sábado, 29 de enero de 2022

La verdad del calentamiento

Por Daniel Link para Perfil

Hay dos formas de la verdad en el archivo: una de ellas es plena y surge de la mera correlación de series de datos y registros. Por ejemplo, el extraordinario trabajo realizado por el Jardín Botánico de la ciudad de Buenos Aires, que desarrolló una aplicación que permite comparar doce variables históricas para evaluar el impacto del cambio climático en las especies vegetales, a escala mínima (la de un parque botánico, la de una ciudad). Gracias a ese trabajo sabemos, por ejemplo, que hay muchos más días de verano y menos con heladas, y que la temperatura media anual aumentó 2.5% (+0,4°C).

La otra verdad es más bien elusiva e inestable y surge antes de los huecos y las cosas no dichas que del dato empírico. Propongo este recorrido.

Investigando algunos aspectos de la formación la nacionalidad mexicana, encontré que José Vasconcelos (responsable en gran parte de la política educativa de la Revolución mexicana), durante un viaje oficial a Río de Janeiro había tenido un entredicho con Pedro Henríquez Ureña a propósito de Alfredo B. Cuéllar, promotor de la charrería y de los deportes organizados.

En esa gira de agosto de 1922, Vasconcelos observó con irritación que el “delegado deportivo” se dedicó a lucir “por la capital brasileña el traje charro mexicano. Con ímpetu de joven hacía declaraciones a los diarios, disponía formar en tal cortejo, participar en tal otra fiesta. El traje charro, la buena presencia y nuestra compañía le abrían todas las puertas, y aunque siempre se portó como caballero, sus indiscreciones comenzaron a alarmarme”.

Las indiscreciones habrían sido tantas (aunque no se nos aclaran cuáles) que Vasconcelos ordenó al jefe militar de la expedición: “—Arréstelo —le dije— esta noche, cuando se presente a dormir, y téngalo preso los días de las ceremonias con desfiles.”

Según Vasconcelos, Cuéllar formaba parte del “circulito” de Pedro Henríquez Ureña, que le reprochó el escandaloso arresto y determinó un distanciamiento definitivo entre los dos.

Al mismo circulito pertenecía Salvador Novo, quien registraría las cabalgatas de Alfredo los domingos por la mañana en el paseo de Chapultepec.

En sus memorias, Salvador contó cómo conoció al joven y bello Pedro (“Cruzamos una mirada rápida y lo seguí, intrigado, adentro de la Escuela”), y a quien intentó arrancarle un beso al que Henríquez Ureña se negó, no sin reconocer la legitimidad del deseo. “Ciertamente, puede darse el caso de una atracción entre dos hombres, el impulso de besarse”, dice Salvador que le dijo Pedro, pero “eso está muy mal”. El archivo tiene esas circunvalaciones imprevistas e inciertas, pero hay que seguir todas las pistas.

Volvamos a Alfredo Cuéllar. En 1915, el gobierno carrancista lo había nombrado inspector de deportes en las escuelas del Distrito Federal. Cuéllar aprovechó la circunstancia para crear un almacén de calzado y uniformes de fútbol cuyo cliente principal era la misma institución de la que el gimnasta estaba a cargo.

Alfredo era un reconocido atleta que, durante los nueve años que había vivido en Estados Unidos, se había formado en la celebérrima YMCA que, años después, Village People habría de colocar en un lugar central del imaginario pop.


En la década del 20, Cuéllar revalorizó la figura del charro pues temía que los norteños, con sus pantalones kakis y sus sombreros tejanos, enterraran la charrería, a la que impulsó como “deporte nacional”.


Los rasgos identitarios del charro: la heroicidad, la herencia hispano-arábiga, la sangre derramada por la libertad, la inspiración para el canto y la habilidad para las tareas rurales. El lema de “Charros de Jalisco”, una agrupación pionera de la década del veinte era “Patria, mujer y caballo y en cada charro un hermano”. En esa consideración casi instrumental de la mujer, el charro se parece al gaucho: “Mi caballo y mi mujer se me fueron para Salta/ que vuelva mi caballito, mi mujer no me hace falta”.

Alfredo B. Cuéllar (colección Carlos Monsivais)

Más elusiva, la verdad de la historia de Cuéllar, que se nos escapa un poco, parece otra forma de calentamiento, una que lo llevó a ser arrestado en Río de Janeiro.

