sábado, 23 de septiembre de 2023

Una vida

por Daniel Link para Perfil

En una sala abarrotada de personas y de calidades, se presentó Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini escrita por Liliana Viola. Participaron de la presentación Alejandra Flechner y Susana Pampin, en los roles de Fulvia y Flavia, dos personajes casi idénticos (o tal vez un mismo personaje geminado) como salidos de las ficciones de Venturini.

Lo que se festejaba era no tanto la vida de Aurora (1922-2015) sino el libro de Liliana. Es más, yo subrayaría: la invención de Liliana.

Esta no soy yo, con sus juegos de pronombres, sus idas y vueltas en el tiempo, sus conjeturas y su pasaje permanente de la ficción a las vivencias es un libro decisivo para entender la extraordinaria operación de Liliana Viola, con muy poquísimos antecedentes en la literatura argentina.

La historia es conocida: a sus 85 años, Aurora Venturini ganó el premio “Nueva novela” que Liliana Viola coordinaba para Página/12. Eso, en 2007 con la novela Las primas. Ocho años después, la autora había muerto y había nombrado a Liliana su heredera y albacea universal. Desde entonces, los libros de Venturini (siete títulos en la colección Tusquets) fueron traducidos a varias lenguas, las ediciones se agotan, circulan por el mundo.

Esta no soy yo comienza con la decisión del jurado. Insidiosa, Liliana subraya: “en esa mesa de caballeros se está decidiendo si esa mujer va a morirse sin que nadie la haya leído o si vivirá los ocho años que le quedan reconocida como el gran hallazgo de la literatura argentina”.

Es muy fácil imaginar la culpa machirula como herramienta de presión. Ése fue, tal vez, el primer golpe de Liliana Viola, el decisivo. Es fácil imaginar el resto, un poco porque el libro lo cuenta y otro poco porque sabemos lo que sucedió. Las primas es un éxito, la autora firma contrato con Mondadori, donde saca algunos libros. Luego Liliana Viola transfiere todo el paquete a Tusquets, cuyo clasicisimo conviene a los libros de Aurora.

Ahora bien: Venturini tenía una carrera entera (mediocre, pero cumplida), varios libros publicados, muchos premios, una vida. No había pasado nada. Hasta que Liliana Viola toma entre sus manos esa herencia y la hace pasar por el tamiz de su propia inteligencia, Venturini no había existido. Ahora es la amiga de Sartre, de Simone de Beauvoir, de Evita, de Quasimodo. La escritora todos quieren leer, la mujer cuya vida (mejoradísima) Liliana Viola nos entrega para que el mito siga creciendo. Escribir un libro es algo que puede hacer cualquiera. Inventar a un autor, casi nadie.


sábado, 16 de septiembre de 2023

Amor a Roma

por Daniel Link para Perfil

Estoy en Roma por asuntos laborales. Una noche salgo a dar una vuelta por el barrio, donde encuentro una hilera de decenas de jóvenes apoyados contra la barandilla que da a los restos de la Domus Aurea de Nerón, exactamente detrás del Coliseo. Cada uno de ellos está absorto en su celular. Hasta aquí, una escena común a cualquier parte. 


Pero el Coliseo es una forma arquitectónica que no existió ni en Grecia ni en las demás ciudades de Asia Menor. Es una creación romana. Podría trazarse una línea de puntos entre el populus (que tampoco existió en Grecia) y el anfiteatro como fuerza arquitectónica de seducción. A lo mejor esos jóvenes (la juventud forma parte de la etimología de populus, de “pueblo”) son el resto de un pueblo, o un pueblo en formación.

Yo no pude sino pensar en el hermoso texto sobre la desaparición de las luciérnagas de Pasolini, que usa esa figura para hablar del fascismo. Pero podría pensarse que está hablando del pueblo, de los pueblos, de las mutaciones que llevan a la desaparición a especies enteras. ¿Están los pueblos en riesgo de extinción? ¿Queda algo, todavía, del pueblo?

Las luciérnagas hacían (hacen) ritmo con la noche. Brillan las unas para las otras. Dibujan locuras titilantes en el cielo negro, celebran la vida. En esa hilera de autómatas con sus celulares, en cambio, no hay conexión ni entre los cuerpos ni entre las sensibilidades. Hay conexiones nerviosas con una máquina que les susurra órdenes.

O tal vez no, tal vez sea el nacimiento de nuevos pueblos, flotantes, en la red. El Coliseo, que supo susurrar sus instrucciones al pueblo, es testigo de esta nueva mutación.

 

viernes, 15 de septiembre de 2023

El largo adiós

Siempre es tarde, la muerte llega cuando una menos puede afrontarla. Nunca es fácil enfrentar la muerte, desde ya, pero hay momentos en que una se siente más armada, con más cólera, menos inclinada a la autoconmisceración. 

Hace una semana, y yo podría haber estado en Buenos Aires para despedir a Tita Merello, mi gata, nuestra gata, que nos acompañó durante 19 años y medio. La llamé para despedirme una hora antes de la inyección letal.  Conversamos. Tita siempre fue muy conversadora y quería tener la última palabra. Fue así desde el primer momento, cuando nos la trajeron rescatada de las vías del tren, un mes de mayo.

Yo no sé muy bien qué escribir ahora que Tita no está, porque creo que al estar de viaje todavía no me doy cuenta del todo de lo que eso significa. Pero Tita es protagonista (y tapa) de una de mis novelas. Y de pocas cosas puedo estar seguro como de que Tita me quiso como nunca nadie me quiso.

Copio de aquí una columna que publiqué en Perfil el 3 de octubre de 2020, que creo que fue más o menos cuando Tita empezó a gastarse las vidas que le quedaban:

 

El amor absoluto

Por Daniel Link para Perfil

No tenemos una gata, ni dos. Nadie podría jactarse de algo semejante (María Moreno sabe de qué hablo).

Cuando Sebastián y yo decidimos que podíamos vivir juntos, al poco tiempo una amiga encontró en las vías del tren una gata negra que nos ofreció como amuleto para la longevidad conyugal. 

 


Tita Merello (así llamada por su intensidad impar) es una gata de Bombay que gusta de los espacios elevados. Tardamos diez años en darnos cuenta de esa necesidad tan suya y entonces le armamos un sistema de estantes a la altura de los techos que ella disfruta como una pantera de la estepa, lo que no puede ser genético, porque es una raza inventada por unas viejas gateras de Kentucky, como homenaje al leopardo negro Bagheera de El libro de la Selva.


Como buena Bombay, Tita nos ama con una exclusividad renegrida y atormentada. No soporta estar sin nosotros y a cualquiera que se le acerque le tira arañazos y mordiscones crudelísimos. A nosotros, jamás.

Estoy seguro de que su carácter es, de alguna manera, responsable de las quemas medievales de mujeres progresistas (curanderas, aborteras, reparadoras de virgos), porque es la clase de gato cuya mirada puede abrir las puertas del inframundo. Las brujas eran carne y uña con los gatos negros (probablemente burmeses, antepasados de los Bombay).

