miércoles, 16 de marzo de 2005

Animales en peligro de extinción

Finalmente, Tita Merello consiguió reunirse con su médico veterinario. La llevó S., en su bolso de paseo, para que la desparasitaran. Me contó, cuando volvió, que la veterinaria estaba atestada de perros moribundos. De hecho, parece que uno de ellos (de gran porte) murió en la camilla en circunstancias poco claras. Sus dueños lloraban en la sala de espera, lo que conmovía y atemorizaba a los portadores de los demás perros enfermos. Aparentemente, la enfermedad que terminó con los días de Iván, el perro de Andi, no fue un caso aislado y son muchas las mascotas enfermas en el barrio. Cuando por fin atendieron a Tita, S. interrogó al veterinario, que pretendió tranquilizarlo diciéndole que no se trataba de una epidemia, sino de algo más raro: todas enfermedades diferentes, la mayoría de ellas muy improbables estadísticamente, pero que aparecieron al mismo tiempo en las últimas semanas. De hecho, varias veces tuvieron que dejar la clínica cerrada (cosa que comprobé hace un par de días) porque las emergencias obligaron a los doctores Roc/sa a concurrir a los domicilios donde los animales agonizaban.
Tita Merello recibió las inyecciones contra los parásitos (que esta vez no fueron aplicadas preventivamente, porque revisando sus deposiciones habíamos encontrado unos gusanos) y, al mismo tiempo, un diagnóstico inesperado pero para nada sorprendente (basta mirar la última foto que le hizo S. para darse cuenta de que nuestra gata se parece cada vez más a un lobo marino): sufre de un desorden alimenticio ("Binge Eating Disorder").
Ahora tenemos que someterla a una dieta rigurosa: durante los próximos tres meses sólo podrá comer Obesity, un alimento adelgazante. Y después, alimento light de por vida.
Aunque tratamos de minimizar la angustia típica de los comedores compulsivos (llamándola "gorda chancha", "Porcelandia", "ballenita", "Homera" o "Medigrand", como si todo fuera una comedia), no descartamos una futura consulta psicológica.

No hay comentarios.: