Por Daniel Link para Perfil
Entre los aportes de la Argentina democrática al mundo, ciertas invenciones relacionadas con los derechos humanos ocupan los primeros puestos. Aquí hubo que definir la figura jurídica “Desaparición forzada de personas”, que no cabía con comodidad en los ordenamientos legales previos a la última dictadura. Luego, hubo que desmantelar la teoría de los dos demonios. Se estableció que el terrorismo de Estado es un crimen de lesa humanidad y que no es comparable la violencia ejercida por un grupo terrorista cualquiera (Montoneros, Hamas) y la violencia ejercida por un Estado. Subrayemos, entre las obviedades, que el Estado es una dimensión representativa de la vida pública, y ningún grupúsculo de alucinados lo es, por más legítimos que considere sus propios intereses.
Sin embargo, el brutalismo y la ignorancia que dominan el periodismo argentino (radial, televisivo y, sobre todo escrito) ha decidido ignorar aquel principio rector. No es sólo que se escribe cualquier cosa sin la menor investigación de respaldo, sino que directamente se censuran temas que en otros países ocupan las primeras planas.
El 4 de diciembre pasado, el diario Libération anunció la “Anulación de una conferencia sobre la paz de Judith Butler: el ayuntamiento de París alega el riesgo de polémicas”. Dejemos de lado el hecho de que se trata de una censura lisa y llana ejecutada por un órgano de gobierno. Todavía más escandaloso es que esa censura se funde en el “riesgo de polémicas”, algo de lo que Francia ha hecho prácticamente un denominación de origen. ¿Cuál sería el riesgo de polemizar? ¿Tal vez un acceso más rápido a la verdad?
El 9 de diciembre, Masha Gessen publicó en The New Yorker una nota titulada “A la sombra del Holocausto. Cómo la política de la memoria en Europa oscurece lo que vemos hoy en Israel y Gaza”. En algún momento de la nota desliza que “si declaraba esto públicamente en Alemania, podría meterme en problemas”. Así fue. El 15 de diciembre Gessen iba a recibir el prestigioso Premio Hannah Arendt. Sin embargo, la ceremonia se pospuso ante la decisión de algunos patrocinadores del premio de retirar su apoyo a la premiación, por la comparación realizada por Gessen en su artículo entre la situación de Gaza y el gueto de Varsovia. La ceremonia de entrega de premios finalmente se reprogramó para el sábado 16 de diciembre como un evento casi privado.
Finalmente (digo, en lo que a esta columna se refiere) Franco Berardi publicó el 11 de diciembre una columna titulada “El vórtice psicótico”, sobre “la desintegración de un estado” y el “supremacismo israelí”, donde repite conceptos suyos ya bastante conocidos, aplicados ahora a una situación límite nueva. Por supuesto, fue acusado de antisemita.
La prensa de Argentina, que por sus propias tradiciones legales, teóricas y políticas, estaría en condiciones inmejorables para leer esos pequeños capítulos de la infamia decide, sin embargo, callarlo todo. En la televisión italiana, Alessandro Di Battista dijo (comparando las bajas) que lo de Palestina no es una guerra, sino una masacre.
Excelente.
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