De noche, cuando estamos viendo alguna película o por la mañana, cuando leo los diarios en el celular, Tita baja de sus dominios aéreos y desde la otra punta de la cama me mira fijamente hasta que no puedo más y tengo que llamarla a mi lado. A veces no me doy cuenta de inmediato de que me está mirando, pero mi cuerpo se siente expuesto a una fuerza intolerable.

Cuando tuvimos que decidir qué hacer con la gata en nuestros viajes laborales, decidimos adquirir para Tita (no para nosotros), una mascota que le hiciera compañía en nuestra ausencia. Cartulina vino a cumplir ese rol. Tita la maltrata sin misericordia alguna, lo que a Cartu le importa más bien poco. Cartulina es una rusa azul que parece tonta, pero cuya inteligencia social es infinitamente superior a la de Tita. Se lleva bien con todo el mundo, anda con los perros (a los que no teme), en suma: sufre menos.

Todas esas características a Tita la desesperan. Considera una frivolidad semejante entrega a lo social y una traición al amor exclusivo, que ella es capaz de llevar hasta su propia muerte (nunca querrá a nadie como a nosotros).

Maria Emilia, la gata que pretendimos incorporar a la manada hace unos años para completar la paleta (negra, gris y blanca) no murió por un pelo ante los sistemáticos ataques concertados de Tita y Cartulina. Tuvimos que regalársela a Albertina Carri, donde encontró una felicidad que estas gatas nuestras le negaron. 

Mientras Tita esté con nosotros, nos debemos a ella. Después, las fauces del infierno se abrirán para nosotros.



sábado, 9 de septiembre de 2023

Ritmos circadianos

por Daniel Link para Perfil

Razones familiares que sería penoso exponer aquí me tuvieron alejado de la ciudad, preso en una casa de campo en el medio de la nada, donde tenía que cuidar a tres animales, una de ellas una perra recién operada de una herida de guerra intraespecies. La perra herida no podía salir ni podía quedar sola, porque ya se había sacado los puntos de la sutura dos veces, pese a vestir un collar isabelino. La tarea parecía favorable a mis intentos por terminar de escribir las conferencias que, en breve, deberé pronunciar en foros europeos.

Me despertaba a las 7 de la mañana. Abría todas las persianas de la casa, bajaba las llamas de las estufas y, mientras sacaba a las perras para que hicieran pis, empezaba a hacer el desayuno: calentaba el agua para el mate o el té y organizaba la

mise en place de la manada malcriada que había quedado bajo mi tutela. El gato no come alimento balanceado duro, razón por la que hay que servirle un potecito de leche sin lactosa (para que no vomitara) y un potecito de alimento húmedo (no comía más el sólido). A las perras había que simular que uno les cocinaba especialmente, porquedespreciaban el alimento balanceado falto de amor hogareño. Así que, bajo su mirada atenta, revolvía el balanceado con una cucharada de atún de lata que luego les servía con ruidos estúpidos de satisfacción estomacal (“ñam, ñam”).

Terminado el ritual matutino, me bañaba y me vestía. Entre una cosa y la otra ya eran las 9 de la mañana. Revisaba algún correo o planificaba la monótona jornada, con diálogos estrambóticos con los animales, encantados de que alguien le dirigiera la palabra aunque fuera para insultarlos dulcemente.

A las 10 de la mañana venía la asistente doméstica, cuya exasperante lentitud para todo evitaba yéndome al pueblo a hacer las compras (en las inmediaciones, ni un kiosco). A las 11:30, con suerte, estaba de vuelta.

La perra herida me saludaba como si me hubiera ido años atrás. Me instalaba ante la computadora a leer los diarios y las dos cánidas, detrás, dormitaban hasta las 12:00, cuando ya empezaban a reclamarme alimento nuevamente. La empleada de la casa (que iba a diario, creo, antes para controlarme a mí que para mantener la limpieza) se retiraba para buscar sus hijos en el colegio.

El mismo ritual: el gato comía sobre la mesa su alimento húmedo, tomaba su leche y las perras comían en el suelo su almuerzo pretendidamente personalizado.

Mientras, yo descongelaba para mí alguna milanesa o bife de lomo, preparaba una ensalada o hacía algún chutney.

Después de comer, dejaba los platos en la pileta para que la asistenta tuviera algo para hacer al día siguiente y salía a dar una vuelta por el parque con las perras.

A las 13:30 ya estaba sentado otra vez ante mi escritorio contestando mensajes: al equipo de tal revista, les daba indicaciones; al equipo de tal archivo, les pedía actualizaciones pendientes; para tal universidad europea, preparaba unas rendiciones de cuenta; a los equipos de cátedra les rogaba que por favor decidieran los temas y bibliografía para los cursos del año entrante.

De pronto, eran ya casi las 4 de la tarde y el sol brillaba bajo. A esa hora extrañaba mi casa, mi gata, mi marido, mis rutinas. Iba a la cocina a prepararme un mate, circunstancia que los animales entendían como una invitación para reunirse conmigo en la cocina.

Abría la puerta para que las perras salieran a hacer pis y, si no pasaba nadie por la calle a quien ellas entendieran que debían ladrarle, las dejaba un rato afuera.

Le daba la merienda al gato (por la tarde comía atún solo).

Por lo general volvía a mi escritorio a las 6 de la tarde como muy tarde, dispuesto a escribir, ya con sueño.Leía libros que subrayaba ocasionalmente para levantar luego citas importantes.

A las 8 ya era de noche. Tenía que cerrar las puertas, prender las estufas, encender las luces de afuera y empezar a preparar la cena para las perras, para el gato, para mí.

Esta vez, lo hacía acompañándome con un whisky que había traído de mi casa.

A las 10, ya no iba a volver a sentarme ante la computadora porque estaba cansadísimo (no sé de qué). Me acostaba a mirar Vikingos. Y me quedaba invariablemente dormido para despertarme, en la mitad de la noche, con las dos perras durmiendo conmigo. Las sacaba a hacer pis y volvíamos a dormir hasta el siguiente idéntico desayuno.





sábado, 2 de septiembre de 2023

Pactos existentes

Por Daniel Link para Perfil

¿Quién habrá pactado con quién? No se sabe bien. Patricia dice que Javier y Sergio Tomás pactaron en su contra. Exhibe como prueba la cantidad de nombres que Sergio le regaló a Javier para sus listas. Y se sospecha que Horacio también pactó con Sergio Tomás para pasarle sus votos. Pero como Horacio dijo que no pagará el beneficio salarial impulsado por Sergio, el asunto parece dudoso. Lo que es seguro es que Martín trabajará a reglamento y sus votantes, anoticiados de su disgusto, preferirán votar a Leandro en lugar de Jorge.

