viernes, 10 de abril de 2020

Diario de la peste, día 23

(anterior)

No sabemos muy bien cómo vamos a arreglarnos a partir de la semana que viene. Yo no puedo teletrabajar desde la quinta, porque no tengo buena señal de Internet. Y mi mamá no puede estar sola, porque es grupo de altísimo riesgo y estamos en uno de los focos epidemiológicos más terribles.
Hace unos años, cuando Greta, nuestra perra, tuvo erliquiosis, la hematóloga que la atiende nos dijo, de entrada: "las erliquias del Oeste son terribles, no se sabe por qué". Ahora, empezarán a decir: "los coronavirus de Moreno son terribles".
El martes pasado llevamos a mi mamá para que cobrara su jubilación. El espectáculo fue esperpéntico. Las calles cortadas, mi mamá arrastrando su andador, cubierta con bufandas, máscaras, bajo una luz inclemente que resaltaba el vacío posapocalíptico del pueblo.
Con sus remedios, otro problema, todavía más agudo: su médico de cabecera de PAMI no atiende el teléfono (en fin: está deshabilitado desde hace tres años) y no hay forma de comunicarse con él para pedir las recetas. 
Habrá que moverse hasta su consultorio y esperar con setecientos viejos que el trámite se complete.
Mientras tanto, la farmacia prestó los medicamentos, pero más tarde o más temprano habrá que llevar las recetas.

Por otro lado, el poder adquisitivo de la jubilación de mi mamá ya se redujo al mínimo. La plata no le alcanza, y eso que ha prescidido durante el mes pasado de su asistente personal. El ANSES le debe una pequeña fortuna (por el fallo del juicio "Badaro"), pero como los Tribunales están cerrados y así permanecerán por unas dos semanas más, no hay forma de contar con ese alivio.
Ayer, para colmo, recibimos unos recortes deprimentes que están en línea con la biopolítica holandesa-catalana, que ya hemos deplorado aquí mismo: en los Estados Unidos, ya son 25 los estados que permiten que sus hospitales nieguen terapia intensiva no sólo a los viejos, sino a los que presenten alguna discapacidad física o mental, lo que ha provocado que los discapacitados estén muriendo a un ritmo cinco veces superior al del resto de la población. Es la eugenesia y la eutanasia fascista. ‌
Por otro lado, Italia aprovechó la circunstancia, declaró a sus puertos "no seguros" y se niega a aceptar refugiados africanos. 
Diego B. me manda un montón de sus notas de lectura de diarios que van en la misma dirección. 
Es curioso que estas Pascuas vayan a encontrarnos en un estado tan profundo de congoja y tan alejados de la antropología cristiana.

(continúa)



No hay comentarios.: