sábado, 28 de septiembre de 2024

Las naciones sean unidas

por Daniel Link para Perfil

Veníamos trabajando hace tiempo en relación con la agenda 2030 (que tiene unos contenidos para las Naciones Unidas y otros, bastante precisos, para la Unión Europea).

Ahora la ONU presentó en asamblea el Pacto por el Futuro 2045, que profundiza y continúa el anterior. Argentina se declara en contra de firmarlo porque ““muchos de los puntos de este Pacto, con sus anexos, presentan reservas y objeciones o son retardatarios de la nueva agenda de Argentina”. Las reservas y objeciones, creemos, provendrán más bien de la desquiciada agenda presidencial, no de los puntos del Pacto (si me detengo en esta corrección es para que se entienda la importancia de un buen aprendizaje de la gramática).

La posición argentina es rarísima porque esas agendas no se cumplen, pero fijan unas posiciones respecto de las cuales es posible imaginar un cierto desarrollo, un cierto equilibrio, un cierto compromiso con el mundo. No es que Naciones Unidas sea también ella una cueva de comunistas o de ratas. Muy por el contrario. No hay teoría política que considere a esas reuniones de consorcio como algo más que un organismo sin ningún poder real sobre los asuntos políticos relevantes. Pero justamente por eso, opera con cierta autoridad en términos imaginarios: un mundo sin hambre, sin guerras, sin brechas educacionales, con un desarrollo amable con la naturaleza y gobiernos cada vez más transparentes (lo que de algún modo equivale a decir “imperceptibles”).

Ponerse en contra de esas ideas (como de tantas otras) a grito pelado, sólo para hacerse notar, es al mismo tiempo un ejercicio de soberbia, de ignorancia y de terror. 

 

viernes, 27 de septiembre de 2024

Ficción y realidad

 

Es posible seguir ambas conferencias a distancia. 

Para obtener el enlace zoom, pueden escribir a juliopremat@gmail.com.

 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Idea de pueblo

 por Daniel Link para Perfil

El mundo del arte es tal vez el más cruel de todos los mundillos. Como no participo de las redes me entero mal y tarde de algunas polémicas intensas, como la que rodeo la exhibición de la Manifestación de Mondongo en Malba. Y como me enteré antes de las feroces objeciones (de la izquierda y de la derecha) tardé en ir al Malba porque no confiaba en ir a verla con la cabeza llena de opiniones ajenas.

Mis impresiones, desde ya, importan poco y nada. Pero digamos lo obvio: el cuadro con el que Juliana y Manuel recrearon el celebérrimo lienzo de Berni es majestuoso y es raro que un “tributo” compita en pie de igualdad con su modelo. Además, se agregan a la presentación una estilizada casilla villera y dos cuadros más, que completan el recorrido conceptual.

Se han objetado muchas cosas a Mondongo: la espectacularización de la pobreza, un uso no militante de los motivos más estables de la imagen del pueblo (“sin pan y sin trabajo”, “pan y trabajo”) y una “traición” al modelo al haber reemplazado a los personajes retratados por Berni (que eran sus amigos) por otros (que son los amigos de Mondongo).

Además: que la villa estilizada funciona como un escenario para que las visitantes del museo se tomen selfies abominables para publicar en redes o que lo que falta allí es precisamente la vida precaria, que dice mucho más que cualquier otra protesta.

Es como si Mondongo fuera, de pronto, responable de la desigualdad social, del veto presidencial al aumento de las jubilaciones, de la indiferencia gubernamental respecto de las condiciones de higiene y habitabilidad de los barrios populares. Y, mucho más: Mondongo es mainstream y “los pobres quedan afuera, objeto de una obra que no van a ver, que trata sobre ellos pero es para los demás”. Desde las agrupaciones se escucha: “No contentos con expropiarnos nuestra historia del arte, van por banalizar nuestras luchas contemporáneas”. Qué disparate.

Mondongo es mainstream, sí, y lo es desde hace mucho tiempo. Por decir algo, desde que la familia real de España le encargara sus retratos en 2004 (espejitos de colores). El asunto es como habita ese lugar incómodo. Ernesto de la Cárcova, muy presente en la instalación de Mondongo, también le vendió cuadros a los reyes de España, porque esa es la lógica del mundo del arte. Manifestación también es un encargo, esta vez del MALBA, que la propone como una instalación site specific. Es, pues, el MALBA, que ha comprado la obra, quien decide dónde ponerla y para qué público.

No es, claro, la tarea principal de Mondongo participar de tales o cuales luchas. Su campo es la representación y la producción de sentido. Que circule la potencia de Berni, la potencia de De la Cárcova. Que se entienda que esas imágenes siguen estando presentes porque las condiciones que las hicieron necesarias todavía nos involucran.

¿Está mal aceptar dinero del MALBA? “Es además un museo privado. Es de la fundación Costantini, empresario que hizo su fortuna, entre otras cosas, a fuerza de gentrificación y destrucción de humedales”. ¿Son los Mondongo responsables indirectos de la destrucción de los humedales?