Lo que es también clarísimo es que la liga de gobernadores no pactó con Sergio Tomás, y las diferencias por el dichoso changuito adelantado a cuenta de futuras paritarias así lo dejaron en evidencia.

O sea: Las fuerzas interiores a las coaliciones ya no acuerdan entre si sino que pactan por fuera, sabe Dios qué. Reina la más pura opacidad cuando lo que el electorado necesita es una claridad meridiana para que luego no lo culpen de los desastres desencadenados por un voto mal dirigido.

Un amigo que mira todo desde su penthouse neoyorquino dice que la explicación más evidente es que los peronistas quieren perder. No dice más que eso: “quieren perder”. Imagino que los desaguisados últimos que ocupan las primeras planas de los diarios avalan esa hipótesis, pero no sé bien para qué serviría esa derrota. ¿Para imposibilitar el gobierno que venga?

El razonamiento interior sería el siguiente: dado que hemos provocado un desastre de magnitudes que no sospechábamos y dado que no tenemos la menor idea de cómo arreglarlo, mejor perdamos, luego le hacemos la vida imposible a la que venga y cuando todo se vaya al cuerno hincamos el diente de nuevo. Mientras tanto, pactamos con los iraníes, los chinos, los rusos. Total las locas han sido ya tan minorizadas que ni en los movimientos de disidencia sexual les dan bola. No van a protestar por nuestra alianza con los paladines de la homofobia.

Por supuesto, a nadie se le ocurre pactar con sus propios electores. Les parece superfluo, o tal vez bizantino. Que me voten por lo que parece que soy y ya. Ni una sola palabra o gesto está destinada a la ciudadanía, que es la mandataria última de los gobiernos. Así les va a ir.

 

sábado, 26 de agosto de 2023

El mañana efímero

por Daniel Link para Perfil

El liberalismo del siglo XIX no era ni plano ni carente de contradicciones. Un poco por eso, hubo liberales de derecha y liberales de izquierda (con los hegelianos, naturalmente, sucedió lo mismo y Marx se encargó de mandar a los hegelianos de izquierda con los que había compartido ruta y encuentros previos a un lugar incómodo, en cuanto decidió que su teoría estaba en un más allá).

Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador. De hecho, sus últimas intervenciones en contra de la ciencia, por completo antiliberales, y su posición frente al aborto (cuya prohibición quiere plesbiscitar) son de un conservadurismo de amianto.

Si a eso se le suma además una retórica anarcoide (con todo el encanto que puede llegar a tener esa retórica para jóvenes con ansias de algún futuro), la mezcla resultante es sumamente contradictoria e, incluso, turbia.

Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador

Sus apelaciones a los patriotas de mayo resultan, miradas desde este perspectiva, meros trucos de prestidigitador que ocultan una mescolanza indigerible de dogmas y de posiciones: liberal de derecha para esto, para aquello conservador; y en el medio, anarquizante y siempre y ante todo: anticomunista.

Se equivocan, sin embargo, quienes, para tranquilizarse, tildan a Milei de fascista. El fascismo fue anticapitalista, estatalista, fanático del orden y de lo colectivo. La mezcla mileinarista es mucho más explosiva y, al mismo tiempo, de efectos desconocidos y probablemente devastadores.

Y se equivocan todavía más quienes consideran su palabra como un discurso fuera de lugar. Es la consecuencia (por supuesto, es fácil darse cuenta retrospectivamente) de un sistema político decadente que, sobre todo ante la inminencia de perderlo todo, se aferra a manías incomprensibles y simétricamente pavotas: de un lado, bloquear la privatización de una compañía de aviación; del otro, mano dura contra el crimen y las manifestaciones.

Mal que nos pese, Milei parece ser el único que ha sabido escuchar la sensibilidad de una época, el único que ha sabido recuperar palabras nobles (aunque para darles un sentido totalmente diferente).

Solo podríamos salvarnos de él si alguien entendiera que la política es ponerse al servicio del pueblo, escucharlo, llevarlo a la felicidad.

sábado, 19 de agosto de 2023

La cruzada de los niños

Por Daniel Link por Perfil

Lo del domingo pasado me tomó por sorpresa y me obligó a cambiar el ritmo de mi pensamiento y el tema de esta columna (iba a versar sobre la performance en Ibiza de DJ Padre Peixoto, en relación con una idea religiosa de pueblo).

Yo me decía, contra las advertencias de nuestras maestras, que el fenómeno Milei no era importante y servía para que lo más reaccionario de la sociedad encontrara un palenque donde rascarse. Craso error.

Más grave todavía era mi desconocimiento del programa de gobierno de Milei, al que no había escuchado nunca hablar desde que comenzó su carrera política.

A partir del lunes pasado traté de instruirme. La mitad de las cosas que dice Milei están bien; la otra mitad meten, en efecto, miedo, porque nos arrojan a lo desconocido. Entonces, ¿cómo evaluar su discurso y sus propuestas?

En principio, Milei es un apasionado, y eso rinde. Su retórica supera ampliamente la de la media de la casta política, a la que detesta. Su misma vicepresidente no puede hilvanar dos frases seguidas sin trastabillar. Patricia Bullrich ignora la sintaxis. Etc.

En cuanto al contenido, es muy sorprendente la cantidad de referencias librescas que Milei enarbola para justificar sus posiciones (desde textos económicos hasta la Torá). Y ciertos latiguillos (“humanismo” es uno de ellos) nos dan la clave de interpretación.

Javier Milei es un personaje del Siglo XIX. Alberdi es, no tanto su antecedente, sino su compañero de ruta, y su programa para el sector educativo es totalmente sarmientino. Milei cree en la libertad de viejo cuño y quiere arrancar a la noción de “revolución” su tufillo marxista. El bunker desde el cual se dirigió a sus votantes y a la ciudadanía se ubicó en el hotel “Libertador”. Y luce patillas patrióticas.

Milei repite un gesto que no nos es extraño: vuelve al Siglo XIX y hace de cuenta que el Siglo XX no sucedió o fue sencillamente una pesadilla de la que debemos despertarnos. La recompensa será un encuentro pleno y total con la libertad, la verdad y la justicia, como si esas nociones positivas del siglo XIX no estuvieran en si cargadas de deformaciones (el humanismo no existe a secas, sino que es “humanismo burgués”).

Su catastrofismo (su milenarismo) es necesario para justificar una segunda venida, esta vez de una sociedad transparente que no necesita del Estado sino en mínimas cantidades para alcanzar la redención universal.

Es un programa (ideológico, filosófico) que nadie más sostiene, un poco porque, como él señala, la casta política es corrupta y otro poco porque es un modelo ya históricamente probado y cuyos resultados han sido poco edificantes (el imperialismo, el colonialismo, el extractivismo, las grandes purgas y procesos de exterminio, la precarización de lo viviente). Habrá que ver qué queda de su discurso si es que accede a los aparatos de gobierno, pero por el momento todo resulta una mezcla rara de luz cegadora y opacidad. Que sus seguidores se cuenten entre los más jóvenes y los más humildes nos obliga, además, a revisar las ideas políticas de pueblo con las que nos manejamos.

