domingo, 6 de noviembre de 2011

Morfología de los cuentos de hadas

Es parecido al ted, pero mejor. Con TV shows 2, una bonita aplicación de código abierto para mac, programamos los episodios que querríamos ver (no necesariamente los que veremos) y automáticamente comienzan a bajar una vez que los torrents están disponibles.

O sea, eleminamos un paso (la busca de los episodios) y todo se graba automáticamente a la espera de algún tiempo libre. En la base de datos hay 360 series en emisión, la página está traducida a 30 idiomas y tiene 30.000 usuarios activos. Basta de promociones y vayamos a lo nuestro.
Conocida es la importancia de los cuentos de hadas y el folclore en el desarrollo de la narratología (Propp). El sencillismo de esos relatos consolatorios, que vienen a resolver los conflictos entre la imaginación y el mundo, es decir: los secretos terrores de las mentes infantiles, o mejor dicho: la de cualquier mente puesta en situación de infancia (infans: sin lenguaje) por el terror, ha sido la cantera de la cual se han extraido como piedras preciosas las funciones narrativas básicas que estructura(ría)n cualquier relato, desde las formas simples hasta las más complejas (la novela, la narración televisiva).
La investigación formal emprendida por Lost, en ese punto, fue decisiva para la revitalización (ahora en un nuevo contexto) de los inventarios morfológicos y funcionales del cuento. ¿Qué podría venir después? Literalmente, los cuentos de hadas y las historias de terror.
Grimm (2011) y Once Upon a Time (2011) son, en su impulso, gemelas, pero muy diferentes en sus resultados. La primera es estúpida, la segunda no.
Grimm pretende que hay un detective (un policía) que es el último descendiente de los Grimm, que no habrían sido recopiladores de cuentos sino localizadores de monstruos y los encargados de contener su potencia para el mal. Fatalmente, cuando su tía agoniza, Nich Burckhard heredará sus poderes (su videncia) y sus archivos, y se dará cuenta de que los casos que le caen entre manos involucran.. hombres lobos (como en Caperucita roja), hombres osos (como en Rizitos de Oro), en fin, ya imaginarán el resultado, totalmente desangelado, de tomar unidades del género "cuento de hadas" e introducirlas en el formato thriller, protagonizado, por si ese error fuera poco, por un actor que no sabe qué hacer con su cara de "odd Clark Kent" (reseñador de IMDB, gracias) que nunca alcanzará para Superman.
Once Upon a Time parece haber entendido mejor el desafío: se trata de continuar el (los) cuentos de hadas y, como su hermana boba, parte de un hitazo, pero otro: Blancanieves.


(Foto: S.F., Marcha LGTTBIQ 2011)

