martes, 31 de enero de 2006

Pasado y futuro

Por Daniel Link*

Es difícil pensar la literatura en términos de "décadas-calendario", sobre todo en el contexto de la historia argentina, plagada de rupturas que interrumpieron o transformaron con violencia procesos del ámbito literario en los que ilusoriamente se había fundado la autonomía de las letras. La dictadura 1976-1983 en algún sentido "congeló" buena parte de las tensiones de los años setenta, haciendo de ellos una "década larga" (y, por lo tanto, poderosa en lo que se refiere a la configuración de imaginarios de lectura). Si en Argentina la literatura inaugura hacia 1968 una formación estética que (al menos retrospectivamente) se diferencia con bastante nitidez de los festivos años sesenta, su clausura puede pensarse recién hacia 1982 (el texto emblemático de esos años es Los pichy-ciegos de Fogwill). Al comienzo de la democracia hay ya un cierto canon de los que serían los "grandes escritores" de la década anterior más allá de la unanimidad de su reconocimiento: Puig, naturalmente, pero también Rodolfo Walsh y Osvaldo Lamborghini. Varias veces he sugerido que la literatura que se produce en los años ochenta se articula en relación con esos tres nombres, que no son tanto modelos como las fronteras de un campo operacional en el que se debaten alianzas, inclusiones y exclusiones.
La restauración democrática encontró a la literatura argentina imaginándose a si misma de una manera muy diferente a lo que hoy podemos reconocer como la imaginación milenarista típica de los setenta. Al mismo tiempo que se entregaba a revisar el pasado más reciente en busca de claves para explicar la pesadilla de la que habíamos conseguido despertar, la literatura abandonó sus estilos más característicos (el neobarroco, por ejemplo), que algunos de mis compañeros generacionales llegaron a cultivar en su último estertor. Ejemplares en este sentido son las obras de Arturo Carrera y Luis Gusman, dos autores que se consolidaron durante los años ochenta (al punto que hoy sería imposible hablar de la poesía o de la novela argentina sin reconocerles el lugar central que justamente se han ganado) en una dirección por completo diferente de la que hasta entonces venían ensayando.
Por supuesto, muy pronto quedó claro que los escritores no estaban dispuestos a ocupar ese puesto siniestro que tantos malosentendidos había ocasionado aquí y en otras latitudes, el intelectual: aquél que por propia decisión y en una autoridad fundada sólo en su nombre propio se consideraba con el derecho y la obligación de intervenir en las cosas de este mundo. Sedicentes intelectuales siguieron (y seguirán) existiendo, pero es dudoso que la sociedad esté dispuesta a reconocerles un alto significado político a sus intervenciones públicas. En el peor de los casos, el escritor-intelectual devino en opinólogo (disciplina cuyo manual todavía espera ser escrito) y cobra honorarios de los medios de circulación masiva (o participa de congresos estatales organizados en los escritorios que los gabinetes municipales y nacionales les reservan). En el mejor, en artista, con todos los malosentendidos que esa palabra también temible convoca.
Es difícil evaluar las razones de un cambio semejante, pero uno de los factores a tener en cuenta es la cantidad de equivocaciones políticas que los antes maitre-à-penser acumularon, la escasa voluntad para reconocer tantos errores o, inversamente, la prisa para hacer de cuenta que los errores no fueron suyos, sino de la época, del milenarismo hegemónico cuando fueron jóvenes, de la brutalidad de la cultura patria. Y, por supuesto, también habría que pensar en la "cuestión técnica", que hoy hace imposible disimular dichos y adhesiones pretéritos en aras de una mejor convivencia y de la obtención de mayores beneficios, al mismo tiempo que vuelve ilusoria toda intervención realizada en un registro diferente de los del ciudadano, el vecino o el integrante de una clase o grupo en relación con los cuales su conciencia política se forma y se decide (proceso que termina coagulando en la palabra blog).
Dominada por una culpa histórica sin precedentes en el contexto de la cultura argentina (haber sobrevivido a la Dictadura cuando otros murieron, no ser capaces de explicar sino a medias el desastre que aquélla significó), toda una generación (por otro lado fracturada por disensos irreductibles sobre la política de los años setenta y su procesamiento posterior) se entregó a un ejercicio grupal de autorreparación de sus heridas.
Mi generación (clase 1959) quedó, casi siempre, atrapada entre la espada y la pared: no haber sido suficientemente adultos en los setenta y no ser suficientemente jóvenes en los ochenta nos obligó a penosos titubeos entre el impulso mimético en relación con nuestros mayores o el parricidio al que la construcción del propio público (inevitablemente, los jóvenes) nos habría obligado.
Hoy ya se está jugando la carrera para ocupar los sillones de la generación del segundo centenario. Tengo para mí que deberemos conformarnos con las migajas que los jóvenes (que son ya muchos, y extremadamente talentosos) dejen para nosotros en la mesa de su propio banquete. Sea. Las pesadillas de la mayoría de los escritores se organizan alrededor del fantasma de que nadie se acuerde de ellos después de algunos años; para mí (que tengo con la literatura una relación penosamente existencial) sólo se trata de poder seguir escribiendo (sé que hay otros y otras para quienes la literatura también se parece más a una experiencia que a un bien de cambio, y por eso no me siento solo).
Porque pienso así sobre la literatura (propia y ajena), considero ilusorio (además de moralmente censurable) decidir por compulsa cuáles fueron los mejores cinco libros de los veinticinco años últimos (además de obvio: ¿quién se atrevería a olvidar el Nunca más?).
Me gustaría hablar de experiencias literarias y no de resultados: la experiencia-Copi, la experiencia-Aira y la experiencia-Cozarinsky, sumada a los demás nombres que inevitablemente y a mi pesar ya he suministrado (la experiencia-Walsh, la experiencia-Lamborghini, la experiencia-Puig, la experiencia-Carrera, la experiencia-Gusman y la experiencia-Fogwill) agotan mi capacidad de relación con el canon literario (del que, sin embargo, sé que alberga también a Ricardo Piglia y a Juan José Saer, a Griselda Gambaro y a Juan Gelman, por ejemplo).
Después están los jóvenes, a quienes admiro, a quienes envidio, de quienes lo espero sencillamente todo. Incluso, la revolución (qué digo la, qué digo la: cierta revolución).


