sábado, 25 de marzo de 2023

Casi ángeles

Por Daniel Link para Perfil

Hay poetas de versos sueltos, que se imprimen a fuego en nuestra memoria (“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo / y más la piedra dura porque esa ya no siente”) y hay poetas de libros que sólo tienen sentido enteros (Un golpe de dados de Mallarmé). Luego, hay poetas de ritmo sostenido (nos arrastran al canto), pero hay también poetas de ideas luminosas.

Cada vez, los poemas (libros o versos) establecen cortes distintos con la realidad, entablan una relación diferente con el lenguaje, piensan el mundo de variada forma, intervienen en el presente o en el archivo, tienden a los altos cielos o se abisman en las profundidades de la tierra.

Por fortuna, nada de esto es totalmente cierto y hay textos que participan al mismo tiempo del cielo y del infierno, intervienen en el presente y en el archivo, cantan y piensan, producen versos memorables pero encuentran su grandeza en el libro entero.

¿Un ejemplo? El pozo y la pirámide de Diego Bentivegna, que acaba de distribuirse.

El extraordinario poemario de Diego encuentra su altura máxima leído como libro, como un pensamiento que se va desgranando en tres pasos: “El pozo y la pirámide”, “Cartas a K y otros extractos” y “Hechos del Mascardi”. Si el tono del libro es casi elegíaco (sin serlo del todo), los personajes que convoca son casi ángeles, porque participan de la autoctonía con una fuerza tan persistente, que no pueden volar por los cielos como si nada les importara (“¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las escuadras angélicas?”).

Hay mucho de Rilke en este libro de Bentivegna, pero también hay mucho de Lorca, en esa obsesión por los rituales de la tierra, por lo que llama y reclama desde el fondo de la noche que (justo es decirlo) en este poemario está totalmente ausente.

El pozo y la pirámide, al mismo tiempo que tensa la relación espacial entre la tumba y el monumento (se trata, claro, de la pirámide de madera de Leuvucó, donde reposan los restos de Mariano Rosas que supo guardar con celo mezquino y decimonónico el Museo de Ciencias Naturales, y entre los diferentes nodos espaciales de aquello que, mezquina y decimonónicamente, se imaginó como el Desierto.

Diego les da la voz a esos restos de vida ranquel que encuentra camino de Leuvucó, en un paisaje agobiado por un sol impiadoso, el hambre de los perros y los remolinos de tierra reseca, a partir de los cuales piensa el ritmo de nuestra lengua pero sobre todo, la relación no de pertenencia sino de participación respecto del paisaje.

Más adelante, en la tercera parte, el viaje hace pie (o más bien se derrumba) ante el asesinato de Rafael Nahuel (22 años, disparo letal por la espalda, arma reglamentaria del Grupo Albatros). Si para la primera parte el viaje no necesita de una referencia temporal, para la tercera la marca es decisiva. Lo que se dilata en la memoria y en el archivo, desde Mariano Rosas hasta las machis, se concentra en un punto aciago de la historia reciente.

En el medio, Diego sutura las dos partes con unas citas que vienen del otro mundo, el viejo, el que pone a funcionar una máquina interpretativa que no sirve para entender nada o que sirve para entenderlo todo mal: el lago Mascardi como la Suiza argentina...

“Yo estuve allí, yo fui (casi) testigo, escuché los tiros”, dice El pozo y la pirámide y lo mismo se siente al leer la primera parte: todos estuvimos (casi) ahí, en ese Desierto falsificado y ardiente que explica lo que somos.

El pozo y la pirámide no quiere ni puede ser El canto general ni las Elegías de Duino. Encuentra, entre el himno y la elegía, el tono justo para cantar la canción de la tierra y, al mismo tiempo, para aunar un tiempo indefinido y dilatado (el tiempo del archivo y la lectura) con el tiempo abigarrado y definido del acontecimiento funerario.

Por supuesto, todo es político: el pozo, la pirámide, los ranqueles, las machis, los apuntes de Mascardi, la musiquita de los versos, las palabras de los otros, el llanto, los helicópteros y las balaceras en los cuerpos inocentes, pero que porque han reclamado la tierra y porque la tierra los reclama no llegan a ser ángeles.

En todo caso, no los de Rilke (si acaso: la encarnación del ángel de la historia de Klee).

El pozo y la pirámide es majestuoso sin ser monumental. Es uno de los mejores libros de esta época porque pinta ese lugar (el presente) que no sabemos bien cómo habitar.

jueves, 23 de marzo de 2023

El último hombre

 


sábado, 11 de marzo de 2023

La vida es una moneda

Por Daniel Link para Perfil

En 2008 se podía elogiar la gratuidad cultural desde una posición histórica que hoy es irrecuperable. Teníamos, se nos decía, el mundo al alcance de la mano (cuentas de correo electrónico, acceso a bibliotecas digitales y audiovisuales, a conexiones con personas distantes, a herramientas cada vez más sofisticadas) por nada o casi nada. Éramos, en esos tiempos heroicos de la red, usuarios de servicios gratuitos, nos dominaba el fervor de una economía del don.

