viernes, 29 de diciembre de 2017

Libros del amor


Por Daniel Link para Ñ

Elijo tres libros de los que aparecieron en 2017: A tontas y a locas, la reedición del clásico de María Moreno que publicó 17g, El extraordinario Citas de lectura de Sylvia Molloy (Ampersand) y un libro mayor de la historiografía americana de los últimos años: Cuando amar era pecado, la meditada y amorosa tesis de Fernanda Molina, con quien comparto su impertinente curiosidad por el modo en que ciertas subjetividades sobreviven, como pasos de vida, en el archivo colonial.
Más allá de los documentos, en sus bordes, en los presupuestos que se deducen de los enunciados teológicos y judiciales, Fernanda Molina encuentra una chispa de vida, algo que escapa y se resiste (porque bien sabemos que donde hay poder hay resistencia) a los dispositivos de normalización y las fantasías de exterminio.
En Cuando el amor era pecado, Fernanda parte (cómo no) de las caracterizaciones teológicas de los placeres venéreos y las lujurias, en particular la sodomía, que nosotros nos atrevemos a experimentar con inocencia sin saber que la hubo perfecta o imperfecta. La perfecta, nos enseña Fernanda, fue para algunos teóricos la que implica derramamiento extraordinario de polución en el vaso trasero, por lo general “adoptando posiciones bestiales” (p. 40).
Los cinco capítulos del libro de Fernanda brindan impecables desarrollos sobre lo que prometen: Sodomía, Justicia, Poder, Religión e Identidad. El primero es el más sexy por el léxico convocado y lo que nos obliga a imaginar. El último es más delicado, el más hermoso.
Si todo comenzaba con una exposición de un presunto “orden natural” de las cosas, las personas y las relaciones entre ellas, como condición necesaria de un “orden universal”, luego de haber presentado el cuerpo manufacturado (a través de sentencias y resoluciones) como negación del cuerpo natural, como apertura hacia el cuerpo "historizado", abierto hacia las sucesivas capas de Tiempo que lo constituyen, la pregunta implícita en el debate teológico sobre el “orden natural” (“cómo y para qué reproducirse”) se transforma en otra: “¿Cuándo nace un cuerpo?”. Para saberlo, hay que examinar sus marcas y la manera de hacerlo es recurriendo al archivo.
En “Identidad”, Fernanda se aparta un poco del rigor teológico y legislativo. Descubre en los documentos que, además de los asuntos nefandos, había besos, abrazos y palabras de amor que muchas veces pudieron invocarse como atenuantes del horror. “Peligrosamente amancebados” (pág. 147),llos sodomitas coloniales aparecen como algo más que desordenados sexuales: constituyen individuos que se empecinaron en descubrir, por la vía del vaso trasero, un modus vivendi que lo convertía en “sujetos particulares” (en un más allá de los universales tomistas), una comunidad imposible que se empecina en transmitir un “saber sodómitico” entre generaciones, en construir redes como manera de vincularse solidariamente en un medio hostil.
Fernanda elige leer en esos fragmentos de discurso el reverso de las fantasías de exterminio: el amor como táctica de resistencia y como desestructurante de las relaciones sociales. 

lunes, 18 de diciembre de 2017

¡Maten a Laura Dern!


Ampliaremos en otro momento, pero hay que decirlo ya:
La guerra de las galaxias: el último jedi,
es una mierda de una dimensión desconocida hasta ahora.

sábado, 16 de diciembre de 2017

La vida entera

Por Daniel Link para Perfil

Mañana vamos a ver Star Wars: El último Jedi. Es un plan familiar de toda la vida. Con mis hijos hemos visto cada estreno de la saga (los últimos, con mi marido). Para El despertar de la fuerza había amenazado a mi entonces futuro yerno con no asistir a su boda si no nos acompañaba. Lo hizo a regañadientes. Este año encontró la excusa perfecta: para que mi hija pueda asistir, él se quedará cuidando a mi nieta. Sea. Lo reemplazamos con un joven doctor cuya tesis yo dirigí y que, por eso, no se atrevió a rechazar la invitación.
Dentro de dos años cuando, creo recordar, Disney inaugurará el parque temático al que yo ya prometí que iríamos, mi yerno seguramente dirá que mi nieta es todavía demasiado chica. Pero yo no sé si podré esperar cinco años, que es lo que tardará su adhesión al credo.
Ya estuve revisando la reseñas del estreno aen Los Ángeles: “Abrumadoramente buenas”, tituló su reseña Julie Muncy sobre las primeras impresiones. La mayoría de los que la vieron subrayan el costado “emotivo”, lo que me da un poco de miedo. En el contexto Star Wars, la profundidad dramática puede ser un baldazo de agua fría.
Para mí, El despertar de la fuerza estuvo bien, pero hasta ahí (a mis hijos le gustó más), de modo que necesito recuperar un poco de la energía mística que me permitirá sobreponerme a la navidad, esa desdicha obligatoria.
Muchos amigos, además de mi yerno, censuran mi adhesión acrítica al universo Star Wars, pero hay gente que cree en el Papado o en Cambiemos, y yo no digo nada.

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sábado, 9 de diciembre de 2017

