por Daniel Link para Perfil
El mundo del arte es tal vez el más
cruel de todos los mundillos. Como no participo de las redes me
entero mal y tarde de algunas polémicas intensas, como la que rodeo
la exhibición de la Manifestación de Mondongo en Malba. Y
como me enteré antes de las feroces objeciones (de la izquierda y de
la derecha) tardé en ir al Malba porque no confiaba en ir a verla
con la cabeza llena de opiniones ajenas.
Mis impresiones, desde ya, importan
poco y nada. Pero digamos lo obvio: el cuadro con el que Juliana y
Manuel recrearon el celebérrimo lienzo de Berni es majestuoso y es
raro que un “tributo” compita en pie de igualdad con su modelo.
Además, se agregan a la presentación una estilizada casilla villera
y dos cuadros más, que completan el recorrido conceptual.
Se han objetado muchas cosas a
Mondongo: la espectacularización de la pobreza, un uso no militante
de los motivos más estables de la imagen del pueblo (“sin pan y
sin trabajo”, “pan y trabajo”) y una “traición” al modelo
al haber reemplazado a los personajes retratados por Berni (que eran
sus amigos) por otros (que son los amigos de Mondongo).
Además: que la villa estilizada
funciona como un escenario para que las visitantes del museo se tomen
selfies abominables para publicar en redes o que lo que falta allí
es precisamente la vida precaria, que dice mucho más que cualquier
otra protesta.
Es como si Mondongo fuera, de pronto,
responable de la desigualdad social, del veto presidencial al aumento
de las jubilaciones, de la indiferencia gubernamental respecto de las
condiciones de higiene y habitabilidad de los barrios populares. Y,
mucho más: Mondongo es mainstream y “los
pobres quedan afuera, objeto de una obra que no van a ver, que trata
sobre ellos pero es para los demás”. Desde las agrupaciones
se escucha: “No contentos con expropiarnos nuestra historia del
arte, van por banalizar nuestras luchas contemporáneas”. Qué
disparate.
Mondongo es mainstream, sí, y
lo es desde hace mucho tiempo. Por decir algo, desde que la familia
real de España le encargara sus retratos en 2004 (espejitos de
colores). El asunto es como habita ese lugar incómodo. Ernesto
de la Cárcova, muy presente en la instalación de Mondongo, también
le vendió cuadros a los reyes de España, porque esa es la lógica
del mundo del arte.
Manifestación también es un encargo, esta vez del MALBA, que
la propone como una instalación site specific. Es,
pues, el MALBA, que ha comprado la obra, quien decide dónde ponerla
y para qué público.
No es, claro, la tarea principal de
Mondongo participar de tales o cuales luchas. Su campo es la
representación y la producción de sentido. Que circule la potencia
de Berni, la potencia de De la Cárcova. Que se entienda que esas
imágenes siguen estando presentes porque las condiciones que las
hicieron necesarias todavía nos involucran.
¿Está mal aceptar dinero del MALBA?
“Es además un museo privado. Es de la fundación Costantini,
empresario que hizo su fortuna, entre otras cosas, a fuerza de
gentrificación y destrucción de humedales”. ¿Son los Mondongo
responsables indirectos de la destrucción de los humedales?
Lo dudo. Mondongo es responsable del
arte que hacen, del que debe decirse que: 1. es un arte figurativo
(se animan a figurar, a producir imágenes reconocibles), 2. es un
arte de una técnica exquisita (el uso de ese material tan escolar,
la plastilina, es llevado por el dúo a un umbral de sublimación
inconcebible; el Baptisterio de los colores es una obra que
quita el aliento), 3. es un arte deliberamente irónico que
selecciona materiales de trabajo como índice de un efecto de sentido
(¿no habrá algo de eso en Manifestación)? 4. Y es,
finalmente, un arte de la celebración.
En el arte de Juliana y de Manuel yo escucho voces.... Por ejemplo,
una vocecita que dice “Despojemos la acción política de toda
forma de paranoia unitaria y totalizante. No imaginemos que es
necesario estar tristes para militar, incluso si la cosa que se
combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee
fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la
representación)”.
Tal vez Manifestación sea un
poco más condescendiente que el Baptisterio, pero
de todos modos es un pensamiento: nos piensa como sujetos de la
historia, como objetos del arte, como espectadores y como parte del
pueblo.