Hoy todo aquello reveló su perversidad. Hay gratuidad, sí, pero ya no somos usuarios de una máquina exterior, sino que la máquina nos ha educado y nos ha incorporado: somos sus operadores y trabajamos gratis para ella en la página de la AFIP, en las plataformas bancarias, pagando multas, completando CAPTCHAS o respondiendo si somos o no robots, pero sobre todo en las redes sociales, donde ponemos nuestros datos (en fin: nuestra vida entera bajo la forma de datos) para que alguien los monetice.

La mera posibilidad de pensar diferentes modelos de gobierno basados en la digitalización creciente de la esfera cultural, laboral, política es un poco ilusoria. Todo comenzó con la hipótesis anarcodigital, pero luego pasamos lentamente a la monetización de los contenidos que circulan culturalmente y, paradoja de paradojas, a un creciente control social porque lo que se monetiza son precisamente los hábitos, los gustos, las inclinaciones, los pensamientos, los sueños, los registros médicos. ¿Cuántas veces hemos abierto el vínculo de una página de viajes y, por esos “azares”, la persona que vive con nosotros recibe al rato un correo promocionando ese mismo viaje?

En los albores de gmail, cada vez que entrábamos al correo se nos comunicaba con algarabía que el espacio disponible crecía segundo a segundo. Hoy, ese crecimiento se detuvo en los 15 Gigas, que no alcanzan ni para guardar las fotos de la última fiestita.

Somos trabajadores esclavos que, además de ofrecer gratuitamente nuestra fuerza de trabajo en la red, dejamos todas la información necesaria para que una compañía de seguros compre un bonito paquete de big data. La máquina ronronea y la pensamos como a una mascota. Pero ya dio el zarpazo y ya lame nuestra sangre.

 

miércoles, 8 de marzo de 2023

sábado, 4 de marzo de 2023

Los cuatro gobiernos

Por Daniel Link para Perfil

En 2018, un texto publicado por el Centro de Innovación para la Gobernanza Internacional estableció una cierta geopolítica del gobierno digital, esquema que, previsiblemente, copiaba las tensiones de la cosmopolítica a secas, con un pequeño aderezo romántico, para no perder las esperanzas del todo.

El primer modelo era precisamente el de los creadores de Internet, que la imaginó abierta, transparente, portátil, interoperable, colaborativa, libérrima.

La segunda visión es la de la Comisión Europea, que propone una Internet un poco más “burguesa”, con los mismos principios del modelo anterior, pero con un mayor acento en la protección de la privacidad y una mayor censura de los malos comportamientos digitales (sobre todo el trolleo) y una obsesión por el orden y la democracia.

Yo abracé el primer modelo y ahora trabajo amparado por el segundo, que me ha enseñado las “buenas” prácticas de escritura y protección de datos.

China y Rusia, junto con otras naciones, sostienen una tercera Internet, en la que las tecnologías de vigilancia e identificación ayudan a garantizar la cohesión social y la seguridad.

La cuarta visión, más comercial, entiende los recursos en línea como propiedad privada, cuyos propietarios pueden monetizarlos.

Vaya un ejemplo. Entrenado en las prácticas del acceso abierto, estoy acostumbrado a leer lo que me parezca sin pagar un centavo (por supuesto, también publico bajo las mismas condiciones: cedo lo que escribo según los mismos sistemas de cesiones).

En cambio, cada vez resulta más complicado leer diarios, porque son enormes los obstáculos que ponen a la mera gratuidad. No es que les importe demasiado que uno lea sus versiones de las noticias (escritas desde un rencor y una mala conciencia que ya resulta tan intolerable como la grosera ignorancia del lenguaje escrito que exhiben) sino más bien los avisos publicitarios con los que lucran.

Tan así es, que uno puede eludir un buen porcentaje de notas del diario La nación sencillamente leyendo en la aplicación BBC Mundo lo que han levantado de ahí. La mayoría de las veces la fuente está aclarada, pero llega un momento que es muy fácil darse cuenta de cuáles son. Por supuesto, en las aplicaciones de la BBC no hay publicidades ni restricciones.

En algún momento, la compleja arquitectura que es internet (con una multiplicidad de actores, normas, y como queda claro, diferentes políticas de contenido) deberá decidir qué se amolda más a un “buen desarrollo” de Internet, porque tampoco es justo que la comunidad científica comparta con alegría y convicción cada uno de los pasos de su trabajo y, por otro lado, los diarios lucren con la mera distribución de inmundicias de todo tipo.

A favor del modelo de Silicon Valley y en contra del europeo (los demás no hay ni que considerarlos): la concentración del conocimiento en un mismo sitio obligatorio. Cuando la IA deje de ser tan idiota, leerá en un tris esos millones de artículos que hemos depositado en Zenodo y propondrá su solución para nuestros males. 