La vulgaridad


Por Daniel Link para Perfil

En un antiguo libelo (¿Se puede pensar la política?), Alain Badiou había propuesto una serie de juegos de lenguaje a partir de las premisas: “la derecha miente”, “la izquierda dice la verdad”. Lo primero queda demostrado por la prepotencia de los actuales gestores de políticas públicas en Argentina.
En los últimos dos años los indicadores correspondientes a las políticas monetaria, cambiaria y financiera han despertado la atención de los más reaccionarios economistas, que reconocen en lo que se está haciendo una variante de lo que ellos hicieron en su momento, para hundir al país en una crisis de la que todavía no hemos conseguido salir del todo. Endeudamiento, atraso cambiario, bicicleta financiera y burbuja hipotecaria (las cuotas de los hipotecados aumentarán a partir de este mes un diez por ciento, y nadie sabe si ese salto no será el primero de una serie que Europa conoció en 2008 y que puso en crisis el sistema bancario internacional).
La política tarifaria y las políticas sobre salarios y jubilaciones son indicadores suficientes para saber si una gestión se ha comprometido verdaderamente con los “Objetivos de desarrollo sostenible” propuestos por la ONU en septiembre de 2015 o si adhiere a ellos retóricamente.
En los últimos dos años, el poder adquisitivo de la población en Argentina ha disminuido, tanto por los desorbitados aumentos de tarifas públicas como por la licuación de los aumentos conseguidos en paritarias a través de la inflación. Con eso alcanza para determinar si un gobierno miente o no en la adhesión al “Fin de la pobreza”, el “Hambre cero” y la “Educación de calidad” (ONU).
En los últimas semanas, dos proyectos suman todavía un predicado más al gobierno nacional y municipal (ciudad de Buenos Aires): la reforma pedagógica llamada “Escuelas del Futuro”, propuesta por el Ministerio de Educación de la Nación y la intervención y clausura de los 29 Institutos Formación Docente de la Ciudad de Buenos Aires (con la excusa de formar una Universidad Pedagógica) son de una vulgaridad que provoca arcadas.
Los expertos en educación han objetado el proyecto “Escuelas del Futuro” con argumentos intachables (prescinde de un diagnostico integral de la situacion educativa actual, carece de perspectiva historica y promueve una vision de progreso acritica, no elabora un planteo solido desde sus fundamentos pedagogico-didacticos ni epistemologicos; no ha sido discutida con los diferentes actores educativos: docentes, equipos directivos, familias, investigadores e investigadoras; asigna un lugar secundario a los conocimientos disciplinares, etc.).
Me detengo en la última característica, congruente con la disolución de los Institutos Superiores de Formación Docente de la Ciudad de Buenos Aires: el lugar secundario asignado a los conocimientos disciplinares, que el proyecto “Escuelas del Futuro” licúa en áreas mal diseñadas (Lengua y Literatura, por ejemplo, ocupará la misma que Educación Física), todas ellas al servicio del eje central de la reforma: la digitalización de los aprendizajes y la apuesta a la ingeniería robótica como clave de... ¿desarrollo?
En la misma dirección, la disolución de los Profesorados liquida de un plumazo la formación de expertos en lectura y escritura, una de las características de las instituciones centenarias que ahora se pretende hacer desaparecer sin aviso previo y sin discusión.
Ambos proyectos no sólo están preñados de mentiras de derecha sino también de vulgaridad: ¿hay que recordar a los reformadores que el mayor lingüista del siglo XX, Noam Chomsky, realizó su carrera y sus mayores aportes a la disciplina desde el M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts), precisamente porque las autoridades de esa universidad sabían que no se puede desarrollar inteligencia artificial sin investigaciones de punta en el área del lenguaje?
Si quieren robots, primero necesitamos lingüistas y filólogos. Los mejores de ellos se formaron en el Profesorado “Joaquín V. González”, por ejemplo.
Que la derecha miente es sabido desde la Revolución Francesa. La vulgaridad de la que está dando muestras entre nosotros es, sin embargo, la revelación del siglo XXI.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Lo dado


Por Daniel Link para Perfil

Es difícil encontrar un espectáculo teatral bueno que Rafael Spregelburd no haya ya recomendado en estas páginas. Pero nadie es infalible y hay que aprovechar la circunstancia.
El el Galpón de Guevara puede verse Los huesos, producción coreográfica de Leticia Mazur que ya se había visto en el CC Recoleta en el marco del FIBA.
El poeta Fogwill llamó “lo dado” a los dados. En nuestra cultura se los conoce también como los huesos. En esa línea, entendí el título de la pieza como una tirada de dados (que, como sabemos desde Mallarmé, jamás abolirá el azar). Pero también una meditación sobre eso que nos viene dado: el cuerpo desnudo.
Un poco por eso, cada tirada de dados propone una combinación diferente para los cinco cuerpos desnudos que Leticia Mazur coreografía con exquisitez: dos mujeres (María Kuhmichel, Ana D´orta), dos hombres (Lucas Cánepa, Gianluca Zonzini) y una mujer trans (Valeria Licciardi). La luz juega un papel fundamental. Un reflector central, montado sobre una jirafa móvil que los mismos performers mueven en turno, a veces hace el día y a veces la noche (Matías Sendón diseñó esos momentos lumínicos, y sus transiciones).
Los cuerpos desempeñan todos los gestos posibles: los del trabajo, los de los rituales, los de la angustia, los del juego y los de la conversación silenciosa, según la música que Patricio Lisandro Ortiz pensó con sabiduría.
¿Cuántas combinaciones posibles podrían pensarse para esos cinco cuerpos marcados genéricamente (conviene subrayarlo: no hay lubricidad en el espectáculo)? Infinitas, teniendo en cuenta todas las circunstancias de la vida. Los huesos intenta acercarse a ese límite por medio de una magia teatral que, en sólo una hora, despierta en nosotros un ansia de absoluto que no sabíamos que nos habitaba. La magia de los cuerpos vestidos de gracia (es decir: desnudos como debieron estarlo en el Paraíso, ese mito fundante de nuestra vergüenza).


viernes, 1 de diciembre de 2017

Broche de oro




martes, 28 de noviembre de 2017

Las mejores cosas.....

Anoche vimos el final de la segunda temporada de Better Things, una de las cosas más perfectas que la televisión haya dado,  y nos complace anunciar que habrá una tercera temporada.



Hago mías las palabras de Ben Travers:

Even professional writers have their limit, and mine arrived the moment Max (Mikey Madison) lifted her blindfold and saw her mother, Sam (Pamela Adlon), sisters Frankie (Hannah Alligood) and Duke (Olivia Edward), and grandmother, Phil (Celia Imrie), dressed all in black, standing on a shiny black stage, about to recreate Christine and the Queens’ “Tilted” music video as a graduation present for the family’s eldest daughter.



sábado, 25 de noviembre de 2017

Al infinito, y más allá


Por Daniel Link para Perfil



De los lanzamientos televisivos, dos me llaman la atención: Star Trek: Discovery, que es una continuación o spin off de la serie que modeló mi relación con el universo. Más allá del casting, el diseño de personajes y la nave, Discovery impresiona desfavorablemente por su trama, que carece del encanto de la original y de cualquier intención de intervenir en el presente. El contexto es una guerra contra el imperio klingon (tlhIngan en el idioma que, como todo el mundo sabe, tiene su gramática, sus páginas en Internet, y ochenta dialectos poliguturales que se articulan según una sintaxis adaptable). De entonces hasta ahora ha corrido mucha letra entre los especialistas y en Discovery los klingons hablan durante gran parte de los capítulos en su lengua original. Más allá de eso, todo es bastante aburrido y previsible.
La otra serie se propone como una parodia de la saga Star Trek: se llama The Orville (el nombre de la nave) y fue creada por Seth MacFarlane, quien la protagoniza. Paradójicamente, es más fiel al original: cada capítulo plantea un “problema” contemporáneo. En uno, los protagonistas son secuestrados por una raza superior para exhibirlos en un zoológico. Para rescatarlos, los de la Orville ofrecen a cambio un completo zoológico humano: una colección de más de tres mil reality shows. En otro, una pareja antropo-reptílica de hombres que viajan en la Orville (en esa especie todos los individuos son hombres) procrean una hembra y, de inmediato, solicitan la reasignación de sexo. No revelo la resolución: es impecable. En el último, se propone una sátira de una sociedad cuyo aparato de justicia se compone enteramente de “Likes” y “Dislikes” que la ciudadanía intercambia con los demás. Con grandes estrellas invitadas (Liam Neeson, Charlize Theron) y tramas bien planteadas, The Orville consigue lo que los dueños de la franquicia Star Trek no: una rara felicidad y un asombro ante el mundo.


sábado, 18 de noviembre de 2017

Quemen a la bruja

por Daniel Link para Perfil


Judith Butler ganó la prestigiosa y muy bien dotada beca Mellon, que decidió destinar a armar una red de estudios críticos con varias universidades norteamericanas y latinoamericanas. Como parte de las actividades previstas en uno de los programas incluidos en esa red, se organizó en San Pablo (Brasil) un seminario cuyo título, “El fin de la democracia”, indicaba un camino de indagación: formas radicales de democracia y micropolíticas como salida a la crisis de representación que puede observarse en cada rincón de Occidente.

