sábado, 29 de junio de 2024

Los dueños de la lengua

Por Daniel Link para Perfil

Vuelto de un viaje a Colombia (del cual volví completamente enamorado de aquel país y de sus gentes), me encuentro con un artículo mío escrito hace un par de años y recién publicado (son los tiempos académicos). El asunto me vino dado por invitación: escribir algo sobre el centenario del artículo “Observaciones sobre el español de América” del eminente filólogo Pedro Henríquez Ureña.

Naturalmente, el tema se inscribe en una disciplina, la dialectología, que conozco de lejos. En todo caso, el punto de partida de mi examen son dos textos contemporáneos del siglo XIX. Uno del colombiano Rufino José Cuervo (1881) y otro del cubano Juan Ignacio de Armas (1882).

Lo que se juega en esos textos fundacionales de la dialectología hispanoamericana es la relación con el español peninsular. Cuervo es capaz de notar la potencia expresiva y afectiva de la lengua bogotana (de la que yo he disfrutado durante mi viaje) pero se hace cargo de la necesidad de trabajar en favor de la unidad lingüística, en favor de un “idioma común”, lo que supone destruirlas barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas”.

Ese afán de destrucción se funda en el mismo pánico del gran gramático americano, Andrés Bello (“Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza”) quien advirtió contra “embriones de idiomas futuros, que durante una larga elaboración reproducirán en América lo que fue la Europa en el tenebroso período de la corrupción del latín”.

Ignacio de Armas, por el contrario, abraza la diferencia. Define cuatro o cinco zonas dialectales, a partir de las cuales se formarán nuevos idiomas: “El castellano, llamado a la alta dignidad de lengua madre, habrá dejado en América, áun sin suspender el curso de su gloriosa carrera, cuatro idiomas, por lo ménos, con un carácter de semejanza jeneral, análogo al que hoi conservan los idiomas derivados del latín”.

Como se comprende, lo que allí se discute es la relación entre lenguaje y soberanía, en el seno de las recién nacidas repúblicas americanas. ¿Tenemos derecho a una lengua propia o debemos conformarnos con hablar dialectos de la lengua de otro?

Hasta 1964 se aceptó la repartición dialectal propuesta por Ignacio de Armas (Henríquez Ureña la sigue, aunque cambia los criterios de definición). José Pedro Rona propuso entonces 23 diferencias dialectales a través de “hechos lingüísticos y objetivos”. Por supuesto, semejante proliferación obliga a “replantear el problema de la división del español americano en zonas dialectales”.

A los únicos a los que le conviene sostener una lengua única (el “español de América”) es a los peninsulares, que se arrogan así una cierta autoridad sobre el vocabulario, la sintaxis y la llamada “norma culta”. Desde hace años, la Real Academia Española viene luchando mal contra los embates independentistas de las sociedades americanas. Hoy es capaz de reconocer que la lengua española es pluricéntrica pero no acepta que el idioma de los argentinos o el de los colombianos puedan pensarse como lenguas separadas, cada uno con sus propios derechos a la existencia y a la soberanía sobre el sentido.

Las lenguas pluricéntricas tienen más de una norma lingüística, establecidas o en construcción. Juan Ignacio de Armas y Pedro Henríquez Ureña, cada uno a su manera, reconocieron cinco normas americanas que la dialectología luego fue complicando en una disparatada competencia entre lo contingente y lo eterno, entre lo universal y lo particular, entre lo global y lo local. Pero el tiempo, que es la diferencia de las diferencias, o lo que relaciona a las diferencias unas con otras, hoy nos exige pasar, incluso, de las lenguas pluricéntricas a las lenguas excéntricas porque, como ha señalado, Alberto Gómez Font: “en los Estados Unidos, se está gestando un nuevo español, un idioma que no es ni de los mexicanos ni de los argentinos, cubanos o centroamericanos, sino que es de todos. Es un español al que podríamos llamar “español internacional”.

Ése es el acontecimiento que hoy domina el horizonte de las lenguas españolas y sus diferencias. Conviene volver, pues, a la canción de la tierra ureñista y a las excentricidades de Juan Ignacio de Armas porque en aquellas diferencias que la perspectiva filológica quiso y pudo sostener, se jugaban formas de vida y comunidades de destino.

viernes, 28 de junio de 2024

Carta

por Laura Isola para Agenda BA

Querido Daniel:
Una vez más, ¡mil gracias por la invitación a participar en tu Lección final! Como te dije en el mensaje anterior, hubiese estado ahí de mil amores si no fuera que estoy varada en Madrid por el vuelo cancelado de Iberia. Hace dos noches que duermo en el aeropuerto de Barajas. Por eso voy por carta, aunque sea correo electrónico, que hace sentido con tu práctica humanista, con tus lecturas y escritura: las cartas de Kafka, Carta al padre y otros escritos íntimos, las cartas de yagé, el universo beatnik hecho de viajes y epístolas, La carta de Lord Chandon que me hiciste leer para saber cómo fue el prólogo de ese siglo, Puig y la novela. Un poco así, como estoy ahora, me gusta pensarte en ese melodrama, aunque sea pura invención. Sin embargo, este percance podrías contarlo desde la ficción y el conurbano que te gusta decir que llevo en la sangre: la indigencia, la intemperie. Me río sola y casi que te escucho decir en voz fuerte, a los gritos ¡se cree Tom Hanks en la película! No paga el pasaje y trata de colarse en el avión.
Prefiero ahorrarte mis cuitas e ir directo a tu grande finale que, gracias a las nuevas tecnologías, así le diremos, pude ver ao vivo. Por lo menos, el wifi funcionaba… ¡Qué emoción esa entrada triunfal a la 324, el aula primera y primordial de Literatura del siglo XX! Volver al inicio de todo para cerrar un ciclo de 34 años. Tan merecido recibimiento, tanta buena onda y alegría en esas caras jóvenes, visajes, rostros compañeros de una vida, jetas, semblantes de tus amigas que te esperaban para escuchar, al menos en esa sintonía, en esa dirección de Puan 480, una suerte de despedida, hermosamente titulada Lección final. La evocación barthesiana era indispensable: la lección final de las sucesivas lecciones inaugurales que diste en estos tiempos.
 
(continúa acá
 
¡Gracias, Laura! (De cómo la ficción tiene efectos de verdad)


¿Who's that girl?

 

¿Quién es Daniel Link, el escritor que la vio?
¿Quién es Daniel Link, el escritor que la vio?
 
Por Juan Mendoza paraClarín

En la zona del encuentro de la literatura con las tecnologías, los libros de este académico y narrador ocupan un lugar central.
Por supuesto que se trata siempre del arte de hacer pasar la vida a través de las palabras. Pero hay una zona de la literatura, que podría llamarse la zona del encuentro de la literatura con las tecnologías, en la que los libros de Daniel Link ocupan un lugar central.

Está ocupada por libros como Los años 90 (Adriana Hidalgo, 2001) y La ansiedad (El Cuenco de Plata, 2003). Presintiendo la tragedia, Los años 90 había aparecido nada menos que en el 2001: Ese Año. La novela narra la historia de un personaje a través de los mensajes de diferente índole que extraños y conocidos le dejan a través de la contestadora automática –aquella antigua tecnología hoy casi olvidada pero al mismo tiempo súper vigente en los mensajes de audio a través de Whatsapp–.