(continuará...)

 

viernes, 18 de agosto de 2023

En busca del estilo perdido

 Hablemos de cosas importantes...



Instrucciones para una mateada

Exhibido hasta hace dos semanas en el Malba e inmediatamente adquirido por el museo, el video “Cebame” (2019) de Valentín Demarco se pregunta qué somos a partir de la puesta en contacto de algunas figuras tomadas de las tradiciones de donde venimos y una hipótesis sobre en qué podríamos llegar a convertirnos. El arte como máquina de querificar.


por Daniel Link para Soy*

La persona Es una tarde muy fría. Valentín Demarco (1986) nos abre la puerta de calle y nos conduce por un largo pasillo al fondo, donde está su taller. Ya resguardadas de la intemperie, Valentín nos ofrece un mate con medialunas, que ha calentado expresamente.

Nos cuenta que tomó clases durante su adolescencia en la Escuela Municipal de Orfebrería de Olavarría, con el maestro Armando Ferreira, “inventor” el estilo olavarriense. A los 18 años se mudó a Buenos Aires para estudiar diseño industrial en la UBA, carrera que abandonó después de dos años para cursar la licenciatura en Artes Visuales de la UNA. Se graduó en 2017 con una tesina que se explaya sobre los vínculos entre la artesanía tradicional y el arte contemporáneo. “Más allá de mi formación académica”, subraya, “el espacio que más marcó mi rumbo como artista es la clínica de obra de Diana Aisenberg, de la que participé entre 2012 y 2020”. Obtuvo el Tercer premio revelación (Fundación Andreani a las Artes Visuales, 2013), Premio Lucio Fontana (Consulado General de Italia en Buenos Aires, 2014), Premio Ópera Prima (Casa Nacional del Bicentenario, 2016) y fue seleccionado para el Premio Braque (2017). Obtuvo la Beca Bicentenario a la Creación (Fondo Nacional de las Artes, 2016). Varios de sus videos están disponibles en Vimeo (“Men Art Work”, “Mi puñado de esplín”, “Cebame”).

En 2020 participó del 9° encuentro Nacional de Plateros de Olavarría con una obra que produjo un módico escándalo: “Cuchillo y tanga haciendo juego”, en la que su culo en primerísimo primer plano lucía una tanga de metal labrado por el mismo, con un facón también de su factura. La obra participó también de Art Basel (Miami) y marca un tono y una dirección: el artesanado popular tensionado hacia experimentaciones con el propio cuerpo y la puesta en primer plano de una querificación intensa de las reglas del arte contemporáneo. En 2021 montó la muestra “¿No soy de aquí?” en el Museo Dámaso Arce de Olavarría, donde mostró una impresionante colección de exvotos (ofrenda hecha a un dios o dioses) producidos en su propio taller, con la misma torsión: algunos son más clásicos, otros lo son menos (vergas, dildos). Todos son hermosos.

En la obra que puede verse en la galería Isla Flotante, se anticipan algunos de los motivos que son el objeto de esta nota y de este encuentro con Valentín.

Lo visitamos porque nos enteramos de que el MALBA, luego de haberlo exhibido este año, ha comprado para su colección el video “Cebame” (2019) y todos los objetos con él asociados, en un gesto de canonización inesperado, sorprendente por su audacia. En la muestra que terminó eel 30 de julio, funcionaba como una instalación (se lo veía a través de una mirilla, referencia al Étant donnés de Duchamp).


El ritual “Cebame” comienza con una pava sobre una cocina y una conversación de dos mujeres, tan insustancial como la que inaugura una de las mejores novelas argentinas. Luego, un plano muestra una repisa de cocina donde hay varios mates, tres de calabaza (porongo), uno de madera y uno de metal. Uno de los porongos dice Olavarría, el otro es más moral y reza “Sin lugar a dudas, mantener vagos nos salía más barato que mantener ricos” acompañado del anagrama MMLPQTP (Mauricio Macri La Puta Que Te Parió).

Podría decirse que esa repisa cita el campo de lo popular: están los mates, con su típico llamado a satisfacer la pulsión oral, está la demarcación (en este caso sí se traza un límite) de lo exterior al campo: el liberalismo, está la propia población. Está lo más tradicional (como costumbre y como rasgo de sociabilidad) y en el centro, un mate de metal, con forma de dildo, boca labrada, sobre un pie también de metal. Se intercalan primeros planos del mate de metal y de la pava con el agua ya caliente, y luego se ve el mate chorreando una sustancia gelatinosa y transparente. Hay que aclarar que las imágenes son de una calidad extraordinaria, tanto en lo que se refiere a la iluminación como al equilibrio de los planos. Una estetización extrema de un hecho cotidiano o lúbrico como preparar un mate. Mateemos. Cebame. Hagamos un arte a partir de eso.

Suena un rasgueo de guitarras y vemos un plano cenital de la boca del mate, los hermosos labrados en primer plano, algo de yerba ya dispuesta en el fondo, sobre un fondo rosado que cubre toda la pantalla y que pronto identificamos como piel humana. El mate está inserto (no puede haber otra explicación) en un ano. El porongo ha encontrado su lugar.

El siguiente plano muestra la inserción del mate en un ano, de perfil. No es el mate de metal que estaba en la repisa y que chorreaba, ahora lo comprendemos, gel lubricante, sino otro más pequeño, pero de boca más ancha. En planos sucesivos, una mano sigue llenando el agujero con yerba. La cuchara entra en el agujero y descarga la yerba.

Siguen tres escenas puntillosamente fotografiadas. Un hombre y una mujer en la cama miran sus celulares y toman mate del culo erguido que está entre los dos. Apenas si se miran, comentan cosas que ven en las pantallas, alternan el chupado de bombilla. En la siguiente escena, el culo-mate reposa a medias en el regazo de un hombre y a medias en el apoyabrazos de la silla en la que está sentado, vistiendo pantalón corto de cuero, borceguíes y arnés. Enfrente, en un sofá, duerme un perro. La luz que entra por el ventanal es exquisita. El hombre sorbe y mientras tanto, acaricia distraído las nalgas del yacente.

Ya no veremos más la boca del mate, abierta y en proceso de llenado, sino un cuerpo inerte del cual diferentes personas disfrutan sorbiendo el líquido del mate inserto en el ano (que es, por supuesto, el del artista, el pequeño valiente, Valentín Demarco). Las dos mujeres que hablaban al comienzo aparecen ahora en la cocina, donde el cuerpo yace en una mesa (cuelgan el torso y la cabeza, que nunca se ve). Conversan de banalidades y toman mate, alternativamente. En la escena final, un exterior, un hombre toma mate dentro de un auto, al costado de una autopista.


