sábado, 4 de abril de 2020

Diario de la peste, día 17

(anterior)

No se entiende cómo no renunció nadie después de los lamentables sucesos de ayer, que nos pusieron en la primera plana de todos los diarios del mundo, en los peores términos.
El asunto, al menos, sirvió para que países más sólidos, como México, no cometan el mismo error.
Pero: ¿cómo nadie renunció, ni en el Pami ni en el Banco Central?
Es un error, dicen. Lo puede tener cualquiera.
A Eric Torales, el chico del beso de la muerte de La Reja, acá a dos puentes, quieren imputarlo por homicidio no sé qué (calificado, culposo, esos rótulos de mierda que usan los abogados).
Es es ya en si mismo un abuso de autoridad, porque el chico está ya viviendo un infierno que lo va a acompañar para siempre, como para que encima lo persigan judicialmente. Pero supongamos que aceptamos ese accionar de la Justicia. ¿Por qué no persiguen judicialmente a quienes pusieron en riesgo a todos esos viejos? Y si no correspondiera perseguirlos judicialmente todavía, ¿cómo es que no renuncian? ¿Con qué cara siguen en sus cargos? "No sabíamos que íban a ir tantos". Yo sí lo sabía. Yo tuve que ponerle un candado doble en el portón a mi mamá, que estaba dispuesta a ir al banco
¿Desde qué tupper ejercen el gobierno estas personas?
¿No se dan cuenta de nada? 
Estamos hartos de que nos traten como a ignorantes que no saben ni lavarse las manos. Estamos hartos de que nadie se haga cargo del control sanitario como se debiera.
Estamos, sencillamente, hartos.

(continúa)





 
 


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