Si tuviéramos que describirlo con esas frases aborrecibles y tan poco oportunas para hacer crítica literaria, ninguna podría ser mejor que decirlo así: Daniel Link sí que la vio. Vio, antes que muchos, que un profundo orden de las transformaciones de lo humano estaba acechando los aparentemente inofensivos cambios en el lenguajes.

En Los años 90, la contestadora automática del teléfono era el verdadero personaje de la novela. O dicho de otra forma: en la novela el dispositivo tecnológico y el dispositivo novela estaban como superpuestos. Se trataba allí de una estrategia narrativa para hacer que la polifonía de la novela aparezca. La novela tenía mucho de lo que Alberto Giordano había acuñado como la gran virtud de la literatura de Manuel Puig y que por aquel entonces llamaba con una preciosa fórmula: “hacer pasar la vida a través de las palabras”. Leyendo la novela tecnológica de Link, lo que en verdad encontrábamos detrás del dispositivo, era una vida.

La Ansiedad repetía el procedimiento: lo actualizaba. La novela estaba construida a partir de la bandeja de entrada de un correo electrónico del personaje. El dispositivo novela que Link pergeñaba aquí era básicamente el mismo, con sutiles pero enormes modificaciones. Lo que cambiaba era el dispositivo tecnológico que aparecía representado.

Entre los cambios, también había un desplazamiento: de la voz de los mensajes en la contestadora a la escritura se pasaba ahora al correo electrónico. Lejos de lo que se había diagnosticado a propósito de los años 90, el neoliberalismo, la cultura audiovisual y los mass media –que habían puesto a la imagen en el centro–, ahora la era digital –Internet– la que traía consigo la promesa de una verdaderamente nueva cultura de las artes, que ponía otra vez a la lectura y a la escritura en el centro.

El asedio de la IA

Y aquí, nuevamente, la frase inoportuna pero atinada, a falta de originalidad para utilizar una mejor. Daniel Link, una vez más, la vio. Ninguna novela se anticipa tanto al asedio de las inteligencias artificiales –como él prefiere llamarlas–, como La Ansiedad, verdadero anticipo de las escrituras automáticas de tercera generación, las que él no sólo escrutó como nadie, sino, y sobre todo, con las que cuerpo a cuerpo también experimentó.

El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

A comienzos de los años 2000, sino ya antes, sobre el borde mismo del siglo XX, Daniel Link pensó a la literatura como la oportunidad para hacer experimentos textuales pero también performances. Son inolvidables las obras de teatro que Daniel Link estrenó también en la primera década del siglo XXI, en el Centro Cultural Rojas.

Afecto a los obsequios, por aquellos años Daniel Link, regalaba ejemplares de sus libros y chocolates. Ejemplares de su obra Teatro Completo (Eloísa Cartonera, 2007). En las presentaciones de una de sus novelas, obsequiaba chocolates con la tapa de La ansiedad a sus amigos y lectores. Eso mismo lo volvió a hacer el 25 de junio de 2024 en ocasión de su última clase, Lección final, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

En medio de una cita literaria erudita, contra quienes hacen apología de lo serio y sacralizan las clases de literatura como algo anacrónico y dépassé, al mejor estilo de quien habló como nadie de los misterios del Bar Mágico –en su novela Montserrat (Mansalva, 2010)–, Daniel Link abrió su maletín cargado de papeles y clases y libros de la mejor literatura del siglo XX, y al estilo de esos números de magia habituales pero inverosímiles, volvió a sacar un gran paquete dorado de chocolates. Golosinas para nuevos y más lectores de una obra literaria inagotable y absolutamente actual.

Mucho más acá, Daniel Link es también el autor de Cómo se lee y otras intervenciones críticas (Norma, 2003), un verdadero clásico de la lectura y la literatura sobre el presente. ¿Cuál presente? Aquel, el del fin de siglo y los nuevos 2000, los años 2003, 2004, 2005.

Ningún presente es más actual que aquel en el que el encuentro entre dos cosas desconocidas se produce. Acaso, para comprender los avatares hiper-tecnologizados del presente, no haya tarea mejor que ir hacia el momento en que el primer encuentro entre la literatura y las tecnologías se produjo.

Bonus track: Cómo se lee (2003) venía con un anexo que recuperaba aquel libro mítico e inhallable. La chancha con cadenas (Ediciones del Eclipse, 1994), el libro con el que Link, comenzó a dar los primeros pasos de un derrotero interminable.

(¡De nuevo: Gracias, Juan!)

 

Lo pop del cielo

La última clase del profesor pop: Daniel Link se despidió de Puan ante un aula colmada de estudiantes, graduados y colegas


El catedrático y escritor cerró ayer más de tres décadas como titular de la cátedra Literatura del Siglo XX, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA

Por Daniel Gigena para La Nación

“Pensar el siglo XX es pensarnos”, dijo ayer al anochecer el profesor y escritor Diego Bentivegna en el discurso preliminar a la última clase del “profesor pop”, el escritor y catedrático Daniel Link (Córdoba, 1959), en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en Puan 480, en elbarrio de Caballito. “Estamos acá con entusiasmo y con nostalgia”, agregó en referencia a los estudiantes, graduados y compañeros de la cátedra Literatura del Siglo XX, a cargo de Link por más de treinta años.

Link dio su clase a "aula llena" en Puan 480
Link dio su clase a "aula llena" en Puan 480 Hernan Zenteno - La Nación

El autor de Fantasmas. Imaginación y sociedad dio su clase de despedida a “aula llena” (debieron mudarse de la 250 a la 324, que es un poco más grande). “Creí morir dos veces mientras estuve a cargo de la cátedra pero sobreviví y nadie se dio cuenta de esos episodios críticos personales”, contó el profesor que llegó con algunos libros para regalar a los alumnos. “Habíamos empezado este curso hablando con una reflexión sobre los procesos de humanización y deshumanización en el arte”, dijo Link y agregó: “Las inteligencias artificiales no conocen el tictac de lo viviente, ni la duda ni el entusiasmo”. A continuación, abordó los alcances de la “imaginación humanista” en el actual momento “crepuscular”; al final, antes de ser ovacionado por los asistentes, reivindicó los “saberes de la noche”.

Daniel Link y Vivi Tellas, en un paso de comedia "académico-político"
Daniel Link y Vivi Tellas, en un paso de comedia "académico-político" Hernan Zenteno - La Nación
 
La clase es el lugar de todos los intercambios”, sostuvo Link, que titular de la cátedra universitaria desde 1990. La directora y performer Vivi Tellas interrumpió la clase, como suele ocurrir en los claustros de las universidades públicas, presentándose como una militante de una agrupación “libertaria de izquierda” que propugnaba el “soviet”. “O sea que me jubilo para que venga el soviet”, bromeó Link.

Rindió homenaje a los profesores Elvira Arnoux, Enrique Pezzoni, Raúl Antelo, Josefina Ludmer y Ricardo Piglia. “No me formé acá, lo que siempre, en algún punto, me fue señalado”, reprochó (es egresado del Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”) y se hizo cargo de las críticas de algunos estudiantes a lo largo de las décadas. “¡Trata a los alumnos como a monos en el zoológico!”. Para horror de los libertarios, citó al filósofo italiano Antonio Gramsci. Hubo alusiones a Alejandra Pizarnik, Pier Paolo Pasolini, Federico García Lorca, Georges Didi-Huberman, Copi y Leopoldo Lugones, entre otros autores del siglo pasado.

