viernes, 29 de diciembre de 2017

Libros del amor


Por Daniel Link para Ñ

Elijo tres libros de los que aparecieron en 2017: A tontas y a locas, la reedición del clásico de María Moreno que publicó 17g, El extraordinario Citas de lectura de Sylvia Molloy (Ampersand) y un libro mayor de la historiografía americana de los últimos años: Cuando amar era pecado, la meditada y amorosa tesis de Fernanda Molina, con quien comparto su impertinente curiosidad por el modo en que ciertas subjetividades sobreviven, como pasos de vida, en el archivo colonial.
Más allá de los documentos, en sus bordes, en los presupuestos que se deducen de los enunciados teológicos y judiciales, Fernanda Molina encuentra una chispa de vida, algo que escapa y se resiste (porque bien sabemos que donde hay poder hay resistencia) a los dispositivos de normalización y las fantasías de exterminio.
En Cuando el amor era pecado, Fernanda parte (cómo no) de las caracterizaciones teológicas de los placeres venéreos y las lujurias, en particular la sodomía, que nosotros nos atrevemos a experimentar con inocencia sin saber que la hubo perfecta o imperfecta. La perfecta, nos enseña Fernanda, fue para algunos teóricos la que implica derramamiento extraordinario de polución en el vaso trasero, por lo general “adoptando posiciones bestiales” (p. 40).
Los cinco capítulos del libro de Fernanda brindan impecables desarrollos sobre lo que prometen: Sodomía, Justicia, Poder, Religión e Identidad. El primero es el más sexy por el léxico convocado y lo que nos obliga a imaginar. El último es más delicado, el más hermoso.
Si todo comenzaba con una exposición de un presunto “orden natural” de las cosas, las personas y las relaciones entre ellas, como condición necesaria de un “orden universal”, luego de haber presentado el cuerpo manufacturado (a través de sentencias y resoluciones) como negación del cuerpo natural, como apertura hacia el cuerpo "historizado", abierto hacia las sucesivas capas de Tiempo que lo constituyen, la pregunta implícita en el debate teológico sobre el “orden natural” (“cómo y para qué reproducirse”) se transforma en otra: “¿Cuándo nace un cuerpo?”. Para saberlo, hay que examinar sus marcas y la manera de hacerlo es recurriendo al archivo.
En “Identidad”, Fernanda se aparta un poco del rigor teológico y legislativo. Descubre en los documentos que, además de los asuntos nefandos, había besos, abrazos y palabras de amor que muchas veces pudieron invocarse como atenuantes del horror. “Peligrosamente amancebados” (pág. 147),llos sodomitas coloniales aparecen como algo más que desordenados sexuales: constituyen individuos que se empecinaron en descubrir, por la vía del vaso trasero, un modus vivendi que lo convertía en “sujetos particulares” (en un más allá de los universales tomistas), una comunidad imposible que se empecina en transmitir un “saber sodómitico” entre generaciones, en construir redes como manera de vincularse solidariamente en un medio hostil.
Fernanda elige leer en esos fragmentos de discurso el reverso de las fantasías de exterminio: el amor como táctica de resistencia y como desestructurante de las relaciones sociales. 

lunes, 18 de diciembre de 2017

¡Maten a Laura Dern!


Ampliaremos en otro momento, pero hay que decirlo ya:
La guerra de las galaxias: el último jedi,
es una mierda de una dimensión desconocida hasta ahora.

sábado, 16 de diciembre de 2017

La vida entera

Por Daniel Link para Perfil

Mañana vamos a ver Star Wars: El último Jedi. Es un plan familiar de toda la vida. Con mis hijos hemos visto cada estreno de la saga (los últimos, con mi marido). Para El despertar de la fuerza había amenazado a mi entonces futuro yerno con no asistir a su boda si no nos acompañaba. Lo hizo a regañadientes. Este año encontró la excusa perfecta: para que mi hija pueda asistir, él se quedará cuidando a mi nieta. Sea. Lo reemplazamos con un joven doctor cuya tesis yo dirigí y que, por eso, no se atrevió a rechazar la invitación.
Dentro de dos años cuando, creo recordar, Disney inaugurará el parque temático al que yo ya prometí que iríamos, mi yerno seguramente dirá que mi nieta es todavía demasiado chica. Pero yo no sé si podré esperar cinco años, que es lo que tardará su adhesión al credo.
Ya estuve revisando la reseñas del estreno aen Los Ángeles: “Abrumadoramente buenas”, tituló su reseña Julie Muncy sobre las primeras impresiones. La mayoría de los que la vieron subrayan el costado “emotivo”, lo que me da un poco de miedo. En el contexto Star Wars, la profundidad dramática puede ser un baldazo de agua fría.
Para mí, El despertar de la fuerza estuvo bien, pero hasta ahí (a mis hijos le gustó más), de modo que necesito recuperar un poco de la energía mística que me permitirá sobreponerme a la navidad, esa desdicha obligatoria.
Muchos amigos, además de mi yerno, censuran mi adhesión acrítica al universo Star Wars, pero hay gente que cree en el Papado o en Cambiemos, y yo no digo nada.

