño, que sostiene la religión católica en las escuelas públicas: ¿habrá que lamentarlo? Perdió el peronismo de Chaco (provincia creada como Provincia Presidente Perón, una de los tantos nombres que Aramburu se llevó puestos), que prestó a la Nación un vocero memorable. Perdió la izquierda peronista poscristinista y perdió el peronismo atigrado. Nada de lo que el peronismo propuso en los últimos dos años consiguió estabilizarse por encima de las arenas movedizas del olvido que lo amenazan.
Que Cambiemos ganó es evidente, pero más conviene subrayar que no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras parlamentarias, lo que involucra a los sobrevivientes de la hecatombe peronista en lo que suceda en el país de aquí en más.
También es obvio que ganó la izquierda. El FIT suma representantes parlamentarios, lo que lo consolida como la tercera fuerza política a nivel nacional.
La Sra. Fernández tuvo que inventar un crecimiento desmedido de su propia alianza para salvarse de la ignominia de una derrota anticipada por sus versos defectuosos. Sea.
Pero el FIT aumentó su caudal de electores y ese patrimonio, del que todos debemos alegrarnos, es la aurora política que hay que subrayar y cuidar. La tentación de alineaciones de retóricas siempre es muy grande, pero al menos hoy sabemos dónde está la derecha y dónde la izquierda, dónde está enterrado el pasado, y qué fuerzas se disputan el presente. Lo demás, ya se verá.



sábado, 21 de octubre de 2017

Día de la lealtad


por Daniel Link para Perfil


Ser racional ante un acontecimiento es colocarlo en relación con sus probables causas y prever sus consecuencias. Todo hecho singular y todo acto de discurso responde a un apriori-histórico. Juramentar lealtad, un día al año durante el mes de octubre parece parte del pensamiento mágico, de una disposición al milagro, una invocación que transforma una vida, todas las vidas.
A las 8.05 del pasado 17 de octubre, mi hija dio a luz a su hija Juana, de quien todos dijeron de inmediato que se parecía a su madre, a su padre, a mi madre, a su tío.
Más sabia, su bisabuela dijo que se parece a ella misma, a lo que de ella conocíamos ya por una serie de resonancias magnéticas.
Y sin embargo... Mirarte, Juanita, es sentir mi cuerpo expuesto a una emoción y un amor desconocidos porque no hay más que felicidad irresponsable en el abrazo que alguna vez compartiremos sin otra interdicción que ésta: no sos mía. Mirarte es adivinar en cada uno de tus gestos de recién venida, la vida por la vida misma, el puro instinto de existir, opuesto como un llanto de hambre o de protesta (de ésos que ya se escuchan en tu boca) al orden moral del mundo que nos ofrece tedio y pena.
Mirarte, Juana, ahora, apenas hecha, es comprender que como juegan el fuego y el viento, siempre vivos y eternos, jugará la niña en que vas a convertirte, iluminada por la suave luz de la luna y las estrellas o por el rayo de sol de este verano.
Te miro, Juana, y te imagino durmiendo acurrucada con dos gatas, y sé que la única lealtad a la que podemos aferrarnos es la promesa de que vas a darle al mundo lo que nosotros no pudimos. Pienso en bisontes y en ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en poemas proféticos, en cajitas de música y en caballitos de espuma y de madera, riéndose con vos. Te miro impaciente, esperando que me mires. Ésa es la única lealtad que vos y yo podremos compartir, Juanita: nuestra mirada.


lunes, 16 de octubre de 2017

Lo que el deseo te da, la globalización te lo quita


Hay algo, en el deseo LGBTQ+, que refuncionaliza los artilugios técnicos, las instituciones e incluso las morfologías, usando sus formas para extrañas funciones imprevistas. La cultura hegemónica e imperial intenta devolver las cosas a su cauce. A veces lo consigue, a veces no.

por Daniel Link para Soy

Forma y función El avión de British Airways que nos llevará a Londres es de última generación. Incluye, entre las novedades, la posibilidad de chatear de asiento a asiento a través del sistema de entretenimiento de la nave. El artilugio pretende disimular la incomunicación entre grupos familiares que no han podido elegir asiento o que se han negado a hacerlo porque ello habría implicado un mayor desembolso. La loca que alguna vez supo navegar los canales de irc, naturalmente, imagina de inmediato un diálogo erótico con el muchacho tatuado que ocupa el 21D, o sueña con una invitación al baño, cuando todos duerman, por parte de la bestia turca que apenas cabe en el 33H.
El deseo, en este caso, devuelve el azar a su justo punto en una trama de funciones que los funcionarios aeronáuticos no pudieron prever (¿o sí?).

