La mafia rusa
Por Daniel Link para Perfil
No es por el asunto Sputnik, aunque la indefinición sobre la pertinencia de la vacuna rusa para los mayores de sesenta ya es irritante. Es por la causa en contra de Whatsapp, cuya destrucción abrazamos con un fervor que décadas atrás habríamos consagrado a las campañas de alfabetización rural.
Mi primer impulso, cuando firmé el acuerdo sobre las nuevas reglas para el uso de MI información personal con fines comerciales, fue pasarme a Signal, que tenía ya instalado porque a una amiga vetomundana le habían prohibido usar Whatsapp en el trabajo. Desde febrero de 2020 Signal es la aplicación recomendada para la mensajería instantánea por la Comisión Europea para su personal.
Promoví desde Whatsapp la migración de mis contactos a esa plataforma exquisita con estrépito de fracaso y más de una burla.
Probé con Telegram, el invento de los hermanitos rusos Duróv que no se sabe bien si responde a los intereses del Kremlin, de Estado Islámico o Anonymous. En Argentina es el servicio predilecto de Cristina Fernández y sus súbditos.
Para mi sorpresa, Telegram me encantó. No sólo encontré allí a casi todos mis contactos, sino que me gustaron las características de la plataforma.
Como Signal, Telegram tampoco vendería mi información personal a nadie (al menos declarativamente), pero tiene otras funciones: la creación de canales (cree uno para publicar las recetas de Linkillo: https://t.me/Recetasmias) y el uso de bots, entre las más notables. El 1º de mayo desinstalaré el mensajero de la mafia de Palo Alto.
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