"Hoy el siglo XX es equivalente a la Edad Media y nos exige que nos volvamos archivistas", dijo Link en su clase de despedida
"Hoy el siglo XX es equivalente a la Edad Media y nos exige que nos volvamos archivistas", dijo Link en su clase de despedidaHernan Zenteno - La Nación

Quienes venimos trabajando en el área de humanidades desde hace décadas no podemos disimular la crisis fenomenal del campo, un poco por su propia dinámica y otro poco por los embates de la esfera audiovisual, en primer término y, ahora, por la esfera digital -dijo Link-. Todo eso nos obligó a sostener una posición crítica respecto del humanismo; por ejemplo: el humanismo burgués fue cómplice de las peores aventuras coloniales, no hace falta sino señalar que los ejércitos imperiales europeos marcharon a conquistar el mundo y saquearlo, acompañados de filólogos. Hasta finales del siglo XX podíamos sostener críticamente un humanismo posmodernista, si se quiere, que hoy es directamente imposible. Primer límite para mí, entonces: la incapacidad para discutir con máquinas mis lecturas de Marcel Proust, de Mario Bellatin, de Franz Kafka. Esto no es meramente ilustrativo. A finales de 2023 propuse mi lectura de la Recherche a ChatGPT, que impugnó cada una de mis decisiones e hipótesis”.

¿Una escena de la película "Puan"? La clase final de Link convocó a una multitud
¿Una escena de la película "Puan"? La clase final de Link convocó a una multitud Hernan Zenteno - La Nación
 

Para Link, la cátedra Literatura del Siglo XX tenía algo de excesiva. “Cuando empezamos, todavía podíamos pensar ese campo como el campo de lo contemporáneo y, dado el carácter experimental del curso, nos obligamos a inventar una pedagogía y un punto de vista: leemos literaturas europeas como literaturas indígenas”, puntualizó.

Hoy el siglo XX es equivalente a la Edad Media y nos exige que nos volvamos archivistas -dijo anoche sentado ante un pupitre cubierto con una tela bordó-. Aceptamos el desafío porque nos parecía que, poco a poco, el siglo XX había sido invisibilizado. Desde hace diez años empezamos los cursos, demostrando que el siglo XX tuvo lugar, y que no fue solamente una pesadilla de la que convenía despertarse. Ahora bien, ese trabajo, que sigue pareciéndonos necesario y fascinante, nos aleja de lo contemporáneo. Segundo límite, entonces: pensar la propia práctica como una intervención de archivo o como una intervención de presente. Al elegir el presente, conviene dejar descansar los clásicos del siglo XX. O fijar la mirada en otra cosa”.

Cuando Link comenzó a dar clases en Puan, lo bautizaron el “profesor pop”.Luis Sandrini había sido, previamente, el ‘profesor hippie’ -dijo-. Un poco por eso resultó que este, mi último curso en la facultad llevó por título ‘Ideas de pueblo’. Una de las ideas de pueblo que trabajamos fue la que lo define como el que otorga la soberanía por delegación al Senado; es la versión que nos llega desde Roma. Pueblo se opone a Senado. El liberalismo mersa que actualmente gobierna la Argentina ha interpretado esa oposición como Pueblo vs. Casta, lo que no es del todo incorrecto. Pero a nosotras nos obligó a pensar cómo y por qué el Pueblo decide delegar su soberanía en aquellos que serán sus verdugos, algo que pasó varias veces durante el siglo pasado. Hay también otras ideas de Pueblo, por ejemplo esa que usan como coartada los gobiernos para desplegar sus fantasías, por lo general de exterminio. En nombre del Pueblo, se crean campos de trabajo forzado para homosexuales, judíos y gitanos o clínicas para la experimentación sobre enfermos mentales, adictos o discapacitados”.

“Si abrazábamos la causa pop, nos adheríamos a una filosofía pop, que tiene dos nombres propios: Deleuze y Guattari -destacó-. Fuimos deleuzeanos militantes hasta que el señor Milei apareció en el horizonte. Hoy ya no podemos sostener la misma convicción acríticamente: hay que separar el pensamiento anarco de Deleuze, y todas sus figuras, del anarcocapitalismo. Esa tarea es extremadamente compleja pero necesaria: no podemos dejar que se confunda un cierto pensamiento con el vacío de todo pensamiento que caracteriza al anarcocapitalismo que hoy reina entre nosotras”. En la clase, conjugó la primera persona del plural en femenino. “No se trata de alcanzar la libertad, sino de encontrar una salida”, advirtió.

Y prosiguió: “Sumemos a todo eso que yo ya voy a alcanzar la edad jubilatoria según el régimen especial de los docentes-investigadores. Y no tengo ganas de que el actual gobierno cambie las reglas de juego meses antes de alcanzar ese derecho, que no es un privilegio. Prefiero pensar el presente alejado de las máquinas y de las instituciones que son, ellas mismas, picadoras de carne que abrazan cada cable y cada chip con algarabía; prefiero revisar mis convicciones detrás de escena, para volver a decir o lo mismo u otra cosa, pero en todo caso, remixado, vuelto a poner en una circunstancia, la actual, que no esperábamos vivir. Mi generación ha podido superar con dificultad la dictadura y otros momentos críticos como el menemismo y el 2001. Seguramente los jóvenes, debidamente entrenados en las lecturas que hacen falta, podrán superar la fuerza de la barbarie reinante, que pretende que todo pensamiento crítico es basura o ¡comunista, comunista!”.

La cátedra seguirá su marcha. “Habrá concursos, que esperamos no estén amañados como los últimos que organizó el Departamento de Letras, a los que se presentarán los integrantes del equipo, la mayoría de los cuales llevan ya veinte años de trabajo conjunto ininterrumpido, y varios me acompañan desde el comienzo -dice Link a LA NACION-. Pero, por supuesto, lo que vendrá será un día nuevo en el desierto. Para quienes se queden en la cátedra y para mí, que la dejo, también. Un nuevo día, una página en blanco. Eso me espera. Eso espero que me espere”.

Tras el estreno de la película Puan, dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, ¿Puan se puso de moda? “No, no está de moda -responde Link-. Sigue siendo el mismo ambiente de fantasía de siempre”.


 
 

 

 

 

miércoles, 26 de junio de 2024

La apoteosis

 


El ensayista y carismático docente Daniel Link se despide de la UBA con una apoteosis 
 
por Juan Mendoza para Clarín
 
El ensayista y carismático docente Daniel Link se despide de la UBA con una apoteosis
El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.
  • El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

    El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

  • “Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”, interrumpió Vivi Tellas en la última clase de Daniel Link. Fotos Emmanuel Fernández.

    “Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”, interrumpió Vivi Tellas en la última clase de Daniel Link. Fotos Emmanuel Fernández.

  • El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA ante más de mil personas. Fotos Emmanuel Fernández.

    El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA ante más de mil personas. Fotos Emmanuel Fernández.

  • El ensayista y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

    El ensayista y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

  • El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

    El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

  • El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

    El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández

El 7 de enero de 1977, en el Collège de France, Roland Barthes dictó su conferencia inolvidable conocida con el título Lección inaugural. La clase de ayer martes consistía en un clásico de la teoría literaria y despertó enorme expectativa en el universo de las carreras de Letras, Filología y Comunicación Social.