La plena verdad llama a la acción; la verdad inestable, a la novela.

sábado, 22 de enero de 2022

Plan de operaciones

Por Daniel Link para Perfil

Cualquier persona educada sabe que el Plan revolucionario de operaciones atribuido a Mariano Moreno es más falso que una novela gótica francesa. De hecho, en 2015 quedó definitivamente demostrado que gran parte de su contenido había sido copiado de la novela histórica El cementerio de la Magdalena (1801) de Jean Baptiste Philadelphe Regnault-Warin. Moreno no tuvo nada que ver con el asunto (aparentemente se trataba de forzar a la corte portuguesa de Río de Janeiro a tomar decisiones sobre la Banda Oriental).

Eso no lo invalida del todo, porque queda su aura imaginaria. ¿Por qué no elaborar planes “revolucionarios”, más allá de la posibilidad de sus realizaciones? Nada más adecuado que la temporalidad veraniega que el libre ejercicio de la planificación.

El 2021 se cerró con el melancólico recuerdo del Sr. Alberto Fernández de los planes para mudar la capital argentina (no al sur, como había imaginado el Sr. Alfonsín, sino al norte). Suscribo esa ensoñación (que más recientemente Egipto llevó a cabo).

Leí por ahí que alguien proponía reformular los límites de la Ciudad de Buenos Aires, incorporándole el conurbano para mejor garantizar la gobernabilidad de la provincia homónima. Desde la izquierda peronista se contestó airadamente esa propuesta de “desguace” territorial. No estoy seguro ni de una posición ni de la otra pero, en todo caso, ¿por qué no considerarlo?

De cualquier idea, ahora, pareciera que lo primero es decidir (ad hominem) si es de izquierda o de derecha o, como se dice en la prensa cotidiana: “populista” o “liberal” (esas antiguallas). Tampoco estoy seguro de que valga la pena semejante bloqueo de la imaginación, que termina obligando a los políticos a no arriesgar ninguna idea (pobres, no es que las tengan, pero tienen asesores) por miedo al qué dirán.

Hagámolos hablar, y veamos qué utilidad tienen sus propuestas para una patria justa, inclusiva y sustentable.

 

jueves, 20 de enero de 2022

Best kiss ever


 

Rocco Morabito (1967)
 

miércoles, 19 de enero de 2022

martes, 18 de enero de 2022

Marcelo Cohen entendió todo

"La duplicidad originaria del escenario de los cuentos de Link genera posibilidades incontrolables, y ese descontrol es fuente del escalofrío, desasosiego, risa y ebriedad. Hoy las series de televisión son más intrincadas que montones de novelas, más opacas; abundan en subtramas, personajes plenos y/o huidizos, referencias varias y llamados a la cooperación del espectador, pero también en galletitas de misterio. Link usurpa el terreno de la tele, saquea trucos, se aprovecha de algunos y de otros obtiene efectos más rotundos porque suceden en la letra, es decir en la mente". 

Fuente: Página/12


Hoy es el cumpleaños de...

 ... Gilles Deleuze, de Rubén Darío, de Arguedas, de Gastón Gallimard, de Arno Schmidt, ¡de José Luis Perales!

 (caracterizame el signo, caracterizame...)

 

Signos y símbolos

  1. Zodiaco: Capricornio
  2. Planeta regente: Saturno, el maestro
  3. Símbolo: El de cuernos de cabra
  4. Fecha de nacimiento Regente: Marte, el guerrero
  5. Carta del Tarot: La Luna (imaginación)
  6. Números de la suerte: 1, 9
  7. Día de la suerte: Sábado y Martes, sobre todo cuando estos días caen los días 1 y 9 del mes
  8. Los colores de la suerte: Negro, rojo brillante y café rojizo
  9. Piedras de la suerte: Granate

domingo, 16 de enero de 2022

La Reina del Plata

Vemos el capítulo de Bones que corresponde a la luna de miel de Brennan y Booth (emitido originalmente el 4 de noviembre de 2013 y escrito por Dave Thomas). Han decidido, después de una boda muy dilatada en el tiempo (sucede en la novena temporada), disfrutar de las bellezas naturales de Buenos Aires (sus playas, sus olivares en las colinas):

y su patrimonio arquitectónico (las catedrales de la época colonial, su clasicismo criollo y los laberintos góticos de sus callecitas estrechas):

Buenos Aires, con todo su esplendor robado un poco de aquí y otro poco de allí (después de todo, es una ciudad de contrabandistas), tiene su reverso, Ciudad Evita, donde imperan el crimen y el ascenso social por la vía rápida:


