Hay cosas que este gobierno no quiere
resolver y otras que no sabe cómo. Me apena la mezcla de
incompetencia y de mala fe para resolver el déficit fiscal, ese
cuco, y por eso propongo a los señores y señoras que nos gobiernan
esta solución cristalina (a Pato no le propongo nada, porque ella
trabaja en una carnicería).
La iluminación me sobrevino en el
sótano del Banco Provincia donde están las cajas y adonde yo había
concurrido, junto con otros cientos de personas, a cumplir con una
obligación que no podía resolver de otra manera y que me demandó
dos horas de espera.
La máquina expendedora de números
ofrecía dos posibilidades: A (clientes del banco) y B (no clientes).
Detrás de las mamparas de plástico había 24 posiciones habilitadas
y las pantallas de televisión iban llamando números A o B a
determinada caja.
Todos mirábamos con ansiedad la
pantalla (yo tenía un número de la serie B), para ver qué salía y
qué letra avanzaba más rápido.
¿Por qué no establecer un sistema de
apuestas in situ? Bastaría con tener unas maquinitas del
tamaño de un celular en el que los que esperan puedan cargar un
determinado monto de dinero para apostar. Por ejemplo, arriesgar si
el próximo número será de la serie A o B. Pero eso no es todo,
porque también se podría poner alguna moneda a la chance de que el
próximo número par sea convocado a una posición par o impar. E
incluso se me ocurrió cómo armar el “pleno”: la suma de los
dígitos del número de orden y de los dígitos de la posición que
tocó en suerte. Por ejemplo, el número A 161 es llamado a la caja
15. El resultado es 5 (1+6+1+1+5 = 1+4). Quien apostó al 5 gana, los
otros pierden. Y así sucesivamente (yo regalo la idea general, que
la perfeccionen los burócratas).
Incluso se me presentó la solución
para cuando el sistema se desequilibra en contra del banco: la letra
C (opción no contemplada al comienzo del trámite) de pronto fue
llamada. Tal vez correspondiera a personas embarazadas (ya ni
siquiera nos atrevemos a decir mujeres) pero, en todo caso, en mi
sistema de apuestas, equivalía al cero.
Se me objetará que el juego es un arma
perniciosa y yo lo sé, pero no es peor que la timba financiera o la
relación entre la cotización del dólar y la tasa de referencia, o
el rendimiento de los bonos que mensualmente el país coloca en
diferentes mercados para paliar el déficit fiscal.
Mucha gente se retiraría del banco,
por supuesto, habiendo consumido su dinero y sin pagar las cuentas.
Pero, después de todo, nos dicen todo el tiempo que la esperanza se
paga (por adelantado). Esos deudores ya volverán otro día a hacer
la cola para pagar y para apostar y, si persistieran en la mora, que
les ejecuten sus propiedades.
Hice la cuenta y llegué a la
conclusión de que si varios bancos estatales (Nación, Provincia,
Hipotecario, etc...) establecieran el sistema de apuestas que estoy
recomendando como solución a los problemas argentinos, se
recaudarían miles de millones de pesos por día hábil.
Donde mejores resultados se obtendrían
es en los bancos donde los jubilados cobran sus haberes. Allí las
colas siempre son multitudinarias, comienzan a atender más temprano,
y les viejes ya no podrían quejarse de que el Estado les ha comido
parte de sus ingresos porque ellos estarían jugando voluntariamente
(y bien conocida es la debilidad de las ancianas por los bingos).
Si el asunto funciona, se podría
incluso luego trasladar a la política. ¿De qué sirve convocar a
les ciudadanes a las urnas periódicamente si las predilecciones de
cada cual no sirven para paliar el déficit fiscal? Instalemos
quioscos de apuestas a la entrada de cada escuela para que cada uno
pueda, antes de emitir su voto secreto y obligatorio, apostar al
triunfo de tal o cual candidato, si así lo quiere.
Una vez superado el obstáculo del
déficit fiscal, las apuestas podrían establecerse directamente en
el dominio moral: quien resultara favorecido en un lance determinado
no ganaría dinero, sino una posición social, una cuota de poder,
derecho de vida o de muerte sobre tal o cual.
Apuesto mi alma a que una sociedad
semejante no sería más injusta que la actual.