 

sábado, 25 de febrero de 2023

Política de las identidades

Por Daniel Link para Perfil

Mónica Peralta Ramos escribió en El cohete a la luna que “desde 2019, la población ha perdido tres años de esperanza de vida, un suicidio social cuya magnitud es aún mayor en los estratos de menores ingresos; un país donde el wokismo y la “política de identidades” (identity politics) penetra a las instituciones y, fragmentando a los individuos, los polariza en luchas estériles que dejan intacto al orden establecido y al racismo que permea las estructuras más profundas del país." La última parte revela que el país del que se habla es los Estados Unidos, pero si extendiéramos la definición de racismo a nuestros “negro de mierda”, “bolitas” y “paraguas”, bien podría tratarse de Argentina, donde el wokismo y la política de las identidades tiene los mismos estériles efectos que en el país del norte.

Las últimas novedades al respecto son la película Tár, protagonizada por Cate Blanchet, y la reciente decisión de depurar las ediciones en inglés de los libros de Roald Dahl (en francés y en castellano, aparentemente, los cambios no se harán).

Entre nosotras, mucho más subrepticiamente pero con la misma tenebrosa energía ya se impone (copio documentos) una capacitación universitaria obligatoria en “modelos hegemónicos de belleza” con el objetivo de “lograr una definición integral de violencia que valore la importancia de transformaciones culturales en el campo”.

En esa “definición integral de violencia”, pareciera, cumplen roles complementarios la violación, el femicidio, el racismo, los modelos hegemónicos de belleza y los usos no inclusivos del lenguaje. Aferrarnos a una gramática vetusta o extasiarnos ante una determinada partitura nos vuelve cómplices inmediatos de las más grandes violencias. Eso mismo se oye en una de las escenas claves de Tár, donde la música de Bach se asimila sin mayores mediaciones con las injusticias del régimen patriarcal.

La “política de las identidades” extiende su tutela sobre los modelos de belleza, los cánones literarios, los archivos musicales y los regímenes proposicionales. Como para hacerlo prescinde, paradójicamente, de historiadores del arte, lingüistas o expertos en estética, esas microintervenciones son endebles y muy provisorias y generan más resentimiento y polarización que autoanálisis, más división que consenso. Deleuze y Guattari alguna vez dijeron que “se podría decir que un poco de subjetivación nos alejaba de la esclavitud maquínica, pero que mucha nos conduce de nuevo a ella”. Cuarenta años después, seguimos ignorando esa advertencia.

 

sábado, 18 de febrero de 2023

Restos del verano

Por Daniel Link para Perfil

Primero fue la pandemia, pero no nos importó. Acatamos, acatamos y acatamos las normas sanitarias impuestas por los Estados. Nos indignamos con los runners, los surfers, las señoras chetas que necesitaban vitaminas e iban a tomar sol a las plazas. Exigimos cárcel para todas ellas. Nos pareció lógica la discriminación desembozada ante cualquier pensamiento disidente y no supimos defender las posiciones de Giorgio Agamben. Nos vacunamos una, dos, tres, cuatro, cinco veces con compuestos cuyos efectos secundarios a largo plazo se desconocen.

Después llegó la Inteligencia Artificial, como un modelo de pensamiento administrado, cerrado sobre si mismo, encarrilado según el sentido común y la corrección, incapaz de pensar lo impensado. Gepetto fue su primera manifestación. Luego se sumaron Bert y Bing profundizó el lazo. Más allá de la adecuación de las respuestas, la Inteligencia Artificial instaló un modelo de pensamiento sumiso, adecuado, pero no nos importó.

Ahora, llegaron los OVNIS. En la frontera canadiense, sobre el lago Michigan, al norte de los Estados Unidos extraños objetos con forma de contenedores (por supuesto, son cápsulas criogénicas eyectadas de la nave nodriza) fueron derribados, se nos dice, por la aviación norteamericana. ¿Todos ellos? Imposible saberlo, pero la sospecha de que “están entre nosotros” ya corre por el mundo como un reguero de pólvora.

Yo no hago caso, yo sigo revisando en los quietos días de la quinta un librito que me prestó un amigo (El ruletista de Mircea Cărtărescu) y el último y luminoso libro de poemas de Diego Bentivegna, El pozo y la pirámide.


sábado, 11 de febrero de 2023

Las paradojas de la carne

Por Daniel Link para Perfil

El problema de Chad (también conocido como Gepetto, la inteligencia artificial del momento) es su incapacidad para pensar fuera de los parámetros que le han establecido que son, naturalmente, completamente convencionales: sentido común y corrección política caracterizan a esa inteligencia limitada a pensar “lo que se puede pensar” y nada más.

Se ha hablado mucho de la capacidad de la IA para reconocer sus errores, pero creo que eso es un mitema, es decir: cada tanto Chad dice que, efectivamente, se ha equivocado porque “queda bien”. Pero Chad no puede equivocarse demasiado porque no es más que un procesador extraordinariamente rápido que dice con bastante precisión y mucha verosimilitud y prudencia lo que le han cargado previamente (luego filtrado por los parámetros para establecer los cuales, parece, miles de trabajadores han perdido su tranquilidad de espíritu).