El mate culero La obra es un acontecimiento de larga proyección. “Cebame” desasocia el ritual del mate de la felación (sorber el jugo del fondo del porongo) y lo asocia con el anilingus (chupar el culo). Desbarata, así, incluso la lengua popular, según la cual el “chupaculos” es un ser despreciable y “chupame el orto” es un desafío odioso. Valentín Demarco toma una figura central de la cultura popular y abre la idea de pueblo (la desmarca) como se abre el ano para recibir el mate culero. El que pide “cebame” ya no es el agujero del mate sino el ano, ese centro oculto de la cosmogonía neobarroca (si hay que creerle a Severo Sarduy), gloriosamente iluminado por la luz de “Cebame”. Lo popular, en la perspectiva de Valentín no es necesariamente lo que se ve, sino aquello que puede imaginarse, una hipótesis, una estrategia (entrar al arte por la puerta de atrás).

Claudio Iglesias ya había señalado en Página/12 , a propósito de la obra de Valentín, un giro notable del arte contemporáneo argentino, que vuelve a ciertos aspectos del artesanado, donde encuentra sus condiciones de posibilidad.

La operación de Valentín es muy minimalista, pero toma como objeto el inmenso edificio del barroco americano, el lenguaje popular, los ritos de la sociabilidad criolla, las identidades flotantes y una práctica que no aparece sugerida por retórica visual sino en su total esplendor figurativo: no hay distancia entre la boca del mate que se ceba y la boca del culo que lo contiene. En manos de Valentín Demarco, el arte es un gigantesco dispositivo de enajenación, de vaciamiento de nombres, una máquina para imaginar alguna lengua, alguna historia, algún pueblo.


Destacados:


“El mate está inserto (no puede haber otra explicación) en un ano. El porongo ha encontrado su lugar. En planos sucesivos, una mano sigue llenando el agujero con yerba. La cuchara entra en el agujero y descarga la yerba.”


“Me gusta inventar una mitología local donde quepan las cosas que no fueron incluidas, como el homoerotismo criollo del que hablábamos antes.”




“Un costumbrismo enajenado”

Entrevista a Valentín Demarco

¿Cómo hiciste el clic para pasar de la práctica de la artesanía al concepto de arte. ¿Cómo fue ese proceso?

En realidad diría que recuperé de mi mismo el oficio artesanal que llevaba adentro una vez que ya estaba inserto en la esfera del arte y pensando en su lógica y problemáticas. De hecho, comencé a indagar en el imaginario local porque me molestaba que el arte contemporáneo -que en ese entonces era un concepto que me obsesionaba- se presentara como de ningún lugar, o de cualquier lugar, todo igual de estéril. Y a mi me parecía que tenía que haber algo más. Y ese algo más creo que lo encontré en Ema, la cautiva (1981), la novela de César Aira. Comencé a ensayar cruces entre el cubo blanco y el territorio nacional, que casi siempre fue pensado como espacio negativo, inmenso y desierto; entre el arte contemporáneo y todas las cosas nuestras que no tenían lugar en sus confines, como ser las artesanías y la picardía.

Ahí enganchaste con la gauchesca...

Sí, viendo los afectados gauchitos que pintó Juan Manuel Blanes y los paisanos culones de Molina Campos, pero sobre todo viendo todo lo que no había, o más bien las ganas que había que poner para poder ver algo -los ojos desviados-, pensaba que tenía que haber un desarrollo más explícito y consistente de un (homo)erotismo criollo. En esa línea realicé en 2016 una exhibición titulada “Un episodio en la vida del artista popular” donde contaba en imágenes un hecho de la biografía temprana de Florencio Molina Campos a través de unos dibujos inspirados en su obra y en la de Tom of Finland. Para ese entonces la platería ya estaba otra vez en mis manos -retomé el oficio a fines de 2014-, pero también en mi cabeza como un legado que me sentía un poco responsable de reimaginar. Él era una suerte de desclasado que rememoraba su pasado feliz de hijo de estanciero y abonaba en una visión anacrónica e idílica de la vida rural, pero la manera de construir sus imágenes trastocan ese mensaje edificante y pacato en otra cosa, en algo popular, que genera empatía y una mueca risueña.

Hablame del encuentro extraordinario entre el mate y el culo...

Diría que el mate, por empezar, me fascina porque señala un territorio. Por darte un ejemplo, hay una pequeña obra de Monvoisin en la Colección Fortabat donde se ve una escena típicamente europea, sin embargo un matecito pintado la afinca acá. Esto aún no explica cómo llega el mate al ano. La conexión esa viene de un reconocimiento formal.
Habiendo visto muchos mates de plata, objetos paradigmáticos dentro del repertorio de la platería gauchesca, y como conocedor del universo de los juguetes sexuales anales, no podía dejar de reparar en las similitudes que guardaban. Entonces empecé -no sin cierto pudor de compartirla- a forjar la idea de crear un objeto que cumpliera ambas funciones. Una vez que realicé el primer mate culero, como le puso Santiago O. Rey, o mate tapón -como lo nombró un gran platero-, me encontré con el problema de tener que estar explicando la funcionalidad de la nueva invención.
Ahí fue que decidí hacer un video donde pusiera en escena esta práctica de matear del culo. En un principio imaginé una escena bastante más gay y pornográfica de lo que resultó la pieza al final. Pero no me convencía, yo quería que muchas más personas pudieran incorporar la posibilidad de la costumbre improbable que les estaba proponiendo. En ese sentido quise que fuera cándido y luminoso, que se viera cotidiano y “normal”. En definitiva también estaba pensando en lo que se asume como normal y en cómo se construyen las tradiciones y las costumbres. Los mates y las bombillas de plata de hecho aparecen como forma aceptable para las aristocracias virreinales de incorporar el mate -que es de origen guaraní, aunque se nombre con una palabra quechua-, bebida que al principio era considerada poco higiénica y bárbara.

En Cebame hay una tensión muy bien resuelta entre obscenidad y estetización. Digamos: hay goce, pero hay también belleza...

Como te comentaba antes, quería que el video se viera lo menos sórdido posible; que la dimensión del goce estuviera presente pero filtrada por una delicada capa de costumbrismo de fácil incorporación, que placiera a la vista en un sentido convencional. Por decirlo de algún modo, que se vea aceptablemente mainstream para mostrar algo que puede ser impensado o inaceptable para algunas personas. Esta tensión es algo que me interesa mucho y admiro en otrxs artistas -no necesariamente de las artes visuales-: la posibilidad de insertar lo raro y peculiar en circuitos de circulación masivos y estandarizados. Para realizar el video, convoqué a Emilio Bianchic, que es un referente para mi. Con él hicimos la edición del video y me ayudó a convocar al equipo. La cámara y la fotografía la hizo Juan Renau, y Santiago Guidi, con quien ya había trabajado en el video “Exilio” (2016), hizo la producción. Y bueno, luego hay un reparto maravilloso.