Un poco inspirado en aquel hecho barthesiano, también lo empujó la realidad –casi siempre es difícil decir adiós–, y al mejor estilo de quien todo lo conoce acerca del arte de traer discursos al presente, para transformarlos, a los acontecimientos históricos, el 25 de junio de 2024 Daniel Link decidió dictar su Lección final.

Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. 18:10. Aula 324 del Tercer Piso. Un grupo de estudiantes, que este año no alcanzó a leer Pedro Páramo, la novelita de Juan Rulfo, se predispone a escuchar a su profesor. Todos los miembros de su cátedra –entre ellos Claudia Kozak, que hace poco también emprendió el camino de la jubilación–, exalumnos, escritores, docentes e investigadores de reconocida trayectoria como Laura Ramos, Gonzalo Aguilar, Renata Rocco-Cuzzi y las editoras Leonora Djament y Malena Rey, así como también fotógrafos de diferentes medios, se dan cita para presenciar lo que se presupone será un verdadero acontecimiento intelectual. La sala, en la que hay más de mil asistentes, está presidida por un pupitre central. Sobre la mesa hay un micrófono, una pila de libros, una lámpara, una tablet.

Es difícil estar atentos a aquellos indicios que marcan que estamos ante un cambio de época. Pero es seguro que esos indicios a veces no se nos presentan como algo rotundo, sino más bien como pequeñas marcas, rastros de carmín en medio de un camino constantemente sembrado por hechos que falsamente se autorepresentan como históricos. ¿Es de verdad una última clase?, sobre todo porque Daniel Link continuará con la docencia en la Universidad Tres de Febrero. ¿O se trata más bien de una performance?

Comienza a hablar

Hace tan solo un momento Miguel Rosetti, uno de los miembros de la cátedra de Lin, Literatura del siglo XX, recibía las monografías de la materia cuatrimestral; una estudiante le comentaba a otra que pronto viajará a Londres, para realizar un posgrado en Artes y Finanzas... Después de los murmullos previos y la alegría del encuentro, se hace por fin el silencio. Y allí, en ese contexto, el docente, el profesor, el literato, el catedrático, el maestro, el investigador, comienza a hablar:

“Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”, interrumpió Vivi Tellas en la última clase de Daniel Link. Fotos Emmanuel Fernández. “Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”, interrumpió Vivi Tellas en la última clase de Daniel Link. Fotos Emmanuel Fernández.

“Las inteligencias artificiales no conocen el tic tac de lo viviente”, sostiene. Y señala entonces que los sujetos de letras pertenecemos a una especie que vive en y para los textos. Cita a Peter Sloterdijk, a Kafka, a Gilles Deleuze. Su estilo no está solo en el lenguaje. Está también en su tono, portador de un estilo envolvente.

Acaso el gran método de Daniel Link haya consistido en mezclar, como nadie, la cultura pop con lo más dilecto de su erudición barthesiana. ¿Está bien hablar en pasado? ¿Es eso correcto? Aquí no se trata de la muerte, si no más bien y tan solo de un cambio de proyectos. ¿De verdad no se trata de una performance?

Es entonces cuando una “estudiante nueva” irrumpe en clase y toma la palabra. “Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”. Daniel Link, como es habitual, accede a dar la voz. “Soy de La Agrupación Libertaria de Izquierda”. Se trata nada menos que de la dramaturga y directora teatral Vivi Tellas, estrella del under de los años 80, quien ha venido esta tarde hasta Puán para saludar a su amigo, a su colega, a su investigador.

Entre abrazos y risas, Daniel Link aprovecha la ocasión. Como todo profesor universitario “ideologizado” que desea “bajar línea”, para “adoctrinar” a sus estudiantes, pero absolutamente convencido de que será el pensamiento crítico lo único que salvará a nuestra especie, aprovecha la intervención de Tellas para verter algunos conceptos políticos de ocasión.

El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA ante más de mil personas. Fotos Emmanuel Fernández.El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA ante más de mil personas. Fotos Emmanuel Fernández.

Contra la dicotomía de "pueblo vs. casta", han emergido ahora las acechantes fuerzas de un “liberalismo mersa”, señala, mordaz. Para Daniel Link, quien se ha especializado en el estudio de obras literarias del siglo XX que vieron la luz entre los fascismos europeos y la Primera y la Segunda Guerra, es un hecho evidente que los autoritarismos del siglo pasado han sembrado también sus vástagos en el siglo actual.

Sus epígonos del XXI, para él, también llegan con sus viejas y ya conocidas fantasías de exterminio. La enseñanza que nos deja el siglo XX es que esas fantasías de exterminio, antes de Auschwitz​, circularon “inofensivamente” por las calles y fueron también producidas por la radio o la prensa impresa. Frente a este nuevo estado de situación, ante la crisis generalizada del humanismo y ante el vacío al que nos arroja la crisis de la cultura escolar –la crisis incluso del proyecto de la Ilustración–, la literatura se ha vuelto depositaria de un conocimiento fundamental. Paradójicamente, en la medida en que más necesario se vuelve ese saber, es también una evidencia grande de que la literatura ocupa ahora el lugar de un saber subalterno.

Un saber resistente

Puesto que lo que otrora ocupara un lugar de poder –los hombres y mujeres de letras dominaron el mundo: ”los imperios europeos marchaban rumbo a sus saqueos acompañados de filólogos”–, se ha vuelto ahora un saber resistente –que perdura–, se vuelve imperativo subrayar que la labor fundamental de nuestro tiempo no trata tanto por la conquista de “la libertad”, sino por el diseño de un proyecto que sea capaz de “encontrar una salida”.

El ensayista y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.El ensayista y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

Para Daniel Link es absurdo que la humanidad haya destinado tantos años de diseño de teorías de la lectura y de edificación de la teoría de la recepción –teoría de la imagen, la tradición psicoanalítica y un largo etc.–. Tantos años destinados a la edificación de bibliotecas, escuelas y librerías universitarias, para terminar desbarrancando en un mundo que instituye un punto de vista sobre todas las personas dispersando viralmente su propia auto-representación.

¿Cómo puede ser verosímil el propio punto de vista sobre uno mismo? En ese sentido, un mundo de emoticones y de selfies se vuelve un mundo en el que el trabajo de la lectura sencillamente pareciera dejar de existir. Es cierto que la última lección de Link tiene motivaciones biográficas, biológicas, etc. –el eterno profesor joven está ya próximo a su jubilación–. Pero puede que su retiro se deba también a causas más profundas.

“Sigan sin mí en un mundo de selfies y de emoticones, sobre todo si piensan que ese camino, que de seguro conduce al infierno, les parece transitable”. Dijo en la fría noche de junio el profesor de literatura quien, luego de haber tenido por largos años un blog súper popular, Linkillo, se ha abstenido hasta ahora de incursionar en las nuevas redes sociales. Aunque sí tiene, hay que decirlo, uno de los blogs más antiguos y más leídos de toda la Argentina: linkillo.blogspot.com (cosas mías).

Para Daniel Link, quien entre sus muchísimos libros también publicó uno con el título de, precisamente Clases. Literatura y disidencia (2005), la clase –escolar, universitaria– es el lugar de todos los intercambios. Sus clases, a lo largo de varias décadas, fueron un emporio de citas literarias y de reflexiones a partir y a través de ellas.