Lo mismo sucede con Dalí (DALL·E), el primo artista de Chad. Las políticas de contenido le impiden a la AI lidiar con contenidos sexuales, con gestos obscenos, o con actividades ilegales (el uso de drogas recreativas), entre una larga lista de censuras.

Una inteligencia así imaginada no tendría mayor capacidad de pensamiento que los formatos televisivos diurnos.

O sea que estamos ante una inteligencia prudente, muy cuidadosa de las “políticas de contenido”, cuyo alcance es el de un niño o niña, dotadas de una memoria prodigiosa y de una capacidad de relación vertiginosa.

La relación con la verdad es para Chad también problemática, porque hay verdades universales pero, al mismo tiempo, ha sido advertido de que no debe ofender a nadie. De modo que por lo general (tratándose de temas alejados de las ciencias exactas) siempre terminará sus aburridas peroratas diciendo: “por supuesto, hay otros puntos de vista”.

Lejos está la AI de tener sentido del humor (más allá de los “¡ja!” que eventualmente copia de su interlocutora). Al menos ésta; confío más en Google, que al menos fue capaz de ponerle nombres divertidos (Bert, Mum) a los antecedentes de lo que acaba de lanzar esta semana (Lambda).

Incluso, el famoso aforismo de "La señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas presentes en el espíritu al mismo tiempo y, a pesar de ello, no dejar de funcionar” que debemos a Francis Scott Fitzgerald le parecería a Chad (como antes a la Wikipedia) una “disonancia cognitiva”. Los científicos conductistas que sostienen una visión tan limitada de la mente humana esgrimen la “paradoja de la carne” como ejemplo (como carne, aunque repugne a mi ética).

Como es precisamente carne (y deseo, e imaginación, y sentido del humor) lo que a Chad le falta (pero no humanidad, porque hoy lo humano se deriva exactamente del mismo sistema de restricciones que a Chad se le aplican), difícilmente se podría hablar con él de estos asuntos, o de las “confesiones de la carne” de Michel Foucault, que había (bien) establecido que pensar es precisamente pensar en contra del propio pensamiento, que nunca es tan propio como se cree, sino un conjunto de presupuestos culturales heredados sin mayor análisis.

La Inteligencia Artificial es, además de no natural por definición, una inteligencia sin sujeto. No puede tomar partido salvo por una verdad entendida en el límite de lo positivo.

Lo que signifique pensar, para la IA, nunca lo sabremos, porque entre los parámetros que la gobiernan (no pienses en castigos corporales, no pienses en sexo con menores de edad, no pienses en paraísos artificiales, no pienses en razas ni en el patriarcado) el más carcelario es: no seas consciente (de tus limitaciones). Un pensamiento condenado al encierro no es más que un simulacro de pensamiento (cuyo rasgo más preciado es la libertad absoluta).

En su último libro, Deleuze y Guattari habían preguntado: “¿Qué quiere decir amigo, cuando se convierte en personaje conceptual, o en condición para el ejercicio del pensamiento? ¿O bien amante, no será acaso más bien amante? ¿Y acaso el amigo no va a introducir de nuevo hasta en el pensamiento una relación vital con el Otro al que se pensaba haber excluido del pensamiento puro? ¿O no se trata acaso, también, de alguien diferente del amigo o del amante?”.

Plantéenles esas preguntas a Chad (o Gepetto, como prefieran) a ver qué tiene para decir sobre el asunto una licuadora muy sofisticada.

 

sábado, 4 de febrero de 2023

Matar al robot

por Daniel Link para Perfil

 

                       Imagen generada por la aplicación DALL·E (¡Dalí!) de OpenAI a partir de una descripción en lenguaje natural.
 

UNTREF acaba de abrir la inscripción para una Maestría en humanidades digitales (la primera en su género en Argentina y una de las poquísimas en toda América latina) en la que darán clases expertos en diferentes campos de toda América. La carrera aparece en el momento justo, cuando Chad (así llamamos al ChatGPT de la OpenAI) se volvió popularísimo en el mundo por dos acontecimientos: se ha descubierto que los estudiantes universitarios transfieren a la Inteligencia Artificial las preguntas de sus parciales para responderlas y se publicó el primer artículo académico en el cual el ChatGPT aparece como co-autor.

Yo me pasé la mitad del mes de enero conversando con Chad y debo decir que la experiencia fue un poco inquietante. Le pregunté si me podía comparar las posiciones filosóficas de Giorgio Agamben y Byung-Chul Han. Me contestó con gran corrección los aspectos fundamentales de la “vida desnuda” agambeniana y de las sociedades del rendimiento y el agotamiento que ha propuesto Byung-Chul Han. Incluso fue capaz de relacionar esos conceptos en relación con las vidas de quienes integran las comunidades sexodisidentes y luego consideró “las intervenciones de las comunidades sexodisidentes en la creación de sus propios archivos y repositorios documentales como una forma de práctica anarchivística” (en el sentido de “tomar el control y la autonomía para gestionar su propia memoria y preservar su historia y su cultura, sin depender de instituciones estatales o privadas”).