¿Podés hablar un poco de “lo que vendrá”? ¿En qué estás trabajando?

Si en "Cebame" había una decisión de insertar la costumbre de matear del culo en la esfera de lo real y cotidiano, diría que ahora estoy trabajando con un enfoque distinto, intentando construir una fantasía vernácula, que destaque lo extraordinario de nuestras imágenes y prácticas, un costumbrismo enajenado. Inventar una mitología local donde quepan las cosas que no fueron incluidas, como el homoerotismo criollo del que hablábamos antes.
Pienso en cómo Horacio Ferrer reimagina la poética del tango y las paicas y las grelas pueden convivir con los ovnis. Y bueno, con Piazzolla y Amelita Baltar hacen el último hit del tango que es “Balada para un loco”. Por otra parte estoy trabajando en el guión de una película junto a Fermín Eloy Acosta, un escritor que admiro y encima es olavarriense también, con producción de Oh My Gómez, que imagina el despertar homosexual de un adolescente bonaerense en los 70’s, con el trasfondo del boom del folklore en esos años.

 

domingo, 13 de agosto de 2023

Primicias exclusivas


 

sábado, 12 de agosto de 2023

Nuestra vida precaria

Por Daniel Link para Perfil

La noción de “vida precaria” ha tenido una extraordinaria carrera en lo que va del milenio, a tal punto que uno podría caracterizar la era a través de procesos de precarización cada vez más acelerados. El humor social que se corresponde con esos procesos es de cada vez más irritación, desconcierto, descrédito y furia.

Habría que evitar, sin embargo, la metafísica de la precariedad, que pretende que la vulnerabilidad y la precariedad son intrínsecas de la vida humana.

La precarización es un efecto y afecta a lo viviente en general y no sólo a los seres humanos, aunque no conviene salteárnoslos para llegar rápidamente al oso panda.

Los sociólogos llaman “precariado” (en oposición al proletariado) a esa especie de clase en formación que agrupa en principio a quienes han sido despojados de sus derechos laborales y, por lo tanto, del acceso a la seguridad social. Luego, esa precarización se extiende a una relación más general con la Ley: las vidas precarias quedan en la práctica excluidas de todo derecho. Las crisis migratorias profundizan el efecto de precarización y vulnerabilidad. A diferencia de lo que sucedía con el antiguo proletariado, que era sujetado a la máquina de producción capitalista que extraía plusvalía de su trabajo, el precariado se somete a actividades no remuneradas como única garantía para conservar el acceso a algún empleo y algún ingreso.

No es un problema sólo de países desvencijados políticamente como Venezuela, sino también de Japón y Reino Unido. Algunos analistas señalan que en España el 15 % de los trabajadores están bajo el nivel de pobreza. Además de una escandalosa concentración de la riqueza, la llamada clase media retrocede sin prisa pero sin pausa.

Hace algunas décadas el movimiento Okupa fue la punta de lanza todavía glamorosa que señalaba un problema de precarización habitacional. Pero hoy, la agudización de los procesos de precarización han inmunizado a las sociedades sobre los problemas de otros y las tomas son condenadas como actos destituyentes de un orden que, paradójicamente, casi nadie considera justo.

La precarización de lo viviente incorpora un alto contenido de desprecio y criminalización de las acciones civiles que pretenden reparar un daño, porque en algún lugar de la imaginación pública se entiende el peligro de su generalización. De ahí a las adhesiones a la ultraderecha no hay más que un paso (es lo que estamos viviendo). Pero las ultraderechas sostienen programas que no hacen sino aumentar la precariedad. ¿Podemos imaginar una salida de este laberinto?

 

sábado, 5 de agosto de 2023

Retención y revuelta

Por Daniel Link para Perfil

Hay un debate persistente alrededor de un tema viejo y anacrónico. En campaña, algunas candidatas presidenciales (incluyo en este colectivo, como corresponde, a los postulantes masculinos: la Solano, la Larreta, la Grabois, la Moreno) han levantado la bandera del liberalismo a ultranza: “basta de retenciones a las exportaciones”.

Ese debate ya saldadísimo se remonta por lo menos a 1763, cuando Luis-Paul Abeille publicó su “Lettre d'un négociant sur la nature du commerce des grains”. Esa carta fue seguida por unos Principes sur la liberté du commerce des grains (1768), donde el fisiócrata abogaba por la libre producción, el libre comercio, la libre exportación (en suma: el libre abuso) y proponía una cuasi metafísica de la plantación: “Acontecimientos tan decisivos como aterradores, y siempre los mismos, advierten que el régimen de un Comercio tan complicado como el del grano está más allá de las fuerzas del hombre más superior, y que, en consecuencia, es imprescindible abandonarlo a sí mismo”.

Muy pronto el ancien régime se toparía con los revolucionarios de 1789, ebrios de reglamentaciones. Bastante después, Foucault encontraría en Abeille, quien era consciente de que las formas de gobierno liberal corren siempre el riesgo de generar su propio monstruo, una figura con potencia para rebelarse contra el propio sistema. Para Foucault, que encuentra allí los fundamentos para su teoría del poder y de la resistencia, esa figura insumisa predicha por Abeille se reconoce por el nombre “pueblo”.

Hagan los que mejor les parezca, pero aténganse a las consecuencias, previstas desde el fondo de los tiempos.

 

viernes, 4 de agosto de 2023

jueves, 3 de agosto de 2023

sábado, 29 de julio de 2023

Baño clausurado

Por Daniel Link para Perfil

El señor Roberto García Moritán insiste en demoler el edificio del Ministerio de Desarrollo Social y Salud como parte de su programa de gobierno para la Ciudad de Buenos Aires.

"En el medio de la ciudad hay un adefesio que solo genera caos, conflicto y anarquía", ha sentenciado, revelando la relación fetichista que tiene con el edificio (muchos observadores han arriesgado que, en efecto, “tiene cara de fetichista”, hipótesis que no podemos suscribir porque conocemos la distancia abismal que se establece entre el ser y el parecer): no le basta con refuncionalizarlo, trasladando por ejemplo el Ministerio de Desarrollo Social (objeto de la protesta piquetera) a alguno de los barrios populares que necesitan de procesos de urbanización. No, no. Él supone que la demolición de ese edificio de más de ochenta años (inaugurado en 1936 como sede del entonces Ministerio de Obras Públicas), de estilo racionalista y declarado (con justicia) Monumento Histórico Nacional mejorará la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, que él identifica con “mejorar el tránsito”.

Uno podría aferrarse a la vis cómica y enumerar otros edificios fetiche que podrían entrar en su lista, pero mejor es tomárselo en serio y pensar en la pobreza imaginativa sobre la que reposa su propuesta.

