Por Daniel Link para Perfil
Cualquier persona educada sabe que el Plan revolucionario de operaciones atribuido a Mariano Moreno es más falso que una novela gótica francesa. De hecho, en 2015 quedó definitivamente demostrado que gran parte de su contenido había sido copiado de la novela histórica El cementerio de la Magdalena (1801) de Jean Baptiste Philadelphe Regnault-Warin. Moreno no tuvo nada que ver con el asunto (aparentemente se trataba de forzar a la corte portuguesa de Río de Janeiro a tomar decisiones sobre la Banda Oriental).
Eso no lo invalida del todo, porque queda su aura imaginaria. ¿Por qué no elaborar planes “revolucionarios”, más allá de la posibilidad de sus realizaciones? Nada más adecuado que la temporalidad veraniega que el libre ejercicio de la planificación.
El 2021 se cerró con el melancólico recuerdo del Sr. Alberto Fernández de los planes para mudar la capital argentina (no al sur, como había imaginado el Sr. Alfonsín, sino al norte). Suscribo esa ensoñación (que más recientemente Egipto llevó a cabo).
Leí por ahí que alguien proponía reformular los límites de la Ciudad de Buenos Aires, incorporándole el conurbano para mejor garantizar la gobernabilidad de la provincia homónima. Desde la izquierda peronista se contestó airadamente esa propuesta de “desguace” territorial. No estoy seguro ni de una posición ni de la otra pero, en todo caso, ¿por qué no considerarlo?
De cualquier idea, ahora, pareciera que lo primero es decidir (ad hominem) si es de izquierda o de derecha o, como se dice en la prensa cotidiana: “populista” o “liberal” (esas antiguallas). Tampoco estoy seguro de que valga la pena semejante bloqueo de la imaginación, que termina obligando a los políticos a no arriesgar ninguna idea (pobres, no es que las tengan, pero tienen asesores) por miedo al qué dirán.
Hagámolos hablar, y veamos qué utilidad tienen sus propuestas para una patria justa, inclusiva y sustentable.
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