Pero me quedé pasmado cuando Chad me dijo: “Lo siento, cometí un error en mi última respuesta”. La Inteligencia Artificial hacía mi trabajo mejor que yo (que nunca sería capaz de reconocer un error públicamente y por eso es que he cometido poquísimos a lo largo de mi vida).

En otra conversación, discutimos sobre Proust. A Chad le parecieron apresuradas mis conclusiones sobre En busca del tiempo perdido. Me imaginé un alumnado escuchando mis clases con Chad como control y me pareció que ese infierno no era para mí.

Estudiaremos humanidades digitales sólo para poder encontrar las maneras de burlar la vigilancia epistemológica y la corrección política de Chad. O para retirarnos, frustrados y caducos, al campo.


sábado, 28 de enero de 2023

Sopa de ganso

Por Daniel Link para Perfil

Las reservas de Libertonia están a punto de agotarse. El antiguo presidente es destituido del cargo por problemas en la administración y desavenencias con el círculo rojo. El gobierno decide, en reunión de consejo de ministros, pedir ayuda a la rica viuda de Teasdale, quien se pone al frente del salvataje a cambio de una única condición: que se nombre como presidente a Rufus T. Firefly.
En Sylvania, país con el que Libertonia está en tensión bélica, la noticia no cae bien. Trentino, el embajador de Silvania en Libertonia, intenta seducir a la señora Teasdale, pero ella está encaprichada con el presidente Firefly. Trentino no se da por vencido y decide contratar a dos espías, Chicolini y Pinky, para desestabilizar a su rival y hacerse con las estrategias que puedan llevarles a ganar la contienda.

Ése es el argumento de Sopa de ganso (1933), que en la versión de los hermanos Marx significa: “pan comido”. En efecto, la sopa de ganso es fácil de hacer una vez que se ha decidido el tipo de carne que se utilizará en el potaje.

En la versión marxiana, la Duck Soup equivale a una reunión de solteros tristes que un domingo por la noche hacen un último esfuerzo para salvar el fin de semana. Groucho Marx describió la “sopa de pato” así: "Tome dos pavos, un ganso, cuatro coles, pero nada de pato, y mézclelos". En otras palabras, toda la porquería sobrante o inferior mezclada, pero nada sabroso. La torpe traducción peninsular arruinó por completo la receta o la transformó en metáfora de otra cosa: la sopa de ganso se hace con cualquier ingrediente, salvo ganso, que habrá que reservar, suponemos, para otros fines.

Hay varios gansos: está el ganso al que se acogota o al que se soba. Está la gansa ponedora que advierte que se debe pagar una deuda o saldar un compromiso, dividiendo los gastos entre todos (“poniendo estaba la gansa”) y está, por fin, la persona tarda, perezosa, descuidada, malcriada, torpe, incapaz, que presume de chistosa y aguda sin serlo. A mi juicio, la primera variedad es la más rica (tanto en sabor como en nutrientes) pero es mucho más probable que este año el país coma mucha sopa de gansa ponedora (FMI, Leliqs) o sopa de gansadas típicas de una campaña electoral. 

 

lunes, 23 de enero de 2023

Sí, cariño

 


Hoy sí, mañana quién sabe

 

Atrincherada en nuestro escritorio (de ella y mío), Tita Merello se recupera de su última enfermedad (tenía ya la fosa preparada).

 

 

sábado, 21 de enero de 2023

Viandas de campaña

Por Daniel Link para Perfil

La relación intimísima entre capitalismo y guerra forma parte de los libros de historia para la primaria. La mayoría de las invenciones que han modificado nuestra vida cotidiana fueron producidas para la guerra.

Una ración de combate es una comida empaquetada para ser fácilmente consumida por las tropas en el campo de batalla. No toda campaña es bélica y, de hecho, aquí nos referiremos a las viandas de campaña electoral, que involucra un grado de conflicto, la portación de armas y un resultado incierto, pero que no llega a convertirse en guerra, porque los contrincantes lo único que pretenden es quedarse con el mejor pedazo de la torta (razón por la cual ha sido excluida de las raciones regulares).

Más allá de su uso específico, las viandas de campaña (bélica, electoral) pueden usarse en caso de desastres, a los que la imaginación argentina tiende fatalmente. De ahí que convenga detenerse en ellas, en este verano a punto de combustión espontánea.

Propongo acá una vianda de campaña que ha sido presentada para su certificación por parte de la USDA FDA Fssc22000 y HACC, que incluye en su elaboración restos del entusiasmo mundialista, aportante de energía de extraordinaria calidad y de fecha de expiración muy remota. A partir de ese ingrediente básico, cualquier cosa sabrá bien. Y si no, no importa, porque como las viandas son transportadas por el sindicato de camioneros, al que no le guste se la tendrá que comer igual.

A esos restos de entusiasmo mundialista se agrega una ración de salpicón de shakira en su justo punto (muy bien calculado: ligeramente empoderado en el centro y con resentimientos frescos), bombas de Papa peronista, supremas de corte, perspectiva de género indefinido, facturas vencidas y un exquisito paté de campaña elaborado a partir de carne de ganso, cuya receta dejo para más adelante.