-->


sábado, 9 de diciembre de 2017

La vulgaridad


Por Daniel Link para Perfil

En un antiguo libelo (¿Se puede pensar la política?), Alain Badiou había propuesto una serie de juegos de lenguaje a partir de las premisas: “la derecha miente”, “la izquierda dice la verdad”. Lo primero queda demostrado por la prepotencia de los actuales gestores de políticas públicas en Argentina.
En los últimos dos años los indicadores correspondientes a las políticas monetaria, cambiaria y financiera han despertado la atención de los más reaccionarios economistas, que reconocen en lo que se está haciendo una variante de lo que ellos hicieron en su momento, para hundir al país en una crisis de la que todavía no hemos conseguido salir del todo. Endeudamiento, atraso cambiario, bicicleta financiera y burbuja hipotecaria (las cuotas de los hipotecados aumentarán a partir de este mes un diez por ciento, y nadie sabe si ese salto no será el primero de una serie que Europa conoció en 2008 y que puso en crisis el sistema bancario internacional).
La política tarifaria y las políticas sobre salarios y jubilaciones son indicadores suficientes para saber si una gestión se ha comprometido verdaderamente con los “Objetivos de desarrollo sostenible” propuestos por la ONU en septiembre de 2015 o si adhiere a ellos retóricamente.
En los últimos dos años, el poder adquisitivo de la población en Argentina ha disminuido, tanto por los desorbitados aumentos de tarifas públicas como por la licuación de los aumentos conseguidos en paritarias a través de la inflación. Con eso alcanza para determinar si un gobierno miente o no en la adhesión al “Fin de la pobreza”, el “Hambre cero” y la “Educación de calidad” (ONU).
En los últimas semanas, dos proyectos suman todavía un predicado más al gobierno nacional y municipal (ciudad de Buenos Aires): la reforma pedagógica llamada “Escuelas del Futuro”, propuesta por el Ministerio de Educación de la Nación y la intervención y clausura de los 29 Institutos Formación Docente de la Ciudad de Buenos Aires (con la excusa de formar una Universidad Pedagógica) son de una vulgaridad que provoca arcadas.
Los expertos en educación han objetado el proyecto “Escuelas del Futuro” con argumentos intachables (prescinde de un diagnostico integral de la situacion educativa actual, carece de perspectiva historica y promueve una vision de progreso acritica, no elabora un planteo solido desde sus fundamentos pedagogico-didacticos ni epistemologicos; no ha sido discutida con los diferentes actores educativos: docentes, equipos directivos, familias, investigadores e investigadoras; asigna un lugar secundario a los conocimientos disciplinares, etc.).
Me detengo en la última característica, congruente con la disolución de los Institutos Superiores de Formación Docente de la Ciudad de Buenos Aires: el lugar secundario asignado a los conocimientos disciplinares, que el proyecto “Escuelas del Futuro” licúa en áreas mal diseñadas (Lengua y Literatura, por ejemplo, ocupará la misma que Educación Física), todas ellas al servicio del eje central de la reforma: la digitalización de los aprendizajes y la apuesta a la ingeniería robótica como clave de... ¿desarrollo?
En la misma dirección, la disolución de los Profesorados liquida de un plumazo la formación de expertos en lectura y escritura, una de las características de las instituciones centenarias que ahora se pretende hacer desaparecer sin aviso previo y sin discusión.
Ambos proyectos no sólo están preñados de mentiras de derecha sino también de vulgaridad: ¿hay que recordar a los reformadores que el mayor lingüista del siglo XX, Noam Chomsky, realizó su carrera y sus mayores aportes a la disciplina desde el M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts), precisamente porque las autoridades de esa universidad sabían que no se puede desarrollar inteligencia artificial sin investigaciones de punta en el área del lenguaje?
Si quieren robots, primero necesitamos lingüistas y filólogos. Los mejores de ellos se formaron en el Profesorado “Joaquín V. González”, por ejemplo.
Que la derecha miente es sabido desde la Revolución Francesa. La vulgaridad de la que está dando muestras entre nosotros es, sin embargo, la revelación del siglo XXI.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Lo dado


Por Daniel Link para Perfil

Es difícil encontrar un espectáculo teatral bueno que Rafael Spregelburd no haya ya recomendado en estas páginas. Pero nadie es infalible y hay que aprovechar la circunstancia.
El el Galpón de Guevara puede verse Los huesos, producción coreográfica de Leticia Mazur que ya se había visto en el CC Recoleta en el marco del FIBA.
El poeta Fogwill llamó “lo dado” a los dados. En nuestra cultura se los conoce también como los huesos. En esa línea, entendí el título de la pieza como una tirada de dados (que, como sabemos desde Mallarmé, jamás abolirá el azar). Pero también una meditación sobre eso que nos viene dado: el cuerpo desnudo.
Un poco por eso, cada tirada de dados propone una combinación diferente para los cinco cuerpos desnudos que Leticia Mazur coreografía con exquisitez: dos mujeres (María Kuhmichel, Ana D´orta), dos hombres (Lucas Cánepa, Gianluca Zonzini) y una mujer trans (Valeria Licciardi). La luz juega un papel fundamental. Un reflector central, montado sobre una jirafa móvil que los mismos performers mueven en turno, a veces hace el día y a veces la noche (Matías Sendón diseñó esos momentos lumínicos, y sus transiciones).
Los cuerpos desempeñan todos los gestos posibles: los del trabajo, los de los rituales, los de la angustia, los del juego y los de la conversación silenciosa, según la música que Patricio Lisandro Ortiz pensó con sabiduría.
¿Cuántas combinaciones posibles podrían pensarse para esos cinco cuerpos marcados genéricamente (conviene subrayarlo: no hay lubricidad en el espectáculo)? Infinitas, teniendo en cuenta todas las circunstancias de la vida. Los huesos intenta acercarse a ese límite por medio de una magia teatral que, en sólo una hora, despierta en nosotros un ansia de absoluto que no sabíamos que nos habitaba. La magia de los cuerpos vestidos de gracia (es decir: desnudos como debieron estarlo en el Paraíso, ese mito fundante de nuestra vergüenza).


viernes, 1 de diciembre de 2017

Broche de oro