Imperio y deseo Como esta es una reflexión sobre el imperialismo (cultural, territorial, identitario), haré pie en algunos discursos relacionados con la cultura británica, tal vez el imperio más duradero del mundo y el más comprensivo respecto de los saberes subalternos que pretenden sobrevivir a todo proceso de colonización. La cultura gay, de matriz anglosajona, es una cultura imperial que se impone a una multiplicidad de deseos para formar una máscara más o menos uniforme que permita determinar y prever comportamientos y conductas que sean interesantes en relación con mercados específicos. Basta con que dos locas decidan comunicarse a través del sistema de entretenimiento de un avión para que pronto alguien imagine ofrecer a los viajeros un canal erótico de comunicación al cual habrá que suscribirse pagando. Y un cubículo para coger de dorapa, alimentado con monedas o tarjetas de crédito.
Otro ejemplo: basta con que la impudicia propia del levante homosexual haya revelado su eficacia para que la televisión proponga, en horario prime time, una alocada exhibición del cuerpo similar a la que caracteriza a las aplicaciones que constituyen el pan nuestro de cada día, pero sin ningún sex appeal.

El cuerpo despedazado La BBC lanzó el año pasado cinco episodios de Naked Attraction en horario central. El suceso fue tan espectacular que la temporada 2017 va ya por el episodio 10. La mecánica es la siguiente: un hombre o una mujer, por lo general heterosexuales, aunque hubo dos casos de homosexuales varones, algunas lesbianas y varias mujeres bisexuales, desencantades del universo de las citas, eligen de entre seis partenaires al que le parece más adecuado, encantador o excitante. ¡Ya lo vimos en Cupido! Pero, en este caso, les postulantes aparecerán completamente desnudos y sus partes se analizarán en tres pasos, desde abajo hacia arriba. Encerrados en casillas de plástico opaco, lo primero que se revela es el tamaño de la verga o la forma de la argolla, la morfología de los glúteos, el tipo de depilación elegida, si hubo circuncisión o piercing, si los testículos son grandes o pequeños (casi nadie parece aceptar la posibilidad de uno solo).
Sobre esa base puramente reproductiva, el/ la participante eliminará a un posible partenaire, que se retirará humillade (porque la tenía pequeña, en el caso de los hombres, o porque sus labios vaginales no invitaban al beso, en el caso de las mujeres). El segundo paso revela el torso, el tercero el rostro. Cada vez, uno se irá a cambiar. Al final quedan dos (la última eliminación depende de la voz de les competidores y la cantidad de estupideces que son capaces de callar), quienes tendrán el privilegio de ver al hombre o la mujer que los ha tratado como pedazos de carne tan desnudes como elles.
Entre ronda y ronda, hay enseñanzas psico-sanitarias: las cejas tupidas parecen relacionarse con la inteligencia, la depilación al ras del vello púbico aumenta el riesgo de infecciones de transmisión sexual, las barrigas garantizan a un buen padre, los tatuajes cumplen el rol de las plumas del pavo real, y los testículos colgantes, qué se yo (no tomé nota).
El espectáculo es, al mismo tiempo, fascinante y patético, porque reproduce el comportamiento y los tics de las aplicaciones telefónicas, pero para audiencias de masas y con la condición de la deserotización de los cuerpos expuestos, que son tratados como piezas sueltas de un rompecabezas emocional que siempre se revela deceptivo.
Las mujeres con mejor cuerpo (tetas, culo) y los hombres con verga más grande (no importa lo que venga después) por lo general ganan la contienda.
Después de la cita, los participantes vuelven a presentarse ante las cámaras, por lo general desencantados porque (no haría falta subrayarlo, pero hagámoslo de todos modos) las personas con mejores formas no son necesariamente tolerables en cualquier circunstancia de la vida y los que las tienen grande no necesariamente te la ponen memorablemente.
La inteligencia y la imaginación, que suelen ser los secretos de una buena cama pero también de una buena relación se revelan como la verdad desnuda del programa: las apariencias, chicas de cualquier género y de cualquier lugar del mundo, engañan.
Desde la expulsión del paraíso en adelante, el cuerpo desnudo es un poco triste, porque su desnudez dice lo que ya no tiene y ya nunca volverá a tener sino como anhelo: la gracia.