publicado originalmente en
Oliverio, 3: 12 (Buenos Aires: 2005-2006)

sábado, 28 de enero de 2006

Correspondencia

Hoy se cumplen 51 años del ingreso de las tropas soviéticas al campo de exterminio de Auschwitz- Birkenau. Por casualidad goy justamente me topé con este bello poema de Montale, que traduzco rápidamente y que por ahí querés colgar en tu blog.
D.B.
 
Sin salvoconducto
 
Me pregunto si Hanna Kahn
pudo escapar al horno crematorio.
Vino a buscarme alguna vez
en el sótano en el que vegetaba
y la invitaba a cenar y a otros "hoyos"
para que me hablara de ti.
Decía que era tu amiga. Pero sospechaba fuese sólo
una pesada y en efecto
no exhibió jamás cartas ni credenciales.
Puede ser que te haya visto furtivametne
conmigo, sola en la Scarpuccia
o en la costa de San Giorgio, ésa del ídolo de oro.
No fue indiscreta, comprendió. Luego no la vi más.
Si la embistió el remolino difícilmente haya podido
salvarse con tu, para mi inafable,
passepartout.
 
Extraido de Satura.
 
 

martes, 24 de enero de 2006

Correspondencia

Cuando se tiene que marchar de casa
por vacaciones
por un corto periodo
etc.

Sus plantas pueden morir
Con este producto durante un mes sus plantas estaran cuidadas.

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sábado, 7 de enero de 2006

Invitación

Please join us at Art in General Saturday January 14, from 6 to 8pm, for the opening reception of "Marguerite Duras' India Song" an exhibition by Alejandro Cesarco.

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As part of its new commissions program, Art in General presents "Marguerite Duras' India Song", an exhibition that takes an existing text and re-tells it as a way of transforming discursive practice through repetition. In this new project Cesarco continues to address the act of production as a practice of reading. 'Marguerite Duras' India Song" includes a video installation and a short text by Argentine writer Daniel Link.

January 18 - March 18, 2006
Opening reception Saturday January 14, 6-8pm

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Art in General
79 Walker Street
NY NY 10013
http://www.artingeneral.org/

domingo, 1 de enero de 2006

Ménage à trois

Para no perder la costumbre, empecé 2006 enredado en un trío.


Foto: Sebastián Freire