sábado, 31 de mayo de 2025

Mujeres y plantas

Por Daniel Link para Perfil

Los viernes en MALBA puede verse Caigan las rosas blancas, la última y esencial película de Albertina Carri, que empieza con un enunciado famoso: “O inventamos, o erramos”, una de las más famosas frases de Simón Rodríguez, el extraordinario pedagogo que orientó la juventud de Simón Bolívar. Recordarnos ese veredicto, ya es bastante. Lo que se lee en esa frase caracteriza al cine de Albertina Carri que es, fue y será lo que ese epígrafe convoca. Pero, al mismo tiempo, nos advierte sobre lo que veremos.

Por un lado, la cita velada alude a las actuales condiciones de existencia del cine, que han sufrido una transformación importante en los últimos años, con la hegemonías de la producción audiovisual de platarformas y el uso de Inteligencias Artificiales de todo tipo.

Puesta a pensar, como corresponde al cine de verdad, ¡Caigan las rosas blancas! elige un lugar incómodo que mienta al mismo tiempo la revolución y la tradición desde un paradigma excéntrico: el de Simón Rodríguez, tácitamente impugnado por la teoría marxista, o el aceleracionismo, que sostiene que hay deseos, tecnologías y procesos que el capitalismo hace surgir y de los que se alimenta, pero que no puede contener; y que es necesario acelerar estos procesos para empujar al sistema más allá de sus límites.

El relato comienza con una escena bizarra. Una filmación (primer género: cine dentro del cine). Tres mujeres jóvenes cuelgan del techo del estudio sobre un árbol fraguado asaetado por flores moribundas y frescas. La directora de la película (acá hay un rizo barroco: quien desempeña a la directora de esa película bizarra que se hace dentro de la película dirigida por Albertina Carri) se limita a decir “Más plantas, más plantas, más plantas”, mantra que repiten diferentes integrantes del equipo para desesperación de las colgadas. Finalmente la filmación se suspende, la directora ficcional decide abandonar el rodaje y las luces del set se apagan sin que las colgadas hayan sido completamente liberadas de sus arneses.

El reclamo de “más plantas” parece tener un sentido que supera holgadamente el sentido inmediato de la secuencia en la película que están filmando: más consistencia en la sensibilidad, tal vez sea lo que reclama la directora en la ficción. Las plantas, le responden, están viniendo. Como esa escena se corta, adivinamos que las plantas llegarán en las escenas subsiguientes. Y así es.

La siguiente secuencia es un paso de comedia. Vuelta a su casa, la directora espera a su amante. (ambas, hay que decirlo, constituyen parte de la troupe milagrosa de Las hijas del fuego, primera parte de la trilogía en la que Carri está embarcada). Juntas, con una de las colgadas, deciden irse al noroeste argentino, a la selva. Deciden irse, si que todavía lo sepan, a dar vuelta la historia natural de América latina. La siguiente secuencia es un musical. Luego sigue una road movie.

Ahí aparece el segundo elemento rector de esta película: la pregunta por los géneros. Esa pregunta, que en la primera parte de la trilogía había investigado los géneros como forma de actuación en el mundo y como codificación del deseo ha virado ahora hacia una especificidad cinematográfica: los géneros cinematográficos como matrices narrativas. La película participará sucesivamentre de varios géneros, de todos los géneros.

Ensambladas, las secuencias de ¡Caigan las rosas blancas! (cada una de las cuales supone actuaciones, percepciones e ilusiones distintas) forman un cine al mismo tiempo fragmentario y rítmico. El “más plantas” del comienzo se revela correlativo de la progresiva colorización de los paisajes, que abrazan la impresión mientras las viajeras atraviesan el mundo de los géneros cinematográficos en busca de la sensación, que les llega bajo la forma de lo fantástico, en un paisaje delirantemente tropical, donde un ser sobrenatural explica la conquista de América con acento español mientras realiza un ritual cuyas consecuencias últimas desconocemos.

Esa inmersión de las protagonistas de la película en sucesivos órdenes supone un doble rechazo. Por un lado, a un cine unidimensional consumible en un único registro y por otro lado, a la perspectiva iluminista-urbanista que encuentra en la “ciudad” su único campo de intervención y que siempre vio en la selva (es decir: en la proliferación insensata de lo vegetal) un riesgo que había que conjurar en favor del progreso.