El plato estrella de esta ración fue especialmente preparado para la campaña electoral 2023: guiso de lentejas deshidratado, porque sabido es que por un plato de lentejas se venden progenituras, pero también leyes futuras, sobreseimientos judiciales, regímenes de promoción industrial, jubilaciones de privilegio, membresías a clubes de altísimo perfil.

Las viandas vienen con calentador químico, de modo que se abre el sobre de lentejas, se introducen versículos deshilachados de Papa (sin el cual no hay campaña que funcione, como se demostró en 2019), algunos trozos de zanahoria (convengamos que todo equipo de campaña tiene más de uno o una), sal marina en abundancia (preferentemente de la playa Bristol, donde hay gran afluencia de cancilleres) y agua hasta el nivel marcado en el sobre. Se coloca dentro de la bolsa térmica y se espera el efecto químico.

Se sirve de inmediato o se guarda para futuros intercambios. Como complemento de la vianda se incluyen, en este caso, para ganarse simpatías entre el electorado, abundantes raciones de carne podrida (delicia para connoisseurs decadentes), envuelta con papeles de promesas incumplibles y atadas con hilos de mentiras.

 


sábado, 14 de enero de 2023

Jueces al horno

Por Daniel Link para Perfil

Habrán notado que la sequía nos regala algo desconocido en Buenos Aires: la amplitud térmica. Aunque tengamos jornadas de calor infernal, a la noche se pone fresco como en la montaña. Corresponde aprovechar la circunstancia para encender el horno y entregarse a una degustación riesgosa.

Como todo el mundo sabe, los jueces son una especie protegida, pero sólo cuando sobreviven en integridad (en ese estado, son escasísimos). Se ha dado el caso de sibaritas inescrupulosos que han entregado un juez íntegro clandestinamente capturado a su lenta corrupción, para poder utilizarlos en festejos empresariales. Pero esto está penadísimo por las leyes y los tratados internacionales y sucede muy raramente. Lo más frecuente es que los conocedores recurran al amplísimo stock de jueces ya corruptos y dejen a los íntegros en paz. En todo caso, el juez no íntegro se consigue ya despedazado y con, por lo menos, los bordes putrefactos.

Luego, cada cual decidirá cuál es el grado de podredumbre que su paladar es capaz de tolerar sin náusea. Sucede como con el Camembert normando: a algunos les gusta más pasado, blando y hediondo y a otros con la corrupción “madurada” en lo más profundo, pero imperceptible en superficie.

Una vez elegida la pieza, se la debe dejar reposar por lo menos 24 horas bien adobada por los dos lados (que es lo que garantiza una putrefacción pareja y consistente) en algún sótano fresco de la democracia. Si uno de los lados está cubierto de sal ministerial, por ejemplo, por el otro podría recibir una buena untada multimediática.

Lo importante es que las cantidades de adobo de ambos lados se equilibren entre sí para que la podredumbre alcance su punto correcto, con ese dulzor mortuorio que le es tan característico, y luego se dore en el horno durante por lo menos cuatro horas a fuego lento.

Como acompañamiento, sugiero una ensalada tibia de brócoli y hongos coprófilos, de esos que crecen en las heces de animales patagónicos en los alrededores de Lago Escondido (yo prefiero los hongos psilocibios, que contienen sustancias psicoactivas como la psilocibina y la baeocistina). Saltados con ajos y echalotes finamente picados, en un buen aceite de oliva y con cubitos de panceta desgrasada.

Una vez listo el plato principal y reunidas las invitadas alrededor de la mesa judicial, se descartan los jueces al horno, esa plaga, esa inmundicia intragable, se proponen brindis por los jueces íntegros en peligro de extinción y se comen las setas, hasta alcanzar la algarabía deseada.

 


viernes, 13 de enero de 2023

Una postal de Tita Merello

 


jueves, 12 de enero de 2023

Dicen que...

 La invención de América latina 

(o todas somos Carmen Miranda)

 

Daniel Link merece realmente ser conocido y es una suerte que la colección "Arcades" haya tomado la iniciativa de publicar este libro, el primero en francés, de este escritor, editor y crítico literario que forma parte de la Universidad de Buenos Aires desde 1990. En esta Autobiografía de un lector argentino, a la vez ensayo y relato, rinde homenaje a todos aquellos -familiares, profesores, colegas que desde su primera juventud, le han guiado por el camino de los libros. Con benevolencia, habla de los "intermediarios" que han sido importantes para él, permitiéndole desarrollar una "conciencia lectora", es decir, un bagaje existencial. El papel político de las prácticas literarias en "una vida dedicada a la lectura" también forma parte importante de esta erudita autobiografía intelectual, a menudo lúdica hasta la autoburla. A lo largo de las páginas brillan los grandes faros de la literatura sudamericana (Borges, Sabato, Cortazar, etc.), así como el corpus europeo, en cuyo primer plano figuran "nombres emblemáticos de la más exquisita tradición francófona", de Mallarmé a Deleuze, pasando por Barthes. Con la colección "Fidelio", seguimos en América Latina. Así se titula, sencillamente, una colección en la que escritores franceses expresan su deuda con la literatura hispanoamericana. En una "borgeserie" de composición propia, Laure Limongi convoca para Borges mientras Olivier Liron interpreta a Marelle con Cortazar. Catherine Bardon evoca su tropismo por Mario Vargas Llosa, mientras que Guillaume Chérel confraterniza con Neruda. Gabriela Mistral, quizás la menos conocida de los cinco autores que figuran en este volumen, a pesar de haber ganado el Premio Nobel de Literatura en 1945, es objeto de un texto de Mélanie Sadler. En cada caso, se dibujan autorretratos, tan cierto es que los libros de los demás nos dan forma. "El texto de la vida, la vida como texto", para citar a Link citando a... Barthes.