Enteradxs de la visita de Judith Butler, un grupo de conservadores agresivxs recabó firmas con el objetivo de que la conferencia de Butler se cancelara, porque ella, así dijeron, promueve la destrucción de la familia y quiere “hacernos creer que la identidad es variable y fruto de la cultura”. “foraButler” y “Quemen a la bruja” fueron las consignas que consiguieron más de 360.000 adherentes.

El día del Seminario hubo miles de manifestantes a favor y en contra de la presencia de Judith y su discurso que, justo es decirlo, esta vez tenía poco que ver con la construcción histórica que reconocemos como “género”.

Volviendo a su país, la teórica tuvo que soportar todavía una afrenta mayor: ella y su mujer fueron atacadas por mujeres con pancartas que las empujaron ante la mirada atónita de las fuerzas de seguridad, que permitieron el vejamen. Una de esas ménades persiguió a la mujer de Judith Butler diciéndole: “sos fea, andá a la peluquería”. “Vivan las princesas de Brasil” fue la hedionda consigna de quienes abogaban por retrotraer la discusión política sobre género y sexualidad a la Edad Media. La efigie de Judith Butler fue quemada en acto público mientras se rezaba el Padre Nuestro.

En las últimas semanas, una muestra de arte (Queermuseu) y una performance con un Cristo representado por un transexual fueron levantadas en Porto Alegre y en Río de Janeiro. Estamos hablando de hechos de violencia de género, homofobia y discriminación en grandes ciudades brasileñas. Imaginarse lo que puede suceder en el resto del país, dominado por cámaras legislativas confesionales, hiela la sangre.

Si a eso se suman las reacciones paranoicas y destempladas de prácticamente todas las comunidades en relación con el “caso Kevin Spacey”, queda claro que el mundo se apresta a un salto hacia atrás de imprevisibles consecuencias y que ninguno de los derechos ganados en los últimos años está garantizado.

Un poco por eso, con Albertina Carri y Sebastián Freire creamos un colectivo cuya primera presentación fue “Archivos del goce”, una meditación sobre el modo en que el fascismo ha marcado nuestros cuerpos y hasta qué punto es imposible la felicidad y la algarabía física en un mundo cada vez más inclinado al secuestro, la normalización y la represión de los placeres.



viernes, 17 de noviembre de 2017

jueves, 16 de noviembre de 2017

Ornamento




miércoles, 15 de noviembre de 2017

Si pasás por Cape Town, fijate....



martes, 14 de noviembre de 2017

Preguntan si...

"Leo como leo por los que me enseñaron" 


por Mauro Libertella para Ñ

Novelista, docente y performer -el más audaz de los catedráticos argentinos-, repasa en su nuevo libro su vida como lector y rinde homenaje a sus maestros.



Daniel Link tiene una biblioteca a sus espaldas. La frase no es una metáfora: mientras conversamos sobre La lectura: una vida, en su oficina céntrica de la UNTREF, apenas un vidrio lo separa de una parte importante de la biblioteca de su juventud, que el escritor y catedrático donó a la Universidad. Son los libros de sus años de formación: novelas, ensayos, poemas, cuentos; literatura latinoamericana, francesa, inglesa, italiana, norteamericana. Son los ejemplares que construyeron, poco a poco, estante sobre estante, al Daniel Link lector, y ese recorrido de formación intelectual es el que está narrado en La lectura: una vida, un texto estructurado en diez episodios biográficos, de la infancia al profesorado, de la universidad al trabajo como editor, de los años de periodismo cultural a los amigos de ruta. Todos los lectores se forman de modo único, intransferible, y al mismo tiempo es como si todos compartieran un mismo patrón de sentido, una música secreta que escucharon de chicos y que nunca se pudieron sacar de la cabeza. La lectura: una vida es la partitura de esa melodía.

–Este libro surgió por un encargo, por pedido. ¿En qué momento te encontró esta propuesta?

–Cuando Graciela Batticuore, la directora de colección, me convocó con la idea, yo estaba de sabático escribiendo el libro La lógica de Copi y el pedido coincidió con una necesidad que tenía de declarar las deudas: decir “leo como leo por esta gente que me enseñó”. El libro se escribió muy rápido; son diez capítulos y en diez semanas estuvo terminado.


sábado, 11 de noviembre de 2017

Políticas de la crueldad


Por Daniel Link para Perfil



En una tira de Mafalda, la niña camina con su amiga Susanita. Se cruzan con esa constante visual del paisaje de la ciudad de Buenos Aires: un grupo de mendigos o familia paupérrima (no me acuerdo bien). Mafalda dice: “Me parte el alma ver gente pobre”. Susanita le contesta: “A mí también”. Mafalda: “Habría que darles de comer, ropa, trabajo”. SIgue, creo recordar, un cuadrito en blanco hasta que Susanita remata: “Para qué tanto, bastaría con esconderlos”.

Cuando eran apenas dos jóvenes ambiciosos que actuaban en sótanos porteños, Carlos Perciavalle y Antonio Gasalla grabaron un disco (1971) con algunas de sus mejores canciones y monólogos. El de Carlos Perciavalle ("Los pobres") comenzaba diciendo algo así como: “Qué barbaridad... ¿Ustedes saben por qué pasan estas cosas espantosas en esta país, viste, estos siniestros crueles? ¿Quiénes tienen la culpa de que haya devaluaciones, que aumente todo, que venga la revolución? ¡La gente pobre, m'hija! Si son la mayoría, viejo. Cada vez hay más, ¿viste? Esa gente de lo peor... Siempre vestidos con esos colores tan deprimentes... Mandan a sus chicos a colegios del Estado gratis, donde no va nadie conocido, ¿cómo pueden?”.

La década del setenta imaginaba, a través de esas voces, cómo piensa la clase “alta” y, al hacerlo, revelaba su propio imaginario y la distancia incomunicable de ambos imaginarios. La relación de clase implica siempre el desconocimiento radical del otro.

El monólogo de Perciavalle acaba de ser modelo (voluntario o no) del audio de la Doctora de Nordelta que se queja de sus vecinos porque toman mate, juegan con el perro y gritan: cosas de pobres. La relación entre ambos discursos queda subrayada por el uso de una palabra totalmente fuera de registro y del uso actual: “cache” (equivale a grasa, pero incorpora la sonoridad del kitsch, tan productivo durante los sesenta y setenta).

Las reacciones a ese audio han sido mayormente de condena: pensar así es ejercer una violencia social inesperada. Los mejores comentarios vinieron de otras mujeres que, a la parodia inicial, agregaron las suyas: la Negra Vernaci y Verónica Llinás dieron rienda suelta a su desenfreno y produjeron piezas hilarantes.