Frases del tipo “la náusea como un anonadamiento del mundo”, “los momentos de peligro”, “la guerra, la revolución”, “las formas de vida”, “cómo vivir juntos” y un largo etcétera, conformaron algo así como un misal de voces propias y entremezcladas. “Daniel nos ha enseñado a leer con las voces de quienes han leído antes”, había dicho el editor Diego Bentivegna un rato antes, en la presentación inaugural. Link hizo del cruce de territorios distantes toda una poética, un estilo.

Podía interrumpir una reflexión sobre La montaña mágica, de Thomas Mann, con una expresión del tipo: “¡Oh!, creo que hoy viene con la remera que uso para dormir”. Decía esas cosas en medio de una sala pletórica de estudiantes jóvenes, sosteniendo el voluminoso libro de Mann entre las manos pero, al mismo tiempo, señalando la impresión de la S de Súperman en la estampa de su pecho.

El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

Docente, literato, autor de teatro, Súper Profesor. Link podía hilvanar una frase en latín al lado de una cita proferida por alguna diva de TV. Como de hecho, la noche del 25 de junio de 2024, lo volvió a hacer. Hacia el final de su clase, cuando amigos y colegas se acercaban para abrazar al amigo, al maestro, al profesor, Daniel Link volvió a tomar el micrófono para decir: “Como diría una gran pensadora argentina contemporánea, Mirtha Legrand: ‘A ustedes les debo todo. Pero yo les he dado mi vida’”.

Al instante, mientras un gran ramo de flores llegaba hasta el escenario, también lo hacía un grupo de estudiantes para acercar el obsequio de ocasión, ese que se da a profesores al terminar el curso. Al abrirse la bolsa de papel madera, allí apareció: ¿un pijama de Micky Mouse? El obsequio, para quien comprende el mensaje, fue algo así como decir: este uniforme de Super Docente de la calle Puán, es sólo suyo, y solo usted se lo puede llevar.

En los tempranos años 2000, Daniel Link fue uno de los primeros docentes de la Argentina en dar bibliografía a través de la plataforma Moodle. Como si la clase fuera también una fiesta, un bar. B de Bebida se llamaba incluso uno de los tópicos de su programa en el aula virtual. Así, entre lágrimas, serio, risueño, bromista, cordial, Daniel Link hacia el final de su clase tomó una copa y brindó. “En el último trago, nos vamos”.

Luego de eso vinieron las lágrimas, los abrazos. Cuando la algarabía se mezclaba y un dejo de nostalgia arreciaba, todavía Link tuvo ánimo para tomar el micrófono y decir algo más: “Perdón. ¿Preguntas?”.

El 2024 under, subalterno y cultural, probablemente sea recordado por la aparición de El último show, la película de José Luis García –que, tras 37 años de estar archivadas sin aparente sentido en una cinta VHS, recupera las imágenes del último recital de Luca Prodan antes de morir–. Y por ser el año en que Daniel Link dictó su última clase en la UBA.

El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

Una cita de Roland Barthes contenida en su Lección Inaugural, acaso podría ser de utilidad para describir lo que allí pasó: “El profesor no tiene aquí otra actividad que la de investigar y hablar [...], soñar en voz alta su investigación. Privilegio enorme y casi injusto en el momento en que la enseñanza de las letras se halla desgarrada hasta la fatiga entre las presiones de la demanda tecnocrática y el deseo revolucionario de sus estudiantes.”

Puede parecer extraño, en el mundo actual, que una clase de literatura pueda transformarse en un acontecimiento intelectual. De hecho, de suceder, todo haría creer que se trata más bien de un malentendido. O de algún tipo de anacronismo que evoca otras épocas. Épocas de oro no solo de la literatura sino también de la teoría y de la crítica literaria. Es eso lo que aconteció una noche de junio de 2024 en Buenos Aires, en el barrio porteño de Caballito, en un reconocido edificio situado en la calle Puán.

(¡Gracias, Juan!)


sábado, 22 de junio de 2024

Aquí, América latina

Por Daniel Link para Perfil

El barco rebotaba contra la superficie del mal según el ritmo de las olas. El agua se pulverizaba en el aire, cuya humedad apenas si se modificaba por el embate de la máquina acuática: era un aire denso, cargado de potenciales de vida. A nuestra derecha se veía el resultado de un combate colosal entre monstruos o de un ataque de cólera sobrenatural. La piedra aparecía desgarrada por unas uñas gigantescas: cicatrices de estratos blancos sobre piedra negra, que brotó líquida como magma de un suelo agujereado por pataleos histéricos y golpes de puño. El granito, una vez enduercido, fue arrojado con furia de cualquier manera, creando crestas de piedra desacomodada, rasgaduras, pozos, cada tanto un resplandor de advertencia provocado por un yacimiento de mica o de biotita.

Sobre esos majestuosos destrozos, que nos hacían sentir la pequeñez de nuestra existencia y la brevedad de nuestros intervalos vitales, los siglos fueron depositando una mísera cantidad de polvo, tierra, semillas y cagadas de pájaros.

A lo lejos, la piedra contorsionada con violencia aparecía mal cubierta por una capita verde que apenas si alcanzaba a tapar la vergüenza de un combate colosal entre fuerzas antagónicas.

Aquí y allá sobresalía la piedra negra, todavía inexpugnable, donde las plantas y las flores se aferraban a un suelo superficial, siempre en peligro de deslizarse hacia el mar, ávido por devorarlo todo, hasta las rocas metamórficas que alguna vez le arrancaron del fondo.

Cada tanto, el tormento pétreo daba paso a una bahía donde, algunas veces, una playa se adivinaba. Era fácil imaginar allí a los tairona tallando sus bastones de piedra y preparando sus canoas, con las que quemarían la avanzada colonial de Santa Marta varias veces.

Pero las miserables luchas humanas empalidecían ante la brutalidad de las fuerzas naturales, a las cuales los hermosos kogui, descendientes de los tairona, rinden homenaje.

Nuestra aventura había comenzado exactamente al término del Saka Juso: fortalecimiento de las relaciones con el territorio y reparación de las redes energéticas. Íbamos a lo mismo. En el Cabo San Juan nos retiramos a una playa poco concurrida y, desnudos, invocamos a los diosecillos de nuestro propio Paraíso.






sábado, 15 de junio de 2024

Perros Héroes

por Daniel Link para Perfil 

El martes pasado, Bogotá era un hervidero. La delegación argentina que participaba de un prestigioso congreso alternaba su atención entre los paneles dedicados a imaginar los posibles futuros de América latina y las noticias que daban cuenta de la votación en el Congreso de las leyes que, precisamente, van a modelar el futuro de Argentina.

En los intervalos, se barajaban todas las posibilidades. La mía (como siempre, perdidosa) era: hay empate en el Senado 36 a 36, la Vicepresidenta tiene que desempatar y con picardía dice: “Mi voto no es positivo”. Milei renuncia y ella asume. Bueno, ya saben lo que pasó. Pero el martes pasado me dijeron que tal vez ella no pudiera votar si Milei viajaba al exterior a decir los disparates que acostumbra (“soy el mejor”, “¡comunista!, ¡comunista!”) y, en ese caso, tenía que desempatar no sé quién ni bajo qué circunstancias. Agua bajo el puente.

