Nunca me llevé bien con Siri, la
vocecita de Iphone y Ipad. Pero últimamente la soporto cada vez
menos. Su pronunciación me subleva. No puede decir Calle Quintino
Bocayuva y dice Case Quintino Bocasuba. Las gallegas de google
también dicen cualquier cosa, pero al menos se esfuerzan. Lo que más
me molesta de Siri es su decisión de evitar cualquier conflicto: no
sonoriza la ye (lo que la volvería muy zona norte, como a esa amiga
mía que ahora vive en Berlín pero que tuvo piso en la calle
Cabello: imagínense el tremolar de cuerdas vocales), pero tampoco la
ensordece, para no parecer de clase baja (“cashe”). Se pone al
costado de las políticas del lenguaje propias del Río de la Plata,
y eso es una cobardía
No tenemos casi nada y tendremos cada
vez menos, pero nuestro lenguaje es único, con su fonética, su
sintaxis, su ritmo, y su vocabulario.
“Grieta” se sigue usando, pero
“crispación” ya no tanto y eso me apena porque, cada vez que
tengo la desdicha de ver televisión de aire, el fascismo de los
panelistas crispados me hace añorarla.
“Terrorismo” va y viene
(últimamente quieren rescatarla sedicentes víctimas del
terrorismo). Copio este aviso terrorista que recibí hace una semana:
“Edesur informa, que se encuentra disponible tu factura asociada al
servicio de electricidad, con vencimiento el día 26/07/2018, cuyo
monto asciende a $4582.41". Ese tuteo me resulta tan aterrador
como la amabilidad posclasista de Siri, que pretende que vamos por
buen camino, aunque yo no pueda entenderla.
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