Pero en esa cadena de parodias (Perciavalle parodiaba el espíritu de la clase, la Doctora de Nordelta parodiaba a Gasalla, Vernaci y Llinás parodiaban a la Doctora de Nordelta) algo se pierde: la posibilidad de pensar lo otro.


viernes, 10 de noviembre de 2017

Paranoia y deseo

por Daniel Link para Soy




Casuística Un “caso” es tal cuando permite articular algo del orden de lo singular (“esto que pasó”) con asuntos del registro de lo universal. Probablemente Kevin sea una persona sumamente desagradable, pero los enunciados que su salida del armario han desencadenado no pueden ser más alarmantes y merecen nuestra atención. Parto de un recorte de prensa que me envió mi editora para animarme a escribir sobre “el caso Kevin Spacey”. El recorte dice: “Roberto Cavazos, un actor formado en Gran Bretaña y con experiencia en cine, teatro y televisión, dijo el lunes desde su perfil profesional de Facebook que experimentó «un par de encuentros desagradables» con el otrora aclamado protagonista de la serie House of Cards. Según su relato, todos ellos «estuvieron al filo de poder ser llamados acoso. Es más, de haber sido yo una mujer, probablemente no hubiera dudado en identificarlo como tal», agregó Cavazos en su publicación, sin precisar la fecha de tales encuentros”. El recuerdo de Cavazos, de quien sabemos más bien poco, es inquietante porque nos obliga a preguntarnos si cuando le miramos el culo a uno de los chongos que se duchan después de su rutina en el gimnasio no estaremos “al filo de” algún nombre del que no querríamos quedar colgados. Además, el “de haber sido yo una mujer” incorpora una fantasía de cambio de género con la que mejores psicoanalistas que una se habrían hecho un banquete. Pienso en Freud y las pelotudeces que fue capaz de decir sobre “el caso Schreber”, cuando leyó las memorias de aquel juez de la corte de Dresde que se volvió loco de atar una noche en que pensó, en una deliciosa duermevela: “Qué lindo sería ser una mujer sometida al coito”. Unterliegen es el término legal que Schreber usa para definir esa condición de sujeción a un poderío muy inscripto en el sentido común del siglo XIX, que él asocia con no sabe bien qué voluptuosidades. La simple idea, cuando medita en ella, lo asquea.
Poco después se dará cuenta de que Dios, con la mediación de fuerzas, rayos y nervios, quiere volverlo una mujer para cogérselo bien cogido y engendrar en su vientre una nueva raza, habida cuenta de que la especie humana ya había tocado fondo, cosa que a esta altura del partido ya todos sabemos.
Ese argumento (que Schreber escribió en 1901 en el libro Memorias de un enfermo nervioso, para que lo dejaran salir de la clínica donde fue internado y para que le levantaran la interdicción para administrar sus bienes) es la paranoia (cuya lógica definirá Freud a partir de ese libro), originalmente ceñida a ese principio de articulación, el goce femenino y el poder (supuestamente) inscripto en la frase que desencadena el delirio. Los tiempos verbales no coinciden del todo (“sería” piensa Schreber, “hubiera sido”, dice ahora Cavazos). En los dos casos, se trata de una forma potencial y en esa potencias se fundan todas las condenas: paranoico, acosador.



La interpretación Freud no conoció a Daniel Paul Schreber, pero le pasaron su libro. De ese caso, el ilustre vienés dedujo una teoría general de la paranoia en un artículo de 1911. El propio Freud cita el fallo que le devolvió la libertad a Schreber y que, según él, resume su sistema delirante: “Se considera llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuranza perdida. Pero cree que sólo lo conseguirá luego de ser mudado de hombre en mujer”. Sea, pero Freud entiende que la paranoia fue, para Schreber, una forma de defenderse en contra de un “despertar” del deseo homosexual (nada de eso aparece en el libro, por supuesto). Freud confunde deseo homosexual con identidad de género (“ser una mujer”) y goce femenino con que te rompan bien el culo. Con personas así de toscas, no hay manera de ponerse de acuerdo. En una carta posterior, el maestro Sigmundo escribió: “he triunfado allí donde el paranoico fracasa” (refiriéndose aparentemente a sus propias tendencias homosexuales). El propio Jacques Lacan, en las clases que integran el seminario 3, Las psicosis, tuvo que aceptar que en la paranoia hay un núcleo resistente al análisis propuesto por Freud (que es como decir que meó fuera del tarro).

En todo caso, Freud define la paranoia en relación con otros dos padecimientos que conviene traer a cuento: la hipocondría (forma leve de paranoia) y la erotomanía, de la cual Kevin Spacey fue víctima sacrificial en estos días.



Te amo, te odio, dame más Freud concluye diciendo (lo cito sólo para que los analistas sepan que lo he leído) que “los paranoicos procuran defenderse de una sexualización así como de sus investiduras pulsionales sociales” y por eso “nos vemos llevados a suponer que el punto débil de su desarrollo ha de buscarse en el tramo entre autoerotismo, narcisismo y homosexualidad, y allí se situará su predisposición patológica”. Que el Señor de los Sueños se vea llevado a suponer algo es casi exactamente lo mismo que le pasó al Dr. Schreber: su transexualismo cósmico (él se ve llevado, en su delirio, a una transformación del mundo urdida por Dios) se convierte en un pobrísimo mecanismo de defensa.

¿Qué es un erotómano? Según Freud, un paranoico que ha invertido la frase «Yo [un varón] lo amo [a un varón]» por la frase: “Yo lo odio porque él me ama”.

Lacan lee bien la intervención de Freud y le quita gran parte de su estupidez (toda, hubiera sido empezar de nuevo). Retiene la idea de la erotomanía, que es básicamente la situación paranoica de considerarse el objeto de deseo de todos los demás (incluido Dios, naturalmente) y odiar a todos los demás por ello.

La siniestra sociedad en la que vivimos ha decidido ignorar el registro de lo simbólico y el registro de lo imaginario, y así nos va. Cualquier batracio de estanque de agua podrida (de esos que van al gimnasio a marcar sus abdominales) se cree por eso deseable. Se olvidan que uno desea una cara, porque el deseo es, en última instancia, el deseo del otro.

Una persona dice: hace muchos años, Kevin Spacey estaba borracho y me quiso culiar. Sus presupuestos son: ¿pueden ustedes dudar de mí? ¿Acaso no soy absolutamente deseable? ¿Acaso ustedes no me desean?

Luego un mexicano sale a decir: sí, yo me sentí incómodo en varias situaciones con Kevin Spacey porque me di cuenta de que él me deseaba. ¿Pueden dudar de que Kevin, que es más feo que una cucaracha, me deseara a mí? E incluso más: ¿pueden ustedes dudar de que estas maricas relajadas de Hollywood y Broadway no están todo el tiempo tratando de chuparnos la verga, de violar a nuestros hijos, de emputecer el mundo?

Y en cuanto pueden, los erotómanos salen a decir su discurso enloquecido: lo odio porque me desea, lo denuncio porque me deseó. Si una loca, de armario o no, pone su brazo en el hombro de un actor, un alumno, un compañero de deportes o un pariente lejano, de inmediato esos erotómanos que no son capaces de imaginar ninguna relación que no sea erótica en su sentido más violento (el sexual) dirán: “qué asco, me tocó porque me desea”.