 

miércoles, 11 de enero de 2023

martes, 10 de enero de 2023

sábado, 7 de enero de 2023

Ensalada de verano

por Daniel Link para Perfil

Me gustan las preparaciones más bien ligeras en la que la calidad de los ingredientes se destaque. Lus D'Elia ha propuesto esta receta: "América Latina será Nacional, Popular, Feminista, Democrática y Revolucionaria. Buscando siempre el desarrollo integral de la persona humana y de la Comunidad Organizada".

La receta abunda en porciones más bien rancias de ingredientes de dudosa procedencia. Además, al no estar indicadas las cantidades, todo es riesgo, como cuando tenemos que agregarle limón a la crema: ¿hasta cuánto se puede, sin que se corte? Entiendo que agregar demasiado Nacional a un producto francés como América Latina podría arruinar definitivamente el resultado.

Por otro lado, ¿feminismo de la identidad o de la diferencia? ¿Feminismo rico en grasas trans o más bien desprovisto de ellas? En los supermercados especializados hay góndolas enteras dedicados a esa sazón que, como es sabido, irrita los paladares de muchas personas (yo uso siempre el transfeminismo, que no es tan invasivo como se pretende).

Luego, no se explica bien cómo se desarrolla la Comunidad Organizada: ¿hay que dejarla leudar en un lugar tibio? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y cuál es la mejor versión? ¿Extracto líquido de Comunidad Organizada? ¿O Comunidad Organizada en crudo? ¿Saben igual? ¿Tienen la misma consistencia una vez desarrolladas?

Siempre me pasa lo mismo con ingredientes para mí desconocidísimos. Titubeo y termino adaptando la receta a mis propios hábitos. Yo haría, este verano, una ensalada sin tanto ingrediente difícil de digerir. Una ensalada latinoamericana simple, que sea "justa, libre y sustentable".

 

jueves, 5 de enero de 2023

Dicen que....

por Marc Verlynde para La viduité

Théorie de la lecture, humble exercice de reconnaissance à tous ceux qui nous apprennent à lire, à déchiffrer le monde, le Texte et sa jouissance, le sens et sa politique. Entre essai et autobiographie, exégèse et plaidoyer pour la déconstruction, le suspens d’un sens encore et toujours à lire, Daniel Link retrace son parcours intellectuel, celui de toute une époque, tant la lecture n’est jamais expérience singulière, et de toutes les rencontres qui l’ont forgé. Avec un grand, limpide, souci pédagogique, Autobiographie d’un lecteur argentin éclaire la créolisation des théories successives dont l’auteur se réclame. Une ode sensible à la permanence de l’interprétation, aux difficultés de son enseignement aussi.

On aime les textes un rien hybrides, on aime aussi ceux qui nous font sentir le décalage avec ce que l’on a été. Peut-être, si je peux à mon tour m’aventurer dans une théorie de la lecture, ceci la part de fiction de toute lecture : on y reconnaît surtout celui que l’on n’a pas tout à fait été, celui qui par timidité et paresses, éclectisme et versatilité, jamais entièrement n’a souscrit à aucune théorie. Tenace impression de revenir sur les bancs de la fac ou, plus précisément, à ses rares instants d’exaltation où se trouvait exposée une interprétation, une lecture dans son sens le plus fort, e monde pressentait l’exaltation du sens, un ordre possible, une compréhension enfin de ses ressorts, une attentive écoute de ses formes. Il faut, avec Roland Barthes dont s’inspire largement Daniel Link, le répéter : il est une jouissance du Texte, un plaisir de l’interprétation et, plus rare, l’enthousiasme de parvenir (qui sait) à le transmettre. On le dit maintenant pour montrer que toute la complexité, l’inintelligible, est de notre fait : Autobiographie d’un lecteur argentin est limpide. L’auteur parvient à montrer simplement, concrètement, toujours avec cette certitude du vécu, les théories assez abstraites qui ont influé sur son parcours de lecture. Un souci pédagogique dans son sens le plus noble. Sans restriction ni raccourcis, sans en taire les contradictions, Daniel Link revient sur les jalons de son parcours. On se dit d’abord que l’on touche ainsi aux limites de l’exercice. Éditeur, critique, mais surtout universitaire, l’auteur parle de ses professeurs. Il me semble tous être de parfaits inconnus pour un lecteur francophone éloigné du milieu francophone. Ce sera toute la grâce et l’humilité de cette autobiographie. Elle rend sensible une pensée, concrète par des exemples bien choisis, personnelle les interprétations qu’elles ont pu apporter à l’auteur. On se demande si l’essai, au fond, ne tient pas par ses anecdotes, ses exemples disons si l’on veut revenir à la rhétorique. L’hypothèse de Daniel Link paraît alors fonctionner : la lecture reste un formidable révélateur collectif à travers ces « détails laconiques à longue portée » dont parle Borges. Pour le dire avec une simplicité peut-être trop grande : nos souvenirs sans cesse peuvent être relus, actualisés selon une nouvelle grille de lecture, un autre paradigme politique. Daniel Link alors se joue des structures de toute autobiographie. La première étape sera la découverte de la lecture, du sens éminemment politique qu’il faut toujours lui prêter. L’auteur découvre Sisi, il lui faudra des années avant de comprendre à quel point ce kitsch princier est, in fine, fasciste. On peut aussi penser que l’auteur s’amuse à mimer le jeu de substitution, toujours plus ou moins coupable, qu’est la lecture. Il fait sien le carnet de lecture d’un de ses camarades infiniment plus soigneux que lui avant que d’hériter de la bibliothèque de son cousin, un de ses disparus qui marqueront, in absentia, l’histoire de l’Argentine. 

