por Daniel Link para Perfil
Vinimos a La Habana para celebrar los sesenta años de la Revolución, mi vida entera. La efemérides coincide con los 500 años de La Habana, una de las ciudades más viejas y más hermosas de América.
La inmersión en el modo de vida de la isla fue equivalente al pasaje a un universo alternativo. Cuba tiene una historia tan específica que a partir de cierto momento (que tanto puede ser 1898 como 1959), se crearon líneas temporales divergentes.
El Período Especial, con el colapso de los países comunistas europeos y el recrudecimiento del bloqueo económico norteamericano contribuyeron a formar este mundo paralelo tal cual es: cada cubano adulto perdió de entre un 5% a un 25% de su peso corporal durante el período 1990-1995. En 1995 se promulgó la Ley de Inversión Extranjera y el gobierno tuvo que abandonar su antipatía hacia el turismo y los vicios que conlleva.
La economía es rarísima, y muy difícil de explicar sin dos nociones básicas: aislamiento y escasez, que son el horizonte de todos los intercambios, desde el bimonetarismo hasta las cartillas de racionamiento. La gente es pobre, pero además, no hay qué comprar.
El cumplimiento del fin de la historia (la Revolución) vuelven al Tiempo una noción completamente ajena a nuestros hábitos perceptivos. Como la historia ya ha concluido, las personas se dedican a mirar pasar el Flujo del Tiempo, que atraviesa todas las capas de esplendor de la ciudad (la Colonial, la burguesa, la revolucionaria, que casi destruye las dos anteriores) como si fuera una masa casi tangible.
El lugar de encuentro es el Malecón, donde todos los atardeceres los jóvenes y los más viejos se sientan de espaldas al mar, con sus caras iluminadas por la luz de sus celulares, a (ver) pasar el Tiempo.
Pese a todos los desatinos de la Revolución (que el VI Congreso del Partido Comunista de 2011 intenta resolver) Cuba sigue siendo una realidad necesaria: el lugar de todos los sueños y pesadillas. Los americanos no pueden entender que haya un país que elija sobrevivir sin ellos. El turismo europeo recupera un sentido del coger perdido en sus monótonas sociedades y si el régimen de Caracas no tuviera otro sentido que garantizar la provisión de petróleo para la isla, con eso alcanzaría para justificarlo.
Acerqué mis libros a Casa de las Américas, que también celebra sus sesenta años, como un presente a una sociedad cuya sola existencia garantiza la supervivencia de la imaginación.
Hermoso texto.
ResponderBorrar