Hemos llegado al punto de mayor vileza que una sociedad pueda sostener: aceptamos a los homosexuales, los dejamos que se casen incluso, les ofrecemos paquetes turísticos y festejamos sus chistes. Pero somos incapaces de aceptar que un homosexual nos toque porque de inmediato sabremos que sólo lo hace porque nos desea. Y lo odiaremos, en consecuencia, por eso.



Girls just wanna have fun Vuelvo a repetir: a lo mejor Kevin Spacey es una mala persona y una bicha repugnante. Pero en lo que se ha oído hasta ahora lo que queda claro es que los paranoicos son los otros.

En Las psicosis, Lacan se sorprende de que un caso que tanta razón hubiera podido darle a Freud haya sido abordado por él “bajo ciertos modos que dejan mucho que desear” y nos regala una equivalencia: “el nombre de Freud(e) significa alegría. En inglés, alegre y despreocupado se dice “gay” y por alguna razón las locas adoptaron la etiqueta durante bastante tiempo: no nos tiren encima sus paranoias y sus erotomanías. Nosotras sólo queremos divertirnos. Si algún ortazo presuntamente hétero cae en la volteada, no nos odien por eso. O mejor: no nos odien. Porque a lo mejor ese odio es el rastro visible de que envidian y desean nuestro deseo.

martes, 7 de noviembre de 2017

¡Y una sin twitter!


(¡Gracias, Patricio!)



Después de todo...




lunes, 6 de noviembre de 2017

Preguntan si...

por Darío Zalgade para OcultaLit

(...)


Vos alternás extraordinariamente bien entre géneros como el ensayo, la novela, el cuento, la crítica. Se hace muy difícil prever en qué consistirá tu próximo libro. ¿Por dónde pasan ahora tus próximos proyectos?

Lo único seguro es que por un tiempo descansaré de los libros con notas al pie. Esa forma de compromiso con la verdad es un poco agobiante. Tengo dos novelas entre manos: una es más fácil y es una especie de mundillo o de ciberciudad con muchos cambios de perspectiva. La otra es más difícil porque me encapriché con un tema histórico que me obliga a avanzar más lentamente.
Ahora participo con personas queridas (Sebastián Freire y Albertina Carri) de un colectivo llamado Colectivo Quri Kancha, con el cual presentamos a principios de noviembre una instalación-performance titulada “Archivos del goce, del amor y del deseo (o el incendio de los lugares comunes)”. En fin, el pensamiento puede aparecer por cualquier parte, y la escritura también. Mejor es no cerrar ninguna ventana, para que todos los vientos nos atraviesen.



sábado, 28 de octubre de 2017

Poesía fúnebre

Por Daniel Link para Perfil

Cuando la Sra. Fernández pronunció el cuarteto de campaña: “Evita votaría a Cristina,/ Perón votaría a Taiana/ y los dos juntos/ a Unidad Ciudadana", la suerte cadavérica del peronismo quedó sellada.
En primer lugar, por la distribución anómala de las cantidades silábicas: si hubiera dicho “ambos”, en vez de “los dos juntos”, la estrofa habría sido sonado más armoniosa, transformada en un terceto en lugar de un cuarteto, porque los últimos dos versos se hubieran fundido en uno solo.
Haber resignado el “ambos” es un rasgo de populismo poético que en este caso produjo más daño que otra cosa, porque estigmatiza al interlocutor como incapaz de comprender ese adjetivo indefinido. Y si alguien no puede comprender qué significa “ambos” en un verso de trinchera, es porque ha sufrido la peor de las escuelas imaginables, o ninguna. La responsable última de un empobrecimiento predicativo semejante es quien estaba hablando.
En segundo término, porque deja flotando la pregunta incómoda: “¿a quién le importa?”. ¿A quién, en efecto, puede importarle a quién habrían votado dos muertos ilustres de la política argentina, que actuaron en un contexto radicalmente diferente del nuestro? Y si alguien hubiera decidido contestar esa pregunta tomando como punto de partida la evidencia histórica, habría concluido en que Perón jamás habría votado una lista encabezada por alguien que insultó su nombre cada vez que pudo (yo soy más drástico: Perón nunca votó a nadie que no fuera él mismo y creo que habría repetido ese capricho). Dejo de lado el pequeño detalle de que, además, el Gral. Perón echó de Plaza Mayo a la izquierda peronista, de la cual la Sra. Fernández a veces se declara abanderada (y a veces, no). ¿A quién habría votado Isabelita?
Y, por último, esa apelación a una herencia imaginaria, ¿no va precisamente en contra de las políticas migratorias sostenidas en los últimos quince años? ¿Y no colisiona con los sistemas de alianzas e impugnaciones propuestos por el mismo Frente de Unidad Ciudadana? Cada vez más latinoamericanizada (una de sus mayores virtudes), la sociedad argentina no tiene por qué sostener los mismos diagramas sentimentales de hace cuarenta años. Llegará un punto en que los nombres Perón y Evita signifiquen tan poco que nadie sabrá bien a cuento de qué se los menciona. Con Lastiri y con Balbín ya pasa un poco eso. A Marcelo Torcuato de Alvear no se lo recuerda, lo que es raro, porque es el antecedente más directo de la actual gestión de gobierno (con las mismas virtudes y los mismos vicios).
Perdió el peronismo de izquierda, pero también el de derecha (con la excepción de algunos caciques aislados). Perdió el peronismo confesional salteño, que sostiene la religión católica en las escuelas públicas: ¿habrá que lamentarlo? Perdió el peronismo de Chaco (provincia creada como Provincia Presidente Perón, una de los tantos nombres que Aramburu se llevó puestos), que prestó a la Nación un vocero memorable. Perdió la izquierda peronista poscristinista y perdió el peronismo atigrado. Nada de lo que el peronismo propuso en los últimos dos años consiguió estabilizarse por encima de las arenas movedizas del olvido que lo amenazan.
Que Cambiemos ganó es evidente, pero más conviene subrayar que no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras parlamentarias, lo que involucra a los sobrevivientes de la hecatombe peronista en lo que suceda en el país de aquí en más.
También es obvio que ganó la izquierda. El FIT suma representantes parlamentarios, lo que lo consolida como la tercera fuerza política a nivel nacional.
La Sra. Fernández tuvo que inventar un crecimiento desmedido de su propia alianza para salvarse de la ignominia de una derrota anticipada por sus versos defectuosos. Sea.
Pero el FIT aumentó su caudal de electores y ese patrimonio, del que todos debemos alegrarnos, es la aurora política que hay que subrayar y cuidar. La tentación de alineaciones de retóricas siempre es muy grande, pero al menos hoy sabemos dónde está la derecha y dónde la izquierda, dónde está enterrado el pasado, y qué fuerzas se disputan el presente. Lo demás, ya se verá.