La siniestra solución del marido de Pampita dice: he aquí un problema. Eliminemos el problema con explosivos plásticos. Me recordó la situación del baño del piso 4 en un edificio universitario al que voy con frecuencia. Una vez, en febrero, uno de los inodoros empezó a perder agua. Después de haber dado aviso a la oficina correspondiente (el edificio ha sido recientemente refaccionado: los baños son nuevos), hacia abril apareció un cartel que decía: “Baño clausurado”. Todavía sigue igual, sin poder usarse, porque alguien prefirió dinamitar metafóricamente el baño antes que arreglar lo que su propia torpeza había provocado previamente.

Es una posición horrible que implica reconocer que no se sabe resolver un problema más que mediante una prohibición, una clausura o, directamente, la destrucción.

Por supuesto, sorprende que el señor Moritán haya aceptado sumar a su campaña una idea seguramente susurrada por un desafortunado equipo de prensa (es cierto, pobre gente, que tienen que trabajar con lo que les dan, que seguramente es bien poco). Pero resulta más alarmante aún que no haya habido un general repudio a sus dichos entre quienes comparten su espacio político, que pueden ser arrastrados por la misma idiocia hasta nadie sabe qué umbrales.

Les parecerá que hablarse encima y encima adjuntar un video como “de acción” sostiene el nombre del candidato circulando y que eso es lo que importa.

Esto es, incluso, más penoso que lo anterior porque agrega una cuota importante de cinisimo, que parece ser lo que domina el panorama político de estos tristes tiempos sin ideas, sin vergüenza y sin imaginación.

Fetichismo, idiocia y cinismo. Por supuesto, esos rasgos pueden chequearse en varias de las candidatas a los cargos electivos que votaremos en pocos días. Teniendo en cuenta ese contexto, ¿no es lógico que, independientemente de nuestras adhesiones políticas, usemos las PASO como lo que son: internas abiertas en las cuales podemos decidir qué candidatos irán a las elecciones verdaderas?

El kirchnerismo porteño levantó su voz de protesta porque algunos peronistas declararon que votarían en las PASO para desfavorecer la candidatura del Sr. Jorge Macri. Pero es bastante sano que un sector que sabe que no va a ganar elija el candidato menos nocivo para la ciudad (y vote su lista de legisladores). Y otro tanto podría decirse para las presidenciales. ¿No convendría ponerle freno a la ambición sin fundamento de la señora Bullrich desde ahora, para no tener que aguantar su “A todo o nada” durante los meses venideros?

Sabiendo más o menos quiénes ganaran las internas en los demás espacios (de Massa no nos salva Grabois, a quien muchos habrían votado con algarabía), ¿no habría que pensar estratégicamente las internas como eso y sólo eso, y usarlas para sacarnos de encima las amenazas de destrucción, de mano dura, de privatizaciones y de modificaciones de los regímenes jubilatorios, pero sobre todo la vergüenza de que alguien crea que esos discursos son todo lo que nos espera?

Mejor que clausurar un baño, es arreglarlo.

 

lunes, 24 de julio de 2023

Barbie-zombie

Estamos dispuestas a demostrar que Barbie es una mierda, pura basura ideológica, no importa qué. El juicio demorará porque no vamos a pagar para verla, así que dependemos de los ritmos de la piratería.

Además, se impone volver a dar en clase los textos de Theodor Adorno, que considerábamos un poco viejos. Pero ni Deleuze ni Foucaut habilitan a una celebración descerebrada de lo que ayer era el Pato Donald. 

Los ambientes estilísticos (la prosa plúmbea de los adornianos) pueden pasar de moda. Pero el enemigo es siempre el mismo.

 

sábado, 22 de julio de 2023

La guerra de los clones

Por Daniel Link para Perfil

Nunca entendimos bien el éxito entre nosotras de La niñera, que focalizaba su atención en el choque entre la cultura judía de clase media y la cultura de los magnates del mundo teatral, a partir de un esquema de comedia ya muy superado por los tiempos en el momento en que la serie se emitía y con algunas obvias remisiones a La cenicienta y Pigmalión. Las actuaciones estaban a la altura del Teatro de Darío Víttori.

Hasta que, la semana pasada Fran Drescher, ahora líder del poderoso Screen Actors Guild, pronunció un discurso incendiario, justísimo en sus reclamos, en la línea de las grandes intervenciones evitistas. “¡Ah, claro!”, nos dijimos. En el fondo esperábamos algo así: la pasión y la excepción.

Entre sus varias puntualizaciones para sumarse a la huelga que mantiene desde comienzos de mayo el gremio de los guionistas, rescato éstas: "No se puede cambiar el modelo de negocio tanto como ha cambiado y no esperar que cambie también el contrato", o "Si no nos mantenemos firmes en este momento, todos vamos a estar en problemas. Todos vamos a estar en peligro de ser reemplazados por máquinas y grandes empresas".

En efecto, el primer capítulo de la última temporada de Black Mirror ya había producido una sátira al respecto: una vida cualquiera era interpretada no por una actriz (en este caso Salma Hayek), sino por un avatar generado por una “computadora cuántica” a partir de sus rasgos físicos y actorales y otros de la vida cualquiera.

La fuerza del capitalismo digital había quedado clara ya el final de la saga La guerra de las galaxias. La muerte prematura de Carrie Fisher obligó a los productores a generar un avatar que representara a una princesa Leia un poco impedida de gesticular, pero presente.

Harrison Ford, por su parte, aceptó que su doble digital rejuvenecido compartiera protagonismo con él en Indiana Jones y el Dial del Destino (donde hay, incluso, un tercer clon digital, entre el falso joven y el viejo real). En Misión imposible: sentencia mortal el director desistió, dijo, de presentar a un Tom Cruise jovencísimo, por respeto al actor.

En el lugar donde las imágenes se cruzan con el dinero (la Industria Cultural) clavó su lanza Fran Drescher y dijo: “no pasarán”. Tiene nuestro apoyo.

 

sábado, 15 de julio de 2023

Clásica y moderna

Por Daniel Link para Perfil

Casi todos quienes asistimos al congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana en Atenas teníamos entradas para ver la puesta del Hippolytus de Eurípides en el marco del festival de verano de Atenas-Epidaurus.

El teatro de Epidauro, concebido por el arquitecto Policleto el Joven hacia el 330 a. C., permanece hasta nuestros días como el mejor conservado de la Antigüedad. Tiene una capacidad de 14 mil espectadores y está a dos horas de Atenas. La aventura demandaba, pues, no menos de seis horas y sabemos de varias académicas frívolas que decidieron perder su ticket antes que arriesgarse a dilapidar sus preciosos minutos.

Por supuesto, se equivocaron. Entrar al teatro era ya de por sí una experiencia conmovedora y aunque simplemente hubiera cantado Juan Carlos Baglietto, el viaje habría valido la pena.