En todo caso, si de futuro (latinoamericano o argentino) se trata, Bogotá era un ejemplo en el cual mirarse. Una ciudad completamente militarizada, donde los edificios cuentan con seguridad privada a la altura del Pentágono (en el que ocupé, no menos de 20 monitores) y donde sólo pueden entrar aquellas personas que previamente han registrado su documento (pasaporte o DNI) en un mostrador. Sólo se admite una visita por vez.

Por supuesto, semejante dispositivo paranoico sólo se sostiene en una sociedad construida sobre una desigualdad palpable incluso en la organización urbana y en una voluntad no tanto de luchar contra ella sino de administrarla.

Décadas de luchas armadas y de narcopolíticas (en un sentido o en otro) han anestesiado a la población, que no parece ver como violación de sus derechos la total administración de la vida, ni como perversión política el ser arrojado al margen por normativas directamente fascistoides.

Sí, eso es lo que se viene. Porque para producir y sostener en el tiempo un régimen de desigualdad como el que el actual gobierno argentino promueve hará falta una fuerza de control y represión enorme. Habrá que pagarla, y de algún lado tiene que salir la plata. No hay leones, sino los emblemáticos perros héroes de Mario Bellatin, en los cuales se cifraba el futuro de América latina.

 


sábado, 8 de junio de 2024

El rufián recoleto

Por Daniel Link para Perfil

Recibimos pésames de muchas personas a propósito de la muerte de Edgardo Cozarinsky, como si fuéramos sus deudos. Éramos, en efecto, “familia” (eran sus palabras). Cada tanto saludaba a mi mamá en las redes. Escribí sobre sus libros y películas, asistí a sus rodajes, Sebastián Freire hizo fotos para uno de sus libros.

Edgardo era un escritor enorme y un cineasta exquisito pero era, sobre todo, discreto. Jamás la jactancia o el resentimiento (que es su contracara) opacaron su brillante conversación.

Becados en Bellagio, Edgardo quiso visitarnos y se alojó en el Grand Hotel Villa Serbelloni, a la vera del Lago di Como y comimos en ese lujo decadente que a él tanto le gustaba. Compartíamos un cierto gusto camp por esos ambientes que hablaban de épocas perdidas que Edgardo pudo haber conocido pero nosotras, con certeza, no.

Alguna vez, porque no entendíamos su entrañable recuerdo de una ciudad que no nos había gustado, tuvo que confesar que tenía que ver con un amor de juventud. Buah.

Edgardo decía mucho “Buah”, como para englobar un montón de cosas que no hace falta decir, pero que tienen que tener un lugar en el cuento. Era muy diferente del “Bueno”, que indicaba más bien un límite.

Además del gusto por la decadencia burguesa, Edgardo era un excéntrico. Un desencajado.

Su último gesto (que, por supuesto, hay que entender políticamente) fue su conversión al catolicismo. Siempre le habían divertido mis relatos de mi primera comunión tardía y mi carrera meteórica hasta ser responsable de misa de veinte en la parroquia del Niño Jesús de Praga. Además, era un admirador confeso de la orden de los capuchinos y colaboraba (no recuerdo bien de qué modo) con la Cripta de los Capuchinos, donde reposan los Habsburgo. Ésa era otra de sus obsesiones: Mitteleuropa. No sólo como autor (varias de sus novelas tomaban de ese inestable territorio algunos personajes y motivos narrativos) sino como lector (Joseph Roth).

Pese a lo mucho que significó París en su vida (sobre todo afectiva), terminó odiando la ciudad y sus habitantes nativos.

No obstante, hay algo profundamente parisino que se le pegó para siempre: su frecuentación de Roland Barthes. Lo había escuchado en su seminario sobre S/Z y se acercó a decirle que él era el emblema viviente de su teoría, porque su apellido familiar fue mal anotado en Migraciones y así pasó de la S a la Z. Yo siempre pensé que fue un invento de Edgardo, pero Barthes le creyó. Lo asesoró para su librito sobre el chisme e incluso le dijo que lo agrandara para hacer una tesis, a lo que Edgardo opuso como excusa mi “invencible pereza”.

Una vez le mostró una foto de sus padres en la playa, su madre ya embarazada, y Barthes le dijo: “para abrir Cozarinsky par lui-même.

Todo lo que hizo Edgardo parece haber seguido esa indicación de volverse un capítulo de supar lui-même”, que escribió hasta el último suspiro.

La literatura argentina lo extrañará. Nosotras seguiremos conversando con él, en ese espacio en el que se encontraba tan a gusto: la comunidad de los ausentes.

Brutalismo suprematista libertario

por Franco Berardi para ILDISERTORE

La cumbre de la ultraderecha blanca occidental celebrada en Madrid el 29 de mayo fue la culminación de un proceso que escapa a las categorías de la política moderna.

Seguimos interpretándolo con las categorías de que disponemos, democracia, liberalismo, socialismo, fascismo, etcétera...

Pero creo que estas categorías interpretativas de la política no captan la esencia de este proceso, que no es muy nuevo en el plano enunciativo, programático, sino que es radicalmente nuevo en el plano antropológico y psicocognitivo.

Los enunciados de los líderes de la derecha mundial no explican la fuerza disruptiva del movimiento que nadie parece capaz de detener -con algunas excepciones como Colombia, Brasil y la España socialista, bastiones de la resistencia humana.  Las dinámicas tradicionales de democracia parlamentaria y lucha social parecen haber sido derrocadas, como si un ciclón de poder sin precedentes arrasara las defensas que la sociedad ha construido tras la Segunda Guerra Mundial.

La cumbre de Madrid reunió a formaciones que se remontan al supremacismo blanco occidental, y no a los movimientos que lideran países como la India de Modi, ejemplo de supremacismo no blanco, y la Rusia de Putin, ejemplo de supremacismo no occidental.

En la segunda mitad de 2024, es posible que los supremacistas de derechas ganen la presidencia de Estados Unidos y cambien la mayoría en el Parlamento Europeo, aliándose con el centro. Pero incluso si la derecha no se impusiera en Europa y los demócratas ganaran las elecciones estadounidenses, esto no cambiaría gran cosa, porque en las cuestiones fundamentales -ante todo en materia de rearme, guerra y la cuestión climática- ya no hay distinción entre los ultraderechistas y los gobiernos de centro. Por el contrario, en la situación que se perfila, la victoria del lepenismo en las elecciones de junio y la victoria de Trump en noviembre tendrían el efecto de resquebrajar la unidad occidental en la guerra contra Rusia.
 

Pero el objeto de mi reflexión no es el resultado de las elecciones de 2024.

Lo que me interesa aquí es comprender la dinámica antropológica y no meramente política que ha transformado las sociedades de Occidente y de gran parte del planeta, tras haber barrido al movimiento obrero organizado y desactivado una tras otra las instituciones internacionales de la era liberal-democrática, empezando por la ONU.

¿Se puede reducir lo que está ocurriendo a un retorno del fascismo histórico? Yo diría definitivamente que no: el nacionalismo fascista sigue siendo la principal referencia del lenguaje y la mentalidad de la clase política que cabalga la ola reaccionaria, porque son personas de muy bajo nivel intelectual que no tienen la capacidad de encontrar conceptos y palabras a la altura de la fuerza que la transformación antropológica ha puesto a su disposición.

Me parece que no hay conciencia de derecha a la altura de la fuerza de la derecha.

La brutalidad, después de todo, no suele ser muy consciente de sí misma.