domingo, 22 de octubre de 2017

sábado, 21 de octubre de 2017

Día de la lealtad


por Daniel Link para Perfil


Ser racional ante un acontecimiento es colocarlo en relación con sus probables causas y prever sus consecuencias. Todo hecho singular y todo acto de discurso responde a un apriori-histórico. Juramentar lealtad, un día al año durante el mes de octubre parece parte del pensamiento mágico, de una disposición al milagro, una invocación que transforma una vida, todas las vidas.
A las 8.05 del pasado 17 de octubre, mi hija dio a luz a su hija Juana, de quien todos dijeron de inmediato que se parecía a su madre, a su padre, a mi madre, a su tío.
Más sabia, su bisabuela dijo que se parece a ella misma, a lo que de ella conocíamos ya por una serie de resonancias magnéticas.
Y sin embargo... Mirarte, Juanita, es sentir mi cuerpo expuesto a una emoción y un amor desconocidos porque no hay más que felicidad irresponsable en el abrazo que alguna vez compartiremos sin otra interdicción que ésta: no sos mía. Mirarte es adivinar en cada uno de tus gestos de recién venida, la vida por la vida misma, el puro instinto de existir, opuesto como un llanto de hambre o de protesta (de ésos que ya se escuchan en tu boca) al orden moral del mundo que nos ofrece tedio y pena.
Mirarte, Juana, ahora, apenas hecha, es comprender que como juegan el fuego y el viento, siempre vivos y eternos, jugará la niña en que vas a convertirte, iluminada por la suave luz de la luna y las estrellas o por el rayo de sol de este verano.
Te miro, Juana, y te imagino durmiendo acurrucada con dos gatas, y sé que la única lealtad a la que podemos aferrarnos es la promesa de que vas a darle al mundo lo que nosotros no pudimos. Pienso en bisontes y en ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en poemas proféticos, en cajitas de música y en caballitos de espuma y de madera, riéndose con vos. Te miro impaciente, esperando que me mires. Ésa es la única lealtad que vos y yo podremos compartir, Juanita: nuestra mirada.


lunes, 16 de octubre de 2017

Lo que el deseo te da, la globalización te lo quita


Hay algo, en el deseo LGBTQ+, que refuncionaliza los artilugios técnicos, las instituciones e incluso las morfologías, usando sus formas para extrañas funciones imprevistas. La cultura hegemónica e imperial intenta devolver las cosas a su cauce. A veces lo consigue, a veces no.

por Daniel Link para Soy

Forma y función El avión de British Airways que nos llevará a Londres es de última generación. Incluye, entre las novedades, la posibilidad de chatear de asiento a asiento a través del sistema de entretenimiento de la nave. El artilugio pretende disimular la incomunicación entre grupos familiares que no han podido elegir asiento o que se han negado a hacerlo porque ello habría implicado un mayor desembolso. La loca que alguna vez supo navegar los canales de irc, naturalmente, imagina de inmediato un diálogo erótico con el muchacho tatuado que ocupa el 21D, o sueña con una invitación al baño, cuando todos duerman, por parte de la bestia turca que apenas cabe en el 33H.
El deseo, en este caso, devuelve el azar a su justo punto en una trama de funciones que los funcionarios aeronáuticos no pudieron prever (¿o sí?).

Imperio y deseo Como esta es una reflexión sobre el imperialismo (cultural, territorial, identitario), haré pie en algunos discursos relacionados con la cultura británica, tal vez el imperio más duradero del mundo y el más comprensivo respecto de los saberes subalternos que pretenden sobrevivir a todo proceso de colonización. La cultura gay, de matriz anglosajona, es una cultura imperial que se impone a una multiplicidad de deseos para formar una máscara más o menos uniforme que permita determinar y prever comportamientos y conductas que sean interesantes en relación con mercados específicos. Basta con que dos locas decidan comunicarse a través del sistema de entretenimiento de un avión para que pronto alguien imagine ofrecer a los viajeros un canal erótico de comunicación al cual habrá que suscribirse pagando. Y un cubículo para coger de dorapa, alimentado con monedas o tarjetas de crédito.
Otro ejemplo: basta con que la impudicia propia del levante homosexual haya revelado su eficacia para que la televisión proponga, en horario prime time, una alocada exhibición del cuerpo similar a la que caracteriza a las aplicaciones que constituyen el pan nuestro de cada día, pero sin ningún sex appeal.

El cuerpo despedazado La BBC lanzó el año pasado cinco episodios de Naked Attraction en horario central. El suceso fue tan espectacular que la temporada 2017 va ya por el episodio 10. La mecánica es la siguiente: un hombre o una mujer, por lo general heterosexuales, aunque hubo dos casos de homosexuales varones, algunas lesbianas y varias mujeres bisexuales, desencantades del universo de las citas, eligen de entre seis partenaires al que le parece más adecuado, encantador o excitante. ¡Ya lo vimos en Cupido! Pero, en este caso, les postulantes aparecerán completamente desnudos y sus partes se analizarán en tres pasos, desde abajo hacia arriba. Encerrados en casillas de plástico opaco, lo primero que se revela es el tamaño de la verga o la forma de la argolla, la morfología de los glúteos, el tipo de depilación elegida, si hubo circuncisión o piercing, si los testículos son grandes o pequeños (casi nadie parece aceptar la posibilidad de uno solo).
Sobre esa base puramente reproductiva, el/ la participante eliminará a un posible partenaire, que se retirará humillade (porque la tenía pequeña, en el caso de los hombres, o porque sus labios vaginales no invitaban al beso, en el caso de las mujeres). El segundo paso revela el torso, el tercero el rostro. Cada vez, uno se irá a cambiar. Al final quedan dos (la última eliminación depende de la voz de les competidores y la cantidad de estupideces que son capaces de callar), quienes tendrán el privilegio de ver al hombre o la mujer que los ha tratado como pedazos de carne tan desnudes como elles.
Entre ronda y ronda, hay enseñanzas psico-sanitarias: las cejas tupidas parecen relacionarse con la inteligencia, la depilación al ras del vello púbico aumenta el riesgo de infecciones de transmisión sexual, las barrigas garantizan a un buen padre, los tatuajes cumplen el rol de las plumas del pavo real, y los testículos colgantes, qué se yo (no tomé nota).
El espectáculo es, al mismo tiempo, fascinante y patético, porque reproduce el comportamiento y los tics de las aplicaciones telefónicas, pero para audiencias de masas y con la condición de la deserotización de los cuerpos expuestos, que son tratados como piezas sueltas de un rompecabezas emocional que siempre se revela deceptivo.
Las mujeres con mejor cuerpo (tetas, culo) y los hombres con verga más grande (no importa lo que venga después) por lo general ganan la contienda.
Después de la cita, los participantes vuelven a presentarse ante las cámaras, por lo general desencantados porque (no haría falta subrayarlo, pero hagámoslo de todos modos) las personas con mejores formas no son necesariamente tolerables en cualquier circunstancia de la vida y los que las tienen grande no necesariamente te la ponen memorablemente.
La inteligencia y la imaginación, que suelen ser los secretos de una buena cama pero también de una buena relación se revelan como la verdad desnuda del programa: las apariencias, chicas de cualquier género y de cualquier lugar del mundo, engañan.
Desde la expulsión del paraíso en adelante, el cuerpo desnudo es un poco triste, porque su desnudez dice lo que ya no tiene y ya nunca volverá a tener sino como anhelo: la gracia.