¡Caigan las rosas blancas! levanta la bandera de que no hay humanidad que no sea en y con las plantas. A diferencia de lo que les pasa a los protagonistas varones de la emblemática novela La vorágine de José Eustasio Rivera, las protagonistas mujeres de este film philosophique se tragan la selva. No puede haber discusión más actual.

 

 

jueves, 29 de mayo de 2025

Matando pollitos a garrotazos

©Daniel Link / Easymusic.ai

Próximamente en todos los ascensores de las naves espaciales


©Daniel Link / Easymusic.ai

 

miércoles, 28 de mayo de 2025

Rubén Darío en Movistar Arena (un adelanto)


 ¡Nótese cómo canta "hipsipila"! Es TODO

©Daniel Link / Easymusic.ai

 

 

sábado, 24 de mayo de 2025

Deserción masiva

por Daniel Link para Perfil

La decadencia argentina no tiene límite: nos precipitamos hacia el abismo de la insignificancia y, hay gente que tiene razón, la señal más alarmante es la incapacidad del periodismo para notar lo evidente: el hartazgo del electorado. La mitad del padrón de la ciudad de Buenos Aires decidió no votar al señor de Adorno (sigo las enseñanzas de un maestro de la denominación), ni a su patrón, el Sr. Milei y, al mismo tiempo, ¡decidió no votar a nadie más! Como si una voz colectiva dijera: no voy a votar a ninguno de estos payasos, pero tampoco te voy a votar a vos, y por las mismas razones. De la otra mitad, sólo un treinta por ciento apuesta a un futuro libertario. Hagan las cuentas: eso da un 15 % del padrón electoral.

Es cierto que estas elecciones tenían por objeto la nada misma, el colmo de la inoperancia y del vacío de sentido, que es la Legislatura de la ciudad. De todos modos, revela una crisis política de una magnitud que yo no recuerdo, acompañada como de una aparente inmovilidad o apatía pero que es en realidad un movimiento a tan grande velocidad que se vuelve imperceptible, pero está ahí.

El electorado está desertando masivamente de la payasada a la que pretenden someterlo. ¿Y qué se pregunta la prensa? Que si Milei se comió al Pro, que si el peronismo porteño es o no kirchnerista, que si Larreta es un traidor o un héroe. ¿A quién le importa?

En Italia, la izquierda se defiende cuando se la confronta con la adhesión del electorado a Giorgia Meloni al grito de “El voto es optativo” (en verdad: la abstención no se sanciona). Aquí, donde el voto es obligatorio (la abstención se sanciona, al menos formalmente), el asunto es más grave porque implica no sólo la resignación de un derecho sino la impugnación de un sistema de representación.

Por supuesto, los payasos de la pista no pueden sino actuar su algarabía, hacer sus gracias, cagarse de risa. Pero debería ser el deber de los más sabios subrayar que no hay imaginación política que pueda resistir un magro 15% de adhesión (para citar sólo el porcentaje más alto en esta larga lista de fracasos).

Desertar, entonces. El gesto debe ser entendido en toda la dimensión de su desprecio (“que se vayan todos”).


sábado, 17 de mayo de 2025

Ensalada de papas

Por Daniel Link para Perfil

Después del “Habemus papam” y la bendición del nuevo pontífice salí lo más rápido que pude de Piazza San Pietro. Ya era tarde: en la boca del metro la policía había establecido un cordón y dejaban entrar a las personas de a tandas. Ya fuera del metro, esperando en la parada del tranvía que me llevaba a mi casa romana (ocupado casi siempre por migrantes africanos, bangladesíes y latinoamericanos como yo) escuché a dos peruanas que conversaban sobre el resultado del cónclave: “es un peruano”, “estoy muy orgullosa”.

Por supuesto, como se sabría al día siguiente, habían acertado. León XIV se reconoce como un peruano nacido en los Estados Unidos, porque uno no es del lugar en el que nace sino del lugar donde entrega el alma.

El asunto es particularmente sutil en tiempos de desprecio al migrante y expulsiones masivas. La elección de Prevost (¡ya teníamos un abate, ahora un Papa!) me pareció bastante inteligente, teniendo en cuenta la advertencia mafiosa que le envió al Cónclave el Sr. Trump, disfrazado de Pontífice y con el dedo adminitorio. ¿Cómo se genera una imagen semejante? Hay que pedirle a la IA: “cara amenazante”.

Trump no tuvo sino que felicitar al “compatriota”. Peor asesorado, el Sr. Milei festejó el nombre elegido por Prevost, que consideró un homenaje a su persona. Alguien debió decirle que el “seudónimo” del nuevo Papa aniquila el suyo propio, porque ahora cada vez que alguien diga León, se referirá al obispo de Roma y no al presidente provisorio de Argentina.

