Por Daniel Link para Perfil
A las 8.44 sonó el timbre. Me sorprendió y me irritó el horario. Yo había puesto una cápsula de café en la máquina y me preparaba a leer los diarios mientras desayunaba.
Era el mensajero de editorial Entropía, que me traía el libro Cuadernos, de Andrés Di Tella.
Horas después recordé que había madrugado para llevar el auto al taller. Pero el libro de Andrés me había cautivado como una droga y me había olvidado de todo.
Le escribí: “Me impresiona y me emociona mucho tu libro”. Creo que a Andrés no necesitaba explicarle por qué. Pero sí a quien por azar se detenga en este breve testimonio de lectura.
Cuadernos reúne una serie de textos más o menos desordenados, algunos ya publicados previamente, pero ahora puestos en correlación con otros nuevos, cuya intensidad queda subrayada por el epígrafe del libro, “En el primer momento el comienzo de todo cuento es ridículo”, tomado de los Diarios de Kafka, que Andrés y yo leímos en la edición de Marimar cuando teníamos, qué se yo, veinte años.
Después Andrés va hilvanando sus pareceres sobre el cine (a partir de películas que comenta con exquisitez), su propia práctica, su vida y, esto es lo que importa, la Historia.
Yo sabía que Andrés Di Tella podía escribir este libro y sabía también que debía hacerlo. Porque para las personas de mi generación la experiencia de vida, la experiencia de lectura y la experiencia cinematográfica está inevitablemente anudada con el trauma que significó la Dictadura (no en vano Andrés le ha asediado desde diferentes lugares en varias películas). Pero también porque somos, en efecto, el producto de un mundo ya perdido pero que en nosotros y por nosotros, todavía palpita levemente: un mundo con hipótesis de futuro.
Cuadernos es mucho más que un libro de pretextos cinematográficos. Es una vida tironeada entre lo privado y lo público que encuentra en Andrés a ese gran escritor que siempre estuvo ahí, agazapado.
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