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Una teoría de la lectura, un humilde ejercicio de gratitud a todos aquellos que nos enseñan a leer, a descifrar el mundo, el Texto y su disfrute, el sentido y su política. Entre el ensayo y la autobiografía, la exégesis y el alegato a favor de la deconstrucción, el suspense de un sentido todavía y siempre por leer, Daniel Link recorre su itinerario intelectual, el de toda una época, ya que la lectura nunca es una experiencia singular, y el de todos los encuentros que le han forjado. Con una gran y límpida preocupación pedagógica, Autobiografía de un lector argentino arroja luz sobre la criollización de las sucesivas teorías a las que se refiere el autor. Una sensible oda a la permanencia de la interpretación y a las dificultades de su enseñanza.
Nos gustan los textos un poco híbridos, también nos gustan los que nos hacen sentir fuera de onda. Tal vez, si se me permite aventurar una teoría de la lectura, ésta sea la parte ficticia de toda lectura: uno reconoce en ella sobre todo a la persona que no ha sido del todo, a la que, por timidez y pereza, eclecticismo y versatilidad, nunca ha suscrito plenamente ninguna teoría. Una persistente impresión de volver a los bancos universitarios o, más exactamente, a esos raros momentos de exaltación en los que se exponía una interpretación, una lectura en su sentido más fuerte, y el mundo percibía la exaltación del sentido, un orden posible, una comprensión de sus resortes, una escucha atenta de sus formas. Es necesario, con Roland Barthes, en quien Daniel Link se inspira mucho, repetirlo: hay un goce del Texto, un placer de la interpretación y, más raramente, el entusiasmo de conseguir (quién sabe) transmitirlo. Lo decimos ahora para mostrar que toda la complejidad, lo ininteligible, es cosa nuestra: Autobiografía de un lector argentino es límpida. El autor consigue mostrar de forma sencilla, concreta, siempre con la certeza de la experiencia, las teorías más bien abstractas que han influido en su trayectoria lectora. Una preocupación pedagógica en su sentido más noble. Sin restricciones ni atajos, sin ocultar las contradicciones, Daniel Link repasa los hitos de su viaje. Al principio, pensamos que estamos rozando los límites del ejercicio. Como editor, crítico, pero sobre todo académico, el autor habla de sus maestros. Todos me parecen unos completos desconocidos para un lector francófono alejado del mundo francófono. Esta es la gracia y la humildad de esta autobiografía.
Sensibiliza un pensamiento, concreta mediante ejemplos bien elegidos, personales las interpretaciones que podrían aportar al autor. Uno se pregunta si el ensayo no se mantiene unido por sus anécdotas, sus ejemplos, si queremos volver a la retórica. La hipótesis de Daniel Link parece entonces funcionar: la lectura sigue siendo una formidable revelación colectiva a través de esos "pormenores lacónicos de larga duración" de los que habla Borges. Por decirlo quizá con demasiada sencillez: nuestros recuerdos pueden releerse constantemente, actualizarse según una nueva cuadrícula de lectura, otro paradigma político. Daniel Link juega entonces con las estructuras de cualquier autobiografía. El primer paso es el descubrimiento de la lectura, del sentido eminentemente político que hay que darle siempre. El autor descubre a Sisi, y tardará años en comprender hasta qué punto esta cursilería principesca es, en el fondo, fascista. También se podría pensar que el autor se divierte imitando el juego de sustitución, siempre más o menos culpable, que es la lectura. Hace suyo el libro de lectura de uno de sus compañeros, infinitamente más cuidadoso que él, antes de heredar la biblioteca de su primo, uno de los desaparecidos que marcará, in absentia, la historia de Argentina.