Lo segundo que consigue León de entrada es equilibrar los asuntos celestes con los mundanos. Porque el Trono de Roma necesita tanto un Papa que bregue por la paz, ore por los desposeídos, clame por la justicia (¿qué otra cosa podría decir un Papa?) como uno que consiga los millones de dólares para cubrir el déficit del Estado Vaticano (la generosidad china jugará ahí un papel decisivo).

Dicen que es Prevost es versado en matemáticas y filosofía. Lo imagino pitagórico. Confieso que le he descubierto a León un cierto aire a Palpatine (pero nunca tan acentuado como el de Ratzinger) por lo que no confío demasiado en él y sus políticas. De todos modos, me conformo con que nos ahorre las hipocresías teatrales de Francisco. 

 

jueves, 15 de mayo de 2025

martes, 13 de mayo de 2025

Pánico

Sólo un fragmento del texto de Bifo. El resto acá, vía Coyunturas

Pánico

Una ola psicótica recorre la sociedad occidental: la causa de la psicosis masiva de pánico es una especie de colapso senil de la mente occidental. ¿Qué es el pánico? En el último capítulo de ¿Qué es la filosofía? Deleuze y Guattari reflexionan sobre el envejecimiento y hablan de la senescencia en términos de la relación entre el orden y el caos: “Un poco de orden para protegernos del caos. Nada es más angustioso que un pensamiento que se escapa a sí mismo, que las ideas que se escapan, que desaparecen apenas formadas, ya erosionadas por el olvido o precipitadas en otras que ya no dominamos (…) infinitas variabilidades, cuya aparición y desaparición coinciden (…)”. “Caos” se define aquí en términos de velocidad, de aceleración de la infoesfera en contraposición a los ritmos lentos de la razón y de la mente emocional. Cuando las cosas empiezan a fluir tan rápido que el cerebro humano se vuelve incapaz de elaborar el significado de la información, debido al caos, entramos en estado de pánico. Pánico es la incapacidad de tomar decisiones porque lo que sucede a nuestro alrededor es demasiado rápido, demasiado complejo, y por lo tanto indecidible.

 

El pañuelo de Macron


 

sábado, 10 de mayo de 2025

Espionaje, corrupción y fascismo

por Daniel Link para Perfil

Son tantos los índices de insanía argentina o, como dicen, de neurodivergencia que uno sabe bien sobre cuál fijar su atención. Dejo de lado el último anuncio de Luis Caputo: Argentina el primer país del mundo en el que las drogas recreativas están prohibidas pero su comercio podrá bancarizarse. Me detengo en la reacción en cadena que tuvo la singular interpretación del Sr. Milei de una columna del Sr. Pagni, quien glosó un libro que plantea que una de las razones del ascenso de Hitler a la cancillería alemana fue la confusión política que reinaba en Berlín en ese momento, que impedía la comunicación entre las diferentes facciones políticas. La hipótesis es tan cierta que no sirve para nada. Cualquier catástrofe política supone un caos previo. Para que se entienda el asunto: Hitler no dio un golpe de Estado (lo había intentado antes y había ido preso) ni fue elegido por la ciudadanía: el presidente alemán Paul von Hindenburg lo nombró canciller (como sucede en cualquier régimen parlamentario) el 30 de enero de 1933.

El golpe final lo dio el Parlamento, al conceder a Hitler plenos poderes en marzo de 1933. Eso sí que es mala comprensión de los alcances.

Argentina, mucho más precavida, le negó esos poderes al Sr. Milei y nuestro parlamento redujo los tomos de la Ley Bases a la tarjeta bancaria para la Pasta Base que acaba de anunciar el Sr. Caputo.

Pueden trazarse comparaciones siempre y cuando se parta de los hechos históricos.

En segundo lugar, no se entiende por qué el Sr. Milei, con la rápida ratificación de esa institución derechista, la DAIA y el Estado de Israel (ultraderechista), que respondieron con premura a su preocupación, identifican exterminio nazi con el pueblo judío únicamente, cuando está históricamente demostrado que las víctimas judías del exterminio fueron 6 millones de los 11 (o más) documentadas. Olvidarse del exterminio romaní justamente en el año que el reino de España ha declarado como “Año del pueblo gitano” parece de una crueldad inaudita.