Interiores Si la gracia es un dispositivo que Dios le quitó a hombres y mujeres por su arrogancia, Naked Attraction es la prueba palpable de ese veredicto que subraya que no habrá aparato de gimnasio ni suplemento ni injerto de siliconas que nos devuelva la parte de Dios que nos falta. Entregados por propia decisión al mercado de la carne, las personas sufren el horror del vacío de sentido (no importa que uno sea el primer eliminado o el que sobrevivió a una cita con una psicótica asesina).
Pero al arrojarnos e la historia, Dios demostró además su crueldad infinita porque tenía que saber que, con el tiempo, todo terminaría en un capitalismo cada vez más hábil para realizar sus fantasías de exterminio.
Es lo que se deja ver en otro programa de la BBC, éste más grave y de producción un poco más meditada: Queer Britain.
Conducido por el youtuber de origen iraní Riyadh Khalaf, el programa exploró en sus seis entregas las taras y amenazas de la “comunidad” imposible: la relación de las personas LGBTQ+ con los credos religiosos (o mejor dicho: el modo en que son estigmatizados: LGBT es interpretado como “Let God burn them”, Dejemos que Dios les prenda fuego), el culto al cuerpo perfecto (y sus consecuencias: anorexia y bulimia en porcentajes más altos que en el resto de la población), la ominosa estadística que subraya que 1 de cada cuatro homeless en Gran Bretaña se identifican como LGBTQ+, los prejuicios interiores a la comunidad (que rechaza a les gordes, les viejes, les extranjeres, les.....), las nuevas formas de pornografía (porno chav, es decir: villero, o porno trans, ya sea con performers MTF o FTM) y, finalmente, el probable sentido de la palabra queer (el episodio termina con lecciones para que hombres trans se masturben de forma parecida a como lo haría un varón cis, y alcancen el orgasmo.
Contra la algarabía de que es posible encontrar no ya el amor sino un partenaire sexual aceptable a través de la mera observación de las formas de un cuerpo (cuando en realidad, de lo que se trata es de su función y su capacidad para acoplarse con fluidez con otro cuerpo), Queer Britain delata las formas de discriminación culturales que arrasan con toda posible tranquiidad de espíritu. Incluso en las capitales imperiales, incluso en los aviones que transportan personas a esas capitales imperiales, las personas LGBTQ+ sufren el odio de sus familias, de las religiones, de sus propios congéneres y de aquellos otros para los cuales el paraíso seguirá siendo un objetivo inalcanzable.


sábado, 14 de octubre de 2017

Visca Catalunya Lliure!


Por Daniel Link para Perfil

¿Habrán sentido lo mismo que nosotros los ciudadanos del imperio austrohúngaro en los días previos a su desintegración? Los europeos de comienzos del siglo XX no tenían televisión ni satélites. Hoy se puede seguir cualquier proceso político en directo y tomar partido sin mediaciones. La tarde entera siguiendo las deposiciones en el parlamento catalán alcanzan para detestar a Inés Arrimadas y para coincidir con Anna Gabriel en su reclamo de una República Feminista.
Por eso no se entiende el partido anticatalán que los grandes diarios argentinos han tomado. O sí: se limitan a copiar la línea editorial de El País, que ha demostrado que no está a la altura de las circunstancias y que, como Le Figaro, representa a los sectores más rancios de la derecha europea. ¿Qué puede importarle a un latinoamericano lo que diga un diario que defiende los intereses de la casa de Borbón y los principios de una constitución redactada en 1978 para complacer al fascismo en retirada? En todo caso, el miedo del Reino de España puede ser comprensible pero, ¿por qué compartirlo?
Cada cual puede (y debe) tomar posición propia en relación con problemas que pueden parecer muy abstractos o muy concretos. Lo que da tristeza es una mímesis de posiciones que no se compadece con las condiciones contemporáneas del saber.
Abrazar la ignorancia es como haberse puesto en su momento del lado de las fuerzas realistas y no de los procesos revolucionarios del siglo XIX que dieron en las repúblicas latinoamericanas.
El reconocimiento automático de un lugar de supuesto saber clausura no sólo cualquier posibilidad de comprensión del presente sino la actividad histórica en su conjunto: ante Lutero, defender a Roma; en la Guerra Civil española, tomar partido por el fascismo; ante el socialismo democrático de Allende, alinearse con Pinochet. En lugar de la potencia de la imaginación, preferir un orden impuesto a rajatabla.

miércoles, 11 de octubre de 2017

La Falange contra Catalunya

martes, 10 de octubre de 2017

El túnel del los Tiempos



Crema catalana


Por Daniel Link para Perfil

Los amigos que viven en Barcelona, aún en su escepticismo, votaron por el Sí. “Con total normalidad”, aclaran. “A por la República”, dicen. Y agregan: “Seremos el nuevo paraíso fiscal de Europa, de la mano de los rusos, que han comprado ya media Catalunya”.
Los comentarios que llegan por whatsapp son más que elocuentes: de las más de dos mil mesas dispuestas para el referendum, la guardia civil y las fuerzas represivas enviadas por el protofascista Rajoy sólo consiguieron cerrar o intervenir poco más de noventa. En el resto de las mesas, los comicios se desenvolvieron con total normalidad. El desmedido aparato represivo que se montó contra las viejitas catalanas que fueron a votar, sin ninguna consideración sobre la potencia de las imágenes en sociedades ciberalfabetizadas, muestra la incompetencia del PP, denunciada desde hace ya más de cinco años, para gestionar una crisis que no hizo más que crecer mes a mes.
En segundo término: el voto por la secesión (promovida al mismo tiempo por la evasora burguesía catalana y sectores anarquistas, en rarísima alianza) es un voto antimonárquico, y por eso mismo, con una carga emocional simpática con independencia de cualquier consideración estratégica: se votaba por la República, de larga tradición en territorio catalán, con sus héroes y mártires. En algunos casos, lo que se reivindicaba era lisa y llanamente el derecho al voto (tanto en Madrid como en el País Vasco hubo manifestaciones en ese sentido) o, lo que es lo mismo, a la soberanía sobre si (que en derecho de gentes se llama “autodeterminación”).
En tercer lugar: es dudoso que, aún con su cacareado poderío industrial, Catalunya pueda ser un Estado económicamente independiente, lo que alienta la especulación paranoica (el tema ruso) o lisa y llanamente la especulación financiera a la que el Estado catalán debería someterse para equilibrar sus cuentas.
Europa no se vio venir el disparate provocado por el Reino de España y ahora es convocada a intervenir en un conflicto que no le agrada en absoluto, porque todavía no ha digerido bien el Brexit (¡otro referendum!, ¡otra autodeterminación!) cuando, en la otra punta del rompecabezas, se soliviantan unos mediterráneos que ni siquiera van a servir como enlace en sus complejos negocios con la América hispánica, y en centro mismo del tablero, los neonazis se convierten en tercer fuerza parlamentaria.
Lo que vendrá no será seguramente la paz soñada sino un resurgimiento de nacionalismos y la profundización de las tensiones.
Que se jodan: al haber aceptado el principio de autodeterminación para las Malvinas, están obligados a hacer lo mismo en su propia casa, donde el colonialismo y el imperialismo podían perfectamente usar máscaras galantes pero en el fondo funcionaba de la misma forma, desde Irlanda hasta Catalunya, y más allá.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Lo global y lo local