  

Como Brennan ha trabajado con los equipos de antropología forense locales, le propone a su marido visitar la Morgue de Buenos Aires:

 

  

La visita social pronto se transforma en otra cosa, cuando Brennan descubre unos restos cuya antigüedad no se corresponde con los restos rescatados de una fosa común de la Dictadura y decide involucrar a sus compañeros de trabajo del Jeffersonian Institute (que no ven con buenos ojos el sobrecargo de tareas y están a punto de llamar al FMI):



La investigación involucra a un comisario intachable:

 

al juez Oyarbide:

 

las famosísismas casas de prostitución porteña:

 

el oro nazi (sugerido ya por el título del capítulo):




y, por supuesto, la cartera de Cristina:


 
Hacia el final, se nos brinda la clave del delirante disfrute que el capítulo nos provoca (muy por encima de la Buenos Aires de Los cuatro jinetes del Apocalipsis o Gilda o la Villa Gesell de X Men). La cita es prácticamente el núcleo central de la teoría literaria de César Aira y la pronuncia la viuda del asesinado (desempeñada por Lucila Solá, ex de Pacino, suegra de Leonardo DiCaprio):

 


Eso mismo: somos una nación imaginaria.

 

sábado, 15 de enero de 2022

El mal de la banalidad

Por Daniel Link para Perfil

Yo también titubee, como Rafael Spregelburd, ante Don't Look Up, el suceso del verano meridional. En mi caso las razones para verla o no eran puramente éticas. Sucede que tengo dos reglas de conducta contradictorias. Según una, estoy condenado a no poder ver ninguna película en la que actúe Leonardo diCaprio. Según la otra, me obligo a ver toda cinta en la que el nombre de Cate Blanchett aparezca. ¿Qué hacer ante esta película que aúna ambos nombres al frente de un casting rutilante? Ya una vez me había enfrentado ante el mismo dilema con El aviador, donde ambos actuaban y en la que se sumaba otra regla que me obliga a nunca ver películas dirigidas por Martin Scorsese.

Entonces, opté por una salida tangencial (una vez que emitían la película en algún canal de cable, pedí que me avisaran cuando aparecía Katherine Hepburn, desempeñada por mi amiga Cate), un poco tramposa lo sé, pero que esta vez ni siquiera habría de servirme porque sabía que los personajes desempeñados por esas estrellas regladas aparecían juntas en casi todas las escenas.

Como creía estar saliendo de una etapa más bien negra de mi vida, decidí apostar al amor y promover al primer plano la regla positiva. Puse play y vi la película, lo que me permitió refrendar la infinita sabiduría de la regla prohibitiva que involucra al Sr. diCaprio: Don't Look Up es mayormente intolerable, a pesar de los manierismos actorales de Cate.

Como Rafael, también me dejé dominar por la tristeza de que el “mensaje” del film sucumbiera tan rápidamente a los mismos idiotismos que pretende condenar. Vivimos en un mundo imbécil y cínico que pretende hacer oidos sordos a las señales de alarma que nos vienen del cielo y del infierno.

Más cerca de Esopo que de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, la película no quiere que saltemos o bailemos aquí y ahora, cuando el mundo está en peligro. Apenas que digamos: “Qué barbaridad, suerte que esto es ficción”.

 

viernes, 14 de enero de 2022

Wordle (ES) #8 1/6 🟩🟩🟩🟩🟩 
https://wordle.danielfrg.com 
 
 

sábado, 8 de enero de 2022

La grieta charrúa

Por Daniel Link para Perfil

Comentando las fotos que le mando de nuestra escapada de año nuevo, un amigo nos dice: “Uruguay es una utopía” y después cambia: “O un barrio cerrado”. Le contesto: “¿Acaso hay diferencia?”.

Es cierto que Uruguay da una impresión de tranquilidad que los argentinos no sentimos hace décadas y, al mismo tiempo, la complejidad del país admite lecturas tanto en una dirección como en otra. Basta vagar por Montevideo, esa ciudad que en los índices de calidad de vida aparece bendecida con posiciones para nosotros inalcanzables.

Se me ocurre que Montevideo es el resultado de una mezcla bastante infrecuente de socialismo y de liberalismo: ahí están esos edificios soviéticos en la Rambla más cercana al centro, brillando al atardecer mientras el sol se pone sobre un agua que es mar y río al mismo tiempo, ahí están esos nombres estatales de los que la sociedad uruguaya no quiso desprenderse nunca: ANCAP, ANTEL; o esos nombres colectivistas como CONAPROLE que, en efecto, suenan a utopía de décadas más dispuestas a imaginar formas comunes de organización.