Lo que está surgiendo es un fenómeno de proporciones gigantescas, que no puede explicarse con las categorías de la política porque hunde sus raíces en la mutación tecnoantropológica que ha experimentado la humanidad en las últimas cuatro décadas, y porque constituye la válvula de escape del hiperliberalismo que ha hecho de la competencia (es decir, de la guerra social) el principio universal de las relaciones interhumanas.

Las explicaciones políticas de la ola brutalista libertaria sólo captan aspectos marginales del fenómeno: los demócratas liberales sostienen que el orden político se ve sacudido por el soberanismo autoritario. Los marxistas, o muchos de ellos, interpretan lo que está ocurriendo como un retorno del fascismo histórico tras los errores del movimiento obrero organizado.

Pero ninguno de ellos explica lo más importante, la cualidad antropológica y psíquica que subyace a la adhesión masiva a los movimientos ultrarreaccionarios.

Lo que está en juego no es el significado de las declaraciones de Trump, Milei, Netanyahu o Norendra Modi, sino las razones por las que una creciente mayoría de la población del planeta abraza con entusiasmo la furia destructiva de estos líderes.

A diferencia del nazifascismo histórico, que practicaba una economía estatista, la ola supremacista fusiona los tópicos del racismo y el conservadurismo cultural con una acentuación histérica del liberalismo económico: libertad para ser brutal.

¿Es esta novedad suficiente para explicar el éxito arrollador de la papilla intelectual que en todas partes suscita el entusiasmo de las multitudes?

¿Debemos pensar que las multitudes siguen a Trump a pesar de sus flagrantes mentiras, a pesar de su machismo de baja estofa? ¿Y que las multitudes israelíes apoyan al gobierno fascista a pesar del exterminio de niños palestinos, y que la mayoría de los argentinos votan a Milei a pesar de la motosierra con la que se dispone a destruir el estado de bienestar y matar de hambre a millones de trabajadores?

¿O tal vez habría que invertir el razonamiento? Adelanto la hipótesis de que estamos ante una verdadera inversión del juicio ético: que los estadounidenses votan a Trump precisamente porque es un violador y un mentiroso, que los israelíes apoyan a Netanyahu precisamente porque practica el genocidio, compensando una profunda e inconfesable necesidad de reparación de los descendientes de las víctimas de un genocidio pasado. Y que los jóvenes argentinos siguen a Milei porque creen que por fin los mejores podrán sobresalir y los demás se morirán de hambre como se merecen.

Lo que es nuevo entender es la cualidad psíquica, cognitiva, antropológica de Anthropos 2.0.

La inversión cínica del juicio, el entusiasmo por la violencia racista implican una perversión de la percepción y del procesamiento psíquico, incluso antes que moral: capitalismo gore, como define Sayak Valencia la realidad mexicana.

Brutalismo social

Al hacer de la competencia el principio universal de las relaciones interhumanas, el neoliberalismo ha ridiculizado la empatía por el sufrimiento ajeno, ha erosionado los fundamentos de la solidaridad y, con ello, ha destruido la civilización social.

Cuando Milei afirma que la justicia social es una aberración, no hace sino legitimar el derecho del más fuerte y galvanizar la ilusión de masas de individuos jóvenes (en su mayoría varones) convencidos de que están dotados de la fuerza necesaria para ganar a todos los demás. Esta creencia no se desmonta fácilmente, porque cuando mañana estos individuos sean, como ya lo son, miserables solitarios empobrecidos, sólo culparán de su derrota a los inmigrantes, o a los comunistas, o a Satanás, según su psicosis preferida.

Mientras se condena la justicia social como una aberrante intromisión del socialismo de Estado en la libertad de los individuos, se naturaliza el salvajismo competitivo: en la lucha por la vida, quien no esté a la altura merece morir. La empatía no es compatible con la economía de la supervivencia, de hecho se la autoinflige.  Como dice Thomas Wade en la novela de Liu Cixin (Dark Forest): «Si perdemos nuestra humanidad perdemos algo, si perdemos nuestra bestialidad lo perdemos todo».

El brutalismo se convierte en el fundamento de la vida social.

El inconsciente conectivo y el fin de la mente crítica

Mc Luhan escribió en 1964 que cuando la comunicación interhumana pasa de la dimensión lenta de la tecnología alfabética a la dimensión rápida de la tecnología electrónica, el pensamiento se vuelve inadecuado para la crítica y se restaura el pensamiento mitológico. La mutación tecno-comunicativa está resultando más arrolladora que las propias predicciones de McLuhan.

Según el director general de Netflix, Reed Hastings, el principal competidor de las infocompañías es el sueño. Sumando las horas de actividades multitarea de una persona en nuestro tiempo, la jornada es de 31 horas, de las cuales sólo seis horas y media se dedican a dormir.

En 24/7 Capitalism and the end of sleep Jonathan Crary escribe que el tiempo medio dedicado al sueño ha disminuido en un siglo de ocho horas y media a seis horas y media. ¿Qué efecto puede tener la contracción del sueño en la autonomía mental de un individuo?

Durante trece horas, la mente está expuesta a estímulos de la infoesfera. Un lector de libros podría exponer su mente a la recepción de signos alfabéticos durante muchas horas, pero la intensidad y velocidad de los impulsos electrónicos es incomparablemente mayor. ¿Cuáles son las consecuencias de esta transformación tecno-comunicativa?

En resumen: la mente sometida al bombardeo ininterrumpido de impulsos electrónicos, independientemente de su contenido, funciona de forma completamente distinta a como funcionaba la mente alfabética, que tenía la capacidad de discriminar lo verdadero y lo falso en la información, y que poseía la capacidad de construir una vía de procesamiento individual. De hecho, esta capacidad depende del tiempo de procesamiento emocional y racional, que en el caso de un joven que vive trece horas al día en la infoesfera electrónica se reduce a cero.

La distinción entre la verdad y la falsedad de las afirmaciones no sólo se hace difícil, sino que es irrelevante, como cuando uno se encuentra en un entorno de juego. En un entorno así no tiene sentido aprobar o desaprobar la violencia de los hombres verdes que invaden el planeta rojo. Hacerlo sólo serviría para perder la partida.

La configuración conectiva de la mente contemporánea es cada vez más indiferente a la distinción entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. La elección entre un estímulo y otro no depende del juicio crítico, sino del grado de excitación, o de estimulación dopaminérgica. Por poner un ejemplo personal: la noche del 9 de noviembre de 2016, cuando se esperaban los resultados de las elecciones estadounidenses en las que Hillary Clinton se enfrentaba a Donald Trump, recuerdo que me desperté a las cuatro de la mañana para encender el ordenador y ver cómo había quedado la contienda. No es que sintiera ninguna simpatía por Hillary, pero me parecía moralmente repugnante pensar que ese energúmeno pudiera llegar a presidente. Sin embargo, me di cuenta de que algo en mí deseaba que ocurriera el acontecimiento más fuerte, más inesperado, más escandaloso, en definitiva, más estimulante de la dopamina. Y mi sistema nervioso estaba satisfecho: el horror se había impuesto, y el espectador que había en mí estaba satisfecho, porque todo espectador siempre quiere que la pantalla le envíe el estímulo más fuerte. Creo que la mente conectiva ha evolucionado en una dirección incompatible con el juicio moral y la discriminación crítica.