por Daniel Link para Perfil


La globalización tiene sus límites: algunos meramente geográficos y otros ideológicos. La comunicación entre Europa y América tiene una ventana bastante restringida por las cinco o más horas de diferencia. Escribo a las nueve de la mañana, en una remota ciudad holandesa, después de haber leído los diarios europeos, con la certeza de que en Buenos Aires todos duermen. A las nueve de la mañana rioplatense, yo estaré dando una conferencia, y probablemente al final de una tarde primaveral porteña yo ya esté durmiendo.
Si se piensa en México o la costa oeste de los Estados Unidos la diferencia se agranda y se comprende por qué en Europa las manifestaciones de algarabía hollywoodense no tienen tantas adhesiones como entre nosotros. No es sólo un asunto de colonización de las conciencias (vicio del que los europeos no están libres) sino de diferencia horaria: sólo los muy desvelados pueden seguir las premiaciones califronianas.
Con la política sucede otro tanto. Desde Lisboa hasta Estambul, los diarios no dejan de comentar el resultado de las elecciones alemanas, y la confirmación de la ultraderecha como tercera fuerza política, algo que Alemania tolera mal porque desde el nacionalsocialismo no hubo ultraderecha (neonazi, racista y nacionalista) con representación parlamentaria.
El asunto apenas aparece comentado en los diarios latinoamericanos, pero parece ser el tópico obligado de los editorialistas madrileños y polacos, porque desestabiliza los proyectos de una Europa ya suficientemente herida por sus contradicciones. Mientras ellos sufren, nosotros dormimos. Y viceversa.
Pero además, la reforma del euro (o su apuntalamiento) tendrán que esperar, dicen, hasta que Frau Merkel forme gobierno de coalición (lo que supone un arte del tejido que ni las rendeiras portuguesas son capaces de ejercer sin error).
Eso sí, en Amsterdam hubo una gigantesca manifestación por la aparición con vida de Santiago Maldonado, asunto que atraviesa todos los husos horarios, porque las comunidades latinas se encargan de ampliar el mapa del nuevo mundo con destellos de felicidad y de protesta.
Algo que en Europa no saben es el efecto que algunas resoluciones de Naciones Unidas y la jurisprudencia europea han tenido sobre lo que ya se llama “re-emergencia indígena” en América latina.
El caso de los mapuches y tantos otros grupos en Argentina es un ejemplo de eso. Cosas que pasan mientras ellos duermen.


martes, 26 de septiembre de 2017

Dicen que...

Una obra con leyes propias

por Gabriel Caldirola para La Nación

En la lectura de Link, que desde la crítica literaria intenta conversar con la filosofía contemporánea, la obra de Copi "se funda en la tierra de nadie de la ensoñación, la imaginación y la memoria" para proponer la concepción radical de "mundillos" habitados por personajes monstruosos, en los que la catástrofe y el milagro logran trastocar el orden de lo conocido y realizar lo imaginario, llevándolo hasta sus últimas consecuencias.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Pagar el precio


Por Daniel Link para Perfil



Como está cerca de Palos de la Frontera, visita el Puerto de Palos, donde parte de su cóctel genético comenzó a formarse, como el de tantos americanos. Allí, la municipalidad de Huelva, ha instalado un memorial que conmemora el “Encuentro de culturas”. Están las tres carabelas, reconstruidas en 1992 en ocasión del V Centenario, rodeadas de una serie de puestos portuarios presuntamente de la época en que Cristoforo Colombo partió rumbo al Este en busca del oro de las Indias. Delante de las carabelas, en abanico ofensivo, se encuentran las chozas y los indios e indias desnudos que tanto encandilaron la libido de los conquistadores.

Pero antes de llegar hay que pasar por la taquilla y pagar el precio. Pregunta a una empleada más atónita que otra cosa: “¿Los indios podemos entrar gratis?”. La cajera niega con la cabeza, con una sonrisa que no se sabe si es idiota o cómplice (porque los andaluces también sufrieron la Conquista). “¿Aceptan cuentas de colores como forma de pago?”, insiste. Ahora la negativa adopta la forma del miedo.

Se resigna a pagar la entrada para ver lo que ya sabe: la celebración de la navegación cristiano-capitalista y su imparable impulso destructor bajo la máscara de una felicidad que ni siquiera engaña a los pocos niños portugueses que frecuentan el lugar.

En el centro de interpretación, los datos obvios, los más escolares. Se acerca a un empleado que custodia no se sabe bien qué memoria y le dispara: “¿Escenas de matanza, no hay?”. La respuesta protocolar del empleado significa un hábil entrenamiento para enfrentar los ocasionales destellos de rencor de los visitantes americanos.

En países como Argentina faltan custodios del orden bien entrenados. Habría bastado la acusación infundada de “quieren fundar una República Autónoma Mapuche” para que una ministra de seguridad tuviera que renunciar en el poco educado Reino de España. En Argentina, en cambio, sigue en funciones después de episodios incluso más graves que los panelistas de los programas televisivos tratan de ocutar sin trazo alguno de culpabilidad y con una ignorancia supina sobre los procesos que los desencadenaron. Pedirles que lean libros sería peregrino, pero tal vez uno podría pedirles que miren televisión que, a veces, también educa sobre problemas que son globales porque comenzaron a formarse precisamente en el capricho de un genovés ambicioso que cargó tres naves con falsas esperanzas.

El asunto “indígena”, por ejemplo, ha aparecido en series como The Killing, que dice que en las reservas de América del Norte hay salas de juego y prostitución a las que no pueden ingresar lor agentes ordinarios del orden. Sea esto cierto o no, en todo caso demuestra el mismo terror a la pérdida de control por parte del Estado de segmentos territoriales, los cuerpos que con él se relacionan y otros asuntos que hoy tienen estatutoparlamentario-televisivo en Argentina.

El conflicto no es producto de la delirante imaginación kirchnerista, sino el signo de los tiempos porque existe un principio generalmente aceptado que involucra la autopercepción como clave de definición racial identitaria.

La britaniquísima Ley de los Lores de 1983 dictaminó que “Para que un grupo constituya un grupo étnico en el sentido de la Ley de Relaciones Raciales de 1976, debe considerarse a sí mismo y ser considerado por otros como una comunidad distinta en razón de ciertas características”. Después de establecer esas características, la ley agrega: “Siempre que una persona que se una al grupo de referencia se sienta miembro de él y sea aceptada por otros miembros, será, a los efectos de esta ley, un miembro de esa comunidad”.

Perseguidos, exterminados, obligados a abandonar sus territorios y sus creencias, los mapuches, los quilmes, los guaraníes, los calchaquíes y los huarpes, entre tantos otros, encontraron en un principio de jurisprudencia global una herramienta no para reclamar todo lo perdido sino al menos para poder sostener un estilo de vida contrario a los microfascismos que los representantes de las multinacionales en el parlamento argentino, en la televisión porteña y en las fuerzas de seguridad sostienen a rajatabla.