El Sr. Pagni fue acusado de “banalizar” el Holocausto. Primero: la designación “holocausto” es ideológica, no histórica. Hay quienes la aceptan y quienes no. Segundo: Hannah Arendt, que aceptó el trabajo de asistir al juicio de Eichmann en Jerusalem propuso la herramienta teórica de la “banalidad del mal” que hasta ahora ha sido bastante útil para explicar la locura que supusieron los campos de exterminio, tanto conceptualmente como existencialmente, algo que la película Zona de interés (2023) desplegó con una calidad expresiva todavía memorable. Y cuarto: no parece ser un tema para tiempos electoralistas. Lo que consigue el Sr. Milei con sus arrebatos (que su equipo acompaña con entusiasmo suicida) es distraer la atención del hecho de que el gobierno reasignó veinticinco mil millones para su central de inteligencia, de los cuales ocho mil son reservados (es decir: descontrolados). Eso es un paso más hacia una forma de fascismo. De lejos, la psicosis argentina da tanto miedo como pena y vergüenza.

viernes, 9 de mayo de 2025

jueves, 8 de mayo de 2025

¿Quién es el nuevo Papa?

Recién, volviendo en el tranvía a casa después de una agotadora jornada en el Vaticano, dos migrantes peruanas trabajadoras domésticas comentaban la elección del papa (decían) peruano y lo orgullosas que se sentían.

Más información sobre la agenda papal, acá.


 

lunes, 5 de mayo de 2025

Psicosis creciente

 


 

Mi pedido:

1 ladrillo de cocaína peruana sin cortar.

10 gramos de Tina

2 consoladores de modelos norteamericanos de 11"

24 unidades de Rush Total Destroy

10 jockstraps Addicted, tamaño Large

2 pares de stilletos talle 43 comprados en la Rinascente de Roma

10 frascos de GH

100 latas de alimento blando para gatos

 

 

 

 

 

sábado, 3 de mayo de 2025

Cocinero en tránsito

Por Daniel Link para Perfil

Es la segunda vez que pongo algo a cocinar sobre las brasas fuera de Argentina. La primera vez había sido en París, en casa de un pintor que conseguía cortes correctos, pero que no tenía parrilla. Tuve que usar, como reemplazo, una de esas rejillas limpia-pies de metal, que tomamos prestada de la casa de un vecino. Fue todo un éxito.

Esta segunda vez fue el domingo pasado, en Roma, para festejar el cumpleaños de un amigo. Tenían un equipo parrillero de esos que se compran en las tiendas para el hogar (parrilla redonda con rueditas y tapa) pero, ay, no había carne así que tuvimos que contentarnos con chorizos de Reggio Calabria (riquísimos, por cierto).

Quien se encargó de la compra fue la madre calabresa del homenajeado, que tenía sus propias ideas sobre la parrilla (y yo, que para algo tengo la mía, no iba a pelearme con la madre de mi amigo). Había hervido previamente los chorizos y se emperró en que debía cortarlos al medio antes de la cocción para que se hicieran más rápido. Inútiles fueron mis rogativas de que de ese modo perderían la grasa más rápidamente (ella contraargumentaba que los chorizos ya estaban desgrasados, que no contradecía mi argumento sino que lo reforzaba).

Debo decir que pese a la tensión acumulada, los choripanes salieron bien y se los comieron en un abrir y cerrar de ojos. Por supuesto, estaba dispuesta una batería de “contorni” (cebollas caramelizadas, peperoncini asados, alcachofas al horno) que metían dentro del pan ignorando las más elementales tradiciones culinarias (en mi casa el choripán no lleva ni siquiera chimichurri).

Como estaba preparando mis clases sobre “criollismo urbano” de la década del veinte, deploré semejante mescolanza (sabiendo, de todos modos, que en la pureza anida el fascismo). Pedí, no obstante, un aplauso para el asador (porque en Roma sabrán organizar un funeral papal, pero de liturgia parrillera, niente) y recordé el veredicto de Jorge Borges: ““Hacia el Maldonado raleaba el malevaje nativo y lo sustituía el calabrés, gente con quien nadie quería meterse, por la peligrosa buena memoria de su rencor, por sus puñaladas traicioneras a largo plazo”.

Después llegó el turno del budín de pan, que también yo había preparado, el mismo que Ricardo Piglia solía comer en casa, pero esta vez hecho con huevos de gallinas libres numerados a mano. Acompañado de una grappa, fue el final feliz que todos esperaban y que justificó el puñado de euros que me gané por el servicio prestado, apenas una mitigación para mi estado de migrante muerto de hambre.