Tecnología celular y grandes migraciones

En general, el marxismo subestimó la cuestión demográfica después de que Marx criticara las tesis maltusianas a mediados del siglo XIX. Marx tenía razón contra Malthus, que predijo que el crecimiento demográfico causaría trastornos sin tener en cuenta la evolución técnica de la productividad. Pero los marxistas tenían igualmente razón al no considerar las consecuencias de la extraordinaria aceleración que hicieron posible la medicina y el progreso social. El salto de dos mil quinientos millones de personas en 1950 a ocho mil millones setenta años más tarde ha supuesto una intensificación sin precedentes de la explotación de los recursos de la Tierra y ha conducido, creo que inevitablemente, a la devastación del medio ambiente planetario. El capitalismo liberal tiene sus defectos, pero creo que ningún sistema de producción podría haber satisfecho las demandas provocadas por la explosión demográfica sin efectos catastróficos sobre la ecología planetaria, y también sobre la percepción psíquica del otro: en condiciones de superpoblación, el inconsciente colectivo, en su modo contemporáneo de inconsciente conectivo, ya no es capaz de percibir al otro como amigo, porque en verdad todo otro individuo es una amenaza para la supervivencia.

En los años sesenta, el etólogo John Bumpass Calhoun habló de un hundimiento del comportamiento en este sentido.

La devastación ecológica hace inhabitables zonas cada vez más extensas del planeta e imposibilita el cultivo de áreas enteras. Es comprensible que los habitantes del Sur global (es decir, las zonas que han sufrido los efectos de la colonización y sufren especialmente los efectos del cambio climático) quieran trasladarse al Norte global (es decir, la zona que ha disfrutado de los beneficios de la explotación colonial y ha sufrido menos, por el momento, las consecuencias del cambio climático).

También es comprensible (aunque inmoral, pero el juicio moral vale tanto como dos triunfos en esta coyuntura) que a los norteños les asuste la idea de que masas cada vez mayores se desplacen del sur al norte. Esto explica por qué la gran migración empuja y empujará a las poblaciones del norte cada vez más hacia posiciones abiertamente racistas. Por eso el genocidio es ya, y probablemente será cada vez más, una técnica de control de los movimientos de población. Por eso los europeos hacen todo lo posible para que miles de personas mueran ahogadas en el mar o dispersas en los desiertos del norte de África.

En su novela La isla de los fusiles, Amitav Gosh relata el ciclo de comunicación-migración celular.

«Ya no estamos en el siglo XX. No hace falta un megacomputador para acceder a la red. Basta con un teléfono, y ahora todo el mundo tiene uno. Y no importa si eres analfabeto. Puedes encontrar lo que buscas simplemente hablando, tu asistente virtual se encargará del resto. Te sorprendería lo rápido y bien que aprende la gente. Así empieza el viaje, no comprando un billete y sacando un pasaporte. Empieza con un teléfono y tecnología de reconocimiento de voz.

...¿Dónde crees que aprenden que necesitan una vida mejor? Mierda, ¿de dónde crees que sacan una idea de lo que es una vida mejor? De sus teléfonos, por supuesto. Ahí es donde ven fotos de otros países; ahí es donde ven anuncios en los que todo parece fabuloso; ven cosas en las redes sociales, posts de vecinos que ya han hecho el viaje... después de eso ¿qué crees que hacen? ¿Que vuelven a plantar arroz? ¿Has probado alguna vez a plantar arroz? Todo el día agachado hasta el suelo, al sol, con serpientes e insectos pululando a tu alrededor. ¿Crees que alguien quiere volver a esos campos después de ver las fotos de sus amigos tomando cómodamente café con leche caramelizada en un café de Berlín? Y el mismo teléfono que les muestra esas fotos también puede ponerles en contacto con intermediarios..... pongamos que un tipo pide asilo en Suecia. Necesitará una historia fiable. No una de las habituales historias de mierda. Una historia como las que quieren oír allí. Digamos que el tipo se moría de hambre porque sus campos estaban inundados: o digamos que todo el pueblo enfermó a causa del arsénico en el suelo; o digamos que el tipo fue golpeado por su casero porque no podía pagar sus deudas. Nada de esto les importa a los suecos. Les gusta la política, la religión y el sexo. Tienes que tener una historia de persecución si quieres que te escuchen. Así es como ayudo a mis clientes, les doy ese tipo de historias». (Amitav Gosh: La isla de los fusiles, Neri Pozza, 2019, pp. 74-76).

La gran migración desde el sur y el este hacia el norte y el oeste del mundo es el proceso que más contribuye a la ola ultrarreaccionaria, mientras la oposición entre el norte imperialista y el sur colonizado adquiere contornos cada vez más nítidos. No hay más que mirar el mapa de los países que condenan el colonialismo israelí y de los países que lo apoyan para comprender la geografía del choque epocal que está tomando forma. Pero no hay que creer que la brutalidad pertenece sólo al mundo blanco occidental: la Rusia de Putin no es occidental y la India de Modi no es blanca, pero una y otra comparten las características esenciales del brutalismo y la indiferencia ante el genocidio.

La posibilidad de una revolución anticolonialista tenía perspectivas progresistas en el marco del internacionalismo obrero, pero éste parece haber desaparecido del horizonte de la historia. Y el fin del internacionalismo ha abierto la puerta al apocalipsis que estamos viviendo.

Barómetro demográfico y conclusiones provisionales

Debemos tener en cuenta el hecho de que la expansión demográfica, que retrocede hacia el norte global, va a continuar a escala mundial hasta que la población mundial alcance, según las previsiones, los diez mil millones.

Es cierto que algunos demógrafos predicen que en ese momento, a mediados de siglo, la población de la Tierra empezará a disminuir a un ritmo similar al que creció en el siglo pasado.

Según Dean Spears, se puede dibujar una campana que sube vertiginosamente de 2.000 a 10.000 millones, alcanza su máximo en torno a 2040 y luego desciende con la misma precipitación. A este hundimiento de la natalidad contribuyen al menos tres factores, que no analizaré aquí: el colapso de la fecundidad masculina, la reticencia femenina a engendrar las víctimas del holocausto climático y bélico, y la tendencia de la sexualidad a desaparecer debido a la hipersemiotización del deseo.

Pero es totalmente previsible que la brutalidad política y moral que se impone por doquier, combinada con el creciente poder de las armas de destrucción masiva y la racionalidad amoral de la Inteligencia Artificial aplicada al armamento, desemboque en el colapso final de la civilización humana antes de que suene la campana.

¿Podemos esperar un reflujo de la tendencia que vengo analizando aquí?

Para responder a esto debemos considerar que el auge del brutalismo libertario ha reunido y está reuniendo una energía que parece surgir de la dinámica profunda de la evolución tecnológica, psíquica y cognitiva de la humanidad. Tal energía no puede ser frenada por una acción voluntarista de la que, por otra parte, los sujetos políticos sociales y culturales son cada vez menos visibles.

Por ello, temo que esta ola sólo pueda detenerse cuando esta energía haya producido todos los efectos de los que es capaz, del mismo modo que el Tercer Reich sólo se detuvo cuando hubo destruido todo lo que podía destruir, incluida Alemania.

Pero la fuerza destructiva de que dispone el Tercer Reich global de nuestro tiempo es suficiente para borrar todo rastro de vida humana del planeta.

24 de mayo de 2023