Por Daniel Link para Perfil
El malhadado año bisiesto se nos escapó de entre los dedos y ya estamos a las puertas del verano. Habrá que devolver las resrvas anticipadas o guardarlas para más adelante. No sé cómo se nos ocurrió que íbamos a poder tomar algún avión, o lo que fuera.
Lo único que nos queda en el horizonte es agarrar el auto y salir a la ruta, encapsulados. ¿Con qué destino? ¿Qué no conocemos?
Mi marido no conoce Cataratas. A ninguno de los dos nos seduce demasiado el sur. Pero a donde vayamos habrá que prever al menos tres días de ida y otros tantos de vuelta. ¿Y si fuéramos a Mendoza, nos dejarían cruzar San Luis? Sabrán los señores feudales de aquellos lares... mejor es no arriesgarse.
Otra opción sería la Puna, las Quebradas, las salinas, los campos de Piedra Pómez, la Sierra de Cachi, la Quebrada del Toro, los conos de lava petrificada, las lagunas lechosas donde toman agua los flamencos y las inmensas altas pampas donde pastan las vicuñas.
Así dicho suena hermoso, pero hay que llegar hasta allá, calcular los costos (altísimos) y confiarse a la buena voluntad de los caminos, los lugareños y las políticas sanitarias provinciales.
Córdoba, que es como lo más a mano (en cuanto a costos y a deseo), estará aparentemente cerrado al turismo “externo”.
Nos damos cuenta de que el programa “Previaje” es, al fin de cuentas, una de las tantas ilusiones en las que nos tienen. Octubre ya terminó y no hemos podido planear nada.
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