Por Daniel Link para Perfil
Es difícil encontrar un espectáculo
teatral bueno que Rafael Spregelburd no haya ya recomendado en estas
páginas. Pero nadie es infalible y hay que aprovechar la
circunstancia.
El el Galpón de Guevara puede verse
Los huesos, producción coreográfica de Leticia Mazur que ya
se había visto en el CC Recoleta en el marco del FIBA.
El poeta Fogwill llamó “lo dado” a
los dados. En nuestra cultura se los conoce también como los huesos.
En esa línea, entendí el título de la pieza como una tirada de
dados (que, como sabemos desde Mallarmé, jamás abolirá el azar).
Pero también una meditación sobre eso que nos viene dado: el cuerpo
desnudo.
Un poco por eso, cada tirada de dados
propone una combinación diferente para los cinco cuerpos desnudos
que Leticia Mazur coreografía con exquisitez: dos mujeres (María
Kuhmichel, Ana D´orta), dos hombres (Lucas Cánepa, Gianluca
Zonzini) y una mujer trans (Valeria Licciardi). La luz juega un papel
fundamental. Un reflector central, montado sobre una jirafa móvil
que los mismos performers mueven en turno, a veces hace el día y a
veces la noche (Matías Sendón diseñó esos momentos lumínicos, y
sus transiciones).
Los cuerpos desempeñan todos los
gestos posibles: los del trabajo, los de los rituales, los de la
angustia, los del juego y los de la conversación silenciosa, según
la música que Patricio Lisandro Ortiz pensó con sabiduría.
¿Cuántas combinaciones posibles
podrían pensarse para esos cinco cuerpos marcados genéricamente
(conviene subrayarlo: no hay lubricidad en el espectáculo)?
Infinitas, teniendo en cuenta todas las circunstancias de la vida.
Los huesos intenta acercarse a ese límite por medio de una
magia teatral que, en sólo una hora, despierta en nosotros un ansia
de absoluto que no sabíamos que nos habitaba. La magia de los
cuerpos vestidos de gracia (es decir: desnudos como debieron estarlo
en el Paraíso, ese mito fundante de nuestra vergüenza).
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