Interiores Si la gracia es un dispositivo que Dios le quitó a hombres y mujeres por su arrogancia, Naked Attraction es la prueba palpable de ese veredicto que subraya que no habrá aparato de gimnasio ni suplemento ni injerto de siliconas que nos devuelva la parte de Dios que nos falta. Entregados por propia decisión al mercado de la carne, las personas sufren el horror del vacío de sentido (no importa que uno sea el primer eliminado o el que sobrevivió a una cita con una psicótica asesina).
Pero al arrojarnos e la historia, Dios demostró además su crueldad infinita porque tenía que saber que, con el tiempo, todo terminaría en un capitalismo cada vez más hábil para realizar sus fantasías de exterminio.
Es lo que se deja ver en otro programa de la BBC, éste más grave y de producción un poco más meditada: Queer Britain.
Conducido por el youtuber de origen iraní Riyadh Khalaf, el programa exploró en sus seis entregas las taras y amenazas de la “comunidad” imposible: la relación de las personas LGBTQ+ con los credos religiosos (o mejor dicho: el modo en que son estigmatizados: LGBT es interpretado como “Let God burn them”, Dejemos que Dios les prenda fuego), el culto al cuerpo perfecto (y sus consecuencias: anorexia y bulimia en porcentajes más altos que en el resto de la población), la ominosa estadística que subraya que 1 de cada cuatro homeless en Gran Bretaña se identifican como LGBTQ+, los prejuicios interiores a la comunidad (que rechaza a les gordes, les viejes, les extranjeres, les.....), las nuevas formas de pornografía (porno chav, es decir: villero, o porno trans, ya sea con performers MTF o FTM) y, finalmente, el probable sentido de la palabra queer (el episodio termina con lecciones para que hombres trans se masturben de forma parecida a como lo haría un varón cis, y alcancen el orgasmo.
Contra la algarabía de que es posible encontrar no ya el amor sino un partenaire sexual aceptable a través de la mera observación de las formas de un cuerpo (cuando en realidad, de lo que se trata es de su función y su capacidad para acoplarse con fluidez con otro cuerpo), Queer Britain delata las formas de discriminación culturales que arrasan con toda posible tranquiidad de espíritu. Incluso en las capitales imperiales, incluso en los aviones que transportan personas a esas capitales imperiales, las personas LGBTQ+ sufren el odio de sus familias, de las religiones, de sus propios congéneres y de aquellos otros para los cuales el paraíso seguirá siendo un objetivo inalcanzable.


sábado, 14 de octubre de 2017

Visca Catalunya Lliure!