La escena primera de OUT encuentra a la madrastra (no tan derrotada) en los esponsales de Blanquita y el Charming Prince, jurando venganza y maldiciendo. Lo que hará la malvada es usar un conjuro poderosísimo que pondrá a todos los personajes de los cuentos de hadas (todos ellos) en una especie de limbo con forma de pueblito norteamericano donde el tiempo no sucede, los happy endings han sido suprimidos y donde nadie sabe bien quién es (sobre todo: nadie sabe bien qué pesonaje es). En las primeras escenas de conjunto se ve a una indiscutible Caperucita (con cara de trolita y un pañuelo rojo en la cabeza, que es camarera de la taberna), un Pepe Grillo que es psicólogo de niños, la mismísma Madrastra, que es la alcaldesa del pueblito, y así...
En la extensión de Blancanieves, ella llega a tener una hija y, para salvarla del hechizo malévolo, la colocan en un armarito de tronco de árbol, que la transporta lejos en el tiempo y en el espacio. Ella será la encargada de restaurar el equilibrio del mundo, cuando cumpla 28 años, fatídica noche en la que, luego de pronunciar un deseo, se le aparece en la puerta un niño que dice ser su hijo. La rubia, que en efecto ha entregado en adopción a la criatura, lo devuelve a su madre adoptiva, que no es sino la perversa alcaldesa del pueblo de hadas congelado. Y ahí se precipitan los acontecimientos, porque el tiempo empieza a fluir y la hija de Blancanieves (que no sabe que lo es, y que tampoco sabe que en otra ficción, House, fue la rubia cara de sartén que hacía pucheros) decide quedarse en el pueblo para ver qué onda con ese niño medio psicótico.
No es fácil deducir hacia dónde puede ir un relato semejante, pero ha sido urdido con ingenio, las escenas "de cuento" (introducidas como flashbacks) son deliciosas en su tratamiento "serio" (bordeando el género de aventuras) de una materia irrisoria, y el enfrentamiento entre la Madrasta y la bruja de La Bella Durmiente tuvo cierto encanto visual. Es probable que la serie no consiga sobreponerse a su irremdiable carácter de ejercicio inteligente desarrollado por un alumno aventajado de los cursos de posgrado de la Gran Universidad Narratológica, pero como detrás está Adam Horowitz, uno de los creadores de Lost, es posible esperar una profundización colosal del disparate y la puesta en correlación de las funciones narrativas de los cuentos, que van apareciendo en sucesión por ahora previsible, con unidades de presente. En todo caso, desprogramamos Grimm, para no seguir recibiendo esa maledicencia y seguiremos viendo qué pasa con Once Upon a Time, a la que intensidad, por cierto, no le falta (en cierto momento, la Madrastra-Alcaldesa le ofrece a la Madre-Turista una manzana, que su hijo biológico le obliga a tirar. Y como la Alcaldesa ha hecho poner presa, trampa mediante, a la rubia asartenada, ella, para vengarse, va a la casa de la mala y con una motosierra le tira abajo medio manzano: tomá para vos, vieja bruja).
El problema será siempre la trivialidad: ¿cómo evitarla? American Horror Story está allí para enseñarnos algo. El corpus ha cambiado un poco: no son los cuentos de hadas europeos sino las historias de terror americanas (el carácter de "corpus" queda subrayado por el título).
La hipótesis sigue siendo la misma: ¿cómo combinar unidades narrativas más o menos libres en un relato que las contenga más allá de la previsibilidad de la repetición y, después de Scream (1, 2, 600), sin caer en la autorreferencialidad?
La historia es así: un matrimonio con una hija (que será clave en el desarrollo de la intriga) se muda a esa casa maldita de Los Ángeles para tratar de recomponer un vínculo dañado por la repetida infidelidad de Él (que, hay que decirlo, ya no se desnuda: fuimos engañados). Es precisamente la hija la que decide que esa casa les conviene. Ellos, que son evidentemente un poco idiotas y un poco mezquinos, no atinan a darse cuenta de que algo habrá sucedido para que esa gigantesca mansión se les ofrezca a un precio ridículamente barato. Muy tarde descubrirán que ha sido el escenario de espantosos crímenes que volverán a ellos como la violencia pegajosa de lo que vive todavía (aunque esté ya muerto). Ella queda embarazada (hacía un año que no tenía relaciones sexuales con su marido), pero no de Él sino de... no se sabe todavía.
La hija se pone de novia con un adolescente psicótico. A Él (analista), su antigua amante, embarazada, no cesa de hostigarlo hasta que un canceroso medio quemado (literalmente: con la cara quemada a medias) la mata por Él y entre los dos la entierran en el jardín. Pareciera que estoy contando mucho, pero no estoy contando sino una millonésima parte de la densa peripecia y, sobre todo, no estoy contando nada importante, así que sigan el hilo sin temor.
Todo sucede en un vértigo de pesadilla y las mil historias de terror comienzan a entrecruzarse en escenas de una intensidad que quita el aliento (de paso: la presentación de la serie es de las mejores que se hayan visto en mucho tiempo, incluso mejor que la de Dexter). Él (el actor), una vez que dejó de mostrar el culo ya no le importa a nadie, pero su cara de "no entiendo lo que me está pasando" está siempre muy bien utilizada. Ella (la actriz) crece a medida que los horrores le suceden (Ella no intuye nada sobrenatural y responde en términos realistas lo que vive).
Jessica Lange no podría estar mejor y sin embargo, cada episodio hace una escenita más conmovedora todavía (cuando maquilla el rostro muerto de su hija mogólica en la morgue, por ejemplo).
De hecho, sólo así se entiende bien la rara calidad de American Horror Story (y la cualidad de su empeño). Se trata, como en Lost, de jugarlo todo en la intensidad de cada escena, porque en cada escena brilla, como no podría ser de otra manera, un fantasma diferente, un terror americano. Todos y cada una de las unidades narrativas de la serie han sido puestas en correlación con uno de esos terrores. Por ejemplo, los primeros crímenes de la casa (en la década del veinte del siglo pasado, cuando fue construida) suceden en relación con abortos clandestinos. A finales del ochenta, los entonces dueños de la casa,
Zachary Quinto y su novio, en relación con el sida. La escena de apertura del cuarto capítulo (que es doble, así que mejor verlo junto con el quinto) es de una rara perfección, donde el amor, el rencor, el sinsetido de la vida en común, le permiten a Zachary (deslumbrante actor) una de sus mejores actuaciones. "Lo único que pretendo es tener un Halloween decente, con la casa bien arreglada, para poder venderla y que cada uno pueda seguir con su vida". Eso no sucederá y los dos quedarán estancados en ese terror al sexo contagioso.
Estancados en el terror: así están todos los personajes. Como si no pudieran salir de la atonía en la que nos sume el miedo (tal o cual) y la imposibilidad de cambiar las condiciones de la propia existencia: siempre hay un problema material (las hipotecas, la ruina, la falta de perspectivas económicas, la disolución o el debilitamiento de un vínculo o un lazo) que ata a los personajes a esa casa maldita y victoriana: una casa finalmente muy moral que impone a sus habitantes unas condiciones de vida (¡unas formas de vida!) terribles en las que, fatalmente, quedarán atrapados para siempre (quiero decir: por toda la eternidad: eso es lo que hasta ahora se nos dice).
En fin: los cuentos de hadas y las historias de terror han servido siempre como espacios de pasaje entre un nivel y otro de conciencia. En escala, de Grimm hasta American Horror Story lo que se deja leer son esos dramas de conciencia o mejor: la manera en que una conciencia desgarrada resuelve un drama, en fin, una escena.
Dejo para otro día el comentario de la serie Boss, producida por Gus Van Sant (director del piloto, también). Hasta yo soy capaz de sucumbir a las falsas mieles del realismo cuando hay algo brutal en la representación.
Les dejo el teaser:


Para los defensores de Mad Men y de The Sopranos, esto es serio.

4 comentarios:

Eduardo. dijo...

Y Breacking Bad no te gustó?

Gracias por las recomendaciones!

Eu dijo...

Grimm es aburrida, tonta y berreta! AHS es una de las que me mantiene a la espera semana tras semana.

Lorenza Murió dijo...

"Estancados en el terror" que linda frase!!!!!!

= el texto

Pablo Makovsky dijo...

el final con satie del primer episodio de boss ya es una declaración de principios. gracias de nuevo por señalarla