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Por Daniel Link para Perfil
Vuelvo de un congreso de literatura en
el exterior y encuentro todo revuelto: el dólar (naturalmente), el
penal fallido, la renuncia de la acompañante doméstica de mi madre,
las mil urgencias administrativas que se acumularon en mi (breve)
ausencia.
Me pongo a trabajar contra reloj,
aprovechando incluso el feriado. Guillermo Piro me pide una foto de
mi heladera, y accedo a su pedido, lo que de algún modo me devuelve
al congreso en el que estuve y del cual traigo una rara constatación:
casi ninguno de mis amigos habló de literatura. Sí, y mucho, de
fotografía y de artes visuales, de “sensacionalismo” en la
cultura, de imágenes de “escritor” (como tema más cercano al
texto) y de políticas de derechos de autor y plagio en el modernismo
hispanoamericano.
Es como si el texto literario, “índice
mismo del despoder”, que alguna vez fue la forma más potente para
imaginarnos diferentes, ya no mereciera la atención de casi nadie y
todos hubiéramos sucumbido al fascismo comunicacional de la época
(entre mis obligaciones atrasadas encuentro aclarar a un equipo de
diseñadores por qué el logo que hicieron no está bien y por qué
tal afiche debe llevar tal foto).
Es probable que la literatura (al menos
como la conocíamos) haya desaparecido e incluso está bien que así
haya sido, pero esa desaparición no puede enfrentarse con pura
indiferencia.
Inmerso en esa melancolía, recibo un
correo de una de mis amigas que estuvo en este congreso. Ya vuelta a
su casa, se puso a escanear fotografías viejas y encontró una donde
estamos ella, dos amigos más (uno de ellos, ya muerto) y yo.
“Estoy
casi segura de que es en Guadalajara en 1997”, escribe mi amiga.
Agrego: “Es
una de las razones por las que conviene sostener las viejas
amistades: cada uno es testigo del otro, lo sepa o no, lo quiera o
no. No digas nada, no digas nada. Ninguna sabiduría actual compensa
la esperanza loca de esas miradas de entonces”.
El problema de la literatura es que es ya un congreso de teólogos del Altomedioevo. Se discute el yo, se discute la metaliteratura, encontramos arte hasta en los ploteos de autos. Es obvio que la gente del común se nos va a quedar mirando y van a poner Game of Thrones o aunque sea Tinelli, porque explicarle a una persona cualquiera que uno estudió años en una Facultad para hacer contrapoesía (es decir poesia horrible) es cargarlos. Esa persona tiene una vida real, concreta y por ahí hasta le gusta Arjona, pero hasta Arjona entiende mejor lo que es la poesía que los que van a congresos literarios. El arte y el pensamiento de izquierda teórico últimamente es un desastre, quieren relativizar todo, deconstruir todo. O sea, aburrirse con elegancia.
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