Lo dudo. Mondongo es responsable del arte que hacen, del que debe decirse que: 1. es un arte figurativo (se animan a figurar, a producir imágenes reconocibles), 2. es un arte de una técnica exquisita (el uso de ese material tan escolar, la plastilina, es llevado por el dúo a un umbral de sublimación inconcebible; el Baptisterio de los colores es una obra que quita el aliento), 3. es un arte deliberamente irónico que selecciona materiales de trabajo como índice de un efecto de sentido (¿no habrá algo de eso en Manifestación)? 4. Y es, finalmente, un arte de la celebración.

En el arte de Juliana y de Manuel yo escucho voces.... Por ejemplo, una vocecita que dice “Despojemos la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. No imaginemos que es necesario estar tristes para militar, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación)”.

Tal vez Manifestación sea un poco más condescendiente que el Baptisterio, pero de todos modos es un pensamiento: nos piensa como sujetos de la historia, como objetos del arte, como espectadores y como parte del pueblo.


sábado, 14 de septiembre de 2024

Piromanía

Por Daniel Link para Perfil

Además de sus muchas virtudes, la muestra “Una imagen mil palabras” curada por Guillermo Piro para el Centro Cultural Recoleta interroga el estatuto mismo de la fotografía y, todavía más, de lo imaginario (ese registro en el cual las imágenes adquieren su consistencia y su gramática).

La muestra funciona así: 50 personas hablan (los textos fueron grabados y se accede a ellos a través de un código qr) de 50 fotografías que, presuntamente, “marcaron sus vidas”. Como yo fui convocado, sé que esta caracterización es endeble, porque a mí Guillermo Piro me asignó una fotografía bastante conocida, pero que tiene un lugar marginal en mi vida. Otras personas eligieron fotos familiares o fotos propias (como modelos o por haberlas sacado).

Queda ahí muy claro uno de los rasgos más inquietantes de la fotografía: es un arte intermedio. En algunos casos se trata de fotografías que aspiran al arte, en otro caso se trata de fotografías profesionales y están, finalmente, las fotos que salen de un archivo privadísimo que se construye al margen del fotoperiodismo y del arte de la mirada.

Ese inestable y fascinante estatuto de la fotografía es correlativo de la cantidad de personas convocadas para participar de la “anotación” de las imágenes, lo que pone en contacto dos imaginarios: el que las fotos muestran y en el que cada quien navega (o naufraga).

Cuando se habla de imágenes, se presuponen fotografías, cuadros, diagramas. Pero las imágenes son mentales y allí establecen la lógica propia de lo imaginario, que por lo general es público. La imaginación pública suministra los materiales para poder pensar el mundo. Las fotos (o lo que fuera) no son sino la actualización de esas condensaciones mentales de aquello que, por definición, no está (o está en otra parte).

Un ejemplo. La imagen elegida por Rubén Szuchmacher es una foto de su padre en su Polonia natal. Esa imagen, además de traer al presente a alguien ausente, relaciona un imaginario de época (el presente de la foto) con el imaginario que arrastra a Rubén a verla como una identidad conflictiva para su padre (el presente de Szuchmacher).

La gran felicidad que la muestra de Piro nos regala es una travesía en la calesita de las identificaciones imaginarias.

 

miércoles, 11 de septiembre de 2024

sábado, 7 de septiembre de 2024

Santa Rosa

Por Daniel Link para Perfil

La tierra retumbaba con sonido hueco cada vez que los animales emprendían sus insensatas carreras. La seca la había cuarteado y las pocas briznas de hierba que habían resistido la falta de agua lucían desmayadas en la mortecina luz invernal de la mañana. Los días previos el viento había depositado remolinos de tierra sobre las superficies, como una capa de ceniza. Los pocos pájaros que habían quedado en los árboles apenas si cantaban y si lo hacían era para pedir agua, con la siringe como papel de lija.

La tierra no olía a nada, pero parecía dominar todo, hasta donde alcanzara la vista, allá donde las nubes de tormenta empezaban a competir con el aire sucio.

No era una amenaza sino una advertencia, porque dos horas después un telón de agua espesa cayó al suelo con estrépito de batalla. Y ya no paró más.

Primero fueron unas gotas gordas como copas de vino, que estallaban al tocar el suelo resquebrajado. Después la lluvia se transformó en un ruido monótono y continuo, sólo escandido por los truenos, que parecían devolverle a los animales los golpes que le habían dado a la tierra.

Los dejamos entrar a la casa, y embarraron todo.

Durante dos días la tierra chupó cuanto quiso y después se empezaron a formar lagunitas, porque le era imposible filtrar semejante cantidad de agua. Además, entre el viento y el agua arrancaron de los árboles las ramas muertas, los frutos remanentes del verano previo, nidos. El paisaje era de catástrofe climática: a la inundación se sumaba la basura de lo que todavía estaba vivo.

La tierra había desaparecido debajo del agua. En las partes más altas y en los hormigueros, se había formado un barro de consistencia lechosa.

Al tercer día, la tormenta cesó y salimos a controlar los daños, bastante módicos. Quien más había sufrido era el invierno, que no podía sino retroceder amedrentado.

Las Spiraea Cantoniensis, también conocidas como Corona de novia por el blancor almidonado que las caracteriza, habían empezado a dar sus primeras flores. Las glicinas reventaron todas en la misma mañana y vinieron las abejas a sorber su polen. Las hormigas empezaron a cavar su tunelandia y los pájaros volvieron a cantar con alegría. Santa Rosa había puesto fin al sufrimiento.