Avital
Ronell, la autora del libro Crack Wars:
literatura, adicción, manía, fue
recientemente declarada culpable por las autoridades de la
Universidad de Nueva York (NYU), donde ella enseña literatura
alemana y comparada, de acosar sexualmente a Nimrod Reitman, a
quien dirigió mientras se doctoraba. Avital
Ronell fue suspendida sin goce de sueldo por un año.
Inmediatamente, les
colegues y amigues de Avital Ronell escribieron una carta en su
defensa. Slavoj Žižek y Judith Butler, entre ellos. ¡Para qué!
Setenta y nueve asociadas le pidieron a Butler la renuncia a la
presidencia de la prestigiosa asociación MLA, para la que fue
electa.
La insanía del caso
se comprende mejor si se aclara que Ronell (66) es una feminista
lesbiana y Reitman (34) es gay y está casado con un hombre.
Supongamos que entre ellos hubo una relación de camaradería que
incluyó correos que iban un poco más allá de lo previsible en la
relación entre tutor y doctorando. ¿Pero cómo puede considerarse
“acoso sexual” a una relación establecida por dos personas que
participan de universos que, precisamente, se excluyen sexualmente?
El caso debe
entenderse en toda su fuerza represiva: no es lo mismo una denuncia
de violación formulada por una estrella de Hollywood contra un
productor, que la demanda de un joven ávido de dólares (2 millones,
para ser exactos) contra alguien que le dijo que lo quería mucho y
“mi cuchi-cuchi” (o su equivalente en inglés). Esto es la rabia
contra quienes han puesto límites al patriarcado.