Llega un momento a partir del cual conviene tomarse en serio todo (cualquier) disparate. El "nuevo realismo cinematográfico" (si tal cosa existiere) viene siguiendo esa senda, plagada de encantos. Se trata, naturalmente, del juego de lo contrafáctico. Aceptada la premisa X, presentemos el mundo con total rigor a partir de esa premisa. Entre las últimas películas que vuelven explícito el procedimiento está The Invention of Lying (2009) de Ricky Gervais (el de The Office, el de Extras). Como su título lo indica, la película postula un mundo en el que no existe la mentira (ni como práctica, ni como concepto) y desarrolla una trama en relación con la (casual) invención de la mentira por parte del protagonista, que terminará inventando las religiones, el amor, el cine, etc.
Más modestas en sus alcances filosóficos pero igualmente interesantes son Zombieland (2009) de Ruben Fleischer y Fido (2006) de Andrew Currie. Sabemos todo sobre los zombies y, al mismo tiempo, no sabemos nada. Era hora de que alguien se tomara en serio el trabajo de explicarnos cómo es (cómo podría ser) un mundo que incluya a esos monstruos.
Fido postula que la vida continúa tal cual la conocemos, con algunas modificaciones de detalle: los niños reciben en las escuelas entrenamiento en armas de fuego y, particularmente, en puntería (sabido es que hay que disparar a la cabeza para eliminar a un muerto-vivo). Pero además, cómo podría ser de otro modo, los más avispados empresarios han inventado y puesto a la venta un collar que inhibe los instintos asesinos (el apetito) de los zombies, reduciéndolos a mano de obra barata (son sirvientes en las casas que se atreven a dejarlos circular entre la familia, amantes complacientes de perversos, carteros, basureros: la metáfora se entiende).
Hay un caso, Fido, que es sirviente en la casa de los protagonistas del film, más raro que todos los demás: Fido es bueno y aún cuando su collar se descompone o se lo sacan, no ataca a los suyos sino que los protege (de los demás zombies pero también de la maldad característica de la especie humana). Fatalmente, la ama de casa se enamorará de Fido.
Zombieland no aspira ni siquiera a esos niveles de corrección política. Hay zombies: sabidos son los destrozos que provocan. Las ciudades agonizan. Para sobrevivir, hacen falta... reglas. La película es una graciosa exposición de las reglas necesarias para desenvolverse en un mundo semejante (un mundo sin escapatoria), poblado por formas-de-vida en guerra (de paso, postula que la guerra tal vez sea la única condición de existencia de cualquier forma-de-vida).
The Time Traveler's Wife (2009), de Robert Schwentke es más intimista y ha sido elogiada aún por los más acérrimos detractores de Lost. Bien mirada, la novela en la que película está basada, bien podría haber sido escrita por César Aira (que en La cena dio su propia versión del banquete zombie). No es raro que Brad Pitt sea su productor ejecutivo (en esa porquería insoportable llamada Benjamin Button, 2008, Pitt ya había demostrado cierto interés por el paso del tiempo).
En The Time Traveler's Wife hay un hombre (lamentablemente Eric Bana, y el "lamentablemente" se comprenderá de inmediato) que tiene la capacidad de viajar en el tiempo (hacia adelante y hacia atrás). Pero esos viajes son totalmente involuntarios (como ataques de epilepsia, con los cuales un genetista de renombre los compara) y el protagonista los vive como una pesadilla más que como un don. Por lo demás, sabido es que no hay forma de cambiar los acontecimientos, con lo cual es muy poco lo que puede ganar en esos intervalos.
Muy rigurosa, la película sostiene que el viajero se traslada en el tiempo desnudo (lamentablemente, se trata de Eric Bana), con lo cual uno de sus problemas es encontrar ropa después de cada convulsión temporal. Lo segundo es cómo volver. Lo tercero... Se trata del título. El viajero temporal se casa (pero, además, se casa con una mujer a la que ha enamorado desde que ella tiene siete años, en sucesivos viajes al pasado). Y la esposa, naturalmente, luego del encandilamiento inicial, comprenderá que no es nada gracioso estar viviendo con una persona que de pronto desaparece, en bolas, vaya uno a saber con qué destino. No diré más, porque la historia es ciertamente simpática y está muy bien planteada (la película, por el contrario, es un poco lenta y hubiera necesitado de actores un poco más imaginativos). Lo interesante es el examen microscópico de la vida cotidiana del viajero temporal, su persistente desdicha, su soledad, la incomprensión de quienes lo rodean sobre el uso (o el mal uso) de su potencia, el peligro constante.
François Ozon gusta, como se sabe del ridículo, en el cual ha demostrado una maestría impar. Su Ricky (2009) es buena prueba de ello. Yo no lo sabía, pero me dicen que la película es una remake de Toby. El niño alado y, efectivamente, de eso se trata.
La protagonista es una madre soltera que trabaja en una fábrica. De sus intercambios sexuales con un inmigrante español nace Ricky. La familia, que incluye además una niña muy triste sin padre pronto se deshará en pedazos porque la madre sospecha que el gallego le pega al bebé (que tiene moretones). Muy lejos de eso, lo que sucede es que al bebé le están saliendo (milagro genético) alas. ¿Qué hacer? En principio, guardar el secreto hasta cuando sea posible (que no es mucho tiempo). Lo interesante es cómo plantea Ozon el crecimiento de las alas que son, al principio, como alitas peladas de esos pollos que se ven en los supermercados. Incluso la madre las usa como referencia y mide las alas de las aves de corral de las góndolas para establecer una relación entre tamaño y longitud del ala. Cuando les salen las plumas, las alas de Ricky parecen, efetivamente, alas de gallina bataraza. El bebé quiere volar, se golpea, se lastima en el mísero departamento donde vive. Un día lo sacan al aire libre para mostrárselo a la prensa, con la idea de ganar algunos pesos... No es un relato de García Márquez, sino más bien: ¿qué puede hacer una familia pobre con el ángel que ha engendrado? O, viceversa, ¿cómo puede vivir un ángel en una situación de miseria semejante?
La imaginación pop ya nos acostumbró a la proliferación de formas de vida. Ahora, parece, ha llegado el turno a las preguntas que involucran más bien a la posibilidad (o no) de la co-existencia, es decir: una interrogación de lo comunitario.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
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