lunes, 28 de marzo de 2005

Galería


¿Por qué el capitán de la guardia romana, después de haber sobrevivido a la tortura sagitaria gracias a la intervención de ángeles y putti -tal como puede verse en esta representación de Rubens (1602-1603), que no se iba a perder semejante festival de carne atormentada- volvió a lo del emperador Diocleciano a reprocharle su conducta, sólo para recibir una segunda condena, ésta definitiva: fue apedreado hasta la lapidación (la misma suerte que habrían corrido algunas adúlteras africanas en nuestro tiempo, de no haber mediado la "opinión pública").
La caridad cristiana querrá leer allí la voluntad de poner la otra mejilla, pero esa interpretación repugna políticamente. ¿Fue la soberbia lo que condenó al mártir? ¿Después del comercio que tuvo con Dios, resultado del cual son estos diligentes paramédicos, se creyó inmune a los poderes del mundo? ¿Por qué volver a repetir un coming-out que tanto sufrimiento le produjo? Llamado desde el cielo por una mirada que lo constituye, ayudado en su recuperación por las caricias de estos enviados supraterrenales, que lo confirman como lo que es, un cuerpo marcado, ¿qué más quería Sebastiano?
La única lección posible para comprender la renuncia al nácar angélico y la aceptación de su papel ante la historia (de todo lo cual es indicio la posición de su cara, ya rendida) es imaginar las palabras que el santo llevó a los oídos del Estado y de las cuales la versión latina* es un pálido reflejo: "Ad hoc me Dominus resuscitare dignatus est, ut conveniam vos et redarguam vos de malis, quae Christi famulis irrogatis" ("Para esto el Señor tuvo la gracia de prorrogar mi vida: para que me presente ante vos y para reprenderte por los males que impones a los siervos de Cristo"). En la versión de la Legenda, Sebastián es un activista que vuelve para protestar por la violencia ejercida contra sus semejantes (una violencia biopolítica, un plan de exterminio). Para eso lo preparan los ángeles de Rubens y en eso lo convierten. Y las palabras del mártir al Estado no admiten doble interpretación. Sebastián es el primero en transformar el proceso de abyección y de vergüenza en orgullo, en principio de vida: he vuelto para volver a decirte que no. Y volveré cuantas veces sea necesario.

* Según Iacobus de Voragine. Legenda Aurea. De sancto Sebastiano.

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