sábado, 9 de marzo de 2024

Vidas de María

Por Daniel Link para Perfil

¡Para qué se me habrá ocurrido mandarle una autofoto (¡yo, que detesto hasta la sola idea de la “selfie”!) leyendo su libro recién recibido! Lo primero que me reprochó fue mi seriedad: “esa cara de culo quiere decir que no te gustó”. Lo segundo que hizo fue postear la foto en Instagram (¡red de narcisistas irrecuperables!) y el informe diario de “likes”. “Ya llegamos a cuatrocientos”.

Obviamente, esa tortura cotidiana era una demanda de lectura (cosa que iba a hacer, por deseo y necesidad). Pero lo que precipitó los acontecimientos fue una segunda foto de mí leyendo su libro acostado en un camastro marplatense. “Es un vago” mandó a comentar a una de sus esbirras para apurarme.

Pues bien, leí Pero aun así de María Moreno. Por supuesto, la “Introducción” reproducía muchos de nuestros diálogos, pero sin mis respuestas. Se queja de que ahora escribe con un solo dedo. Yo le había contestado “tanta diferencia no hay: antes escribías con solo dos”. Deplora el resultado de “letras comidas, palabras intercaladas”. Es lo que sufrí durante una década, cuando fui su editor en Página/12 (la contraparte es la admiración por un pensamiento que avanza más rápido que la propia capacidad de escritura).

Lo más importante del libro último de María Moreno es que abre una nueva habitación que sabíamos que estaba ahí, pero que María había ocultado con perversidad: “leo sin claves teórico-críticas”, dice todavía, cosa que la primera sección de Pero aún así desmiente categóricamente. Para mí es la parte más bella (más inesperada) de un libro todo él precioso: ahí María lee literatura puesta bajo el dominio de los nombres de mujeres. Es como un seminario condensado y yo, que cuando coincidimos alguna vez en San Francisco me quedé con ganas de escuchar sus clases, disfruté de cada capítulo como un alumno analfabeto en vastas materias mundanas (por supuesto, como María Moreno no acepta ningún elogio mío como tal, en páginas futuras evocará estas palabras para negarlas de plano).

Pero aun así quiere decir varias cosas al mismo tiempo: que, incluso cuando lo ficcional y lo autobiográfico se confundan, María quiere que en cada una de sus líneas, aun así, se lea que “esta soy y esta es mi vida”.

Superpongo a esa sabia consigna otra: aunque la literatura soporte el desprestigio de las causas perdidas, aun así leerla permite constatar que “mi vida” está entretejida con otras y forma parte de un comunismo vital que hoy más que nunca nos conviene sostener. Nuestras vidas en común, Moreno, qué felicidad.

 

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