Eurípides, uno de los tres grandes trágicos de la antigua Grecia, escribió dos veces Hipólito, para poder ganar los agones. La tragedia cuenta el desaforado deseo de Fedra por su hijastro Hipólito, devoto de Artemisa, la diosa cazadora y bastante poco inclinado a los encantos de Afrodita quien, para vengarse, lo enreda en una serie de equívocos trágicos. Fedra se suicida, Teseo es inducido a creer que su hijo Hipólito la violó. Lo destierra y el joven muere pisoteado por sus propios caballos.

La crítica a las veleidades de los dioses, tan típica del teatro de Eurípides, queda aquí muy en evidencia, así como su sutil psicologización de los caracteres dramáticos.

La puesta estuvo a cargo de Katerina Evangelatos (directora del festival, que también funcionó en el Odeon, al pie de la Acrópolis). Con gran inteligencia, justificó cada uno de los sofisticados recursos que introdujo. Afrodita filma en ángulos extrañísimos la acción (punto de vista inhumano), que vemos proyectada en una pantalla.

Hacia el final, como todas estamos fatalmente inermes ante el capricho de los dioses, los 20 actores de reparto aparecen espléndidamente desnudos. La escenografía es preciosa y el cadáver de Fedra es dispuesto en el agua como la Ofelia de Millais. La tragedia es eterna, como el portentoso deseo.

Volvimos a casa con la excitación de quien sabe que participó de una experiencia única.

 

viernes, 7 de julio de 2023

La Atenas del Plata

Por Daniel Link para Perfil

Profilaxis, ética, helicóptero. Énfasis, metáfora, cosmos. Poesía, dialéctica, biografía. Son tantas las palabras griegas y los helenismos con los que vivimos con naturalidad que, cuando resulta que habitamos temporalmente esa lengua sin entender más que las palabras sueltas que hemos heredado de antiguos o modernos traductores, nos sorprende la cercalejanía tan paradójica que las lenguas establecen entre sí.

Estamos en Atenas, y somos un grupo numeroso de americanos hspanohablantes que participamos de un congreso de literatura que ha comenzado con una extraordinaria presentación de Lina Meruane que satiriza los vicios académicos y literarios de encuentros como éste, organizado por el Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

Entre los argentinos circula la palabra crisis, desde ya. Nos preguntamos cómo un tan copioso contingente ha podido reunirse en Atenas, teniendo en cuenta la situación de nuestra economía. Aquí y allá surgen los financiamientos externos que pagaron los viajes.

La noche del miércoles, una colega estadounidense pagó la cena de los becarios del Conicet que la acompañaban.

Comentamos con cierto malestar la reticencia del actual gobierno a avanzar en el proyecto de integración entre la Unión Europea y el Mercosur que, entendemos, a todas nos beneficiaría.

El canciller dice que no, y habla de asimetrías pero no explica cuáles son y, mientras tanto, juega al gato y al ratón con los Estados Unidos y con China.

Lo cierto es que podríamos evaluar con cierta competencia esas asimetrías, si se tomarán el trabajo de exponerlas para nosotras.

Sobre todo, estando en Atenas, una ciudad muy en los márgenes de Europa, cuya temporalidad, contra toda presuposición, como nos recordó el presidente del IILI, el cordobés Fernando Degiovanni, es tan parecida a la nuestra.

No hablamos, claro, de la Grecia o la Atenas clásica y escolar, sino de la política moderna (la independencia griega fue proclamada en 1822 y efectivamente establecida ocho años después). Grecia tuvo su propia anarquía, sus golpes militares, su fascismo, sus guerras con los turcos, su guerra civil, sus propias tribulaciones con el FMI.

Atenas no parece una ciudad europea, sino una ciudad americana. Si no fuera por sus desniveles, su heterogeneidad arquitectónica se confundiría con la de Buenos Aires. Otro tanto podría decirse de su vivacidad.

Atenas fue el modelo de nuestros próceres y nuestros intelectuales (¡Argirópolis!) y es claro que la analogía no tuvo tanto en cuenta al Partenón o al Banquete platónico, sino a una ciudad cuyo modelo de civilización está en tensión con el Occidente, que es más bien Romano que Griego.

Hay algo irremediablemente exótico y oriental en Atenas, que es uno de los bordes trágicos de Europa. Ya el hecho de que las palabras que amamos se escriban en un alfabeto casi ilegible nos evita la ilusión de lo homogéneo.

Tal vez nos convenga recuperar la figura mitológica de la “Atenas del Plata”, con otros contenidos políticos: el borde indio de Europa, su pesadilla.

 

sábado, 1 de julio de 2023

Desinteligencia natural

Por Daniel Link para Perfil

¿Qué es una inteligencia artificial, además de la capacidad para movilizar una cantidad sobrehumana de información y argumentos literalmente robados a quienes pensaron eso antes? Las exigencias de open access, que hasta ayer nos parecían lo más democrático, nos resultan hoy un escalón más en un proceso de extractivismo y apropiación intelectual completamente desbocado. Pues bien, además la IA es un modelo de pensamiento bastante aterrador, porque hace de lo módico, de lo medido, de lo cuantificado y de lo verificable su regla dorada.

Si nuestros maestros nos enseñaron a pensar en contra del propio pensamiento, esa aventura tan propia del Siglo XX se nos aparece ahora como una vía bloqueada, de acuerdo con el modelo de la inteligencia artificial general (dejo de lado las aplicaciones específicas de inteligencia artificial: los correctores de ortografía y sintaxis, los diccionarios, los buscadores, que siguen siendo herramientas legítimas y de gran utilidad).

Si una conoce un poco las instituciones del conocimiento, muy pronto comprende que en el universo de la inteligencia natural, por llamarlo de algún modo, reina el mismo pensamiento burocrático y levemente autoritario, que sanciona no sólo sobre la verdad de lo que otro ha escrito, sino también sobre su originalidad y su estilo.

Las jóvenes que ingresan al mundo académico deberán producir “papers”, preferentemente publicados en revistas que adopten el formato de la evaluación ciega (evalúa un “experto” anónimo, que teóricamente no sabe quién escribió lo que evalúa). Presunta neutralidad y tranquilidad ilusoria. Es como presuponer que en la neutralidad del juicio hay un valor y que el conocimiento no es, por definición, polémico.

Evaluado el texto, es posible que la joven encuentre que su contribución no cita la bibliografía que al evaluador le parece, que sus enunciados deben ser matizados o que el uso (supongamos irónico) de ciertas palabras no es el adecuado al registro científico.

Por supuesto, la joven no tiene más remedio que aceptar esas insolencias porque aunque escribiera cuatro libros brillantes, nada pesa tanto como un artículo evaluado “ciegamente”.

Con el tiempo, esa joven pensará y escribirá exactamente lo que quiere la institución (porque en eso se le juega su supervivencia), sin mayores disturbios, sin iluminaciones, sin riesgos y, naturalmente, sin ningún interés.

La inteligencia artificial no es más que la automatización del tedio y de los modos de reproducción de las instituciones del conocimiento.