Por Daniel Link para Perfil

¿Habrán sentido lo mismo que nosotros los ciudadanos del imperio austrohúngaro en los días previos a su desintegración? Los europeos de comienzos del siglo XX no tenían televisión ni satélites. Hoy se puede seguir cualquier proceso político en directo y tomar partido sin mediaciones. La tarde entera siguiendo las deposiciones en el parlamento catalán alcanzan para detestar a Inés Arrimadas y para coincidir con Anna Gabriel en su reclamo de una República Feminista.
Por eso no se entiende el partido anticatalán que los grandes diarios argentinos han tomado. O sí: se limitan a copiar la línea editorial de El País, que ha demostrado que no está a la altura de las circunstancias y que, como Le Figaro, representa a los sectores más rancios de la derecha europea. ¿Qué puede importarle a un latinoamericano lo que diga un diario que defiende los intereses de la casa de Borbón y los principios de una constitución redactada en 1978 para complacer al fascismo en retirada? En todo caso, el miedo del Reino de España puede ser comprensible pero, ¿por qué compartirlo?
Cada cual puede (y debe) tomar posición propia en relación con problemas que pueden parecer muy abstractos o muy concretos. Lo que da tristeza es una mímesis de posiciones que no se compadece con las condiciones contemporáneas del saber.
Abrazar la ignorancia es como haberse puesto en su momento del lado de las fuerzas realistas y no de los procesos revolucionarios del siglo XIX que dieron en las repúblicas latinoamericanas.
El reconocimiento automático de un lugar de supuesto saber clausura no sólo cualquier posibilidad de comprensión del presente sino la actividad histórica en su conjunto: ante Lutero, defender a Roma; en la Guerra Civil española, tomar partido por el fascismo; ante el socialismo democrático de Allende, alinearse con Pinochet. En lugar de la potencia de la imaginación, preferir un orden impuesto a rajatabla.

Crema catalana


Por Daniel Link para Perfil

Los amigos que viven en Barcelona, aún en su escepticismo, votaron por el Sí. “Con total normalidad”, aclaran. “A por la República”, dicen. Y agregan: “Seremos el nuevo paraíso fiscal de Europa, de la mano de los rusos, que han comprado ya media Catalunya”.
Los comentarios que llegan por whatsapp son más que elocuentes: de las más de dos mil mesas dispuestas para el referendum, la guardia civil y las fuerzas represivas enviadas por el protofascista Rajoy sólo consiguieron cerrar o intervenir poco más de noventa. En el resto de las mesas, los comicios se desenvolvieron con total normalidad. El desmedido aparato represivo que se montó contra las viejitas catalanas que fueron a votar, sin ninguna consideración sobre la potencia de las imágenes en sociedades ciberalfabetizadas, muestra la incompetencia del PP, denunciada desde hace ya más de cinco años, para gestionar una crisis que no hizo más que crecer mes a mes.
En segundo término: el voto por la secesión (promovida al mismo tiempo por la evasora burguesía catalana y sectores anarquistas, en rarísima alianza) es un voto antimonárquico, y por eso mismo, con una carga emocional simpática con independencia de cualquier consideración estratégica: se votaba por la República, de larga tradición en territorio catalán, con sus héroes y mártires. En algunos casos, lo que se reivindicaba era lisa y llanamente el derecho al voto (tanto en Madrid como en el País Vasco hubo manifestaciones en ese sentido) o, lo que es lo mismo, a la soberanía sobre si (que en derecho de gentes se llama “autodeterminación”).
En tercer lugar: es dudoso que, aún con su cacareado poderío industrial, Catalunya pueda ser un Estado económicamente independiente, lo que alienta la especulación paranoica (el tema ruso) o lisa y llanamente la especulación financiera a la que el Estado catalán debería someterse para equilibrar sus cuentas.
Europa no se vio venir el disparate provocado por el Reino de España y ahora es convocada a intervenir en un conflicto que no le agrada en absoluto, porque todavía no ha digerido bien el Brexit (¡otro referendum!, ¡otra autodeterminación!) cuando, en la otra punta del rompecabezas, se soliviantan unos mediterráneos que ni siquiera van a servir como enlace en sus complejos negocios con la América hispánica, y en centro mismo del tablero, los neonazis se convierten en tercer fuerza parlamentaria.
Lo que vendrá no será seguramente la paz soñada sino un resurgimiento de nacionalismos y la profundización de las tensiones.
Que se jodan: al haber aceptado el principio de autodeterminación para las Malvinas, están obligados a hacer lo mismo en su propia casa, donde el colonialismo y el imperialismo podían perfectamente usar máscaras galantes pero en el fondo funcionaba de la misma forma, desde Irlanda hasta Catalunya, y más allá.