viernes, 5 de enero de 2007

Galería


Marcel Duchamp. San Sébastien (1909)

No hay gran artista que no haya hecho su propio San Sebastián. Y casi podría decirse que las magnitudes del arte se resuelven en la relación que cada uno de ellos entabló con la imagen del mártir. Duchamp decidió en algún momento de su progresiva apatía romper con el arte retiniano. Muy avispado, el artista de lo déjà fait encontró en la representación de San Sebastián las razones de ese abandono. Por eso propone no una versión propia (personal o subjetiva) del martirio sino una reproducción de una reproducción y, más precisamente, de la quincalla industrial de las santerías. Duchamp es el primero de una larga lista de artistas (que culmina en la obsesión maníaca de coleccionista de Sebastián Freire) que decide reproducir las estatuitas de santos que caracterizan el kitsch serial (capitalista) del catolicismo y, con ese gesto, lo anticipa todo: todo su arte, pero también todo el arte del siglo XX. Al mismo tiempo, cancela toda posibilidad de utilizar (de seguir utilizando) el arte como shifter de indentificaciones imaginarias. No se pinta un tema (en 1909, todavía en la línea del fauvismo del que Matisse era el abanderado) porque sea interesante respecto de la subjetividad del artista sino porque lo es en relación con los estados de la cultura.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta Duchampop!
Quisiera que leas mi borra de café.
Ojalá... algún día.

Besos.