A eso se superponen los barrios como Punta Carretas, con su shopping incluido y, sobre todo, la Interbalnearia con sus coqueterías ABC1 y su adhesión entusiasta a las diferentes variantes de lo eco-chic, que tanto éxito tienen en nuestros barrios cerrados del norte de la provincia de Buenos Aires (no conozco otros, pero supongo que funcionarán según parámetros semejantes).

A uno le parece que todo eso convive armoniosamente y que las exenciones impositivas para la construcción con mano de obra local y capital extranjero (argentino, sobre todo) congenian bien en Uruguay y que en una sociedad civilizada la alternancia democrática está garantizada por una tolerancia ciudadana bien entrenada. Craso error.

Al querer pasar un peaje en la Interbalnearia, pensé que había una casilla de pago manual habilitada más allá de la cola tremebunda que tenía por delante. No fue así y cuando quise reincorporarme a la fila de autos (más adelante de lo que me permitía mi anterior posición) fui increpado por un conductor que me dijo que esperaba hacía largo rato. Le pedí que me disculpara, le expliqué que me había equivocado, y le desee feliz año. No me dejó meterme en esa fila y me gritó “¡No lo votes más, no lo votes más!”, porque pensó que yo era un votante del Sr. Lacalle Pou a quien él, claramente un votante del Frente Amplio, responsabilizaba por todos los males de Uruguay, incluida la deficiente organización de los peajes.

Tal vez tenga razón (pero yo, como nuestro presidente, prefiero no inmiscuirme en asuntos de otros países), pero me sorprendió que un mínimo desarreglo involuntario en una cola desatara una pasión política tan intensa. Lo mismo que en casa, pensé. Ni utopía ni barrio privado: Uruguay es nuestro espejito de madrastra de Blancanieves.

 


sábado, 1 de enero de 2022

Plegarias atendidas

Por Daniel Link para Perfil

No debería quejarme, porque todo sucedió según mi deseo, aunque los lectores de Teresa de Ávila o de Truman Capote saben que «Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas».

Siempre odié a esa tribu urbana llamada “taxistas”, que nos miraban cuando necesitábamos de sus servicios y aceleraban frente a nuestras narices haciéndonos gesto de no con el dedito, o que cuando se dignaban a detenerse nos preguntaban antes de que abriéramos la puerta a dónde íbamos para decirnos que iban para el otro lado.

Si teníamos la suerte de que accedieran a llevarnos nos encontrábamos con la radio a todo volumen saliendo por los parlantes traseros y, algunas veces, éramos testigos de peleas callejeras entre diferentes integrantes de la tribu o con integrantes de esa otra tribu ominosa, los motoqueros.

Más allá de la guerra, de todos modos el taxista iniciaba una conversación imposible de sostener alrededor de tópicos como las tetas de alguna mujer parada en una esquina, los vagos que cortan las calles o las formas de exterminio a las que someterían a las personas que adherían a tal o cual opción política.

Sucedió la pandemia, sucedió el confinamiento. Sucedió que mi marido y yo nos quedamos sin auto y descubrimos, en octubre de 2021, que los taxistas habían desaparecido de Buenos Aires. Ya no hay taxis, es inútil buscarlos o esperarlos.

No me quejo de eso, pero sí tal vez de lo que surgió en reemplazo.

Ahora hay que pedir ubers o cabifys, si es que uno todavía se resiste a usar el transporte público por precaución sanitaria. Y sucede que esas compañías incluyen un suplemento tarifario por “alta demanda”. Y sucede que, advertidos de tal variación, nos han contado los choferes mismos de esas compañías, complotados en una plataforma de chat apagan sus aplicaciones hasta que la señal de “alta demanda” se enciende y entonces, sí, corren a buscarte.

Lo de “corren” es más bien metafórico, porque uno puede ver en la aplicación el movimiento lentísimo del cochecito de juguete en el planito y las circunvalaciones inexplicables que da para llegar al lugar de la espera. Pero al menos los autos están limpios, los conductores no hablan y no nos someten a la sordera.

¿Llegará el día en el que consigamos liberarnos para siempre de los aparatos, las aplicaciones y las intimidaciones?

Ése es mi sueño: encontrar un lugar donde cada movimiento no implique un desgaste irrevocable.